Tiburón
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Un joven Steven Spielberg haciendo más uso de la imaginación que de los medios técnicos, logró en 1975 que ‘Tiburón’ se convirtiera en un film de culto automático que creó escuela durante décadas, llegando a condicionar al mundo entero hasta tal punto que su estreno produjo pavor a los miles de bañistas que inundaban las playas del planeta. Sin duda nos encontramos ante una de las obras cumbres del séptimo arte, una película inigualable e inimitable y cuyo legado aún perdura hasta nuestros días. En el siguiente artículo especial homenajearemos la que es, sin lugar a dudas, una de las películas más determinantes del cine contemporáneo… Disfruten de sus vacaciones, del mar y de las olas. Pero tengan mucho cuidado con lo que acecha ahí abajo…

“Ustedes me conocen, saben como me gano la vida. Yo les traeré a ese animal, pero no será fácil. No es como ir a la laguna a pescar cangrejos o pescadillas. Ese tiburón te come entero. Una sacudida, una dentellada… y para dentro” .– Quint.

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Prólogo

Tiburón’ se convirtió desde el día de su estreno, y contra todo pronóstico, en un incuestionable éxito tanto de taquilla como cuyo legado  artístico se ha ido engrandeciendo con el paso de los años. No es de extrañar que en la actualidad infinidad de productores, guionistas y directores aún pretendan imitar, algunos con más suerte que otros, este imperecedero e inigualable clásico de un inspirado Steven Spielberg que, prácticamente de la nada, fue capaz de rodar una cinta que nunca envejecerá pese al transcurso de los años y que siempre será tomada como referencia y ejemplo de multitud de cineastas. Directores que, a pesar de sus intentos por lograr crear en el espectador la sensación de angustia que Spielberg consiguió transmitir con su película, pocos (por no decir ninguno) lo lograron, algunos incluso cayendo en el ridículo más absoluto. Y es que posiblemente estemos hablando de uno de los mejores y más efectivos thrillers de terror de la historia del cine, sobre todo a tenor del impacto que éste provocó en su momento en una sociedad cuya película llegó a calar tan hondo que tras su estreno, multitud de playas costeras del mundo dejaron de ser visitadas. El temor a lo que la película narraba hizo mella: el ataque de un gran tiburón blanco a los bañistas de Amity Island, la localidad donde transcurre la trama.

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Pero lo que muchos no saben es que el rodaje de ‘Tiburón’, la primera y gran obra maestra de Steven Spielberg que le encumbró rápidamente a los altares de Hollywood tras la también magistral ‘El diablo sobre ruedas’ (Duel, 1971), fue mucho más complicado y accidentado de lo que imaginan. Así que antes de seguir hablando sobre la que posiblemente sea la mejor película de ‘terror acuático’ que jamás se ha rodado, vamos a darle un pequeño repaso a los inicios del proyecto y a su gestación para comprender aún más si cabe el tremendo mérito de Spielberg a la hora de crear una película de tal repercusión con los medios con los que contó en su momento.

No obstante, antes de continuar debemos recordar que la película es una adaptación de la novela del escritor estadounidense Peter Benchley, cuya obra cumbre, como todos ustedes podrán imaginar, fue ‘Jaws’ (Tiburón), un libro publicado en 1974 que se centraba en los crueles ataques de un tiburón blanco a los bañistas de una pequeña localidad costera. La novela se convirtió rápidamente en un éxito de ventas tanto en Estados Unidos como en el extranjero, y esto permitió a Benchley, que sabía muy bien de qué hablaba quizás por su experiencia como editor y redactor de revistas especializadas en la materia como ‘National Geographic’, publicar una docena más de novelas, la mayoría de ellas relacionadas con los océanos, la fauna marina y los tiburones, aunque ninguna de ellas alcanzó el éxito del modo en que lo hizo su ‘Jaws’.

Benchley, que también realizó labores de guionista en el film de Spielberg, perteneció a la asociación ecologista ‘National Council of Enviromental Defense’, aunque años después se difundió un rumor que aseguraba que Benchley no era precisamente un ecologista, sino todo un cazador de tiburones por afición.

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De ‘Loca Evasión’ (1974) a ‘Tiburón’ (1975). El camino hacia el éxito

Antes de que el relato de Peter Benchley llegara a publicarse, entran en escena los productores de la ‘Universal Pictures’ David Brown y Richard D. Zanuck, que en un hábil movimiento se hacen con los derechos de adaptación de la novela por la cantidad de 175.000 dólares a sabiendas de que se trataba de un material de éxito seguro. ¿Pero cómo llegó un joven y semidesconocido Steven Spielberg a un proyecto tan ambicioso como este?

Todo comenzó cuando Spielberg, que ya era un fijo de la Universal desde que dio la campanada con ‘Duel’ (1971), se interesó en uno de los sucesos más sonados de finales de los años 60 en Texas, cuando en 1969 dos jóvenes delincuentes se vieron involucrados en una persecución con la policía de casi quinientos kilómetros con motivo de recuperar la custodia del hijo de ambos. El matrimonio tuvo en jaque a los agentes de la ley, que fueron incapaces de interceptar a los dos delincuentes durante horas.

Spielberg, que planteó rápidamente a la productora dirigir una película con una historia perfilada por él mismo y que se basaría en los hechos reales de este acontecimiento, no fue el director inicialmente escogido para realizar el film, principalmente porque los productores Brown y D. Zanuck, a pesar de tener a Spielberg en alta estima, no creían que fuera el realizador idóneo para plasmar en pantalla la historia real de Lou Jean Poplin en la búsqueda de su hijo, aunque en la Universal no pensaban lo mismo. De este modo, y a contracorriente de dos de sus productores de más peso, la compañía decidió darle rienda suelta a Spielberg para que se encargara de la cinta, un film que se titularía ‘The Sugarland Express’ (1974), ‘Loca Evasión’ en España.

El film costó 3 millones de dólares y recaudó en todo el mundo 13 millones de la misma moneda, y aunque la cinta no logró acaparar la atención de la crítica y su recaudación quedó por debajo de lo esperado, los productores Brown y D. Zanuck quedaron encantados con el trabajo que realizó Spielberg, principalmente encandilados se mostraron por la pasión y el corazón que el director de Ohio ponía en todo lo que hacía. Así pues, y antes de que finalizara el rodaje de aquella película, Brown y D. Zanuck le ofrecieron dirigir ‘Tiburón’, el blockbuster que, esta vez sí, iba a consolidar a Spielberg en el estrellato.

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Dando forma a ‘Tiburón’: la obra magna de Spielberg

Curiosamente, el futuro realizador de ‘Parque Jurásico’ (Jurassic Park, 1993), que aceptó la propuesta sin poner pegas ya que era plenamente consciente de que gracias a esta película su carrera como cineasta podía dar un salto cuantitativo, se arrepintió seis meses después de iniciar la pre-producción del proyecto y estuvo a un paso de abandonar la producción. Quizás en el momento no se vio del todo cualificado para abarcar todo el peso y la responsabilidad que iba a conllevar un film de esas características. O quizás el realizador intentó ser consecuente consigo mismo y mantenerse fiel a sus ideas, las cuales eran dirigir películas meramente personales y alejarse de los grandes blockbusters de encargo, como lo era ‘Tiburón’. El caso es que tras una profunda charla con uno de los productores, el cual le vino a decir básicamente que en la ‘Universal’ no se filma cine de arte y ensayo y que si sus aspiraciones iban a ser esas que cogiera las maletas y se marchara de la compañía, el realizador se dio cuenta de que su oportunidad de oro era ‘Jaws’ y no podía dejarla escapar, así que finalmente se embarcó en cuerpo y alma en un film que fue mucho más complicado de rodar de lo que todo el mundo podía imaginar, y fue en parte debido a las exigencias de Spielberg por darle verosimilitud a la historia, obligando a la productora a filmar en entornos naturales.

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El empeño del director en que las localizaciones de la película fueran reales era tal que se negó rotundamente a rodar la película si no le dejaban hacerlo en mar abierto, rechazando la propuesta de la productora de filmar en un gran tanque de agua habilitado o en una piscina preparada para tal efecto. Pero sin ir más lejos de la realidad, esto sólo acarreó problemas a todo el equipo técnico y artístico, ya que para colmo de males, los tiburones mecánicos no funcionaban al ser sumergidos en el mar, lo que elevó considerablemente el nivel de dificultad a la hora de realizarles los reajustes pertinentes durante el rodaje en mitad del océano. Estos hechos acabaron por retrasar el rodaje de la película, algo que sumado a la negativa del realizador de filmar en un decorado, terminó por doblar el presupuesto inicial del film. Debido a todas estas incidencias, el rodaje duró tres meses más de lo previsto, y el guión no dejada de ser reescrito constantemente por tal de abaratar gastos suprimiendo las secuencias y apariciones más costosas de rodar del escualo. En resumidas cuentas: un desastre total y absoluto… hasta que a alguien se le ocurrió una genial idea.

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El caso es que, como ya es bien sabido, el mayor mérito de ‘Tiburón’ fue no mostrar al animal en su totalidad hasta bien entrado el tercer acto de película, logrando crear en el espectador un plus de angustia y tensión provocado más por la sugestión y por aquello que se intuye pero no podemos ver, que por lo que se mostraba en pantalla. Unos achacan este mérito al mismísimo Spielberg, que según sus propias palabras y hastiado de los problemas que estaban dando sus tiburones mecánicos, optó por reducir considerablemente las apariciones de los mismos en pantalla, mientras que otros afirman que fue una idea conjunta de todo el equipo técnico. Sea como fuere, el detonante de ello fue el terrible metraje de prueba que fue montado y que el equipo de la película, así como parte de los productores, pudieron visionar.

No hace falta decir que todo el mundo quedó horrorizado con lo que vio en pantalla debido al desastroso tiburón de pega que hacía acto de presencia en el rollo de película montado. Un tiburón (al cual llamaron cariñosamente ‘Bruce’) que parecía más un chapucero juguete de goma a gran escala que un peligroso escualo. De este modo, y dado que el tiempo pasaba y el presupuesto no dejaba de aumentar, se optó por la solución más lógica, que no era otra que esconder al animal el mayor tiempo posible para hacer más hincapié en otros factores que al final resultaron fundamentales, como el psicológico y el sugestivo.

Acierto casual o no, lo cierto es que gran parte del éxito de la película fue debido a esta decisión, hasta el punto en que el truco de ‘mostrar en pantalla lo menos posible, y si hay que mostrarlo, que sea al final’, es algo que ha creado escuela con el paso del tiempo y que se ha empleado desde entonces con asiduidad en el género de terror, especialmente en las ‘monster-movies’.

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Crítica de Tiburón: film de culto inigualable e inimitable

Resulta complicado encontrar pega alguna al que es considerado por muchos como el primer ‘Blockbuster’ de la historia del cine. Y es que Steven Spielberg no sólo fue capaz de levantar una película que tenía todas las papeletas para ser un verdadero desastre (de hecho su primer destino iba a ser la televisión), sino que además logró filmar una de las cintas más determinantes e inquietantes no sólo del género de terror, sino de todo el fantástico en general.

‘Jaws’ es una película casi perfecta claramente construida sobre diferentes géneros, capaz de combinar en su claro contexto de cine de terror/suspense elementos dispares procedentes tanto del cine de aventuras como del de acción. Incluso en determinados momentos de su metraje el film se suaviza con sutiles toques irónicos y humorísticos, la mayoría de ellos propiciados por el sensacional biólogo marino Matt Hooper (Richard Dreyfuss), pero sin restar ni un ápice del objetivo primordial del film, que no es otro que provocar inquietud en el espectador. Y es que desmembrando la película, percibimos claramente que su trama se divide en dos partes unidas magistralmente mediante una sucesión de sustos y ataques (algunos bastante sangrientos) que en la época dejaron sin aliento.

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Un primer acto que se centra en los habitantes del pueblo, en su forma de vida y en la presentación de los personajes, desembocando finalmente en una terrible situación de puro terror costero con el escualo realizando sus primeras intervenciones (mostrando sólo lo mínimo, en este caso, la aleta dorsal del animal), tiñendo el agua de color rojo cada vez que el tiburón se disponía a atacar al mismo tiempo que un magnífico Roy Scheider intentaba advertir al obstinado alcalde interpretado magistralmente por Murray Hamilton del peligro de la situación. Mientras que en su segundo acto nos encontramos con el trío protagonista (Scheider, Dreyfuss y Shaw) devorando por completo la pantalla y persiguiendo al tiburón mar adentro en una evidente declaración de intenciones hacía el cine clásico de aventuras, con una persecución y dura batalla ‘hombre-bestia’ que por momentos traspasa los límites de lo inhumano.

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Todo se encuentra aderezado con un reparto de verdadero lujo cuyos personajes nos mostrarán sus propios demonios internos a lo largo de varias secuencias ciertamente melodramáticas, por no hablar de la curiosa relación que estos mantienen una vez que se ven obligados a ‘trabajar juntos’, los cuales tendrán sus más y sus menos y cuyos intereses personales y manías de alguno de ellos pondrá en peligro al resto, algo que se evidenciará aún más si cabe en el momento en el que zarpan en el ya famoso ‘Orca’ en busca de la bestia. A ello hay que sumarle una majestuosa banda sonora de John Williams, cuyo tema principal (todo un clásico inmune al paso del tiempo) vaticinaba con antelación los ataques del escualo construyendo una exquisita sensación de suspense, así como unos contundentes efectos especiales que se encuentran perfectamente hilvanados con una sucesión de escenas marinas naturales donde se fusionan el tiburón construido para la ocasión con otras secuencias de tiburones reales extraídas de documentales marinos.

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Resulta difícil no dejarse hipnotizar por la excelente labor narrativa de Spielberg, que mediante imágenes, sutiles efectos sonoros y juegos de luces y penumbras (excelente la fotografía de Bill Butler, combinando durante todo el film hermosos tonos azulados con otros más lúgubres, según la situación narrada) logró recrear a la perfección la esencia del libro de Peter Benchley en la gran pantalla, aunque cabe mencionar que algunos aspectos de la novela original fueron obviados en la película (en el relato, por ejemplo, se enfatizaba más en las motivaciones del alcalde, un personaje mucho más corrupto y sucio de lo que el film dejaba entrever), pues restaban cierto protagonismo a los verdaderos baluartes del asunto: un responsable Roy Scheider como el jefe de la policía local, el cual finalmente acabaría con la vida del tiburón; un complejo y excéntrico Robert Shaw en un papel para el recuerdo; y el siempre sensacional Richard Dreyfuss con su biólogo marino Hooper, el cual intentará convencer a todo el mundo de que la bestia a la que se enfrentan es más feroz y peligrosa de lo que imaginan.

Sin duda alguna estamos ante una de las mejores películas no sólo de toda la carrera de su reputado realizador, sino de la historia del cine contemporáneo. Un film imprescindible, insuperable y toda una obra de culto plagada de diálogos y situaciones memorables que fue capaz de cambiar algunos aspectos del cine que llegaría posteriormente, y que aún en nuestros días, debe de servir de ejemplo e inspiración.

Por desgracia (o por suerte, según como se mire) ‘Tiburón’ también ha sido objeto de plagios, sucedáneos e imitaciones motivadas por un gran número de productores y realizadores oportunistas que encontraron el momento perfecto para aprovechar el tirón comercial del film, perpetrando innumerables cintas de bajísimo coste que rozaban la Serie Z más casposa. Algunas de ellas divertidas y dignas de mencionar, mientras que otras es mejor olvidarlas. A continuación le dedicamos un pequeño artículo a esas películas consumadas a raíz del éxito del film y que, por unas razones u otras, merece la pena destacar, aunque sea a modo de curiosidad.

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Plagios, secuelas, imitaciones

Si existe un film que haya sido objeto de plagios e imitaciones descaradas desde el día de su estreno, esa cinta es ‘Tiburón’. Ya no hablamos sólo de las prescindibles tres secuelas que generó la película de Spielberg, sino de una serie de subproductos, algunos ya enfocados descaradamente hacía el terreno de la autoparodia y el ‘softcore’, que inundaron las carteleras de cine en los años posteriores y de cintas VHS las estanterías de los antiguos videoclubes.

Para empezar, no hace falta decir que era inevitable que una película del éxito de ‘Jaws’ generara varias secuelas, alguna de ellas totalmente previsible y decepcionante, y otras algo más curiosas, aunque igual de intrascendentes. Así pues en el invierno del 78 llegó a nuestras pantallas de cine ‘Tiburón 2’ (Jaws 2, Jeannot Szwarc, 1978), secuela que contaría con parte del reparto de la original, pero que más que una nueva entrega era un torpe y tedioso remake inconfeso donde ya desaparecía todo lo que convirtió a ‘Jaws’ en la obra que es. Un argumento ramplón, plano y soporífero para un film excesivamente largo que no tiene nada nuevo que contar, salvo intentar recrear con más pena que gloria algunos de los momentos de la primera película. Incomprensiblemente repetirían actores como Roy Scheider, Lorraine Gary y Murray Hamilton, posiblemente en una maniobra para vender mejor el film. Ni que decir que la cinta no le llega a hacer ni sombra a la original de Spielberg, aunque si se mira con cierta perspectiva puede resultar mínimamente pasable, sin más.

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Tras el descalabro artístico (que no de taquilla) de esta secuela, Scheider fue tanteado para aparecer en una tercera entrega que se titularía en España ‘El Gran Tiburón’ (Jaws 3D, Joe Alves, 1983). Por motivos obvios el reputado actor no quiso saber nada del proyecto, y se contrató a un por entonces joven Dennis Quaid para protagonizar la película. Rodado en antiguo 3D (si, ese formato que parece toda una novedad, pero que realmente lleva existiendo en el cine desde tiempos inmemoriales) el film da comienzo con la inauguración de un enorme parque acuático llamado ‘Mundo Marino’, el cual consta de modernas atracciones instaladas bajo las aguas de un hermoso lago artificial que se comunica con el mar a través de un pequeño canal. Como todos ustedes habrán intuido, el tiburón hará tropelías de las suyas en ‘Mundo Marino’ en una tercera entrega algo más amena y curiosa que la anterior, sobre todo por el hecho de trasladar al escualo a un ambiente sensiblemente diferente, aunque la calidad de la película y su guión brillarían por su ausencia. Cuatro años después se decidió rodar una cuarta parte titulada ‘Tiburón. La Venganza’ (Jaws. The Revenge, Joseph Sargent, 1987), una cinta cuya premisa argumental resulta tan delirante como increíble: un tiburón blanco regresa para vengar deliberadamente a sus antecesores y devorar a la familia del ya fallecido Sheriff Brody. Así que esta vez será nuestra querida Ellen Brody la que le plante cara a la criatura de marras.

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Repite de nuevo una ya madura Lorraine Gary y se incorporan Mario Van Peebles (uno de los peores actores de la serie B más soez), Lance Guest y… ¡Michael Caine! en una cinta que retoma ambientes y conceptos de la primera película, pero que resulta alarmantemente previsible, ridícula y tosca pese a los ya evidentes toques autoparódicos que merodean sutilmente por todo el relato y que intentan mejorar el producto final. Fue una de las triunfadoras de los premios razzies del 1987 con el galardón a los peores efectos visuales y más de media docena de nominaciones, entre ellas la de peor película.

Secuelas a parte, nos encontramos con otras películas que aprovechando el tirón comercial de la saga creada por Spielberg vieron la luz a pesar de sus evidentes intenciones. Pues bien, llegados a este punto muchos de ustedes se habrán preguntado alguna vez por qué la tercera entrega de la saga se tituló en España ‘El Gran Tiburón’ o ‘Tiburón 3ª Parte 3D’. Muy sencillo, porque ya existía un film de 1981 titulado… ‘Tiburón 3’ (L´ultimo squalo, Enzo G. Castellari, 1981), plagio Italiano cuyos derechos de distribución en nuestro país fueron adquiridos por el entonces avispado distribuidor José Frade, que ni corto ni perezoso y en una maniobra un tanto dudosa, cambió el titulo de la película y la renombró como ‘Tiburón 3’, mientras que en algunos países de Sudamérica fue titulada ‘El último tiburón’, como se debió haber llamado aquí también. La cinta llegó a las pantallas de cine bajo una publicidad más que considerable (se compraron varias decenas de minutos televisivos para meternos por la cara spots publicitarios en la sobremesa), haciéndonos creer que se trataba de la tercera entrega oficial de la saga que dio inicio con ‘Jaws’.

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Lo más curioso de todo, y a pesar de que la película no se llegó a estrenar en USA, es que el film alcanzó con el paso de los años cierto status de joya de coleccionista pues realmente hablamos de uno de los plagios más polémicos, divertidos y difíciles de conseguir en su formato original hoy en día, aunque en España fue censurada eliminando seis minutos de metraje, algo que no sucedería en el resto del mundo. Tres años después se estrenaría en nuestro país la verdadera tercera entrega, que por motivos obvios no se pudo distribuir bajo el título de ‘Tiburón 3’, así que la Universal pasó a llamarla ‘El Gran Tiburón’. Cabe destacar que ‘L´ultimo Squalo’ resulta, contra todo pronóstico, más entretenida y amena que algunas de las secuelas oficiales del film del 75.

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Pero el aluvión de imitaciones y sucedáneos se remonta a bastante antes. Más concretamente, desde mediados y finales de la década de los 70 ya comenzaron a filmarse este tipo de sucedáneos e imitaciones.  Uno de los títulos más famosos de esta amplia gama de plagios de Serie Z fue ‘¡Tintorera!’ (Tintorera, René Cardona Jr., 1977), un bodrio azteca basado en un viejo best seller que se vendió en España como si de un film de horror se tratase, pero que no es otra cosa que un producto de cierto aire melodramático y un toque ‘softcore’, donde su trío protagonista (en un triángulo amoroso que da vergüenza ajena) es atacado esporádicamente en el Caribe por un travieso tiburón tintorera, también conocido como tiburón azul. No obstante este film no fue el único subproducto que inundó las estanterías de los ya extintos videoclubes de todo el mundo. ‘Mako, el tiburón de la muerte’ (Mako: The Jaws of Death, William Grefe, 1976) es una película que gira en torno a la historia de un estudioso amante de los tiburones que aprende a comunicarse con ellos, hasta que un grupo de despiadados científicos atrapan a varios de estos escualos con la intención de someterlos a todo tipo de experimentos hasta que los animalitos deciden tomar su particular vendetta.

No nos podemos olvidar tampoco de la visión de Lamberto Bava sobre el tema de los escualos feroces en su film ‘El Devorador del Océano’ (Shark: Rosso nell´oceano, Lamberto Bava, 1984), otro pequeño y curioso producto Italiano cuyo mayor logro era el buen nivel gore mostrado en pantalla de la mano del especialista en efectos especiales Lewis Coates. En la película una extraña bestia marina mutada genéticamente mitad pulpo mitad tiburón prehistórico se dedica a atacar a los bañistas de las playas del Caribe. Al final se descubre que la criatura era producto de un arma biológica descontrolada.

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A lo largo de las décadas hemos podido contar con infinidad de películas sobre escualos asesinos que nos han invadido sin cesar, desde la famosa saga del direct to dvd ‘Shark Attack’, la cual dio inicio con el telefilm ‘Shark Attack’ (Shark Attack, Bob Misioroswky, 1999) y continuó con tres secuelas más tituladas ‘Shark: El Demonio del Mar’ (Shark Attack 2,  David Worth, 2000); ‘Terror en el Abismo’ (Shark Attack 3: Megalodon, David Worth, 2002) y ‘Terror en el Mar’ (Shark Zone, Danny Lerner, 2003); hasta productos más estimables como ‘Deep Blue Sea’ (Deep Blue Sea, Renny Harlin, 1999) y otros tremendamente fallidos, como la más actual ‘Tiburón 3D: La Presa’ (Shark Night 3D, David R. Ellis, 2011), pasando por cintas de estética ‘mockumentary’ o falso documental tan curiosas como la muy recomendable ‘Open Water’ (Open Water, Chris Kentis, 2003) y culminando con deplorables subproductos de serie B destinados al mercado videográfico de bajo rango, como lo son ‘Megalodon’ (Megalodon, Pat Corbitt, 2002) o las más recientes ‘Sand Sharks’ (Sand Sharks, Mark Atkins, 2011) y ‘El ataque del tiburón de dos cabezas’ (2 Headed Shark Attack, Christopher Ray, 2012), la primera de ellas sobre un tiburón mutado que emerge de las arenas de las playas..

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En cualquier caso descuiden, porque si ya están cansados de plagios y de películas baratas sobre tiburones asesinos cuya primera opción en su escalera de prioridades gastronómicas es el ser humano, no se preocupen, porque también existen multitud de películas que vieron la luz a consecuencia del éxito de ‘Tiburón’, aunque en esta ocasión con criaturas bien distintas que nada tenían que ver con los escualos. Por supuesto, todos ellos también animales asesinos cuyo plato favorito era el ser humano, faltaría más…

Y es que si hay una película que de un modo bastante más inteligente aprovechó mejor la fama del film de Spielberg, esa fue sin lugar a dudas ‘Piraña’ (Piranha, Joe Dante, 1978), uno de los mejores derivados de la obra maestra de 1975. Un incuestionable clásico de culto de serie B dirigido con acierto por un inspirado Joe Dante (que poco después nos deleitaría con una de las obras cumbres de la leyenda del hombre lobo con ‘Aullidos’), dando lugar a una película con grandes dosis de sangre, humor negro, excelentes efectos especiales, buen ritmo y multitud de pirañas asesinas mutantes. Seguida por una irrisoria secuela titulada ‘Piraña 2. Los Vampiros del Mar’ (Piranha 2. Flying Killers, James Cameron) dirigida por la futura lumbrera del cine fantástico; y un curioso remake televisivo protagonizado en 1995 por William Katt, Alexandra Paul y Soleil Moon Frye tan sangriento o más que el original.

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Concluimos este artículo hablando sobre un par de productos dignos de mencionar y que también se encuadran dentro del aluvión de películas que bebieron del éxito de la adaptación de la novela de Peter Benchley. Uno de estos sucedáneos, y por cierto, de los más tempranos en aparecer, fue ‘Orca, la ballena asesina’ (Orca: The Killer Whale!, Michael Anderson, 1977), una muy interesante propuesta sobre un grupo de cazadores de ballenas que capturan a una hembra de Orca preñada, quedando mortalmente herida y perdiendo también a su ballenato mientras que un macho de la especie observa con impotencia la tragedia desde el agua. Poco después la localidad entra en alarma debido a los brutales ataques de una enorme Orca en cólera. En esta ocasión el animal se gana la simpatía del espectador desde el primer minuto de proyección. Y es que el verdadero mensaje de esta película es que el auténtico y más despiadado animal es el hombre. Todo lo contrario que ocurre en el film ‘Playa sangrienta’ (Blood Beach, Jeffrey Bloom, 1980), donde esta vez el terror no se encuentra bajo el agua… sino bajo la arena en esta divertida, delirante y añeja cinta que, con todo el descaro del mundo, decide ir a contracorriente de la moda de los monstruos marinos, mostrando en esta ocasión a un grotesco animal mutante que emerge de las arenas de las playas succionando a todo aquel que ose tomar el sol. Toda una delicia de Serie B protagonizada por John Saxon y Burt Young.

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Como pueden comprobar el listado de sucedáneos de ‘Jaws’ es interminable, desde plagios ambientados en el mar hasta otros que toman entornos claramente montañescos o urbanos, como se puede apreciar en diversos títulos como la clásica ‘La Bestia bajo el Asfalto’ (Alligator, Lewis Teague, 1980) y su secuela, sobre un cocodrilo gigante que emerge del subsuelo de la ciudad; o la simpática ‘Grizzly’ (Grizzly, William Girdler, 1976) en otro tempranísimo derivado de ‘Tiburón’, aunque esta vez la acción transcurriría en la montaña y con un gran oso grizzly sustituyendo al famoso escualo.

Y para finalizar con esta crítica de Tiburón, estén atentos, porque próximamente en Cineycine comentaremos en detalle todas y cada una de las películas mencionadas en este artículo. De lo que no cabe la menor duda es que ‘Tiburón’ fue el verdadero detonante de una ola de ‘monster-movies’ que han pasado con más pena que gloria, aunque como hemos comentado alguna de ellas resulta altamente recomendable y simpática. En cualquier caso ‘Tiburón’ sólo hay una y perdurará en la retina de todo buen cinéfilo por muchas décadas que transcurran o films que intenten imitarla.

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Anécdotas, curiosidades y declaraciones

  • ‘Tiburón’ recaudó más de 450 millones de dólares a nivel mundial, contando con un presupuesto entre 8 y 12  millones de dólares según las fuentes y el incremento del mismo durante el rodaje.
  • Declaraciones de Steven Spielberg: “Al principio estaba enfadado por los fallos del tiburón mecánico que utilizábamos. Sin embargo, ese fallo en la tecnología me permitió ser más como Hitchcock. Al mostrar el agua y no mostrar nada debajo o en la superficie fui capaz de crear un terror basado en lo que no se ve. La ausencia de un tiburón mecánico mejor hizo una película mejor”. “Mi mejor anécdota ocurrió cuando alguien analizó su éxito diciendo: Triunfó porque reflejaba el temor masculino a la vagina femenina, a la vagina dentada…“. “Fue una pesadilla a pesar del éxito que tuvo. Fue una estupidez pensar que podíamos controlar el mar durante ocho meses. Estar 14 horas en medio del océano para rodar una toma y que no la puedas hacer… y encima, sin poder hacer esquí acuático, ni pescar… Nos llevó a todos hasta el límite de la locura”.
  • El libro de Peter Benckley y su posterior película «Tiburón» está inspirado en un caso real ocurrido en 1916 en Nueva Jersey (Matawan creek). Uno o varios tiburones atacaron a cinco personas matando a cuatro de ellas. Aunque todavía se discute si fue obra de un tiburón blanco o de un tiburón toro (mas común en aguas dulces), este evento todavía causa motivos de investigación, libros y documentales en la actualidad.
  • Peter Benchley realiza un cameo como un reportero en la playa.
  • La productora ofreció el papel de Quint a Chartlon Heston el cual mostró mucho interés en hacerlo. Sin embargo, Spielberg, que gozaba de plena libertad de acción, vetó a Heston porque no quería estrellas en la película, dado que estaba convencido de que, con una estrella en el reparto, el film se convertiría en uno más de aventuras y no en la obra más personal que el director quería. Heston se tomó muy mal el rechazo del entonces joven y semidesconocido director y afirmó que nunca trabajaría con él.
  • En los estudios de Universal en Hollywood todavía se conserva el cartel espectacular de la isla Amity así como una atracción en la cual el tiburón mecánico salta de un lago hacia los turistas.
  • Al principio el productor Richard D. Zanuck tenía la idea de estrenar la película en la pequeña pantalla, pero gracias a la calidad lograda por Spielberg se estrenó en 409 salas de Estados Unidos.
  • Susan Backlinie, la primera víctima del tiburón, repitió destino en una escena del film «1941«.
  • El final de la película difiere con el libro, en el cual el tiburón simplemente moría enredado en unos cables, Spielberg cambió el final por la sorprendente explosión con el balón de oxígeno.
  • Contó Spielberg en una entrevista en el Actor’s Studio, que durante el estreno de la película se encontraba en el lobby del cine y una persona salió corriendo de la sala, cayó arrodillada ante sus pies y se puso a vomitar. Steven pensó: «la hice demasiado violenta, que voy a hacer», luego la persona se paró fue al baño y volvió a la sala, entonces Spielberg pensó: «Es un éxito».
  • En el rodaje, la primera vez que introdujeron al tiburón mecánico en el agua, este se soltó de los cables que lo sujetaban y se fue al fondo del mar. No supieron nada de hasta dos semanas después que consiguieron sacarlo a flote.
  • Cuando John Williams fue contratado para componer la banda sonora de la película, dijo con esa humildad que le caracteriza: «Dios mío, Steven. Necesitas un compositor mucho mejor que yo…» A lo que éste le dijo: «Sí, lo sé… Pero están todos muertos…».
  • Robert Shaw no soportaba a Richard Dreyfuss. Shaw era un actor serio y profesional y Dreyfuss, además de abusar de las drogas, era indisciplinado e impuntual. Sus peleas constantes influyeron notablemente en sus interpretaciones, contribuyendo a crear la tensión que se refleja entre sus personajes.
  • Para la película se seleccionó lo mejor del libro (como reconocería Peter Benchley) y se eliminaron las peores partes. Uno de los mayores aciertos del film de Spielberg.
  • Las escenas en las que aparece un tiburón real fueron rodadas en Australia por Ron y Valerie Taylor. El documental se llamaba ‘Agua azul, muerte blanca’ y algunas de sus secuencias se utilizaron en la película.
  • La historia del USS Indianápolis que narra en la película Robert Shaw es totalmente real. El monólogo en el que Quint (Robert Shaw) relata lo sucedido en el Indianápolis USS fue concebido por el dramaturgo Howard Sackler, desarrollado por John Milius, y reescrito por el propio Robert Shaw.
  • El momento en el que Hooper (Richard Dreyfuss) era atacado por un tiburón mientras se encontraba sumergido en el agua en el interior de una jaula, se filmó realmente con tiburones blancos reales, pero la persona que estaba dentro era pequeña para conseguir que el tiburón pareciera mucho mayor, pues en realidad era de un tamaño inferior a los ocho metros que se refiere en la película.

“Necesitaremos un barco más grande”.- Brody.

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