Bikeriders. La ley del asfalto
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“Pertenecer a una comunidad forma parte de la naturaleza humana, pero esa sensación se ve reforzada cuando el grupo del que se forma parte es único. Cuanto más específico es el grupo, más clara es la identidad. En algunos casos, puede convertirse en algo maravilloso y poderoso. En otros, puede ser tremendamente destructivo…”. Jeff Nichols nos invita a unirnos a los ‘Bikeriders. La ley del asfalto’.

“Tendréis que matarme para quitarme el chaleco” (Benny)

Crítica de Bikeriders. La ley del asfalto

Después de películas sorprendentes y de calidad comoTake Shelter (2011), ‘Mud’ (2012) o ‘Midnight Special’ (2016), el guionista y director Jeff Nichols regresa a cines para traernos una nueva película. En este caso se trata de un film de moteros titulado ‘Bikeriders. La ley del asfalto’. Naturalmente, traer de nuevo a la actualidad una cinta de estas características suponía homenajear, sí o sí, a dos clásicas de este “subgénero”. Me refiero a Salvaje (Laslo Benedek, 1953) y ‘Easy Rider’ (Dennis Hopper, 1968). Ambas quedan referenciadas y homenajeadas en la película de Nichols. Especialmente la primera. De ella toma el nombre del personaje interpretado por Tom Hardy y, además, supone el punto de origen para los “Vándalos”, el grupo de moteros del film de Nichols.

Como realizador, Nichols deja muy claro que lo que le interesa, por encima de todo, es contar la historia de este grupo o club. De hecho, el film está basado libremente en la historia y detalles narrados por Danny Lyon en su libro-reportaje. Hablamos de una obra publicada en 1968 sobre los Chicago Outlaws Motorcycle Club. En consecuencia, estamos ante un producto muy clásico que huye de cualquier pirotécnia visual y adorno para remitirnos a las décadas 60 y 70. Incluso las propias motocicletas no serán motivo de distracción para el espectador. Nichols básicamente las filma en formación dejando muy pocos detalles o planos de cada una de ellas. Así pues, los que esperen deleitarse aquí viendo un “documental” de motocicletas clásicas o retro que vayan cambiando el chip.

Tal y como acabo de exponer, lo que importa en ‘Bikeriders’es la historia. Y aquí el guión también es obra de Jeff Nichols, que desarrolla la película en segmentos. Estos van estructurados en base a las entrevistas que el Danny Lyon del film le va haciendo a Kathy. Y es ella la que va contando la trama que vemos en pantalla. Así pues, asistimos a cómo Lyon fue recogiendo el material para su posterior libro. Dejando este curioso detalle al margen, el libreto entrega una fuerte desmitificación de los moteros y su mundo. Al menos de cómo empezó el movimiento en los Vándalos. En este sentido, el script ahonda muy fuerte en dos ideas que se tornan fundamentales en la película: la pertenencia y la búsqueda de tu destino. Estando mejor plasmada la primera que la segunda.

La idea de pertenencia a un grupo la representa Johnny, un tipo normal y corriente que decide montar con sus amigos un grupo de moteros para tener algo a lo que agarrarse al margen de su familia. Rápidamente se van uniendo al club sus colegas más cercanos y conocidos… todos ellos tipos corrientes como él: mecánicos, camioneros, padres de familia, parados,… El club les da un lugar común para charlar sobre motos, problemas personales, anécdotas e incluso hacer grandes picnics donde conocer a más gente con gustos parecidos. Como vemos, esta no es la connotación negativa que suele existir cuando se habla de los moteros. Incluso el guión de Nichols hace hincapié en esta equivocada visión en un momento determinado. Por supuesto, no todo es tan idílico… sino que también asistiremos a la perversión y descontrol de esta idea inicial con consecuencias devatadoras.

Dejando al margen la idea de pertenencia, el otro gran tema del film es la búsqueda de tu identidad o sitio en el mundo. Esta idea la representa Benny, un joven con un enigmático pasado que encuentra en los Vándalos un punto de encaje. Pero queda claro que, a pesar de estar con ellos, Benny todavía está buscando su particular y personal hueco en este planeta que llamamos Tierra. Por así decirlo, montar en moto y lanzarse a la carretera es una etapa que no sabe a dónde le va a llevar. Resulta muy claro que todavía es un “lobo solitario” y que le cuesta agarrarse a algo fijo, ya sea el club o Kathy.

Según lo comentado en párrafos anteriores, queda de manifiesto que ‘Bikeriders’ no está saturada de grandes escenas de acción ni violencia. Y esto por mucho que en España le hayan puesto esa sugerente coletilla de “La ley del asfalto”. A lo largo de casi 120 minutos tan sólo asistiremos a 2 o 3 peleas y a la quema de un bar. Por este lado no hay mucho más que rascar. Y tampoco, tal y como ya indiqué antes, hay una gran exhibición de motocicletas. Sí, hay algunas veces que la cámara se detiene en filmarlas en estático estando paradas, pero son instantes breves y de atrezo. Lo que más abunda son las escenas en las que las vemos desfilar con Johnny al mando o las carreras en solitario de Benny. Insisto en recalcar que ‘Bikeriders’ se concentra en la historia antes que en lo “pirotécnico”.

No obstante lo anterior, y buscando la fidelidad máxima a la hora de utilizar en pantalla los vehículos de dos ruedas, Jeff Milburn, el coordinador de especialistas de ‘Bikeriders’, consiguió reunir gracias a sus amigos unas 45 motocicletas de colección para la película. Y esas son las motos vintage que veremos conducir a Johnny, Benny y el resto del grupo.

En los créditos empiezo con Tom Hardy como Johnny, un hombre maduro que crea Los Vándalos para, en principio, hacer carreras. Posteriormente irá llevando esa idea mucho más lejos… En su interpretación, Hardy vendría a ser una especie de “Padrino” de club. Esto es: un jefe carismático que habla bajo, se preocupa por sus hombres, va de frente, sabe calar al personal, algunas veces es impredecible y, en la intimidad, sobrepasado. De su grupo tiene un gran cariño hacia Benny, personaje al que interpreta Austin Butler con un aire guaperas y rebelde a lo James Dean. Para Benny podemos decir que Johnny es una figura paterna a admirar. También tenemos a Jodie Comer como Kathy en una performance muy completa. La actriz lleva a su personaje desde la espontánea joven de extrarradio a la responsabilidad. Desde luego este papel es muy diferente al de otras interpretaciones suyas.

El resto de Los Vándalos lo integran diferentes actores de calidad contrastada que aparecen casi irreconocibles. La labor de todos ellos es muy notable configurando ese aire de realismo que todo buen secundario debe aportar. Estos son los casos de Michael Shannon como Zipco, un barbudo obsesionado con los “rojos”. Boyd Holbrook es Cal, el mecánico cagón del club. Damon Herriman es Brucie, la mano derecha y fiel escudero de Johnny. Norman Reedus es Sonny, un cachondo venido desde California para matar a Cal. Emory Cohen aparece como “Cucaracha” y Beau Knapp como Wahoo. Por último, papeles importantes, pero cortos, para Mike Faist y Toby Wallace. El primero interpreta al real Danny Lyon y el segundo a un joven con mucha rabia interior que quiere unirse a Los Vándalos. Ojo a la personalidad de este actor porque la pantalla se queda con él.

“Johnny, voy a entregar mis colores” (Cucaracha)

En conclusión.
Finalizo esta crítica de Bikeriders. La ley del asfalto… una película que retrata parte de la cultura motera como pocas veces la habíamos visto antes. La pertenencia a un grupo, la búsqueda de tu identidad y el peligro de las fuerzas imitadoras quedan bastante bien retratadas por Nichols apostando antes por la historia que por los fuegos artificiales.

Tráiler de Bikeriders. La ley del asfalto

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