Drácula
1913: El aristocrático y enigmático conde Drácula resulta ser el único superviviente del dramático naufragio del Demeter en su intento por alcanzar la costa de Whitby, en Yorkshire. Una vez recuperado del accidente, el conde se enamorará de Lucy, la prometida de su procurador, Jonathan Harker. A partir de ese momento irá revelando, poco a poco, su ominosa personalidad. (Cineycine).
Desde que, hace ya varias décadas, descubrí esta versión del mito creado por Bram Stoker siempre ha permanecido en mi memoria. Además el tiempo la ha tratado bastante bien reivindicándola en el lugar que merece. Y ahora ha llegado el momento de volver a abrir el ataúd para reencontrarnos con el vampiro mayor: el Conde ‘Drácula’.
“Nosferatu significa no-muerto. Y no-muerto quiere decir que no ha muerto. Es algo claro y sencillo” (Conde Drácula)
Crítica de Drácula
Descubrí esta fascinante película sobre el mítico vampiro cuando era pequeño. Por aquel entonces, era gran fan de los monstruos clásicos e intentaba ver todas las películas que tuvieran relación con ellos. Aunque para ello tuviera que verlas a escondidas… Y así fue cómo, viviendo en Zaragoza, dieron ‘Drácula’ por TVE1 y pude verla. Inmediatamente quedé atrapado por su conseguida atmósfera y diseño. Estaba, sin duda, ante una buena y cuidada producción que en nada tenía que ver con otros productos de serie B que ya había visto con el legendario conde como protagonista. De hecho, el film ganó el premio Saturn a la mejor película de terror en 1979. Posteriormente la volví a ver un par de veces y, con motivo de su 45º aniversario, la alquilé en Prime Video para volver a verla y escribir esta reseña.
Para empezar esta crítica hay que poner de manifiesto dos importantes curiosidades. La primera es que esta película del muy competente John Badham no es una adaptación de la novela de Bram Stoker. Realmente estamos ante una versión cinematográfica de la obra teatral creada por Hamilton Deane y John L. Balderston. La misma fue guionizada para cines por W.D. Richter. Esto supone importantes cambios respecto a la novela de Stoker. Por ejemplo, el film empieza con la llegada del Demeter a Inglaterra omitiendo la estancia de Harker en Transilvania. Y esto por no hablar de los cambios en la asignación de roles en los personajes. Curiosamente, toda esta serie de modificaciones funcionan bastante bien y convierten a esta película en una versión bastante fresca del mito del conde.
En segundo lugar es importante destacar el uso del color en esta cinta, llegando a existir dos versiones de la misma. La primera es la original en la que el colorido resultaba destacado. Y la segunda es una especie de versión del director que prácticamente resulta incolora. ¿Qué explicación tiene esto? Muy sencillo, John Badham quiso filmar la película originalmente en blanco y negro, pero la Universal se opuso. Posteriormente, y en diferentes reediciones domésticas, Badham tuvo ocasión de “restaurar” a su gusto el film. ¿Qué versión luce mejor? A día de hoy no puedo posicionarme. La original la vi hace ya varias décadas y no la puedo comparar con la nueva edición de Badham… que es la disponible actualmente en streaming.
No obstante, y al respecto de lo anterior, sí que puedo decir que la “versión del director” es algo digno de verse. El film combina colores muy apagados con escenas que prácticamente podemos decir que son en blanco y negro. Un buen ejemplo de esto sería la escena del cementerio cuando Van Helsing desciende a las minas en busca de su hija, Mina. En ese ambiente de sombras destacan mucho los focos de luz que representan las velas, los candiles e incluso los faros del coche de Harker. Por no hablar de los ojos amarillos de Mina o Drácula… Sin duda, estamos ante una película que todo buen amante del uso del color para ambientar debería ver.
Ahondando en la ambientación queda claro que es uno de los puntos fuertes de la propuesta. Todo en pantalla es de gran nivel. Y eso que, básicamente, el film se desarrolla en dos escenarios principales: el psiquiátrico que hace las veces de casa del doctor Seward, y el castillo/abadia que compra Drácula. Ambos lugares no pueden ser más siniestros e incómodos. La atmósfera del psiquiátrico realmente te hace sentir mal con sus inhospitas celdas, habitaciones acolchadas, escaleras metálicas y gente devastada enfundada en camisas de fuerza. Por si fuera poco, y en un determinado momento, llegaremos a ver el cadáver de un bebé asesinado… Por su parte, el castillo de Drácula directamente es un lugar de muerte y abandono. Todo allí está repleto de suciedad, telarañas y oscuridad. Tan sólo el vampiro lo arregla un poco cuando invita a Lucy a visitarlo.
Antes he hablado de los cambios que el film hace respecto a la novela de Stoker. Dejando al margen los mismos, lo que sí que se mantiene son los poderes de Drácula y su aire conquistador. Respecto a lo primero veremos al conde transformarse en lobo, niebla y murciélago. Pero todo esto ejecutado de manera sencilla y simple. También lo veremos hacer uso de su poder mental o trepar por los edificios dejando un par de escenas muy escalofriantes en este sentido (ojo a la que acontece cuando va a por Renfield). Por otro lado, su aire conquistador y romántico queda patente cuando conoce a Lucy y queda prendado de ella queriendo convertirla en su reina (atención nuevamente al uso del color en la escena en la que hacen el amor).
En cuanto a la labor de maquillaje monstruoso decir que no veremos mucho en este aspecto, pero lo que hay está muy conseguido. Especialmente destacado es el horrible aspecto de Mina una vez vampirizada. Su apariencia es la de una chica putrefacta que en algunos planos recuerda a la Regan de ‘El exorcista’ (William Friedkin, 1973). Respecto a la música hay que alabar, nuevamente, a John Williams. El maestro de la batuta compone una banda sonora majestuosa que también se alza como lo mejor de la propuesta, especialmente el tema principal. A resaltar que su buena labor se ve amplificada por la Orquesta Sinfónica de Londres.
Dejando atrás auténticos mitos como Béla Lugosi o Christopher Lee, en esta ocasión fue Frank Langella el encargado de “dar vida” al legendario Conde Drácula. Su interpretación es la de un galán que no pasa desapercibido por su porte y conocimientos. Además, el director potencia mucho el rostro de Langella que casi no parpadea para llamar la atención de su poderosa personalidad. También son destacados los planos de detalle de sus manos para que veamos cómo las usa Langella en su performance. Por último, su lado bestial tan sólo aparece cuando se enfrenta berrando a los poderes de Cristo. Ayudando al vampiro mayor tenemos a Tony Haygarth encarnando a Renfield. Su trabajo es convertir al siervo del conde en un desgraciado que viste con harapos mientras devora cucarachas. Ojo a su pavor cuando ve al demonio ir a por él en el Psiquiátrico Seward.
Por otro lado, y expulsando fuera de Drácula su primitivo salvajismo ya comentado, encontramos a la actriz Kate Nelligan como Lucy, su interés romántico. En su interpretación podemos apreciar un claro empoderamiento que la lleva a buscar, contra todos, el romance con Drácula. Tan es así que, al margen del poder mental del Conde, ella queda verdaderamente enamorada de él. Su inolvidable rostro al final, mirando al cielo en busca de su amante, es una buena prueba de esto que digo. Ni qué decir tiene que Kate está francamente bien expresando todos estos sentimientos y estados… y es imposible no sentir su dolor (y esperanza) al final.
Otro que infunde gran porte a su personaje es Laurence Olivier como el Profesor Van Helsing. Y eso que durante el rodaje estuvo bastante enfermo… algo que Olivier supo disimular perfectamente. Su papel no es el del típico caza-vampiros, sino el de un científico que se encuentra ante un fenómeno/enfermedad que desconoce y toma una decisión para salvar a sus conocidos. Su mejor amigo, el doctor Seward, es interpretado por Donald Pleasence. Aquí intenta ser una especie de “alivio cómico”, sobre todo representado por su glotonería. Finalmente tenemos a Trevor Eve y Jan Francis. El primero nos entrega un valiente Jonathan Harker y la segunda una enfermiza Mina.
“Ahora eres tú mi gran amor. Tú serás carne de mi carne, sangre de mi sangre y cruzarás la tierra o el mar para hacer mi voluntad” (Drácula)
En conclusión.
Finalizo esta crítica de Drácula, una adaptación un tanto diferente de la historia por todos conocida. Ya solo por las dos versiones a las que dio lugar merece la pena verla. Y más si tenemos en cuenta que es una producción de gran calidad, se ve muy rápido y puede que sea la mejor obra de John Badham.
Tráiler de Drácula
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