El justiciero de la ciudad
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Aquí empezó la saga ‘Death Wish’. New York, 1974. La mujer de Paul Kersey es asesinada y su hija brutalmente violada. Estamos a punto de conocer el origen de la leyenda de los vigilantes y justicieros urbanos. Estamos a punto de conocer cómo nació el mito de Paul Kersey. Las calles de la gran manzana ya no volverían a ser seguras para los criminales cuando por ellas comenzara a «patrullar»… ‘El justiciero de la ciudad’.

“Si la policía no nos defiende… ¿por qué no defendernos nosotros?” (Paul Kersey)

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Crítica de El justiciero de la ciudad

Esta es una de las más míticas películas del artesano Michael Winner. La producción de la misma comenzó casi inmediatamente después deAmérica violenta (1973). Para ello, Winner volvió contar con Charles Bronson como protagonista. Así surgía un nuevo film en el que el personaje de Bronson se alzaría a la categoría de icono. La importancia de este film radica en que sentó las bases para el resto de la saga ‘Death Wish’ y para las cintas de “vigilantes” en general. Incluso películas más o menos actuales como La extraña que hay en ti (Neil Jordan, 2007) repiten el esquema aplicado por Winner. Amén de los guiños y homenajes contados por miles en las cintas del subgénero de venganzas. Y todo culminado con el estreno en 2018 de El justiciero’, el remake más puro de esta obra dirigido por Eli Roth y protagonizado por Bruce Willis.

‘El justiciero de la ciudad’ está basada en la novela de Brian Francis Wynne Garfield, un escritor norteamericano que alcanzó con esta historia de vendetta su cima personal. El libro fue guionizado para la gran pantalla por Wendell Mayes con gran disgusto por parte de Garfield. El escritor entendía que el libreto, de algún modo, justificaba una ola de violencia y revancha. Polémicas al margen, en la trama asistimos asistimos a los orígenes del mítico vigilante Paul Kersey: unos orígenes sangrientos y repletos de dudas. Al contrario de lo que se pueda pensar, viendo su tremebunda evolución posterior, Kersey no nació con una escopeta debajo del brazo y repartiendo “regalos” entre los criminales. Paul Kersey, en su origen y antes de que la tragedia le alcanzara, era un arquitecto de ideas liberales e incluso objetor de conciencia.

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Ahora bien, lo que muestra el film es que en el camino de todo “vigilante” siempre hay un “shock” que lo convierte en ese “justiciero” que llevaba durmiendo todo ese tiempo en su interior. En el caso de nuestro protagonista, ese “shock” viene dado por el asesinato de su mujer y la traumática violación de su hija. Kersey se da cuenta que para la policía sólo es un número (lo mismo sucedía en ‘La extraña que hay en ti’). Y eso, unido al empujón que el “vengador” de turno suele recibir de otras personas (en este caso del vaquero Aimes) es lo que le lleva a salir al exterior y tomarse la Justicia por su mano. De esta forma, acaba convirtiéndose, en este caso, en el justiciero por excelencia del cine de acción. Los demás son meras imitaciones. Paul Kersey siempre será el original.

Todo este proceso es muy duro y queda reflejado a la perfección en la película. Así pues, vemos como en sus primeros “actos de Justicia” Kersey duda e incluso se siente timorato llegando a vomitar, o a beber para calmar sus nervios. Posteriormente, y una vez asimilada su “transformación”, todo será coser y cantar. Como el propio Kersey diría posteriormente en El justiciero de la noche (Michael Winner, 1985): “Es como matar cucarachas… no puedes parar hasta acabar con todas”. Y eso es precisamente lo que le pasa a Kersey en este film: una vez asimilado su nuevo rol ¡no puede parar! No puede dejar pasar una noche sin impartir Justicia por las calles de NY. Así hasta el infinito y más allá.

Además, en esta cinta también seremos testigos de cómo la “Justicia oficial”, la que teóricamente sirve a los ciudadanos, dista mucho de ser perfecta. No ya sólo por el desamparo en el que queda Paul Kersey, sino por la ocultación que se hace de determinadas pruebas en provecho propio, o buscando “un bien ciudadano” absolutamente paternalista.

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En el reparto del film todo el casting queda eclipsado por el protagonismo de Charles Bronson como Paul Kersey. Este papel llegó a ser ofrecido a actores como Lee Marvin o Steve McQueen. Sin embargo, y por diferentes motivos, ambos desistieron. Bronson lo aprovechó para encumbrarse definitivamente como estrella de acción e icono del género. Una leyenda a la altura de lo que hicieron luego personajes como Rocky o Terminator con colosos como Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger. Al margen de Bronson, es de justicia resaltar la labor de Vincent Gardenia en el papel de Frank Ochoa, un detective que sigue los pasos de Kersey. Por su importancia, también destacan los minutos de Stuart Margolin como el cowboy Aimes Jainchill, el hombre que enseña a Kersey lo que son las armas y cuyas palabras y «regalo» serán definitivas…

Por otro lado, y como gran curiosidad, este film supuso el debut en cines de Jeff Goldblum. En este introducing da vida al asaltante más violento del trío que irrumpe en la morada de Kersey causando la gran tragedia. Una de sus frases, porra en mano, fue esta: “¡Malditas ricachas! ¡Yo mato a las ricachas!”. Un debut más brutal para un actor como Goldblum es difícil de imaginar. Michael Winner sostuvo que la audición de Goldblum para el papel fue “libre y brillante”.

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En conclusión.
La conclusión de esta crítica de El justiciero de la ciudad es muy clara: estamos ante un film que, con independencia de su calidad y puntuaciones, resulta absolutamente mítico por todo lo que representa y, especialmente, por ser el punto de partida de lo que yo llamo “el cine de justicieros y venganzas”. Muy bien contada, bien interpretada y con un argumento que no deja a nadie indiferente. Hay muchos justicieros… pero sólo uno es Paul Kersey.

Tráiler de El justiciero de la ciudad

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