Remakes
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En los últimos años el remake se ha convertido en uno de los mayores fenómenos del cine. Un tipo de producto que aunque en ocasiones nos ha deparado gratas sorpresas suele ser heraldo de disgustos para muchos cinéfilos. Quizás en alguna ocasión os hayáis preguntado cuál es el origen de esta práctica o cuánto tiempo hace que existe. En este artículo trataremos de encontrar las respuestas a estas y otras preguntas.

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Entrando en materia.
Hace tiempo que tenía pendiente este artículo y creo que ha llegado el momento de saldar cuentas. A lo largo de las siguientes líneas encontraréis una sincera reflexión sobre lo que muchos consideramos una práctica abusiva que se ha convertido en una puñetera lacra. No entendemos ni aprobamos el rumbo que ha emprendido la industria del cine, a pesar de que nos miren como si fuéramos una panda de inadaptados. Supongo que por eso el cuerpo me pide escribir acerca de este tema, porque como reza el anuncio, «hace tiempo que sufro en silencio las hemorroides». Decía cierto poeta que «cualquier tiempo pasado fue mejor», y no me cabe duda de que razón no le faltaba, sobre todo en lo que se refiere a remakes. Con casi cuatro décadas a las espaldas giro la mirada por encima del hombro y veo un cine de pasado glorioso, lleno de títulos emblemáticos y grandes clásicos que han pasado a formar parte de la historia del cine. Películas con las que crecí, con las que compartí mi infancia y mi juventud, con las que descubrí mi pasión por el cine. Películas que ahora son pisoteadas vilmente por una panda de mercenarios a cambio de un puñado de billetes.

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Cine y Arte.
Y no siempre ha sido así, la idea de coger prestada la obra de otro autor para ofrecer una visión personal es más antigua que Sara Montiel. Es una práctica que no sólo encontramos en el cine sino también en otras manifestaciones artísticas, desde la pintura a la arquitectura, por no hablar del mundo de la música donde los éxitos de grandes cantantes han sido versionados una y mil veces. Claro que en realidad hablamos de cosas muy distintas. El arte tiene como principal objetivo llegar a la persona que contempla la obra para comunicar un mensaje, un concepto o una sensación, y al igual que el cine trata de alcanzar un fin mediante unas herramientas y una visión artística determinadas. Pero el interés económico es muy secundario, ya que esencialmente el arte no es un negocio. Esto nos lleva a la conclusión de que el problema no son los remakes sino cómo y por qué se hacen.

Ahondar en esto nos llevaría al eterno debate de si el cine es o no un arte. Para no extendernos diremos que el cine puede servir para manifestar expresiones artísticas, y que incluso hoy en día la cinematografía sigue siendo utilizada por artistas contemporáneos como una herramienta más. Pero el llamado «cine comercial», que es el que nos ocupa, hace tiempo que abandonó esas aguas. Es un producto donde participan artistas de diversas disciplinas, pero que claramente se mueve por y para el dinero. Ese es el caldo de cultivo ideal para que el fenómeno del remake haya alcanzado las cotas actuales. Pero ¿por qué se hacen tantos remakes?

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Buscando las causas.
Para explicar la enorme oleada de remakes que estamos sufriendo de un tiempo a esta parte se suelen emplear varios argumentos. El más común es que los guionistas han perdido la imaginación y que por eso recurren a las obras de otros autores. Pero aún aceptando que haya cierta crisis de creatividad, siempre me ha parecido un argumento de poco peso porque también encontramos guiones ingeniosos. Quizás el problema sea que falta talento y vocación, que antes los guionistas eran generalmente dramaturgos y escritores de la talla de Ben Hecht, capaces de sacarse de la chistera espléndidos guiones como el de ‘Encadenados’. En cambio ahora empieza a proliferar un nuevo tipo de guionistas, con otra formación y otras inquietudes.

Otra explicación sería la irrupción de las películas independientes, de las que se nutre Hollywood desde hace ya un tiempo, aunque hay directores como Gus Van Sant que afirmen que «el cine indie ha desaparecido». Es una opción, pero hemos de tener en cuenta que la escena actual hace tiempo que empezó a centrarse en las películas de acción y aventuras, por lo que hay menos producciones indies que atraigan a los grandes estudios. Y además, muchas de esas compañías independientes fueron adquiridas por los magnates de la industria… y luego cerradas misteriosamente.

Quizás el problema es otro. ¿No será que la industria cinematográfica ha vendido su alma al diablo y ha olvidado lo que es el cine realmente? ¿Es posible que un público ansioso y nostálgico se haya convertido en cómplice involuntario porque está dispuesto a aceptar lo que sea con tal de recuperar a sus personajes favoritos? Es un factor a tener en cuenta, de hecho cuando se anunció el remake de ‘Conan el bárbaro’ lo pudimos comprobar, la sola idea de ver a Conan en pantalla era suficiente para que todo quisque pasara por caja. En otras ocasiones lo que mueve al público a ir a las salas es la ilusión por recuperar viejas sensaciones, lo que explica que no les importe ver un remake deEl Equipo A aunque esté protagonizada por otros actores.

Es realmente complicado, y quizás la solución más sencilla sea apostar por una combinación de varios elementos: falta de talento, nostalgia y codicia. A fin de cuentas no hay que olvidar que los grandes estudios buscan lucrarse por encima de todo. Son conscientes de que el cine y las series de antes siguen vendiendo, algunas películas incluso más que las de ahora, así que las recuperan y de ese modo se ahorran tener que contratar a un guionista con talento y vocación. En el fondo no estamos ante otra cosa que miedo. Miedo a arriesgar. ¿Que la gente echa de menos a Karate Kid? Pues nada, la volvemos a hacer y a ver si la saca se llena. ¿Que los vampiros están de moda y hay por ahí un clásico memorable llamado Noche de miedo? Pues repetimos, que seguro que la gente pica. La nostalgia vende, y los estudios lo saben. Y que nadie me malinterprete, no estoy cargando contra los remakes en si, sino contra la calidad de los mismos y sobre todo el motivo por el que se hacen. Y ahora hablaremos de ello.

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No todos los remakes son iguales.
Hay muchos tipos de remake cinematográfico, algunos son interesantes y consiguen aportar elementos frescos, pero otros son francamente innecesarios y están creados para sacar pasta a costa de la ilusión del público. Repito que no me molesta que se haga un remake, pero sí el por qué se hace. Es importante apuntar en la dirección correcta, porque no es lo mismo recuperar un título emblemático para hacer algo fresco y novedoso… que aprovechar el título para endosarnos algo que no tiene nada que ver, y que encima nos deja con la molesta sensación de haber sido engañados. Es en este punto cuando cobra sentido lo que he comentado antes acerca del cine y el arte. Porque el dinero lo compra todo, pero sin una motivación artística y talento creativo es imposible hacer un remake decente, por más presupuesto y actores taquilleros que tenga la película.

Un ejemplo del remake perfecto lo encontramos en la extensa filmografía de Alfred Hitchcock. En 1934 dirigió ‘El hombre que sabía demasiado’ pero no quedó satisfecho del resultado, así que veinte años más tarde volvió a dirigir la misma película obteniendo un éxito rotundo. Otros directores como Howard Hawks también han hecho remakes inconfesos de obras suyas, en su caso podríamos comparar ‘Río Bravo’ y ‘El Dorado’. En ambos casos no hablamos de remakes hechos para recaudar, sino que se hicieron porque el director necesitaba ofrecer una visión distinta y mejorada de su propia obra, había una motivación muy concreta. Es lo que podríamos llamar remake de autor.

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Hay otro tipo de remakes que también merecen consideración, porque aunque cuentan la misma historia aportan una mejora sustancial. Tomemos un título conocido de sobras por todos, Ben-Hur‘. En 1925 el director Fred Niblo dirigió la versión muda, y en 1959 el afamado William Wyler hizo historia con un remake que se llevaría la friolera de nueve Oscar. Nuevamente no había un motivo principalmente económico, sino que se buscaba ofrecer un espectáculo que hiciera que la gente saliera de casa y recuperara la pasión por el cine. En ocasiones el remake sólo busca actualizarse visualmente y llegar a un público más joven, tal sería el caso de ‘La Guerra de los Mundos’, donde Spielberg ofrecía una versión moderna del clásico de H.G. Wells.

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También tenemos el remake inconfeso, que toma elementos distintivos de una obra determinada pero contando la historia bajo otro prisma distinto, en cierta forma como si fuera un homenaje. Una película que nos servirá perfectamente como ejemplo es Atmósfera Cero, dirigida por Peter Hyams. Se trata de un thriller ambientado en el espacio pero que claramente hace referencia a ese grandioso western de 1952 que es ‘Sólo ante el peligro’. Y ya que hablamos de westerns podemos encontrar otro ejemplo enEl jinete pálido de Clint Eastwood, que no es otra cosa que un espléndido remake de ‘Raíces profundas’. Nuevamente hablamos de remakes interesantes, incluso magistrales. Nada que ver con la morralla que suele llover en los últimos años.

Hablemos ahora del remake necesario, que es lo que echamos más en falta. Son ese tipo de películas que mejoran sustancialmente la obra original, en todos y cada uno de sus aspectos, o que como mínimo aportan un punto de vista diferente. Por ejemplo cuando John Carpenter decidió rodarLa cosa para dar su visión personal de El enigma de otro mundo y le salió uno de los mejores remakes de la historia. Lo mismo podríamos decir de El precio del poder, donde Al Pacino nos regala una versión muy mejorada de la película que Howard Hawks dirigió en 1932. ¿Otro ejemplo más? Pues La mosca de David Cronenberg, una maravilla del género que se situa muy por encima de la que se dirigió en 1958. Incluso podríamos citar Valor de Ley, un remake dirigido por los hermanos Coen hace tan sólo un par de años que enorgullecería al mismísimo Duque.

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El remake de importación es una excepción que hay que juzgar desde cierta perspectiva porque suele ser exclusivo de Estados Unidos. Y que se hagan versiones de películas como ‘The ring’, ‘RECoDéjame entrar no obedece sólo a una política codiciosa, sino que hay algo más. En Estados Unidos no doblan las películas, así que las producciones de habla no inglesa están condenadas a tener un recibimiento algo frío. Por lo tanto es lógico que cuando las productoras detectan películas potencialmente taquilleras opten por hacer un remake en habla inglesa, eso las acerca al gran público y al mismo tiempo aporta suculentos beneficios. En ocasiones me atrevería a decir que el resultado es incluso mejor que la obra original.

Finalmente tenemos el remake mutante, que puede ser más o menos disfrutable y se caracteriza porque toma la obra original, la prostituye y la transforma en algo totalmente nuevo que dependiendo de la calidad puede ser entre divertido y vomitivo. Un ejemplo positivo sería ‘La momia’, dirigida en 1999 por Stephen Sommers. Tomó la película de terror de 1932 protagonizada por Boris Karloff y la convirtió en un blockbuster de acción que es muy disfrutable y funciona perfectamente. Luego están los ejemplos negativos, quizás el más reciente sea el de ‘Starsky & Hutch’, o «cómo convertir una serie policíaca en una payasada». Y es que si me permitís la analogía, con el «travestismo cinematográfico» sucede lo mismo que en la vida real: puedes acabar en un local de lujo o en un descampado.

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Personalmente es un tema que me cabrea bastante, lo reconozco, porque este tipo de inventos a veces salen mejor y a veces peor, pero la motivación de las productoras es siempre la misma: hacer caja instrumentalizando la nostalgia de la gente y su ilusión por revivir viejas sensaciones. No hay ningún respeto, todo vale con tal de recaudar lo máximo posible. Y es aquí donde hacen acto de presencia los malos remakes, las basurillas y esas producciones que por uno u otro motivo naufragan estrepitosamente entre remolinos de mediocridad.

No me importa dar algunos títulos. Por ejemplo, me pregunto qué sentido tenía hacer un remake de ‘La pantera rosa’ con Steve Martin, una auténtica payasada que provoca picores en vez de risas y que desvirtúa totalmente el concepto original. O… ¿en qué pensaban cuando decidieron coger un clásico como ‘Rollerball’, descontextualizarlo y convertirlo en un puñetero videoclip de dudoso gusto? ¿Y qué decir de ‘Ultimatum a la tierra’, un auténtico destrozo que es incapaz de superar absolutamente en nada a la película de 1951? Mención especial al remake que hizo Gus Van Sant de Psicosis, una copia plano por plano de la película de Alfred Hitchcock que se me hace difícil calificar. En fin, sería un no parar, pero creo que se entiende lo que quiero decir.

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Conclusiones.
Con todo lo que he comentado no pretendo sentar cátedra, sólo es una humilde reflexión con la que podréis estar o no de acuerdo. Pero creo que sirve para hacerse una idea aproximada de por dónde navega la industria del cine y por qué muchos cinéfilos estamos molestos. Así como antes podíamos encontrar una buena cantidad de remakes que aportaban algo nuevo, actualmente no suele ser así. La mayoría de remakes que llegan a nuestras pantallas son innecesarios, motivados únicamente por el dinero, y eso es algo que podemos constatar por poco objetivos que intentemos ser. En otras palabras, por cada remake interesante encontramos diez que resultan ser mediocres o cuanto menos innecesarios. ¿Cuál es el futuro? Al principio de este artículo he hablado acerca del talento y la vocación que poseían los guionistas de antes, pero el intrusismo laboral que existe hoy en día en esta profesión es alarmante. También me he referido a la motivación artística que debe tener un director, pero hoy en día en esto de los remakes todo parece resumirse a quién pone la pasta. Es decir, las productoras compran los derechos de títulos emblemáticos y están dispuestas a estrujar la gallina lo máximo posible, la calidad artística del producto final es lo que menos les preocupa. De hecho mientras escribo estas líneas pienso en el remake de ‘Los Goonies’ que se estrenará en los próximos años y algo se me retuerce en las tripas. Sí, veo un futuro muy negro, o a lo mejor es lo que decía el sargento Murtouh: «Soy demasiado viejo para esta mierda».

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