El precio del poder
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Mayo de 1980. Fidel Castro inaugura el puerto de Mariel-Cuba con la aparente intención de dejar que algunos compatriotas se reúnan con sus parientes en Estados Unidos. 3000 barcos americanos se dirigen a Cuba en apenas 72 horas. Pronto resulta evidente que Castro obligaba a los dueños de los barcos a llevar con ellos no sólo a los parientes, sino también a los presos de las cárceles cubanas. De los 125000 refugiados que llegan a Florida, se estima que 25000 tienen antecedentes penales. Bienvenidos a ‘El precio del poder’.

«Esto es el paraíso. Esto es el paraíso, te lo digo yo. Esta ciudad es como un gran coño esperando a que le jodan. En este país primero hay que tener dinero. Cuando tienes el dinero, tienes el poder. Y cuando tienes el poder, entonces, tienes las mujeres» (Tony Montana)

Crítica de El precio del poder

Este film es, ante todo, una ópera desatada llevada hasta el límite. Y de eso fueron conscientes desde la pre-producción todos los implicados: Oliver Stone (guionista), Martin Bregman (productor), Brian De Palma (director) y Al Pacino (protagonista). Sobra decir que el resultado final fue el buscado. La vieja fórmula no falla. Gran guionista + Gran director + Gran actor protagonista = Gran película.

El proyecto de llevar El precio del poder’ a la gran pantalla fue acariciado durante años tanto por Al Pacino como por Robert De Niro. El primero con Sidney Lumet en la dirección. Y el inolvidable protagonista de ‘Toro Salvaje’ con Martin Scorsese. El tándem DeNiro & Scorsese buscaba, ante todo, ser fieles al original y ambientar el film en la misma época y con la ley seca de fondo. Mientras que Pacino abogaba por un reboot actual y que sólo tomara al personaje central del film, Tony Camonte (Paul Muni), para llevarlo más lejos aún de lo que Muni había hecho. La insistencia de Pacino a su productor habitual, Martin Bregman, hizo que este encargara un borrador de guión que no gustó a nadie…

«¿Sabes que es un «chazer»? Un cerdo. Alguien que quiere más de lo que necesita» (Frank Lopez)

Entonces Bregman tuvo la idea de llamar a filas a Oliver Stone, que se encontraba sin un duro en los bolsillos y retomó su viejo trabajo de guionista. Rápidamente se puso manos a la obra, empezó a investigar a diferentes tipos de gangsters latinos y a indagar sobre los códigos por los que se regían. Viajó por gran parte de Sudamérica (Cuba, Bolivia y Ecuador). Se puso en contacto con detectives de narcóticos de Nueva York y Florida, incluso vio documentos reales en video e imágenes de asesinatos entre bandas. De todo eso salió el guión definitivo de ‘Scarface’, libreto que horrorizó a Lumet y encantó a Bregman & Pacino. Sidney Lumet se va fuera y entra Brian De Palma. Arrancaba así la filmación en Miami, Los Angeles y Nueva York. Acababa de nacer el mito de Tony Montana.

Tony Montana es una de esas extrañas criaturas a punto de explotar que tanto ama Al Pacino. Montana se engrandece bordeando la locura y siempre a punto de perder el control sobre sí mismo. Capaz de querer (Elvira, Gina, Manny) y acabar destrozando todo lo que quiere. Y en ese tipo de personajes Pacino se mueve como pez en el agua. Montana es una de las mayores creaciones de todos los tiempos que un actor haya ofrecido en pantalla. Un tour de force apoteósico por parte de un Al Pacino que, por aquellos tiempos, andaba como loco por hincarle el diente a un personaje de dimensiones estratosféricas. En este gangsta cubano lo encontró. Montana es un hombre recto, con sus defectos (muchos) pero también con sus virtudes (inalterables).

«Frank eres un mierda. Una puta cucaracha. ¿Sabes lo que es un «chazer», Frank? ¡Un cerdo que no vuela recto! Tú tampoco Frank. Mantuve mi lealtad hacia ti. Gané todo lo que pude por mi cuenta, pero nunca te traicioné. ¡Nunca!  Pero tú… un hombre que no tiene palabra es una cucaracha» (Tony Montana)

La dirección de De Palma ayudó mucho a la creación del icono. Su presentación a las masas: primer plano de Montana y su cicatriz con la cámara girando 360 grados a su alrededor. El sensacional uso de la cámara grúa cuando toca. Las escenas en Freedom Town. El aplaudido y escalofriante plano desde el baño del Hotel Sun Ray hasta el coche de Manny y de vuelta a la ventana ensangrentada del baño. Los picados. Montana mirando detrás del cristal al zepelín con el lema “El mundo es tuyo”. El “digan adiós al chico malo” con un Montana en pleno descenso a los infiernos…

Todo en ‘Scarface’ es deslumbrante. Un lujo para los amantes del género que viene de la mano de un genio como Brian De Palma en busca de su magnum opus. Un director injustamente incomprendido. Talento por los cuatro costados y al que solo le faltó un buen publicista. No hay otra explicación. No puede ser que este genio no cuente ni con una mísera nominación al Oscar, ni haya recibido ningún premio significativo con la carrera que tiene a sus espaldas. Vergonzoso es poco…

El film fue fotografiado de forma magistral por John A. Alonzo. Su trabajo es insuperable, mostrando en pantalla imágenes de una belleza hipnotizante que luego De Palma barniza de rojo sangre. ¡Y cómo olvidar la imponente banda sonora de Giorgio Moroder! (el rey del sintetizador). Una soundtrack que pone los pelos de punta, desde su opening hasta el cierre final.

«Yo quiero el mundo con todo lo que contiene» (Tony Montana)

En la película tenemos un elenco de actores perfectos cada uno en su rol. Steven Bauer es Manny Ribera, el protegido de Montana. Su amigo y compañero, tanto en el ejército (aún en Cuba) como en su ascensión al Olimpo en Miami. Bauer cumple y no desentona, aún teniendo la mayoría de sus escenas junto a un Pacino insuperable. Este actor vivió en sus carnes el exilio cubano y tuvo su momento de fama en los 80. Sin embargo, y entrando en los 90, se fue perdiendo más y más en insignificantes producciones baratas con intento de reconversión en actioner de tres al cuarto incluido. Toda vez que se dio cuenta de que para ser un héroe de acción no solo bastaba un buen físico, Bauer tuvo que contentarse con apariciones especiales de forma esporádica en films de primera categoría.

Robert Loggia es Frank Lopez, un personaje hecho a la  medida de este gran actor. Lopez es demasiado blando para ser un señor de la droga y eso Montana lo huele enseguida. El alcohol le da la bravura que su falta de cojones (como bien le dice Montana) le niega. Su patético final, además de ser un momento para el recuerdo, lo retrata en cuerpo y alma. F. Murray Abraham tiene a su cargo el (agradecido) papel de mano derecha de Lopez, Omar Suarez. Abraham disfruta plenamente de un rol que le da rienda suelta para divertirse y alejarse de las producciones serias que protagonizaba en esos años. Lástima que no explotara más ese don para la comedia que tiene.

«Lección Número 1: Nunca subestimes la avaricia del otro» (Frank Lopez)

Paul Shenar es el temible Alejandro Sosa. Justamente ese adjetivo es el que clava Shenar. Su actuación es notable y mantiene el tipo en los cara a cara con Pacino. Shenar fue uno de tantos actores con cara de chulo-ricachón que está que ni pintado en este tipo de producciones. Michelle Pfeiffer interpreta, con las pocas tablas en la actuación que tenía a sus espaldas por aquellos tiempos, a Elvira Hancock. Elvira es la mujer que Montana se «adjudica» como trofeo tras quitar de delante a Lopez. Aquí es palpable que para la Pfeiffer los inicios fueron duros. La actriz consiguió el papel por sus facciones felinas… y porque se pagó el avión que la tenía que llevar a la audición. Sin embargo, ese lado salvaje suyo que intuye su rostro no aparece salvo en su última escena. El resto del tiempo lo pasa colocada y adornando la escena.

El reparto de destacados lo completa Mary Elizabeth Mastrantonio que convierte en puro fuego sus encontronazos con Montana. Al mismo tiempo es capaz de destilar esa dulzura y pureza que la hacen tan especial a los ojos de su hermano mayor. Va ganando protagonismo a medida que avanza el metraje y acabará desencadenando trágicos sucesos allá por donde pasa.

«Lección Número 2: Nunca te coloques con lo que vendas» (Frank Lopez)

“Me llamo Antonio Montana”. Esas son las primeras palabras de Al Pacino en la cinta y el inicio de la exhibición de su talento. Montana es un icono que sigue vigente hoy día, un mito que ha traspasado hasta al propio Pacino. Los raperos lo han adoptado como su dios y guía. Villanos y gangsters posteriores de origen latino están claramente basados en él. Con ‘Scarface’ llegó al mundo el gangster latino a gran escala y por la puerta grande. Capaz de rivalizar con los mafiosos italianos, el hampa británica o las temibles bandas del este. Imitado y glorificado por muchos a lo largo del mundo, Tony Montana es todo un símbolo. El símbolo de que aún no teniendo nada, con esfuerzo, valentía, honor y pelotas puedes llegar a lo más alto. Ser el rey, en este caso, el rey del narcotráfico de Miami.

Pacino habla así de los motivos que le llevaron a hacer el film y de cómo afrontó la creación de Tony Montana: “Durante mucho tiempo había oído hablar de «Scarface». Era el modelo de todas las películas de gángsters. Cuando la pude ver me encontré con una película extraordinaria: tenía una emoción muy real, una emoción grandiosa y contaba con una gran interpretación de Paul Muni. Hizo algo distinto. Me pareció que sería interesante volver a hacerla, pero de otra manera. Así que llame a Marty Bregman, y el la vio y se emocionó mucho con el proyecto. Quería llevar al personaje más allá”.

«No sois más que una pandilla de cretinos. ¿Y sabéis por qué? Porque no tenéis huevos para ser lo que quisierais ser. Necesitáis personas como yo. Necesitáis personas como yo para poder señalarlas con el dedo y decir: ése es el malo» (Tony Montana)

“Al principio era casi un popurrí: usé todo lo que sabía. Al venir del Bronx, al ser de alguna manera latino, tengo ciertas conexiones con el sentimiento latino, aunque la cosa cubana es muy distinta. Podía imitar el acento puesto que desde pequeño había oído hablar español y sus diferentes entonaciones dependiendo de la procedencia. Imitar su forma de moverse. También trabajé con Bob Easton, mi profesor de dialecto. Entrené con un preparador físico y con un experto en combate con cuchillos. Ellos me ayudaron a dar con esa mirada salvaje del personaje y conseguir el cuerpo que este debía tener”.

“Si tuviera que decir si me fijé en alguien real para el papel, tengo que decir que usé un poco de la personalidad del boxeador Roberto Durán. Un aspecto leonino que le venía muy bien a mi personaje. También me fijé mucho en la interpretación de Meryl Streep en ‘La Decisión de Sophia’. John Alonzo, el director de fotografía de Scarface, me habló en español durante todo el rodaje. Yo se lo pedí, aunque muchas veces no entendía nada de lo que decía”.

“No creo que al salir de la proyección de ‘Scarface’ a la gente le dan ganas de meterse coca. No me parece ni mucho menos que el film esté a favor del consumo de droga. Como mucho dice que hay mucha coca por ahí y que Tony Montana se la está metiendo toda. ‘Scarface’ versa sobre el exceso, la avaricia y la desproporción total. El trabajo de Oliver Stone con el libreto del film fue magnífico. A donde quiera que vaya oigo a gente recitar líneas de diálogo enteras de la cinta. ‘Scarface’ tiene fuego. Todo es exceso. Exacerbamos la violencia, exacerbamos el lenguaje. Tenía el espíritu de una ópera. Es un film underground. Posiblemente es la película más popular que he hecho. Si tuviera que guardar cinco películas mías para que en el futuro se me pudiera recordar, ‘Scarface’ sería una de ellas, sin duda».

«Decirle hola a mi pequeña amiga» (Tony Montana)

En resumidas cuentas. 
Finalizo esta crítica de El precio del poder. Junto a ‘Atrapado por su pasado‘ (Brian De Palma, 1993) es el díptico definitivo sobre gangsters latinos. Ambas películas muestran una cara de la misma moneda. ‘Scarface’ marcó a toda una generación, fue pieza de culto instantánea y todos los gangstas y traficantes que vinieron después quisieron ser como Tony Montana.

Tráiler de El precio del poder

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