Jungla de cristal
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Mediados de los 80, el libreto de una continuación de la que, posiblemente, fue el súmmum del cine de acción de bestiarracos hipervitaminados (‘Commando’) va da tumbos por Hollywood. Ante la negativa de Arnold Schwarzenegger a protagonizarla se cambia el título y la fisonomía del protagonista. Esta vez daremos al público a un héroe de carne y hueso. Se contacta con todos los intérpretes que no encajen, a las primeras de cambio, como héroes de acción. Al Pacino está a un paso de ser el que se lleve el gato al agua… hasta que aparece el joven y ascendente protagonista de un serial televisivo de gran audiencia: un tipo sarcástico, con unas entradas pronunciadas y que podría ser tu vecino de al lado. Se llama Bruce Willis y es el elegido. El resto de la historia a continuación. Hoy toca pelear muy duro para salir vivo en ‘Jungla de cristal’.

“Yippie kay jee” (McClane)

Crítica de Jungla de cristal

No fue fácil que John McTiernan consiguiera llevar a su terreno, y convirtiera en una obra de acción imperecedera, un libreto ajustadamente escrito por Steven E. de Souza. El guionista lo escribió a partir de la novela de Roderick Thorp titulada ‘Nada dura eternamente’. En primera instancia, de Souza lo concibió como una secuela de las andanzas del John Matrix de Commando(Mark L. Lester, 1985). La entrada en el proyecto de Joel Silver, y la negativa de Schwarzenegger para volver como Matrix, llevaron a pulir el guión para ajustarlo a un tipo de cine de acción más del gusto de Silver. Ahora un poli de patrulla iba a alzarse como héroe imprevisto en una situación que le viene grande. Así fue como empezó el baile de nombres vinculados al proyecto finalmente conocido como ‘Die Hard’.

Bruce Willis fue elegido como protagonista. Y lo fue gracias a que Cybill Shepherd, su compañera en la serie ‘Luz de Luna’, cogió una baja de once semanas por embarazo, las mismas que Willis necesitaba para rodar el film. Por esta cinta se convirtió en el actor mejor pagado que pasaba del medio televisivo al cinematográfico. Pero tenía ganarse cada penique delante de las cámaras. Y eso fue lo que hizo. Y ahí están los ciento dieciocho minutos de metraje de ‘Jungla de cristal’ para dar fe de ello. Willis aportó de su cosecha propia gran parte de los ingeniosos diálogos de su personaje, como su intraducible: “Yippie kay jee”, que surgió de su propia mente poniéndose en la piel de un poli irlandés que, al otro lado del walkie-talkie, escucha como unos tipos hablan con un raro acento europeo.

El grueso mayor del rodaje del film tuvo lugar en los estudios de la Fox. No obstante, y para simular las afueras del edificio Nakatomi, se tomó prestado el Fox Plaza Office Tower, es decir, las oficinas principales de la Fox. Unas oficinas que estaban recién inauguradas por aquellos años y que contaban con 34 plantas. La filmación se extendió desde el 4 de noviembre de 1987 hasta marzo de 1988. Con un pase limitado el 15 de julio de 1988 y un estreno ya por todo lo alto el 20 de ese mismo mes.

«Sor Teresa me llamaba señor McClane en tercer curso. Mis amigos me llaman John. Usted no es ni una cosa ni otra» (McClane)

A estas alturas, poco se puede añadir que sea nuevo de un film que ha calado tan hondamente en la cultura popular como ‘Jungla de cristal’. Estamos ante el techo cinematográfico de John McTiernan como director. Hablamos de la película que lo alzó y que, al mismo tiempo, le hizo perder la cabeza. Una cabeza que, con los años, se vería que no estaba muy bien amueblada, psicológicamente hablando. McTiernan enlazó a partir de esta cinta un par de buenas películas. Incluso se atrevió a volver la franquicia en Jungla de cristal 3: La venganza’ (1995). Pero fue en ‘Jungla de cristal’ donde dio todo lo que tenía para redefinir el género en los años venideros.

Willis fue otro que salió lanzado de este film. Es cierto que ya era una estrella a nivel nacional, pero no fue hasta que ‘Jungla de cristal’ se convirtió en un hit de taquilla que se convirtió en una celebridad. A partir de aquí creó su propio anti-héroe del género. Un tipo de personaje que explotó con gran tino, tanto en la secuela de 1990, como en Persecución mortal(Rowdy Herrington, 1993) oEl último Boy Scout(Tony Scott, 1991).

El tercer ganador vendría a ser Alan Rickman, que venía de ser un poco conocido actor de teatro inglés. Con esta cinta se subió al carro de Hollywood con su particular personificación de Hans, un terrorista elegante que busca llevarse el oro americano. Un tipo que no contaba con el grano en el culo que le va a salir con la irrupción de McClane en sus planes.

«Es usted otro americano que vio demasiadas películas de niño. Otro huérfano de una cultura en declive que se cree John Wayne, Rambo o El Equipo A» (Hans)

Sobre la película en sí misma, decir que está plagada de secuencias míticas: desde el mismo momento en que McClane debe de huir descalzo, y en camiseta de tirantes para salvar la vida, hasta cuando comienza a entrometerse en los planes de los villanos. Ver a Willis reptar por conductos de aire, jurar en arameo, pelearse con terroristas con «pies de mujer», y sacar el humor en momentos en donde otros mojarían los pantalones es simplemente una gozada para el fan de la acción.

Y todo plasmado desde la personal óptica de un director que veía el film desde una perspectiva desmitificadora del héroe musculoso. Una clase de héroe que tanto estaba de moda en aquellos tiempos. Y es que en esta película tenemos a un protagonista que puede ser cualquiera de nosotros. Un tipo que no gana los combates cuerpo a cuerpo de calle y que no siempre acierta a disparar a los malos en el entrecejo, aunque la posición de disparo no sea imposible.

En cuanto al elenco ¡Sencillamente perfecto! No hay ni un sólo actor que desentone. Un diez para la dirección de casting en ese sentido. La sufrida Bonnie Bedelia (Holly), Reginald Veljohnson como el poli de despacho Allen, Alexander Godunov redescubriendo su carrera como maloso, el repugnante periodista al que da vida William Atherton, un descharrante Robert Davi como agente del FBI anclado en el Vietnam. Y, por supuesto, la ineludible aparición del chino melenudo que moría en todos los films de acción de los 80 y 90, Al Leong. Otro de los grandes alicientes de la película es el imponente Edificio Nakatomi, que se convierte en otro personaje más de del film. Al igual que la legendaria partitura musical de Michael Kamen con la aparición especial del “Himno de la alegría”.

«Eres hombre muerto, ya no hay mesa. La próxima vez que tengas ocasión de matar a alguien no lo dudes…» (Terrorista)

Y para el final dejamos las set pieces de acción. De las que se llevan la palma está el tiroteo del tejado con McClane usando la manguera de incendios para una caída libre. También destaca el descomunal tiroteo donde los malos disparan a los cristales al ver a un McClane descalzo. Por supuesto citar los combates de John contra los hermanos rubios melenudos (ordenadas por gusto personal, y no porque en el metraje sigan esa pauta). Y, finalmente, la de McClane con una metralleta sin balas, y sangrando en abundancia, mientras arrastra un pie. Atención a la atónita mirada tanto de Hans como de Holly. Y a la intensidad del duelo final.

«Nueve millones de terroristas en el mundo y se me ocurre matar a uno que tiene pie de mujer» (McClane)

En resumidas cuentas.
Finalizo esta crítica de Jungla de cristal, un ejemplar ejercicio de género que marcó irremediablemente el destino del resto de cintas futuras del cine de acción. Sirvió para alzar Willis al estrellato eterno y llevar a John McTiernan a lo más alto. Todo un clásico, así de claro.

Tráiler de Jungla de cristal

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