La matanza de Texas
Un grupo de cinco jóvenes que van en furgoneta por una carretera de Texas recogen a un misterioso autoestopista con pinta de desequilibrado. Pronto se darán cuenta de que han cometido un grave error, pero aun cuando crean haberse librado de él... su pesadilla no habrá hecho más que comenzar. (Cineycine).
El cine nos ha enseñado que no hay que recoger a autoestopistas ni subirnos al coche de un extraño. Además, y con esta película de Tobe Hooper, pudimos descubrir que tampoco hay que entrar en casas ajenas. Sobre todo en según qué casas. Sed bienvenidos a… ‘La matanza de Texas’.
«Dale el mazo al abuelo. Venga, abuelo, ¡golpéala!»
Crítica de La matanza de Texas
El cine de terror nos ha dado algunas de las mejores películas de la historia, esto es innegable. Quizás porque, en ocasiones, se convierten en piezas que superan las expectativas del propio género y trascienden más allá. Un ejemplo perfecto sería ‘La noche de los muertos vivientes’ (George A. Romero, 1968). La película que vamos a comentar hoy bien podría encajar perfectamente dentro de ese selecto grupo.
Al igual que otros directores, Hitchcock en ‘Psicosis’ (1960) sin ir más lejos, Tobe Hooper se inspiró en uno de los episodios más negros de la historia de Estados Unidos. Hablamos de Ed Gein, un asesino demente que durante años robó y descuartizó cadáveres. Todo para profanarlos y convertirlos en variados enseres domésticos. Hooper también se aprovechó de la leyenda urbana que hablaba de personas desaparecidas y asesinadas en las carreteras norteamericanas. El resultado es ‘La matanza de Texas’, una película inquietante y morbosa. Amén de su tremendamente terrorífica trama que mezcla temas tan controvertidos como el canibalismo y la necrofilia.
Al contrario de lo que se ha pretendido en otras producciones, Tobe Hooper y Kim Henkel no proponen ningún ejercicio de análisis de la psique homicida. Tampoco plantean un escenario donde exista un motivo que explique lo que está sucediendo. La película es un simple ejercicio de terror y maldad. Un claro intento de golpearnos en el rostro mediante un tour a través de nuestros miedos y pesadillas más profundas. Al leer el argumento todo invita a pensar que vamos a ver una típica slasher movie. Sin embargo, aquí no se busca sólo asustar al espectador… sino también ¡angustiarlo! Es decir, la muerte de los personajes no es tan importante como el trasfondo enfermizo que las rodea. Esto lo vemos claramente a través de esa truculenta escena donde un abuelo, aparentemente muerto y momificado, saca fuerzas de la nada para succionar el dedo sangrante de una víctima.
La maldad y la crueldad son las protagonistas absolutas. Ahora bien, si la película funciona es porque la puesta en escena y la fotografía están muy cuidadas. Hooper cambia los habituales espacios cerrados y oscuros por unos paisajes rurales de tonos cálidos y, en ocasiones, muy contrastados. Estos escenarios no tienen otro fin que incomodarnos con una luz que se contrapone a la oscuridad de la trama. Una de las escenas que más me impactó es esa persecución al atardecer a través de árboles y matorrales, con la sierra eléctrica rugiendo de fondo y los chicos, uno de ellos en silla de ruedas, tratando de escapar desesperadamente de una muerte segura. Tanto esa escena como otras tantas apuntan a que no hay lugar donde esconderse de ese horror. El típico refugio donde el personaje está a salvo, algo tan propio de las películas de terror, es aquí inexistente.
Los actores mejor caracterizados son los miembros de la familia de dementes. Los carniceros que se dedican a capturar personas para saciar sus oscuros apetitos. De hecho, Gunnar Hansen, poniéndose en la piel de Leatherface, consiguió convertirse en todo un icono de la historia del cine. Y lo hizo por encima incluso de personajes tan memorables como Freddy o Jason. Quizás porque lo realmente inquietante de este matarife no es su máscara ni su sierra eléctrica, sino su gestualidad animal y deshumanizada. Una gestualidad que lo retrata como un retrasado que hace lo que hace con verdadera dedicación. Es obligado reconocer que el trabajo de Hansen no se limitó a ponerse el atuendo y la máscara, pasando un calor infernal durante el rodaje, sino que antes había estado visitando centros de disminuidos psíquicos para poder sacar ideas.
Por su parte, el grupo de víctimas también cumple bastante bien con su labor. Y eso a pesar de que la mayoría eran amateurs o estudiantes sin apenas experiencia. Entre ellos destaca especialmente Marilyn Burns en el rol de la rubia Sally. Es justo decir que el reparto no lo pasó lo que se dice bien. Por ejemplo: la casa donde transcurre buena parte de la acción apestaba terriblemente y hacía un calor infernal, sobre todo en la cocina que es donde tiene lugar la secuencia de la cena familiar y que era una sumidero de sangre, animales muertos y suciedad. Quizás por ello es normal que esta película sea tan perturbadora y desagradable sin apenas mostrar sangre. De hecho, hay producciones muy posteriores que, al carecer del talento y la creatividad, han tenido que recurrir a la casquería.
Los efectos visuales son más que correctos. No hablamos de una película de alto presupuesto. No obstante, tampoco se nota porque la fuerza visual de la iconografía antropófaga de esta casa del horror no requiere de grandes aspavientos. Hooper no necesita recurrir al gore para machacarnos. Para ejemplo esa escena donde Leatherface tumba a uno de los protagonistas de un martillazo brutal y se lo lleva mientras los espasmos aún le sacuden. Resulta interesante que decidiera usar sangre de verdad y que sustituyeran algunos gritos por sonidos de cerdos en el matadero. Toda una declaración de intenciones porque los seres humanos son sólo ganado para esta familia de dementes.
Conclusión.
Cuando vi esta película por primera vez me dejó tan mal cuerpo que tardé un tiempo en revisionarla. No sólo era la sensación de miedo tan típica de las películas de terror, sino que me sentía incómodo. Me sentía golpeado por un modo de entender el género que no había visto antes. Lo pasé mal con la película pero supe entender que tenía delante un grandísimo trabajo. Quizás por ello recuerdo las palabras del difunto Roger Ebert cuando decía que: «hay películas de terror que, a pesar de su enorme calidad, no tenemos porque disfrutar». Ciertamente esta cinta es una de ellas. Aunque si algo podemos decir como cierre en esta crítica de La matanza de Texas, y con la perspectiva que proporciona el tiempo, es que estamos ante una de las mejores películas de terror jamás filmadas.
Tráiler de La matanza de Texas
Escucha nuestro podcast