Dueños de la calle
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Sin hacer mucho ruido, ni levantar grandes expectaciones, David Ayer se fue haciendo un sitio dentro del cine de acción callejero. Dos años después de su ópera prima, ‘Harsh Times’, Ayer nos brindó otra joya situada dentro de las mejores cintas de acción de ese año. Un film con un nutrido reparto donde destacó Keanu Reeves. Bienvenidos a… ‘Dueños de la calle’ .

Crítica de Dueños de la calle

La carrera de David Ayer está ligada de forma casi obsesiva a LA. Hablamos de una ciudad sucia, fea y degradante. Pero que, a la vez, embelesa por su bella multiculturalidad: una mezcla de gentes que la ha hecho especial y cien por cien cinéfila. Mucho de esto sabe Michael Mann, que ha firmado dos obras maestras (‘Heat’ y ‘Collateral’) mostrando la ciudad desde su filtro policíaco. Lo mismo puedo decir de James Ellroy, un escritor de novela negra que casi siempre suele ambientar sus historias en Los Ángeles con resultados literarios de primer nivel. Por ello, era cuestión de tiempo que Ayer y Ellroy unieran fuerzas. Ambos llevaron a la pantalla un film que muestra cómo trabaja la policía en un ambiente en el que la tentación llama todos los días a tu puerta y la honradez se deja en casa…

Dentro de su género, el thriller de acción policíaco, ‘Dueños de la calle’ se enmarca como una de las mejores muestras de los últimos años. Si bien, los personajes que pululan por el film, escrito (en parte) por James Ellroy, son totalmente amorales. Esto último, un sello inconfundible de la pluma del escritor. Así las cosas, resulta misión imposible conectar con ninguno de ellos, ni siquiera el Tom Ludlow que nos regala un inspirado Keanu Reeves. Tampoco su redención final logra hacernos olvidar sus acciones durante gran parte del metraje. Y es que Ellroy nos ofrece una revisión moderna y actual de su espléndida L.A. Confidential(Curtis Hanson, 1997) con algunas de las virtudes de esta, aunque también hace gala de defectos que el film de Curtis Hanson no presentaba.

Quizás lo anterior se deba a que en el libreto metieron mano Kurt Wimmer, Jaime Moss y hasta el propio David Ayer. La esencia de Ellroy se acabó perdiendo en el resultado final. Tan sólo aparece esporádicamente en los métodos de interrogatorio de Ludlow o en el brutal tiroteo del supermercado. También puede ser que Ayer se vendiera a la acción total (¡y no seré yo el que se queje de tiroteos bien filmados!) y olvidase desarrollar más un guión que peca de simple y previsible. La pena es que hablamos de un tema poco explotado como es la corrupción policial que daba para más…

En la piel de un thriller policíaco encontramos un film de acción con muchos tiros y algunas bofetadas. Una cinta plagada de tipos duros de boca sucia. Una película hecha por hombres (las mujeres aquí parecen ser meros objetos sexuales) y para hombres. Y una historia en la que todos tienen un precio, algunos más alto que otros, y la violencia se respira en las calles. Ya desde su inicio, en el apartamento de Ludlow, nos podemos hacer una idea de hacia dónde irán los tiros…

Ludlow vive solo, duerme poco y mal, y se encuentra en un estado de resaca permanente. Resulta claro que arrastra una pérdida. Una de ellas es humana (su mujer) y la otra emocional (la traición a unos valores que juró defender y con los que Ludlow no predica). En la calle trabaja de paisano. Allí se infiltra entre asesinos, violadores y camellos. Cada noche baja a los infiernos en busca de gente de mal vivir con los que ampliar su lista de muertes. Ludlow tiene una cosa bien clara: no actuará según la ley… si ello implica que la mala gente no cumpla sus castigos. La ley que conoce es la que marca su pistola y está dispuesto a aplicarla hasta que le duren las balas.

Detrás de Ludlow está el Capitán Wander, un sobreactuado Forest Whitaker, y su equipo. Un pelotón de policías que sabe de los “métodos” de trabajo de Ludlow y lo ha apadrinado dentro del cuerpo y del departamento de antivicio, escondiendo sus modos y encargándole el trabajo sucio que cumple sin pestañear. Sin embargo, no todos están de acuerdo con los actos de Ludlow. Este el caso de su ex-compañero de patrulla Terrence Washington, un excelente Terry Crews, que no está dispuesto a cerrar los ojos. Washington se convierte así en soplón para el agente de Asuntos Internos James Biggs interpretado por Hugh Laurie. Biggs lo pone en el punto de mira, pero no sólo a Ludlow sino también a Wander y todo su equipo. Una muerte brutal levantará todas las sospechas sobre si fue un accidente aislado o un asesinato premeditado…

En lo descrito anteriormente es muy probable que acabara el guión escrito por Ellroy y empezara la acción diseñada por Ayer con tiroteos brillantemente filmados, golpes de manual y unos diálogos callejeros cercanos a los ya escritos por él en la oscarizadaTraining Day(Antoine Fuqua, 2001). Como curiosidad final, comentar que la película inicialmente iba a estar dirigida por Spike Lee. Lee pensaba ambientarla en los 90 tras el caso Rodney King y con el título de The Night Watchman’.

En resumidas cuentas.
Concluyo esta crítica de Dueños de la calle, uno de los films de acción de su año de estreno, el 2008. Una cinta en la que Keanu Reeves regresó a un género en el que siempre lució sus mejores galas con un antihéroe marca de la casa. Todo ello filmado desde la óptica malsana de David Ayer, uno de los directores que mejor plasma la violencia en pantalla. Por fin una cinta de acción sin medias tintas que recuperó el espíritu del mejor cine callejero policial. Magistrales tiroteos con mención especial a los acontecidos en el piso de los coreanos y la emboscada en la casa de Freedom y Coates.

Tráiler de Dueños de la calle

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