Rocky IV
Rocky Balboa vuelve para enfrentarse a su oponente más letal hasta la fecha, el gigantesco Ivan Drago, una máquina de pelear soviética entrenado por computación. Después de la muerte despiadada de Apollo Creed a manos de Drago, la obsesión de Rocky es vengar a su amigo a toda costa, lo cual lo lleva a las heladas tierras de Siberia y a la pelea más peligrosa de su vida.
‘Rocky III’ ya oscilaba entre el intenso drama al que Rocky nos tenía acostumbrados y la acción pura y dura. En esta cuarta parte, también dirigida por Stallone, se siguió en esa misma línea. La hipertrofia muscular, la épica y la majestuosidad de la fuerza masculina predominan en cada minuto de ‘Rocky IV’.
Crítica de Rocky IV
‘Rocky IV’ se vuelca definitivamente en ofrecernos un festival de golpes, venganzas, patriotísmo americano, montaje videoclipero y música de la de verdad. Todo servido sin mayor pretensión que la de explotar la adrenalina del espectador. Era el cine de los 80. Un tipo de cine que, lo reconozcamos o no, muchos echamos de menos. Especialmente por sus métodos, modos y formas sumamente primitivas, pero igualmente seductoras y únicas para tocar la fibra sensible del espectador. Los 80. Para unos, la década de los excesos gratuitos, la banalidad y la predilección por “el más hortera todavía”. Para otros, la década de la magia, las hazañas inalcanzables, el espectáculo desenfadado y la épica. Una época en la que lo imposible se hacía realidad a través de una pantalla de cine. La década de los sueños, la ilusión y de las proezas memorables que protagonizaban nuestros héroes en la ficción.
Sea como fuere, y para bien o para mal, ‘Rocky IV’ representa de forma nítida y honesta lo que significaba aquel tipo de cine. Un film con todas sus cualidades y grandes virtudes, pero también con sus defectos. Por ello, el verdadero y genuino valor de esta cuarta entrega de la saga no trasciende precisamente por su propia calidad cinematográfica. Este film trasciende por el hecho de ser una de las películas que marcaron, definitivamente, una clara y exitosa tendencia para el cine de dicha década hasta bien entrados los años 90.
‘Rocky IV’ cuenta, posiblemente, con un código cinematográfico desorbitadamente primario. Un código muy característico de los cánones del cine de la época. Sin embargo, la película no está exenta de otros muchos méritos y cualidades. Características que, con el paso del tiempo, hicieron de ella un film de verdadero culto. Hablamos de un enfático y “musculado” relato que se centra más en la acción que en el factor dramático/deportivo. Aunque este último funciona de manera correcta en los momentos necesarios. Por ejemplo: ¿quién no sufrió con la muerte del Apollo Creed de Carl Weathers? ¿Quién no vibró con los brutales entrenamientos en plena montaña de Rocky Balboa? ¿Quién no saltó de la butaca del cine cuando este último abre una brecha en el pómulo del indestructible Iván Drago interpretado por un imponente Dolph Lundgren?
En cualquier caso, la película resulta tan rebosante de emoción, coraje y adrenalina, como delirante y exagerada a partes iguales. Esto no es del todo malo. Al fin y al cabo, funcionó perfectamente… pese a su limitada calidad artística y a sus numerosos premios ‘Razzie’. Hasta el punto que, vista en perspectiva, se trata de un producto que tiene todas las papeletas para ganarse el premio al “film de los 80 que más y mejor nos hizo vibrar en su época y que mejor representa ese tipo de cine que ya no se hace”.
Una película que, si bien, no representa lo que es verdaderamente Rocky (algo que se muestra en la primera, quinta y sexta entregas principalmente), sí que simboliza la garra y la proeza de un boxeador que necesita la lucha para subsistir. Como un guerrero del ring que ansía saborear la imperiosa sensación del combate, de la sangre y del dolor para seguir adelante. Aunque sea a costa de enfrentarse con un enemigo invencible. Todo con el (falso) pretexto de hacerlo por una simple cuestión de venganza.
Realmente, Rocky siente la necesidad de conocer sus propios límites y llevarlos al extremo. Del mismo modo que suspira demostrar al mundo que “David” realmente puede derrotar a “Goliat”. Y eso también es Rocky. Porque el verdadero mito creció y se asentó, posiblemente, gracias a la tercera y cuarta entregas. Tras la excesivamente «ñoña» y, por momentos, incluso tosca ‘Rocky II’, era necesario un cambio de aires. De esta forma, cada secuela pasó a ser un esperado “más difícil todavía”. Así las cosas, Rocky cada vez se iba enfrentando a rivales de mayor fuerza y envergadura. Se ofrecía así al espectador un mayor espectáculo físico y de actioner, que dramático y depresivo, lo cual resulta tan válido como esto último.
Es por todo ello que la importancia desde el punto de vista del que escribe estas líneas de ‘Rocky III’ y ‘Rocky IV’ es vital. Rocky se convirtió en un icono y en auténtica cultura-pop gracias a momentos y situaciones memorables que marcaron un antes y un después en la franquicia. Instantes como ‘el ojo del tigre’ de ‘Rocky III’, su increíble entrenamiento en la montaña (en una interesante antítesis respecto a los sintéticos métodos de Iván Drago: al final, lo natural se impone sobre lo artificial), o el ‘no hay dolor’ que el personaje de Tony Burton le transmitía al púgil en la emocionante cuarta entrega. Estos dos son buenos ejemplos de lo que comento al quedarse grabados a fuego en la retina del espectador. Contextos y escenarios inolvidables que elevaron la figura del boxeador a lo más alto del panorama cinematográfico del momento.
Todo sin dejar de lado esos largos combates de 15 minutos. Combates realmente dignos de definirse a sí mismos como “batallas a muerte”. Rocky pelea hasta la extenuación sin importar atentar deliberadamente sobre la credibilidad del público. Pero esto es lo de menos. Rocky no es sólo afán de superación, marginación o humildad. Rocky también es poder, fuerza, espectáculo y, por qué no, excentricidad y algo de ego. De este modo, ‘Rocky IV’ es la culminación de una evolución del personaje. Un personaje que ha pasado de la pobreza de los suburbios de Filadelfia hasta el éxito y la grandeza. Todo ello queda magníficamente representado en este film que nos habla del asentamiento de Rocky como boxeador y como persona al haberlo ganado todo. Sin embargo, sigue necesitando nuevos retos para ser fiel consigo mismo. Y la muerte de su mejor amigo es la mejor excusa.
En cualquier caso, dejo ya de lado reflexiones profundas sobre la saga. Algo que, en el fondo, sólo da pie a ello en la primera y sexta entregas. Así pues, ‘Rocky IV’ es, como he afirmado unos párrafos más arriba, la película más floja de la serie. A pesar de ser consciente de que con dicha afirmación me voy a ganar unos pocos enemigos. Desde una perspectiva puramente artística estamos ante el guion más simple y previsible de toda la franquicia. Lo cual no quiere decir que no funcione a las mil maravillas, por lo menos ofreciendo grandes niveles de entretenimiento. El factor dramático está cogido con pinzas precisamente debido a esa previsibilidad. En este sentido, es imposible no pronosticar la muerte de Creed desde el comienzo del film.
Las actuaciones son rematadamente planas. Sylvester Stallone, Talia Shire y Burt Young están muy lejanos a los que nos deleitaron en el film de 1976. No obstante, el despliegue físico de Dolph Lundgren y del propio Stallone ya merece el aplauso. Finalmente, los combates y entrenamientos resultan totalmente excesivos, exagerados y, definitivamente, irreales. Por no hablar del extraño mensaje que trata de visualizar que la serie ha entrado en la «era tecnológica». Esto se intenta a través de inútiles elementos introductorios como el Robot de Paulie. Sin olvidar las futuristas (y poco efectivas) máquinas con las que entrena Drago.
En resumidas cuentas.
Para finalizar esta crítica de Rocky IV también tengo que ser honesto conmigo mismo. Así pues, he de reconocer que “lo mejor” no siempre significa lo que “más nos apasiona”. Y, en este caso, he de afirmar que ‘Rocky IV’ es, de lejos, la secuela más dinámica y disfrutable. Bien cierto es que, comparándola con obras cinematográficas más intensas como ‘Rocky’, ‘Rocky Balboa’ o incluso la infravalorada ‘Rocky V’, puede que no salga bien parada. Pero, en su estilo, y enmarcándola dentro de la categoría adecuada, ‘Rocky IV’ es de las mejores películas/secuelas de su (ya extinta) especie. Esto es un hecho directamente relacionado con que se trata de la película más recordada sobre nuestro querido y mítico personaje.
Tráiler de Rocky IV
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Flipadisíma y videoclipera, totalmente deudora de su tiempo. La qué menos dura de la saga, construida en base al alegato final de Rocky y al vs EEUU-RUSIA. Muy valida como descubrimiento de Dolph Lundgren como coloso, y por la polemica de la muerte de uno de los pilares centrales.