Pesadilla en Elm Street: El origen
Nancy, Kris, Quentin, Jesse y Dean viven todos ellos en Elm Street. Por la noche, todos tienen el mismo sueño: sueñan con el mismo hombre que lleva un jersey a rayas verdes y rojas y un viejo sombrero de fieltro con ala que le oculta la mitad de su rostro desfigurado y un guante de jardinero con cuchillas en los dedos. Y todos escuchan la misma voz terrorífica… Uno a uno, les aterroriza en las penumbras del sueño donde el que manda es él y la única forma de escapar es despertarse. Pero cuando uno de ellos fallece de forma violenta, pronto se dan cuenta de que lo que pasa en sus sueños ocurre de verdad y de que si quieren seguir vivos no pueden dormirse.
Parece ser que Michael Bay se ha propuesto re-versionar de la mano de su productora, la ya famosa Platinum Dunes, todos los films míticos de terror habidos y por haber, logrando resultados bastante dispares entre sus producciones. Si con La Matanza de Texas (2004) cosechó uno de los mayores éxitos de crítica de los últimos años dentro del género de terror, con la intrascendente La Morada del Miedo (2005) sucedió todo lo contrario, mientras que en un punto medio se encuentra la agradable Viernes 13 (2009).
Pues bien, ahora le toca el turno a Pesadilla en Elm Street, nueva versión del clásico de Wes Craven en la que el director Samuel Bayer nos da su punto de vista sobre el asesino más famoso y mortífero del mundo de los sueños: Freddy Krueger.
Crítica de Pesadilla en Elm Street: El origen
Si tuviera de calificar brevemente Pesadilla en Elm Street: El orígen, el veredicto sería «entretenida», o incluso «suficiente» si nos ceñimos a las calificaciones más clásicas, aunque nos esperábamos más, muchísimo más.
Y es que el film del ¿realizador? Samuel Bayer (director procedente de… adivinen. ¡Exacto! Del mundo de los videoclips musicales…) se queda a medio camino entre el remake que copia punto por punto al film original (algo que nunca aprobaré), y el remake que pretende innovar pero que no lo consigue precisamente por falta de atrevimiento. Desgraciadamente, nos encontramos con más de lo primero que de lo segundo a pesar de que el universo de Freddy es tan rico y amplio que se podría haber exprimido infinitamente mejor de como lo ha hecho Bayer. De ahí que esta nueva versión del clásico dirigido en 1984 por nuestro entrañable Wes Craven nos transmita cierta sensación de «quiero y no puedo«, de querer innovar y aportar ideas nuevas pero de no poder lanzarse definitivamente a ello, quizás por miedo al rechazo generalizado de los fans. Y esto es algo que se intuye a lo largo de prácticamente todo el metraje, ya que por momentos nos encontramos con una sucesión de situaciones y momentos literalmente calcados (pero mucho menos efectivos) a los del film original, mientras que por otra parte, el realizador intenta incluir algunos matices ciertamente diferentes o contarnos un origen de Freddy ligeramente distinto al narrado en la película original. Aunque esto tampoco es un detalle para tirar cohetes, pues este nuevo pasado de Krueger ya lo plasmó el propio Craven en su primer libreto del guión (en el presente film Krueger es un violador de niños, algo que Craven ya planteó en su momento, aunque tuvo que desechar la idea por motivos externos). Por lo tanto, y salvo el gran atractivo visual y un Freddy más impactante y algo más terrorífico, esta revisión prácticamente carece de cualquier atisbo de originalidad.
Lástima, porque si echamos la vista atrás, nos daremos cuenta de que en innumerables ocasiones el riesgo conlleva al éxito, y si no que se lo pregunten a David Cronenberg con su sobresaliente remake de La mosca (1986), el cual supera de forma abrumadora al cásico de Kurt Neumann gracias a un planteamiento totalmente renovado; o al más reciente Alexandre Aja con sus geniales remakes Las colinas tienen ojos (2006) y Reflejos (2008), dos cintas caracterizadas por su fuerza narrativa y, sobre todo, por su imaginación y gusto por la innovación, otorgándoles un carácter propio que las distancia de las obras originales. Es una verdadera pena que Pesadilla en Elm Street: El origen no pueda entrar en este grupo, ya que se ha quedado bastantes peldaños por debajo de los films citados, y no sólo debido a la falta de imaginación mencionada anteriormente, sino también a causa de sus sosos personajes, ya que nos importa más bien poco (por no decir nada) lo que les pueda ocurrir, y esto es algo que viene siendo habitual en el cine de terror de la presente década. ¿Cómo es posible que nos importe un comino que mueran los protagonistas de la historia?. La respuesta es sencilla: porque ni los actores le imprimen a sus personajes el atractivo que deberían para atraer emocionalmente al público, ni el guionista pone de su parte para intentar que el público empatice con los protagonistas. En definitiva: si estamos ansiosos de que el asesino del sueño haga su aparición para contemplar la siguiente muerte en lugar de desear que esto no ocurra, es que algo no funciona.
Y es que gran parte del cine actual, y esto es algo que se puede contemplar claramente en Pesadilla en Elm Street: El origen, no tiene alma, ni magia, ni entusiasma. Es insípido por momentos. Todo es excesivamente hueco, sin fondo ni forma. Es obvio que los realizadores y guionistas actuales deberían de tomar clases particulares de los profesionales de los años 80/90. Y ojo, que no estoy criticando la inclusión de efectos digitales o modernas técnicas de filmación. El tiempo avanza al igual que la tecnología, y no aprovecharla sería una absoluta incoherencia (aunque de vez en cuando nos lleguen perlas rodadas a la antigua usanza, algo que se agradece). Me refiero al propio «arte» de la narración. Al «don» para crear miedo e inquietud desde la nada. Y eso, hoy día, se ha perdido, al igual que se ha perdido en la nueva Pesadilla en Elm Street, por no hablar de la ruptura de la mitología a la que ha sido sometido el personaje de Freddy Krueger por obra divina de Bayer: ¿Desde cuándo Krueger es capaz de aparecerse a sus víctimas aunque sea brévemente, fuera del mundo de los sueños?. Ni que decir que la explicación está cogida con pinzas: ahora nuestros protagonistas son capaces de experimentar microsueños estando despiertos (¡¡…!!).
No obstante, y rompiendo una lanza a favor de Bayer, he de admitir que no debe ser nada sencillo filmar un remake de una saga icónica que ha movido a las masas, por no hablar del poderoso sentimiento de la nostalgia, esa sensación que es capaz de tirar por tierra cualquier producción actual, aunque supere o iguale al original. En cualquier caso para que esto último suceda, hay que tener talento. Y no nos engañemos, Samuel Bayer no lo tiene, o sencillamente no ha sido capaz de demostrarlo.
Pese a ello, si nos ponemos a valorar el film desde una perspectiva más amplia y alejándonos de la dureza de la que hará gala un buen puñado de seguidores de la franquicia (entre los que me considero), es justo reconocer que a lo largo de muchos momentos el director ha conseguido dotar a su film con una más más que soberbia atmósfera, sobre todo aquella que tiene lugar en el mundo de los sueños, haciendo gala de unas tonalidades totalmente surrealistas que logran envolver al espectador con solvencia en esos determinados minutos. Así que en este sentido hemos de aplaudir a Bayer, así como a su director de fotografía, Jeff Cutter. Por otra parte, y esto va a ser objeto de infinitas desavenencias durante años, reafirmo con contundencia que Jackie Earle Haley es un excelente Freddy Krueger, ya que ha sido capaz de imprimirle al personaje un carácter bastante más oscuro, terrorífico y brutal que el del ya de por sí inquietante Freddy de Robert Englund (el cual se convirtió en una caricatura de sí mismo con el paso del tiempo), aunque me temo que se llevará a cabo una injusta y radical desaprobación de Jackie Earle Haley como el nuevo asesino de las cuchillas, pero lo dicho: se trata de un Freddy realmente contundente, siniestro, y bastante más realista en lo que respecta a su aspecto físico que el maquillaje efectuado sobre Englund hace dos décadas.
En cualquier caso, y llegando al final de esta crítica de Pesadilla en Elm Street: El origen, la cinta podría dar lugar al relanzamiento de la franquicia (inicialmente pensada como una trilogía) y logrará atraer a un público joven que posiblemente ignora la saga original, por lo tanto la capacidad para fomentar comparaciones o de dejarse guiar por ciertos prejuicios se reduce al mínimo. Está claro que para el espectador menos «versado» en la mitología del personaje la película podría dar lo que principalmente éste espera ver, y esto es sangre (aunque bastante menos de la esperada), un Freddy muy malvado, una gran ambientación y algunos pequeños sobresaltos ocasionados más por los golpes de sonido que por el exceso de tensión en sí.
Para finalizar, sólo queda decir que Bayer ha convertido este a priori interesante remake en un simple vehículo de entretenimiento para pasar una hora y media sin complicaciones. Es entretenida, si, pero el film apenas nos ofrece un ápice de auténtico terror, aunque eso si, nos endosan un par de chicas guapas (entre ellas Katie Cassidy) y un escandaloso Freddy que se tira más de medio metraje haciendo un ruido estridente con las cuchillas de su mano.
En definitiva, y nunca mejor dicho, mucho ruido y pocas nueces.
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