Horns
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Alguien tiene que decirlo de una vez: “Alexandre Aja es el Wes Craven de nuestra era”. Aquí se saca de la manga una absorbente y muy lustrosa historia de amor imposible. Una historia en donde un joven acusado de asesinar a su amor de juventud acaba convirtiéndose en un ángel caído. Daniel Radcliffe luce cuernos y se lanza a tumba abierta en… ‘Horns’.

“Por alguna razón, en este puto mundo de locos, yo estaba siendo castigado. Me miraban y veían a un demonio. Quizá yo también lo veía… y ahora me tocaba parecerlo” (Ig Perrish)

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Crítica de Horns

Primero de todo, me sorprende la gran cantidad de malas opiniones en torno a ‘Horns’. Aquí tenemos un personal acercamiento por parte de Alexandre Aja a la novela de Joe Hill. Sobre este último conviene recordar que es hijo de Stephen King, aunque en su manera de escribir ya se encarga él mismo de dejarlo claro.

Vayamos por partes, ‘Horns’ no es un film de terror, aunque sí que tiene momentos gores y macabros a granel. Por ello, lució orgullosa una gigantesca calificación R. Esta película no es la clase de film que los fans de Daniel Radcliffe esperarían de él. ‘Horns’ es una mezcla de ‘Cuenta conmigo’, ‘Legend’ y ‘Un paseo para recordar’. Un film dirigido por Alexandre Aja, el mismo que se puso tras las cámaras en ‘Alta tensión’ (2003), Las colinas tienen ojos(2006) y Piraña(2010). Aja entrega una única y exageradísima comedia negra con destellos de su marcada personalidad y de sus ambiciones cinematográficas.

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‘Horns’ es un film claramente diferente, y con un muy conseguido trabajo de fotografía y localizaciones. Atención a ese ficticio pueblo-cárcel de Gideon tan típico de los escritos de Stephen King. La película empieza al estilo ‘Cuenta conmigo’ (Rob Reiner, 1986) narrando la irreverente adolescencia de Ig y sus amigos, y de cómo se gestó el tremendo amor hacia Merrin en clara competencia con Lee. Luego pasa a ser una aventura fantástica al estilo de ‘Legend’ (Ridley Scott, 1985) con Iggy como caballero de nuestro tiempo en busca de salvar el honor y descubrir la verdad acerca del asesinato de su amada. Y, finalmente, hace un macabro guiño a ‘Un paseo para recordar’ (Adam Shankman, 2002) y al cine de adaptaciones tipo Nicholas Stark.

Se nota, y mucho, que Joe Hill es fan de su padre. Su estilo de imaginar mundos y la presentación de los personajes es claramente deudora de su progenitor. En manos de Aja, el material de Hill, bascula entre momentos de genialidad y otros demasiado plegados al libro. Estos incluyen una intriga que no se sostiene más allá de la primera media hora de metraje por saber quién fue el asesino. Por suerte, el despliegue visual, por momentos memorable, minimiza ese lastre.

Imposible pasar por alto, como ya apuntaba anteriormente, el magistral trabajo de fotografía. En este campo destaca un hipnotizante uso de los colores y el neón exagerado en todos sus momentos, pero que encaja perfectamente dentro de la historia que cuenta. Y ¡cómo no! su brutal banda sonora de canciones no originales. Presten atención al uso del “Héroes” de David Bowie y demás temas del resto de su soundtrack.

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Daniel Radcliffe lleva a cabo un tour de force digno de ser considerado. Consigue hacernos olvidar que estamos viendo al niño de Harry Potter y se entrega a su personaje de Ig Perrish a tumba abierta. Sobra decir que, desde el momento en que le emergen los cuernos y comienza asimilar el poder que estos tienen, su actuación sube enteros de forma exponencial. ¡Ojo! al juego que dan dichos “cuernos” (y a su extraña relación con los troncos de madera) puesto que todo aquel que se encuentra con Ig no puede contener la irremediable tentación de confesarse ante él… y no precisamente de sus buenas intenciones.

Juno Temple es Merrin. Su personaje pasa por una gran cantidad de estados de ánimos. Además está presente en el metraje mediante los flashbacks vistos desde el punto de vista de diferentes personajes. Aja ha sabido dotar de un halo angelical a Temple y esta de llevar a cabo una interpretación que se ajusta perfectamente a Merrin. La actriz recrea a una chica por la que un joven como Ig podría vender su alma.

Por su parte, Joe Anderson es otro de los personajes realmente interesantes del film. Interpreta a Terry, el hermano mayor de Iggy, un músico de gran éxito que ha seguido los pasos de su padre (James Remar). A priori, Terry es el hijo perfecto, pero ni mucho menos.

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Max Minghella como Lee es uno de los papeles que más me chirrían del reparto. Realmente es un personaje desconcertante que según le va interesando a la historia actúa de una manera u otra. No ayuda la pose de Minghella paseándose como dormido por la pantalla. En una especie de papel invitado encontramos a Heather Graham como la camarera de la cafetería donde fue vista por última vez Merrin. Sin entrar en destripes, ojo a su última escena en el film.

La veteranía del casting va para una recuperada Kathleen Quinlan como la madre de Ig. Brutal y demoledora su reveladora confesión a Ig cuando acude a ella aturdido por su nuevo don. También tenemos al gran James Remar como el padre, un músico de éxito, rico y poderoso en la ciudad que hará todo lo que pueda por salvar a su hijo. Por último, el no menos grande David Morse, todo un actorazo secundario, aquí da vida a Dale Williams, el inconsolable progenitor de Merrin. Inenarrables son sus momentos escopeta en mano.

“Pídele a Dios que te perdone…”.
“¡Le pediré al Diablo que castigue al hijo de puta que la mató!” (Ig Perrish)

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En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de Horns, una cinta única y exagerada que no se parece en nada a cómo quisieron venderla. Es un film diferente. Aja se desmarca con ella como uno de los cineastas más interesantes de los últimos años. Negrísimo y, durante muchos momentos, notable film. Su gore (tan Aja) provocará una mueca de asombro por valentía y carcajada por inesperado.

Tráiler de Horns

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