Ejecutor
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Uno nunca encuentra suficientes adjetivos cuando se planta delante de una película como esta. En 1985 Arnie ya nos había regalado una joya del cine de acción como ‘Commando’ (Mark L. Lester) marcando el inicio de una nueva era. Apenas un año más tarde llegaba a nuestras pantallas esta otra película. Una cinta no tan memorable y desde luego mucho menos pulida. Sin embargo, en sí misma es un producto que ningún amante del cine de acción ochentero debería dejar pasar. Hoy hablamos de ‘Ejecutor’.

“¿Quién crees que soy?… ¿Harry el Sucio?” (Kaminsky)

Crítica de Ejecutor

‘Ejecutor’ comienza con unos mafiosos asaltando la casa en la que el FBI custodia a un testigo que ha de declarar contra Patrovita. Es el inicio de lo que será una digna muestra del cine de serie-B de los ochenta. A diferencia de las anteriores películas de Arnie, aquí nos damos cuenta desde el principio que nos encontramos ante lo que me gusta llamar un subproducto de transición. Es decir, una de esas películas que las estrellas hacen entre éxito y éxito. Unas cintas para pagar las facturas y que, pese a ser cojonudas, están plagadas de detalles cutres. Pero a lo que vamos, si hay un protagonista en esta película es la violencia y la acción, en ocasiones hechas más con el corazón que con el talento, pero llevadas a cabo por un actor que deja su huella personal.

A primeras de cambio, y para introducirnos al personaje de Arnie, podemos contemplar una persecución implacable en la que nuestro cachas favorito persigue a un chorizo de poca monta que se disfraza de poli para estafar a turistas. Este es uno de los casos que ha de currarse nuestro Sheriff y que explica porque quiere regresar al FBI cuanto antes. En casa le espera su mujer, lejos de ser una maciza cariñosa y rompe cinturas, resulta una tipa alcohólica que se despacha con diálogos surrealistas sobre tartas y mierdas de vacas.

Es entonces cuando llega la llamada de Harry para ofrecerle la oportunidad de olvidarse de todo ese ambiente. Lógicamente, Kaminsky acepta presionado por su mujer que está hasta las narices de vivir en el pueblucho. Para poder infiltrarse en la banda de Patrovita, Kaminsky tiene que morir. Y claro ¡lo hace a lo grande! volando una refinería llena de barriles de petróleo. A partir de ahí pasa a llamarse Brenner, y gracias a su solvencia repartiendo estopa se gana la confianza de los mafiosotes que le aceptan como uno de los suyos.

El personaje de Arnold Schwarzenegger está bien trabajado, pero son evidentes sus carencias. Arnold todavía tenía mucho que aprender. Por su parte, los personajes malos son muy planos. Su única función es caernos lo peor posible para que cuando mueran esbocemos una sonrisa. Por otro lado, Kathryn Harrold, actriz mediocre de entorno televisivo, interpreta a Monique, una bailarina de striptease bastante ordinaria que acompaña a Arnie a lo largo de su aventura con la mafia. El resto del elenco tampoco son nada del otro mundo, teniendo en cuenta el bajo presupuesto de la cinta y sus bajas pretensiones. No obstante, mencionar a Ed Lauter como un policía que sigue la pista de las andanzas de Brenner. También digno de ser recordado es Robert Davi como su rival más directo en la organización mafiosa, Max Keller.

Es interesante notar que, en esta película (al igual que en otras de la época), asistimos a un misterioso fenómeno que llamaremos Efecto de Explosión Instantánea. Y es que todo vehículo que choca o cae termina por ¡explotar!… algo típico de los ochenta. También es notable ese aroma filo fascista añejo que tanto nos gusta y con un mensaje inequívoco que captamos desde el principio. Es decir, el sistema es una mierda y si no repartes justicia tú, ¿Quién lo hará? Y vaya si lo hace, el amigo Arnie se muestra sutil durante la mayor parte del metraje, liquidando en contadas ocasiones a algún que otro facineroso, pero llegado el final se desata el infierno…

En la recta final de la película asistimos a un espectáculo devastador. En el clímax se reparte plomo sin piedad diezmando considerablemente la población mafiosa de la ciudad. Kaminsky primero se saca de la chistera una bolsa llena de armas y un descapotable. A continuación, se calza una chupa de cuero que ríete de «Terminator« y se dirige a una zona en obras donde se encuentran reunidos los mafiosos y hasta el apuntador…

Es entonces cuando comprendemos porque Arnie es la máquina de matar perfecta… Conduciendo su descapotable a toda leche, escuchando el «(I Can’t Get No) Satisfaction» de los Rolling Stones y con la mirada puesta al frente, se limita a disparar a derecha e izquierda sin apuntar y lo que es más interesante, ¡sin apenas recargar! Los malos van cayendo a diestro y siniestro. Finalmente, para completar la faena se dirige a chiqueros con el fin de dar el puyazo final a la organización. Allí están escondidos los máximos gerifaltes.

«Dimite o serás juzgado» (Kaminsky)

Conclusión.
Finalizo esta crítica de Ejecutor, un film que cuando lo vemos hemos de ser conscientes de lo que vamos a ver. Un subproducto de los ochenta. Una cinta con dosis de acción más que suficientes que cumplen el cometido de mantenernos frente a la pantalla. Amén de sus buenas frases lapidarias de esas que tanto nos gustan. No hay duda de que hay fallos, detalles cutres y momentos surrealistas. Sin embargo, y a fin de cuentas, no estamos ante una película pretenciosa. Como nunca me cansaré de decir: hay películas que engañan y otras que no. Esta es de las segundas, y si bien no es un peliculón ni está a la altura de otras películas de Arnold Schwarzenegger, creo que merece la pena echarle un vistazo y disfrutar de ella.

Tráiler de Ejecutor

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