Transformers: La venganza de los caídos
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Cuando pensábamos que Michael Bay había tocado techo y ya no podía ofrecernos un espectáculo superior al exhibido en la primera película de Transformers, con esta abrumadora segunda entrega demostró con creces que nos equivocábamos por completo. El mediático realizador se superó a sí mismo deleitándonos con una secuela realmente asombrosa y ultra-dinámica que elevó a la enésima potencia lo experimentado en el primer film: más acción, más y mejores efectos especiales, más espectáculo, más robots y, en definitiva, más diversión para un blockbuster de visionado obligado que nadie debería de pasar por alto. De todo ello os hablo a continuación en la crítica de Transformers: La venganza de los caídos.

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Crítica de Transformers: La venganza de los caídos

En algún momento he manifestado el respeto y la gran admiración que le tengo a Michael Bay y a su forma de entender el cine, pero lo que logró en su momento con ‘Transformers. La venganza de los caídos’ superó ampliamente incluso mis expectativas más optimistas, aunque antes de entrar a valorar este estupendo espectáculo pirotécnico me gustaría romper una lanza a favor de un director duramente criticado y, en ocasiones, de un modo injusto y poco objetivo.

Este realizador de origen californiano ha conseguido dotar a sus producciones de un carácter propio inigualable e inconfundible, hasta tal punto que incluso ha logrado crear, quizás de una manera un tanto inconsciente, una especie de «subgénero» bien identificado y definido: el género «cine de Michael Bay»; sinónimo incuestionable de acción a raudales, explosiones atronadoras, entretenimiento y espectáculo asegurados y, por supuesto, pocas pretensiones, nulas complejidades y mucha diversión. Porque oigan… no todo lo que rodea el mundo del cine debe ceñirse a la crítica social o al drama personal. Las películas llamadas «palomiteras» y los productos enfocados exclusivamente a ofrecer un entretenimiento nítido y directo también deben de formar parte de este mundillo, y si son filmados con el buen pulso y el frenético ritmo al que nos tiene acostumbrados Michael Bay, mejor que mejor.

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Obviamente su estilo arrollador y característico ha llamado durante décadas la atención de numerosos «artesanos» que han intentado reproducir sus métodos con mayor o menos fortuna. Realizadores como Roland Emmerich y sus continuas superproducciones de contexto catastrófico, las cuales tienen muchos puntos en común con el peculiar estilo del director de Armageddon’; o incluso McG con su cuarta entrega de la saga Terminator, cuyas brillantes escenas de acción nos recordaban, por momentos, a las filmadas por el mejor Michael Bay, aunque siempre sin alcanzar resultados tan sumamente espectaculares y, por qué no, apoteósicos como los que suele brindarnos el artífice deLa Roca’ (de largo, su mejor película).

Michael Bay, que conoció su origen en el sector de los videoclips, se ha convertido en un auténtico «autor» capaz de manejar como nadie enormes presupuestos y de plasmar en pantalla con una soltura pasmosa secuencias grandiosas capaces de asombrar incluso al espectador con más parsimonia. A pesar de todo, sus detractores sostienen que con tales cantidades de dinero cualquiera podría rodar algo tan genial o más que lo que nos ofrece Bay. Pero la maestría y brillantez a la hora de reflejar en pantalla en su máximo esplendor exageradas y gigantescas escenas de acción coordinadas al milímetro, así como el lustroso aspecto visual que es capaz de impregnar en sus películas, no sólo se consigue con presupuesto y montañas de dinero, sino también con talento. Y en este campo del espectáculo Michael Bay es simplemente el mejor, a pesar de sus defectos y manías.

Pese a ello, se trata de uno de los pocos directores que son capaces de no defraudar al público, quizás porque siempre nos ofrece lo mismo pero elevando considerablemente de una producción a otra tanto el factor acción como el despliegue técnico / logístico de sus films, no dando cabida alguna a la decepción y ni mucho menos al aburrimiento. Este fue el caso de ‘Transformers. La venganza de los caídos’, cinta con la que volvió a demostrar el por qué se ha ganado con total merecimiento un lugar en el olimpo de Hollywood. Lo cierto es que con la esperada secuela del enorme éxito ‘Transformers’ volvió a dar una auténtica lección de cine espectáculo y de lo que debe ser un producto veraniego de verdadero entretenimiento. ¿Nos encontramos entonces ante una película ampliamente superior a su predecesora? Pues en rasgos generales posiblemente sí, aunque quizás lo más idóneo sería afirmar que la película es prácticamente igual que la primera entrega sólo que el triple de frenética y el triple de espectacular.

Más concretamente: el film se define como una auténtica montaña rusa de acción por doquier bastante bien repartida a lo largo de su (muy excesivo) metraje; una consecución de disparos, bombardeos y golpes de sonido ensordecedores; una ensalada de increíbles efectos infográficos y, sobre todo, un cocktail de batallas y combates que nos mantendrán pegados al sofá durante las dos horas y media largas de proyección. Esto es justo lo que esperábamos y justo lo que nos encontramos. Todo lo que se nos mostró en ‘Transformers’ sólo que elevado al cubo, lo cual ya es mucho decir. De hecho, el cúmulo de soberbias escenas de destrucción así como la intensidad abrumadora del relato fue de tal calibre que incluso es necesario «resetear» nuestra cabeza para asimilar por completo todo lo que se puede apreciar en pantalla.

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Si parte de la primera película servía básicamente para presentarnos los personajes así como para narrar sus orígenes, en ‘Transformers. La venganza de los caídos’ asistimos descaradamente a un desmelenado festín de fuegos artificiales que por momentos deja sin aliento, siendo los auténticos protagonistas de la función los propios Transformers y relegando a un segundo plano a los humanos, los cuales básicamente sirven de relleno, incluyendo al omnipresente ejército de los EEUU.

Es obvio que el factor sorpresa disminuye en relación con la primera película, pero esto queda totalmente compensado gracias a una cadena de combates entre máquinas que tendrán lugar alrededor del mundo y que resultan verdaderamente impresionantes y épicos, convirtiendo el film en un vehículo de entretenimiento prácticamente perfecto y por momentos sobresaliente. También hemos de puntualizar que el realizador afirmó en ciertas entrevistas que el film iba a ser ligeramente más oscuro que el anterior, y razón no le faltaba. En este aspecto se aprecia cierta predisposición por ofrecer contadas gotas de «violencia» y agresividad en todas y cada una de las batallas entre los robots extraterrestres: torsos bruscamente atravesados por los enormes puños de las máquinas, Decepticons literalmente partidos por la mitad y separados de sus espinas dorsales, y caras destrozadas y amputaciones de miembros metálicos a mansalva en primer plano. Una verdadera delicia. Lástima que los Transformers no puedan sangrar (aunque son capaces de escupir y de derrochar borbotones de gasolina de sus «heridas») porque sin lugar a dudas nos encontraríamos ante un film netamente «gore», sobre todo a tenor de la brutalidad y fiereza con la que lucha un Optimus Prime cuya presencia en pantalla aún pone el vello de punta.

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Por otra parte, esta buena segunda entrega mejoró considerablemente a su antecesora en el campo de los efectos visuales, por no hablar de los increíbles procesos de «acoplamiento» y transformación de las máquinas, los cuales se aprecian con más nitidez y menos complejidad y confusión que los del primer film. Atención a la secuencia de transformación del sobrecogedor Devastator, una inmensa máquina de destrucción formada por seis Constructicons.

Es bien cierto que los efectos especiales de la primera película ya alcanzaban elevadas cotas de realismo, pero en este film la interacción entre humanos-máquinas en un mismo espacio resultó mucho más realista y creíble, también quizás porque Bay dotó a sus personajes digitales de mucha más personalidad y presencia en pantalla (sensacionales todos los Transformers, especialmente Optimus, Megatron y The Fallen), anulando incluso por goleada a muchos de los actores de carne y hueso de la película. Unos intérpretes que no pasarán precisamente a la historia por sus actuaciones, especialmente Megan Fox, sin lugar a dudas, una de las mujeres más atractivas sobre la faz de la Tierra pero también una de las peores actrices de los últimos tiempos. Caso diferente es el de Shia LaBeouf (el cual tuvo que rodar parte del film con una mano seriamente afectada por un accidente de tráfico) y John Turturro, ambos bastante eficientes (sobre todo el segundo de ellos) en sus respectivos papeles, aunque esto tampoco es mucho decir.

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Realmente hacía tiempo que un film no me hacía disfrutar de tanta devastación repartida a lo largo de localizaciones tan dispares y bellas como París, Egipto, Jordania o San Diego. De hecho, la acción trepidante comienza ya desde el primer minuto de metraje y se extiende a través de paisajes tan diferentes como ciudades, bosques o desiertos. Toda una epopeya épica que sumerge al espectador en mitad de una auténtica guerra filmada, para sorpresa de muchos, de un modo más «calmado» (entre comillas) y sin abusar de esos continuos cambios de plano cada dos décimas de segundo, de tal modo que este tipo de secuencias no se hacen tan confusas y difíciles de captar como algunas de las del primer film, donde directamente era imposible apreciar lo que sucedía en pantalla. Todo un logro si tenemos en cuenta que uno de los puntos débiles (y justamente criticables) del Michael Bay era precisamente su epiléptico manejo de la cámara.

Respecto al guión, sabemos sobradamente que esta película no pretende cambiar la vida de nadie a base de connotaciones moralistas ni mensajes reflexivos, por lo tanto no merece excesivamente la pena quejarse de un libreto que, como suele ser lo habitual en los productos de Michael Bay, fue bastante plano.

Pero en esta crítica de Transformers: La venganza de los caídos también hay que señalar defectos. Dejando de lado la escasa fidelidad con respecto a la serie original (aún duele a la vista el ver esos automóviles tuneados y a un Optimus Prime que parece directamente sacado de «la saga Fast & Furious»), si hay algo que realmente podamos reprochar al film fue cierto exceso de metraje, así como de elementos excesivamente humorísticos. Por una parte, la cinta resultó demasiado larga, aunque no podía ser de otro modo ya que de lo contrario no tendrían cabida en la misma tantísimos elementos y personajes. Pero curiosamente este exceso de duración estuvo directamente relacionado con la inclusión de ciertas escenas totalmente prescindibles y absurdas que no aportaron nada y que no hicieron sino chupar metraje. Me refiero concretamente a varias secuencias «cómicas» protagonizadas por la familia Witwicky y que sobran a todas luces. No obstante, e independientemente de estos momentos totalmente prescindibles, la inclusión del factor humorístico en la cinta no resultó excesivamente grave, ya que Transformers siempre ha sido un producto (serie y cómic) orientado básicamente a un público principalmente joven, así que la inclusión de este elemento tampoco supuso un cambio verdaderamente sustancial que terminase por lastrar el resultado final del film. Incluso, por instantes, dicha «parodia» llegó a funcionar, sobre todo en aquellas secuencias de humor protagonizadas por dos pequeños Transformers gemelos que no cesaron de pegarse guantazos y de discutir a lo largo de toda la aventura.

Realmente Michael Bay rodó la película más grande (que no la más buena) de toda su carrera hasta esa fecha, y que no quepa la menor duda de que el film merece la pena. Algunas de las secuencias clave de la cinta fueron filmadas en IMAX, lo que le otorgó al film un plus de calidad e impacto visual. Finalmente, el realizador sorprendió a propios y extraños afirmando en su momento que se estaba planteando seriamente el no rodar ‘Transformers 3’ debido al cansancio tanto físico como emocional que provocaba el rodaje de un film de estas dimensiones estratosféricas, además de verse totalmente hastiado de tanta crítica negativa. Bay se había propuesto encauzar su carrera por otros derroteros y hacer algo diferente a todo lo que había filmado anteriormente. Afortunadamente eso no sucedió y el cine «espectáculo» siguió contando con él.

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En resumidas cuentas.
Película ideada exclusivamente para pasar dos horas y media de acción constante, especialmente durante los primeros cuarenta minutos y los últimos treinta: una verdadera sobredosis de acción y pirotecnia. No existe en nuestros días un director capaz de ofrecer un evento de tal calibre en la gran pantalla, y con ‘Transformers. La venganza de los caídos’ Michael Bay puso alto un listón que sería difícil de superar. La película de define básicamente como un cúmulo de escenarios para el recuerdo, multitud de robots que inundan la pantalla, brutales y geniales batallas Bien vs. Mal, y bastantes dosis de cachondeo absurdo que no siempre es bien acogido por el espectador. Esto sumado a unos efectos especiales abrumadores y a un argumento algo más interesante que el de su predecesora, dio como resultado un producto altamente recomendable que nadie debería de obviar.

Tráiler de Transformers: La venganza de los caídos

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