Espartaco
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¿Quién no ha disfrutado en su infancia de películas como ‘Quo Vadis’ o ‘Ben-Hur’? El llamado «cine de romanos» o peplum está fuertemente arraigado en la mayoría de nosotros. Además cuenta con obras maestras como ‘Julio César’ o ‘Cleopatra’. Sin embargo, hay una película que me marcó más que las otras. Una historia épica y romántica acerca de la libertad, el orgullo y la dignidad. Su historia también nos muestra la lucha de un esclavo por obtener aquello que más ansía. En definitiva, una película que esconde mucho más de lo que a simple vista pudiera parecer. Es hora de romper las cadenas y ponernos al lado de… ‘Espartaco’.

«¡Yo soy Espartaco!».

Crítica de Espartaco

Los cincuenta habían sido escenario de profundos cambios en el cine. La televisión se había convertido en una enemiga, mantenía a la gente en el sillón y alejada de las salas. La solución era ofrecer espectáculos épicos y grandiosos como Ben Hur’ (William Wyler, 1959) o Los diez Mandamientos’ (Cecil B. DeMille, 1956). Películas que volvieron a poner de moda el cine histórico. Cuando se anunció que Kirk Douglas iba a realizar una película acerca de la vida de un esclavo tracio se levantó una gran expectación. Esto fue a más cuando se supo que Dalton Trumbo, en la lista negra por sus simpatías con el comunismo, iba a encargarse del guión. Basada en un libro de Howard Fast, el film prometía ser épico. Sin embargo, despertaba recelos debido al excesivo romanticismo con que Douglas había impregnado su anterior película, Los vikingos’ (Richard Fleischer, 1958).

Para la dirección se contó con Anthony Mann, que rodó principalmente las escenas de la escuela de gladiadores. Por diferencias irreconciliables, probablemente relacionadas con la lucha de egos del reparto, abandonó el proyecto. Entonces se llamó a Stanley Kubrick, un joven director que ya había destacado en Senderos de gloria’ (1957). El resultado es una película que se ve recompensada por la agilidad narrativa y el sello del director, sobre todo en las escenas de batallas. Aún así, hay que decir que Kubrick nunca llegó a estar contento con esta película. Incluso la consideró un fracaso en su carrera. Por una banda porque se limitó a completar el trabajo iniciado por Mann. Por otra porque no tuvo la libertad creativa que hubiera deseado, esto le impidió realizar una obra mucho más personal. De haber gozado de carta blanca es muy probable que hubiera logrado una película aún mejor.

Por su parte, Kirk Douglas realiza una magnífica interpretación, una de las más memorables de su carrera. Douglas interpreta a Espartaco con la emotividad y pasión acostumbradas en él. También mantiene cierto heroísmo incluso en los momentos más trágicos. A su innegable talento como actor hemos de sumar un portentoso físico. Un cuerpo que pone al servicio del personaje, dotándolo de una credibilidad que la mayoría de actores cachas del momento no tienen.

Además, Douglas era listo. Como protagonista se supo arropar de un plantel de actores de lujo que no hacen más que aumentar la calidad del film. Por ejemplo, es muy destacable la labor de Laurence Olivier como el ambicioso senador romano Craso. También la de Charles Laughton como Graco. Tampoco podemos olvidar el tono dulce, casi virginal, con que Jean Simmons dota a Varinia, la mujer de la que Espartaco se enamora perdidamente. Aunque por encima de todos tenemos a Peter Ustinov. El artista inglés nos ofrece a un inolvidable tratante de esclavos. Ustinov confirmó, una vez más, que los papeles dramáticos con tintes cómicos se le daban muy bien. Ya había estado nominado por su espléndida interpretación de Nerón en Quo Vadis’ (Mervyn LeRoy, 1951), pero sería en esta ocasión cuando conseguiría el Oscar al mejor actor de reparto.

Los personajes de Julio César y Antonino, interpretados por John Gavin y Tony Curtis respectivamente, cumplen correctamente con su cometido. No obstante, hay que recordar que la censura dio tijeretazo a algunas escenas. Esto pudo ser por su tono político o por las connotaciones sexuales que pudieran tener. Un ejemplo de ello es la escena del baño, donde Craso confiesa a Antonino su bisexualidad de forma sutil mediante un ingenioso discurso. Afortunadamente todas esas escenas censuradas fueron añadidas al metraje en la versión restaurada de 1991.

Aunque esta película está basada en la historia real de Espartaco hay numerosas licencias. Estas licencias son tanto históricas como en cuanto a ciertos personajes. Tal es el caso de Marcelo, el instructor de gladiadores, de cuya existencia no se tiene ninguna noticia. O Graco, que es incluido sólo para representar la escasa decencia que aún queda entre los más poderosos.

La carga ideológica de esta película radica fundamentalmente en una reivindicación de la libertad. En este caso focalizada en la figura de Espartaco, un hombre orgulloso y tenaz que no duda en arriesgarlo todo con la única finalidad de ser libre. En cierta forma se nos presenta como un Mesías redentor que asume el papel de padre de todos los oprimidos. Esto se acentúa con el final que, aunque históricamente incorrecto, sirve a tal propósito.

Por otro lado, tampoco hemos de olvidar que en los tiempos en que se realizó esta película estaba en boga la lucha por los derechos civiles de los negros. Así pues, podemos vislumbrar cierta alegoría en la figura y circunstancias que rodean al gladiador nubio Draba, interpretado por Woody Strode. Y si hablamos de los estándares de la época, a diferencia de otras películas, Dalton Trumbo busca liberarse de ataduras morales y religiosas. Un ejemplo patente sería la homoerótica que trasciende de ciertas escenas, como la que antes comentaba del baño.

Quizás uno de los aspectos más interesantes de ‘Espartaco’ sea su tratamiento político y social. La película nos habla de revolución y refleja con total claridad la decadencia de las clases más pudientes. Todo en detrimento de unos esclavos que se nos presentan como individuos moralmente superiores. Aquí entraría la figura de Varinia. Ella representa todo aquello que, junto con la libertad, no puede ser comprado. Hablo de la honradez y la dignidad, quizás en un claro mensaje a la clase política.

Tenemos también una crítica encubierta a la sociedad norteamericana a través de Léntulo Batiato. Una sociedad retratada como puritana, ambiciosa y sumamente capitalista. También podemos ver similitudes entre la figura de Craso, un integrista patriótico de moral corrupta, con el mismísimo senador McCarthy. Ya siendo un poco más rebuscados, y teniendo en cuenta el conflicto de Estados Unidos con Corea, es posible establecer una analogía entre la destitución del senador Glabro y la de MacArthur. En fin, esta es una película que, tras una cortina de espectáculo y entretenimiento, oculta un claro mensaje.

En la producción no se escatimó en gastos. Tanto los exteriores como los decorados plasman a la perfección la Roma de hace dos mil años. Desde la escuela de gladiadores al campamento de Espartaco, pasando por la majestuosa capital del imperio y el interior de los edificios. Las escenas de batallas son también un punto importante a destacar. Están rodadas con claridad para que el espectador no se pierda ningún detalle. Esto es algo que suele echarse de menos en un cine actual donde predominan los planos cortos y los cambios de cámara vertiginosos. Ver a las legiones maniobrando y formando por el campo de batalla es un espectáculo. En la era de la digitalización, este tipo de películas pudieran parecer anticuadas en algunos aspectos, pero el resultado no tiene nada que envidiar a lo que podemos ver en films más recientes como Gladiator (Ridley Scott, 2000).

Alex North compuso la banda sonora. Incluyendo esta película, ya había sido nominado al Oscar por films como Un tranvía llamado deseo’ (Elia Kazan, 1951) o ‘Muerte de un viajante’ (Laslo Benedek, 1951). Aquí nos ofrece un trabajo memorable, especialmente el tema que pone música al amor entre Espartaco y Varinia.

«Cuando un hombre libre muere, pierde el placer de la vida. Un esclavo pierde su sufrimiento. La muerte es la única libertad que conoce el esclavo. Es por eso que no la teme. Es por eso que venceremos» (Espartaco)

Conclusión.
Es difícil añadir nada más a esta crítica de Espartaco. Cuando uno ve por primera vez esta película se da cuenta de que es cine del que ya no se hace. No sólo en la factura sino también en los ideales que lo imbuyen. El film posee un claro sustrato humano y una feroz crítica social. Esta es una película de valores y, sobre todo, de sentimientos. La emotividad que rodea a los esclavos, su obstinación por hallar la libertad y la certeza de que su vida no puede tener un final feliz son una tragedia que, curiosamente, al final nos deja una grata sensación de optimismo y esperanza. Todo aquel que quiera disfrutar de una película de romanos conmovedora, espectacular e interpretada de forma magistral que no busque más. ‘Espartaco’ es cine en estado puro y sería imperdonable no aceptar lo que tiene que ofrecernos.

Tráiler de Espartaco

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