El último hombre
Comparte con tus amigos










Enviar

«Estaba cruzando Tejas de camino hacia Méjico. Necesitaba esconderme por algún tiempo. Había pasado la mayor parte de mi vida huyendo de la Ley. Borracho o sereno no tenía ninguna queja, a pesar de haberme manchado las manos por el camino…». Walter Hill presenta a Bruce Willis como ‘El último hombre’.

«Yo había visto gánsteres auténticos y estos tipos distaban mucho de serlo» (John Smith)

Crítica de El último hombre

Walter Hill adapta, a su manera, el film ‘Yojimbo’ del año 1961 dirigido por Akira Kurosawa. Film del que pocos años más tarde el propio Sergio Leone rodaría también su propia versión en su película de 1964 titulada: Por un puñado de dólares’, con el mítico Clint Eastwood como protagonista principal durante su periplo europeo. Y lo que Hill nos regala con esta adaptación es una absoluta y total muestra de cine viril y de acción. Un cojonudo western moderno con tintes de cine negro y acción por un tubo. Una cinta protagonizada por un Bruce Willis en estado de gracia. Todo lo que se le pagase por dar vida a John Smith en esta película me parece poco. Me saco el sombrero y saludo a Hill y a Willis.

Cuando uno ve una película cuyo director es Walter Hill la identifica enseguida. La práctica totalidad de sus cintas llevan su firma. Una firma que es inconfundible y que responde a un tratamiento antológico de las escenas violentas y la acción. Hill es un especialista en esto. Digamos que es el heredero legítimo del genial Sam Peckinpah, que fue otro Maestro a la hora de retratar la violencia en el cine. De esta forma, y como no podía ser de otra manera, ‘El último hombre’ está salpicada de excelentes secuencias de masacres y matanzas varias.

«Fue una masacre. No puedo decir que sintiera sus muertes… Pero sí que fue una manera muy cruda de palmarla» (John Smith)

En las referidas secuencias los gánsteres americanos e italianos de las bandas de Doyle y Strozzi caen como moscas ante los colts de un John Smith que, como Lucky Luke, es más rápido que su propia sombra. Esto es algo que queda claro en su magistral secuencia de presentación en Jericho. Smith se enfrenta en duelo a muerte a Finn, el mejor pistolero de Doyle. Bien, pues nada más fulminarlo, y antes de que el cuerpo de Finn toque suelo, Smith ya ha realizado una ráfaga de disparos de advertencia contra el resto de miembros de la banda de Doyle que presenciaban el duelo en un local privado. Escenas como esta son un disfrute bárbaro para los que amamos este tipo de cine. Un cine violento, crudo, sin concesiones, sin ordenadores y sin CGI.

Además, las cintas de Hill también destacan por sus durísimos diálogos. En su cine es muy habitual que los personajes escupan sentencias y frases durísimas y lapidarias. Y esta película que hoy nos ocupa no es una excepción. Toda ella es una bendita exageración en este aspecto. Así pues, casi todos los personajes escupen frases y sentencias con firmezas varias. Mención especial en este apartado para un John Smith que, al tiempo que va poniendo firme a todo lo que tenga vida y se mueva, nos va dejando unas buenas perlas. Todo ello contando con una narración en primera persona que nos va introduciendo en determinadas partes de la historia.

Siempre me cayeron mejor los pecadores que los santos. Ella estaba de muy buen ver, pero esperaba no volver a verla nunca más” (John Smith)

Finalmente, el director nacido en California dota al film de una excelente ambientación en ese polvoriento y caluroso pueblo de Jericho. Un lugar que parece evocar los desérticos pueblos y parajes de cintas como La muerte tenía un precio(Sergio Leone, 1965). Una ambientación que se transmite al propio espectador que sentirá en su propio cuerpo los efectos del calor y del polvo levantado por aquellos míticos coches de los locos años 20.

El apartado técnico de esta gran cinta lo cierra una durísima banda sonora de Ry Cooder, el compositor colaborador habitual de Walter Hill. Aquí tenemos unas partituras con un marcadísimo carácter y personalidad propia. Una BSO totalmente dura y ruda que identifica rápidamente al film por encima de otros. Es decir, es de esas músicas que al escucharlas ya reconoces de inmediato el título.

«Todo el mundo acaba pagando un precio. Sin excepciones. Incluso un desgraciado como yo» (John Smith)

Todos estaban mejor muertos”… Por un puñado de dólares.

Liderando el reparto tenemos a Bruce Willis como John Smith, un pistolero amoral que «vino al mundo sin conciencia«, tal y como él mismo afirma en un momento dado. Smith es duro, frío y más rápido que su propia sombra. Al llegar a Jericho ve la posibilidad de hacer dinero fácil cambiando continuamente de banda. Su único punto débil son las faldas de las mujeres por las que siente debilidad como Karina Lombard encarnando a la mestiza Felina «ganada» por Doyle. También siente placer por ellas, este es el caso de Leslie Mann, una prostituta local que ya dará los primeros avisos de su debilidad. Finalmente, por Lucy Kolinski (interpretada por Alexandra Powers) siente compasión e interés. Lucy es la novia de Strozzi y terminará por convertirse en su confidente particular.

Willis está soberbio y se luce especialmente y ¡de qué manera! en todos los tiroteos bien agradecidos por el anciano enterrador local. También destaca Willis poniendo firmes a los gánsteres, tanto italianos como americanos. Para ello emplea una retahíla de buenas frases perfectamente escogidas para cada instante y rival… A su lado destaca un actor tan solvente como William Sanderson interpretando a Joe, el propietario del bar-hotel que frecuentará John Smith en el pueblo. Ambos personajes se caerán bien y entablarán una cierta amistad que les hará ayudarse en los malos momentos.

Por su cuenta y riesgo va Bruce Dern sintiéndose muy cómodo como el Sheriff Ed Galt. Bueno, lo de Sheriff es un decir, ya que está comprado por ambas bandas y pasa de todo. Sólo espera a la jubilación y vivir con el dinero ganado de forma sucia dando la espalda a la placa que lleva en su pechera. En su oficina tiene a un tipo siniestro y callado llamado Bob (Ted Markland) que es de esos chivatos silenciosos que cuando te das la espalda te la clavan… ¡Ah! y atención también a cómo saborea el veterano actor Ken Jenkins sus pocos minutos en pantalla interpretando al Capitán Pickett de la policía de los EEUU. Pickett se presentará en Jericho amenazando con desatar el Apocalipsis de la Biblia.

Cuando le maten, será por unas faldas” (Sheriff Ed Galt)

Y ya en el bando de los malos tenemos a la banda de Doyle y a la de Strozzi. La primera está formada por mafiosos americanos y liderada por David Patrick Kelly como Doyle. Atención porque David Patrick Kelly está genial y recrea a un enano cabrón y loco por hacerse el dueño de Jericho. Un hombrecillo totalmente entregado a un amor enfermizo, comprado y no correspondido por parte de la ya anteriormente citada Karina Lombard como Felina. A sus órdenes encontramos como su mano derecha a Christopher Walken en el papel de Hickey. Este individuo es un inmisericorde asesino que lo mismo prende fuego a un orfanato con niños dentro que se cepilla con su ametralladora Thompson, en una cantina local de Méjico, a varios policías mejicanos sin pestañear.

Otros esbirros de Doyle más o menos destacados son los interpretados por Patrick Kilpatrick (Finn, el mejor pistolero de la banda), R.D. Call (McCool, un estúpido que no se entera casi de nada) y Tiny Ron (Jacko el gigante, un botarate enorme que no entra por las puertas y que suelta unas trompadas y puñadas demoledoras capaces de ponerle la cara como un mapa al propio Mike Tyson).

En la banda de Strozzi básicamente nos encontramos con Ned Eisenberg como Fredo Strozzi y con Michael Imperioli como su primo Giorgio Carmonte. Ambos dan vida, muy metidos en sus papeles, a dos gánsteres italianos despreciables cada uno a su modo y manera… El tal Fredo pasa por ser el jefe de la banda y, mientras presume de contactos con la mafia de Chicago, se dedica a tratar a su novia Lucy (la ya mencionada con anterioridad Alexandra Powers) como si fuera una cualquiera y a ponerle la mano encima cada vez que le replica. Y, por su parte, Giorgio no pasa de ser un gilipollas vestido con trajes caros y sueños de grandeza. Un mediocre que no sabe dónde tiene la mano derecha y dónde la izquierda. El pueblo le viene muy grande y no se ha enterado todavía de ello.

Yo no soy el mejor pistolero de Doyle. Sólo el mejor parido” (Hickey)

En conclusión.
Poco más puedo decir en esta conclusión que no haya dicho ya a lo largo de la crítica de El último hombre. Personalmente tengo muy claro que esta película es una destacadísima muesca del cine viril y de acción. Un verdadero y durísimo western moderno con tintes de cine negro que hará las delicias de los que somos seguidores del cine de Walter Hill.

-“No quiero morir en Tejas… Chicago a lo mejor, podemos empezar allí si quieres. ¿Tratarás de matarme?… Tal vez seas la clase de tío que le dispara a uno por la espalda” (Hickey)
-“He hecho cosas peores” (John Smith)

Curiosidades armamentísticas del film.
-Las pistolas que porta Bruce Willis son dos Colts M1911A1. Esta fue la pistola estándar del Ejército de los EEUU desde 1924 hasta 1985 en que fue sustituida por la conocida Beretta. Sin embargo, todavía hoy en día sigue en uso.
-El arma que exhibe con brutal eficacia el personaje de Christopher Walken es una Ametralladora Thompson de Tambor, inventada por el general de los EEUU John Taliaferro Thompson. Se puso muy de moda en los años 20. Destacaba por su alta capacidad balística (50 proyectiles por cargador). Por el contrario, presentaba un excesivo peso e inestabilidad en los disparos.
-En un momento del film William Sanderson dispara usando un 1848 Colt Walker, el más pesado revólver fabricado por Samuel Colt. Actualmente sigue siendo uno de los revólveres más deseables para cualquier colección de Colt.

Tráiler de El último hombre

Escucha nuestro podcast