La entrega
Bob es el barman de un pequeño y nostálgico bar, antes propiedad de su primo, Marv, y ahora en manos de la mafia. Una noche, al cierre, son atracados por dos encapuchados que, además del dinero de la caja, se llevan un buen pellizco de pasta propiedad de la mafia rusa y proveniente de las apuestas ilegales. Pronto la policía se pone tras la pista y Chovka, el hijo del cacique del lugar, hace acto de presencia para interrogar a Bob y Marv, de quienes desconfía, sobre todo de Marv. Mientras tanto, Bob adopta un pequeño perro que fue abandonado en un cubo de basura en la puerta de la casa de Nadia, una joven emigrante con la cual traba amistad. (Cineycine).
En el barrio de Brooklyn se mueve mucho dinero, pero no es la clase de dinero que se puede meter en un banco. Es un dinero procedente de las apuestas ilegales que pasa de mano en mano, sin saber de quién viene. Un dinero que, al final, acaba en un local al azar. Un local denominado “Bar-Caja” propiedad de la Mafia que es quien controla la ciudad. Mientras tanto, la vida no para en sus calles y el dinero nunca se detiene. Y nunca sabes cuándo te puede tocar a ti ser el responsable de cuidar… ‘La entrega’.
“Que no parezca que soy un gilipollas desesperado sin un plan” (Marv)
Crítica de La entrega
Dennis Lehane es el creador de las historias que dieron pie a films tan aplaudidos como ‘Mystic River’ (Clint Eastwood, 2003), ‘Adiós pequeña adiós’ (Ben Affleck, 2007) o ‘Shutter Island’ (Martin Scorsese, 2010). Ahora ve como una pequeña creación suya, titulada ‘Animal Rescue’, acaba de nuevo dando pie a un nuevo film. Un film mucho más modesto que las otras películas citadas, pero que lleva su sello característico. Me refiero a: personajes al borde de sus fuerzas, calles duras, vidas robadas,… en definitiva, historias verdaderas.
En ‘La entrega’ tenemos un guión sobrio puesto al servicio pleno de su magnífico elenco de actores y una ambientación magistral de Brooklyn. Un barrio que parece ser el purgatorio en vida de las almas perdidas. Todo aquel que pasea por sus semi-desérticas calles, o bien añora lo que un día fue y por “X” motivos perdió o dejó de ser, o se dedica a trabajar y beber. Mientras tanto, la mafia (rusos para más señas) parece haberse apoderado de la ciudad. Los que allí habitaban (los oriundos) o se doblegaron o murieron. Su vida y sus pertenencias les fueron arrebatadas y ahora viven de lo que otros les dejan… las migajas. ‘La entrega’ es una mirada a lo que quitar una vida representa. A un intento de redención. A la ambición. Y hasta dónde puede llegar un hombre cuando lo acorralan. ‘La entrega’ es buen cine.
En ese hábitat encontramos a personajes como Bob (Tom Hardy), un triste y simple barman que esconde algo en sus ojos. Marv (en otra magnética creación de James Gandolfini), el antiguo propietario del “Primo Bar”, un local que antes era suyo… hasta que un día se lo arrebataron y lo pusieron allí como el que cuelga un cuadro. Además, tenemos a mujeres heridas en alma y cuerpo como Nadia (Noomi Rapace). Y también a tipos como Eric Deeds (Matthias Schoenaerts) capaces de poner nervioso a cualquiera. Mientras la ley hace lo que puede… los chanchullos se suceden y las muertes y desapariciones están a la orden del día, pero apenas unos pocos parecen interesarse por ello. Uno de ellos es el Detective Torres (John Ortiz), aunque parece más preocupado por el cierre de su Iglesia que de restablecer el orden.
Hay que admitir que el cartel promocional de la película es un póster ganador con esa credencial tan poderosa que anuncia que estamos ante un guión de “El Creador” de ‘Mystic River’ o ‘Shutter Island’. Aunque, antes de nada, es conveniente recalcar que ‘La entrega’ no cuenta con un Clint Eastwood o un Martin Scorsese tras las cámaras, ni siquiera con un Ben Affleck. Aquí estamos ante el debut americano del director europeo Michaël R. Roskam, quien entrega un producto final desgarrador en su pozo dramático. Una cinta en la línea de films como ‘Infiltrados’ o ‘Promesas del este’, películas que seguro vio en su momento.
Casi podemos decir que, para lo que estamos acostumbrados hoy día cinematográficamente, ‘La entrega’ es cine de arte y ensayo. Un film que se toma su tiempo para presentar a los personajes y que no cuenta todo, sino que deja al espectador que termine las historias que afectan, o afectaron, de manera irreversible a sus protagonistas. Por lo menos es totalmente lo opuesto a los films de superhéroes.
Aquí tenemos a un grupo de perdedores que arrastran dolor, mucho dolor, y que huyen de su pasado. Estamos ante un pequeño estudio de personajes y almas heridas. Una cinta con apenas escenarios (casi la práctica totalidad del film se pasa en el bar) y, sobre todo, un largometraje de diálogos y actuaciones que sobresalen por encima de lo demás. Especialmente por cómo los intérpretes dan vida a lo escrito por Lehane. James Gandolfini está realmente brillante y se lleva casi todas las mejores líneas de diálogo. Atención a cómo compara el tener un perro con cuidar de un familiar enfermo, o a su demoledora perorata delante del televisor de su casa el día de la Superbowl. Por su parte, John Ortiz está en plan Colombo hispano. Observen cómo entremezcla temas banales con pesquisas policiales cuando interroga a Bob sobre el asalto al bar-caja que desata la trama.
Además de ecos evidentes al cine de James Gray, este film recuerda a esos pequeños estudios de personajes desesperados tan de los 90 como ‘El clan de los irlandeses’ (Phil Joanou y Michael Lee Barono, 1990) o ‘La trampa del caimán’ (Kevin Spacey, 1996). Mostrando lo que aquellas dos ya tenían, es decir: buenos diálogos, unos actores perfectamente elegidos y una atmósfera deprimente. Pero, sobre todo, al final, ‘La entrega’ es una mirada a la calle, a personas que, en apariencia, pueden resultar reales y reconocidas al público. Un vistazo a lo que pasa entre copas. Entre que vas y vuelves del trabajo.
Seguramente, cuando pase el tiempo, esta película será recordada por ser la película póstuma de James Gandolfini. Un film en el que el actor se rinde a sí mismo un bellísimo tributo. Aquí vemos a un Gandolfini que intenta ser un tipo duro pero no puede. En el fondo tiene sentimientos, aunque intente retraerlos, algo que los gánsters de Europa del este no tienen (atención a cómo son visualizados y cómo con apenas dos escenas son capaces de poner los pelos de punta). Es toda una delicia ver a Gandolfini en acción. Incluso su último plano merece ser recordado, no sólo por ser el último de su carrera, sino porque con un simple cerrar de ojos transmite toda una vida perdida.
Al lado de James Gandolfini se mueve sigilosamente y lento, muy lento, un Tom Hardy ya convertido en toda una estrella de Hollywood. Aquí da vida a Bob, un noble barman que adopta a un cachorro de pitbull sin saber bien cómo se cuida un perro. Su personaje acaba trabando una amistad con visos de ser algo más con Nadia, una Noomi Rapace siempre cargando a cuestas con el fenómeno ‘Millennium’ a sus espaldas. Por último, merece ser destacado John Ortiz en un papel relevante como un detective que intenta averiguar la verdad en torno a los personajes que van y vienen del bar. Algo que no será nada fácil, sobre todo porque todos en las calles de Brooklyn tienen algún motivo para que no se sepa.
En resumidas cuentas.
Finalizo esta crítica de La entrega afirmado que es uno de esos dramas cocidos a fuego lento, en crescendo, con actuaciones de alto nivel, diálogos que dicen mucho más que las imágenes y un marcado aura de tristeza. Pero, sobre todo, es una película puesta al servicio de la grandeza de James Gandolfini, un actor único e irrepetible.
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Viva James Gandolfini. D.E.P Maestro