Profundidad seis
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El año 1989 fue prolífero en lo que a películas de terror subacuático con monstruo marino se refiere. Todas innegablemente influenciadas por el éxito de ‘Alien’. Ese año nos llegarían propuestas más que interesantes y curiosas en clave de Serie B. Películas como ‘Leviathan’ y la presente: ‘Profundidad seis’. Película dirigida de manera suficientemente correcta por Sean S. Cunningham, el realizador del clásico de culto ‘Viernes 13’.

“¿Hay alguien a la escucha? ¿Hay alguien ahí? ¡Mayday, Mayday!”

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Crítica de Profundidad seis

Como todos ustedes ya sabrán, Alien, el octavo pasajero’ (Ridley Scott, 1979) fue la película que inspiró a multitud de productores. Gente con dinero que, ante la enorme repercusión mediática de aquel film, encontraron una ocasión única para sacar provecho del asunto. Por ello, financiaron un buen número de producciones claramente influenciadas por la cinta de Scott. No nos estamos refiriendo a aquellos plagios oportunistas o exploits italianos, sino a otro tipo de productos. Films, la mayoría de ellos encauzados bajo las directrices de la Serie B, que sustituyeron el espacio por el fondo oceánico. Y, salvo en algunos casos, también al alienígena por diversas criaturas de las profundidades. Aunque eso sí, manteniendo siempre una temática y contexto prácticamente idénticos.

Hablamos, por ejemplo, de esa ya mítica trilogía de películas subacuáticas que causaron verdadera sensación en la etapa dorada de los videoclubes y del fantástico más ochentero. Cintas todas ellas estrenadas en 1989 y cuyos títulos son: Abyss (James Cameron, 1989), Leviathan. El demonio del abismo (George P. Costamos, 1989) y el film que hoy reseñamos: Profundidad seis’ (Sean S. Cunningham, 1989). Estamos ante un curioso grupo de largometrajes que, junto con La grieta (Juan Piquer Simón, 1990), conformarían un póker irrechazable para los amantes del fantástico y terror subacuático. Un subgénero tan fascinante como poco explotado en el cine con la calidad que realmente merece…

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Manteniendo un poco al margen a la siempre inspiradora ‘Alien’, también se ha hablado mucho de que ‘Abyss’ fue la película que abrió la veda para la llegada de esa fiebre por el fantástico subacuático. Sin embargo, la realidad es bien distinta. La primera de estas tres producciones en filmarse y estrenarse fue, precisamente, ‘Profundidad seis’. A esta propuesta le seguiría el film de Costamos y, en último lugar, la cinta de Cameron. Por supuesto, no estamos aquí para discutir la incuestionable relevancia de ‘Abyss’ en el género de la ciencia ficción, pero sí que es cierto que tanto ‘Profundidad seis’ como ‘Leviathan’ merecen una recuperación inmediata.

En cualquier caso, no podemos ocultar que el mayor problema al que se tienen que enfrentar este tipo de películas es a la ausencia casi inevitable del factor sorpresa. Factor que brilla por su ausencia en estos sucedáneos acuáticos de Alien. Y ‘Profundidad seis’ es otro buen ejemplo de ello. A todo esto hay que añadir además un guion excesivamente previsible, poco imaginativo y, a ratos, incluso inocente. Es por ello que Sean S. Cunningham focalizó sus esfuerzos en dotar a su película con una ambientación y una atmósfera lo suficientemente eficaces como para procurar equilibrar las carencias tanto argumentales como presupuestarias. Estrategia muy utilizada en las Series B de la época y que, seamos honestos, solía funcionar relativamente bien.

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De este modo, ‘Profundidad seis’ es una película que, sin ofrecer algo verdaderamente nuevo, se sostiene por sí misma gracias a su premisa argumental. La trama, que si bien peca de rutinaria, resulta llamativa y curiosa manteniendo el interés del espectador hasta el final. Y esto es debido a sus eficientes dosis de claustrofobia y un clima ciertamente opresivo. Esta cerrada atmósfera merodea a lo largo y ancho de todo el metraje, siendo algo bien representado por los actores. Y todo pese a sus diálogos un tanto pueriles y comportamientos poco novedosos.

No olvidemos que la temática de un grupo de personas que tratan de sobrevivir a los ataques de una criatura desconocida, ya sea en el espacio exterior o en el interior de una base submarina, siempre ha sido un conjunto que ha dado mucho juego de cara a la gran pantalla. En este contexto, ‘Profundidad seis’ es un producto muy consciente de lo que puede ofrecer y se aprovecha correctamente de ello.

A todo lo anterior hemos de sumar un atrezo y unos decorados submarinos más que decentes. También hay un interesante diseño de producción a la altura de las Series B de la época. Y, claro, una espectacular criatura antediluviana con rasgos semi-artrópodos que ajustará cuentas, y de un modo bastante salvaje, a todos aquellos que han osado despertarla de su letargo. Precisamente, este monstruo fue diseñado por el especialista Chris Walas, el responsable de efectos especiales deLa mosca (David Cronenberg, 1986). La criatura, si bien es cierto que goza de poca presencia física al principio, luego, en el último tercio, podremos verla en todo su esplendor. Y resulta bastante más curiosa e imponente que el monstruo mutante de ‘Leviathan’.

Pero no todo son buenas noticias… el desliz más peligroso y grave de ‘Profundidad seis’, y que le hace perder enteros, es su ritmo. Cunningham y su guionista son los mayores artífices de un ritmo plagado de altibajos. Esto queda patente durante los dos tercios iniciales de metraje. En sus primeros cincuenta minutos el desarrollo de la trama se hace lento y demasiado pausado. Esto es provocado por ese repetitivo guion del que hablábamos anteriormente. Una trama plagada de instantes en los que no ocurre absolutamente nada… y cuando sucede algo el espectador ya lo ha visto venir de lejos debido a su evidente previsibilidad. En este sentido, la película se queda a medio camino por redundancia de situaciones poco sorprendentes hasta la aparición de la criatura. Afortunadamente, en el último acto el realizador consigue retomar el pulso con una media hora final plagada de buenos momentos…

En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de Profundidad seis, sin superior a otras propuestas de idéntica temática estrenadas ese mismo año, y pese a que la película tarda un poco en arrancar y su ritmo resulta bastante irregular, estamos ante un film que funciona correctamente gracias a la labor de Sean S. Cunningham a la hora de plasmar en pantalla ambientes ciertamente asfixiantes y claustrofóbicos. Una película en la que un espectacular, y menos risible de lo que se comenta, bicho marino decide devorar sin contemplaciones a toda la tripulación del DeepStar Six. Hecho este que nos dejará algunos de los momentos más recordados de las monster-movies ochenteras de bajo presupuesto.

Tráiler de Profundidad seis

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