Nivel 13
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Josef Rusnak desarrolló la historia de esta película a partir de la famosísima frase de Descartes: “Pienso, luego existo”. Esta mítica sentencia la acompañó de la adaptación de la novela ‘Simulacron-3’ escrita por Daniel Francis Galouye. El resultado de todo esto lo podemos ver subiendo al ‘Nivel 13’.

“Se dice: Bendita ignorancia… Y, por primera vez en mi vida, estoy de acuerdo. Ojalá no hubiera descubierto nunca la horrible verdad” (Hannon Fuller)

Crítica de Nivel 13

Estamos, sin duda alguna, ante la mejor y más importante película de Josef Rusnak. Hablamos de un realizador alemán que probó suerte con este film en Estados Unidos bajo la producción y tutela de Roland Emmerich con su sello Centropolis Entertainment. El propio Emmerich aconsejó a Rusnak en algunas decisiones estratégicas acerca de incluir o no determinadas escenas en el film. De hecho, el corte inicial se iba a los 120 minutos. Sin embargo, y pese a los consejos de Emmerich, ‘Nivel 13’ no funcionó en la taquilla norteamericana y la carrera de Rusnak se resintió totalmente. De aquí pasó a los directos a video y a las películas de segunda fila para televisión.

Y la verdad es que el fracaso de Rusnak fue una pena porque ‘Nivel 13’ es una auténtica joyita de la ciencia ficción y la realidad virtual. Quizás pesó mucho que su temática fuera ciertamente parecida a dos obras referenciales y de mucho más eco y calado. Me refiero a Dark City (Alex Proyas, 1998) y a la popularísimaMatrix (Lana y Lilly Wachowski, 1999). En cualquier caso, ‘The Thirteenth Floor’ tiene muy poco que envidiar a ambas cintas.

En la dirección, Rusnak lo apuesta todo al cuidado de los escenarios y la trama. Empezando con los escenarios, estamos ante lo que en esta casa definimos como “películas que usan el color para ambientar”. Aquí el color se usa de forma diferente según la acción transcurra en los años 90 o en 1937. En ambos casos en la ciudad de Los Ángeles. En los 90, destaca el uso del azul, los reflejos y el verde del láser para generar una ambientación ciertamente moderna. Por su parte, en 1937 se combina el color con el blanco y negro para conseguir un efecto claramente diferenciador y cálido.

Siguiendo con los escenarios, sobresale el cuidado puesto en la recreación de Los Ángeles del año 1937, y la elegancia y sofisticación del rascacielos de los años 90 donde trabajan los protagonistas. Y hablando de rascacielos, destacan las diferentes y hermosas tomas aéreas que Rusnak incorpora cómo dando la impresión de estar prisioneros en una ciudad de cristal… Sobre los efectos especiales decir que están puestos al servicio del film y los escenarios. Y no hay mucho que comentar sobre ellos. Son muy escasos por no decir casi nulos, sobre todo teniendo en cuenta el tipo de propuesta y aspiraciones. Lo máximo que veremos son: el láser verde de la máquina de transferencia, el túnel del viaje, el efecto de los ojos y el aspecto del “fin del mundo”. No hay nada más… y lo cierto es que Rusnak consigue que no echemos de menos más parafernalia visual.

Otro aspecto muy cuidado por Rusnak es la trama. Para empezar, el guión fue escrito por el propio director sobre el libro ‘Simulacron-3’, una novela escrita en 1964 por el visionario escritor norteamericano Daniel Francis Galouye. Naturalmente estamos ante una adaptación, pero se conserva la esencia de la máquina de simulaciones, los mundos virtuales y sus habitantes. Algunos de estos últimos cobrando conciencia de que tan sólo son “impulsos eléctricos” viviendo en una simulación… Lo interesante y atractivo del libreto es ir descubriendo toda la historia al mismo tiempo que lo va haciendo el protagonista principal: Douglas Hall. Y también muy atractiva es toda la atmósfera de thriller misterioso en el que no puede faltar un asesinato, un breve Macguffin (la carta), una misteriosa dama y un sabueso policía. Así pues, bien podemos decir que estamos ante un thriller de sci-fi con elementos típicos del cine negro.

La música es otro elemento que juega muy a favor del tono misterioso de la propuesta. La misma fue obra del austriaco Harald Kloser, otro amigo del anteriormente citado Roland Emmerich. Lo que importa en este apartado es que la partitura se mantiene en un elegante y discreto segundo plano acompañando con cuidado cada escena y escenario para rematar un producto impecable. Como curiosidad, en los títulos de crédito finales podemos escuchar el tema “Erase / Rewind” de The Cardigans, la famosa banda sueca formada en los años 90.

El reparto es otro apartado que puntúa muy alto con los protagonistas principales interpretando dos y hasta tres papeles en la misma trama. El protagonista principal es Craig Bierko interpretando, precisamente, tres roles: Douglas Hall, John Ferguson y David. Sólo comentaré como se desempeña en los dos primeros para evitar un destripe con el tercero. Pues bien, Berko es el único protagonista que mantiene su personalidad dando igual que interprete a Douglas Hall o a John Ferguson. Esto es así porque Douglas lo que hace es transferir su mente al avatar que sería John. En cualquier caso, el porte y seguridad con que Craig dota al primero lo hace desaparecer cuando se mete en su avatar. Ahí exhibe confusión y sorpresa por la perfecta realidad virtual de Los Ángeles en 1937.

Gretchen Mol también tiene un triple papel. Para empezar es Jane Fuller, una misteriosa dama que aparece ya iniciada la película. Jane se presenta como la millonaria hija de Hannon y parece querer ayudar a Douglas. En segundo lugar interpreta a Natasha Molinaro, una cajera despreocupada. Sobre su tercer papel tampoco diré nada para no hacer spoiler. Respecto a estos dos papeles decir que Gretchen brilla con luz propia y da en el clavo con los dos. Como Jane es toda elegancia, clasicismo y dulzura. La típica dama a la que te sientes obligado a abrirle la puerta. Y como Natasha es todo lo contrario… una chica de la calle cansada de trabajar como cajera.

Por su parte, Vincent D’Onofrio encarna a Jason Whitney y Jerry Ashton. El primero es un greñudo y friki ingeniero informático que es el principal controlador de la máquina de transferencia situada en el piso 13. Y el segundo es un sibilino camarero en el que no se puede confiar. En este doble papel, D’Onofrio me gusta más en su rol de Ashton porque le da manga ancha para soltarse el pelo (a pesar de lo que lleva bien peinado) y presenta más matices. Puede que sea un villano… pero es su indiscreción y curiosidad las que le llevan a actuar como tal al caer en la desesperación.

Armin Mueller-Stahl es el tercer intérprete en tener un triple papel. Da vida a Hannon Fuller, el librero Grierson y un tercer rol que tampoco voy a desvelar. Mueller-Stahl dota de un aire picaresco a Hannon Fuller y de pura amabilidad e inocencia a Grierson. Realmente llegas a sentir empatía por su personaje por la tranquilidad que transmite. Y, finalmente, Dennis Haysbert es el único miembro del elenco que sólo interpreta un papel: el del Detective Larry McBain. Y, realmente, no habrían podido elegir mejor actor para este rol. Haysbert entrega carisma y, especialmente, presencia. Características estas muy importantes para un agente de la Ley. Su personaje destaca por su perspicacia y la capacidad para dibujar mentalmente perfiles de las personas a las que interroga ahondando en ellos.

“El mundo era una fachada. No era real” (Jerry Ashton)

En conclusión.
Termino esta crítica de Nivel 13, una película que pasó y sigue pasando muy desapercibida al estar tapada por obras referenciales como ‘Dark City’ y ‘Matrix’. Sin embargo, es un film que desde aquí reivindico totalmente al considerarla una verdadera joya de los fascinantes mundos de la realidad virtual.

Tráiler de Nivel 13

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