Objetivo: Londres
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Millennium Films no falla en su cita anual con los amantes del cine de acción. Con un presupuesto con el que los grandes estudios no tendrían ni para pagar al reparto, Millennium rueda y estrena la secuela de su éxito de 2013, ‘Objetivo: La Casa Blanca’. Aquella cinta que fue capaz de tumbar al ‘Asalto al poder’ de Roland Emmerich, Channing Tatum y Jamie Foxx. Ahora es Gran Bretaña quien está en el punto de mira. Esto es… ‘Objetivo: Londres’.

“Lo que la gente como tú no entiende es que no somos un sólo hombre. No somos un ejército, ni una bandera… Nosotros, dentro de mil años, seguiremos estando aquí” (Mike Banning)

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Crítica de Objetivo: Londres

“Americanada, rancia, fascistoide, cine McDonalds”… Todos esos calificativos, y peores, son los que se llevó ‘Objetivo: Londres’ desde su estreno en nuestro país. Seguimos en lo mismo, los tiempos no cambian. Lo cierto es que el film protagonizado por Gerard Butler no engaña a nadie. Aquí tenemos menos de 100 minutos de pura evasión cinematográfica. Mike Banning (Butler), el otrora héroe caído, vuelve a reafirmarse como un anti-héroe reacio. Un hombre que hace lo que hace porque no hay nadie mejor para sustituirlo. Un tipo en la línea de iconos del cine de acción como John McClane.

Cierto es que ‘Objetivo: Londres’ tiene defectos, veamos algunos de ellos. Para empezar, y con el mapa en la mano, un londinense encontrará claros agujeros en las localizaciones y en cómo los personajes recorren la ciudad pasando de monumento en monumento al estilo del paso de Henry Cavill por Madrid en La fría luz del día’. Además, sus villanos no pasan del simple esbozo. Por si fuera poco, algunos representantes de los países europeos en el funeral del primer ministro son realmente de risa. Entre ellos están: “el francés”, chulo y presuntuoso. “El italiano” enamorando a treintañeras con tretas propias de Casanova. “El japonés” enfadado. Y, por último, “la alemana”, siempre dispuesta para la foto dejando que los niños se acercan a ella.

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Al margen de lo comentado anteriormente, la cinta produce ese “encanto” que es el que consigue que uno rápidamente se dé cuenta de que en ningún momento la película se toma en serio a sí misma. Así las cosas, se da al espectador acción por la acción sin tiempo para la reacción. Rápidamente se presenta un delirante plan de venganza a cargo de unos vendedores de armas árabes lisiados, para luego centrar su punto de mira en el imposible dúo protagonista. Nuevamente, unidos a la fuerza y a la carrera, acaban funcionando. Ver al presidente de los EEUU (Eckhart) y a su jefe de seguridad (Butler) recorriendo Londres a la carrera mientras les sigue un dron presidencial, pero no les mandan ayuda, no tiene precio. Todo buen amante del actioner de los 80 seguro que lo sabrá apreciar.

Precisamente eso es ‘Objetivo: Londres’: el cine de la era Reagan rebooteado. O es que ¿No es el sueño de cualquier fan de Chuck Norris, del Charles Bronson más desatado o del Sylvester Stallone más firme ver al hombre más poderoso de América, casi un Dios, siendo salvado por un simple hombre? Un tipo de clase media que tiempo atrás fue un “señalado” por la sociedad.

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He de admitir que no las tuve todas conmigo en el seguimiento a esta secuela del éxito deObjetivo: La Casa Blanca (Antoine Fuqua, 2013). Ese fue un film que, con una inversión de 70 millones, hizo casi 100 millones de dólares sólo en USA. Y no las tuve todas conmigo porque Fuqua no quiso repetir descontento con el guión. Tras tantear a Gary Fleder, Millennium Films optó por un perfil bajo, el desconocido Babak Najafi. El director iraní firma el asunto con brío y cierta mala leche. Además de añadir claras referencias al mundo de los videojuegos. Ojo al plano secuencia que sigue a Banning y a un equipo Delta en el asedio final.

Sin una personalidad que remarcar, como si hace Fuqua en su cine, Najafi se centra en mezclar el viejo cine de acción con las nuevas modas. El realizador busca así contentar a los dos públicos potenciales a los que va dirigido el film. Para ello inserta la cantidad justa de chistes malos (“estoy hecho de Bourbon y malas decisiones” dice Banning en un momento dado), coreografía de explosiones en sitios icónicos y buenas dosis de dureza (agradecida y perfectamente representada en la persona de Mike Banning).

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Gerard Butler se vuelve a sentir muy cómodo con el traje de etiqueta del héroe. Así lo vemos clavando un cuchillo a un esbirro mientras retransmite la jugada por walkie-talkie al jefe al más puro estilo John McClane. Junto a él, Aaron Eckhart, un actor convincente incluso en las malas y en las imposibles recreaciones. Eckhart soporta estoicamente los ataques de sus enemigos. Hasta que, llegado el momento, debe empuñar las armas. Incluso, ya desatado, empieza a soltar chistes.

Del resto del reparto poco que decir. Morgan Freeman (Vicepresidente Trumbull) aparece por el cheque (muy feo detalle apartar de la sala de doblaje a Pepe Mediavilla, su voz en más de cincuenta producciones) ironizando incluso con sus pocas ganas de volver al trabajo tras regresar de vacaciones sin poder pescar nada. Angela Bassett soporta un personaje condenando desde su inicio (ser la menos trascendente de la partida a Londres ya la condena). También vemos a Jackie Earle Haley que, pasada su época de furor, vuelve a sus habituales papeles de relleno. Finalmente se pasea por el film Robert Forster sentado junto al gabinete de emergencia del vicepresidente Trumbull.

De lo malos poco que resaltar, cliché árabe de cajón. Toman té, llevan barba y venden armas al mejor postor. Incluso, como dice el jefe de todo (Alon Aboutboul), ni se creen que su delirante plan para sitiar Londres obtenga resultado alguno.

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En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de Objetivo: Londres, un agradecido regreso al cine de evasión tan habitual en los años ochenta y noventa con un protagonista capaz de llenar la pantalla a base de temple y masculinidad. Destaca por su mezcla de comedia intencionada (o no), por su despiporre explosivo y por ver Londres como una gran ciudad derruida y fantasmal. Todo esto mientras nadie sabe si la propia policía son los buenos o los malos.

Tráiler de Objetivo: Londres

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