Mary Poppins
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Quién iba a decirle a Pamela Lyndon Travers que su novela publicada en 1934 estaba destinada a convertirse en todo un icono para futuras generaciones. Y todo gracias a ‘Mary Poppins’, una extravagante niñera que vuela agarrada a su paraguas en un cuento infantil sobre los valores familiares y la amistad. Pasados tantos años sigue conservando toda su magia.

«Viento del norte y niebla gris… anuncian que viene lo que ha de venir»

Crítica de Mary Poppins

A principios de los años sesenta, el imperio Disney estaba en pleno apogeo y se había convertido en todo un referente del entretenimiento familiar. En ese tiempo ya había producido diversas películas como 20.000 leguas de viaje submarino’ (Richard Fleischer, 1954) o Tú a Boston y yo a California’ (David Swift, 1961). Pero, Walt Disney llevaba desde 1938 tratando de conseguir los derechos de la novela de P. L. Travers. Sin embargo, la escritora era reticente porque no creía que una película hiciera justicia a su obra.

Tras años de insistencia fue finalmente en 1961 cuando logró hacerse con ellos. Y eso a pesar de que la autora puso serias objeciones a varios elementos del guión. Entre ellos estaban los números musicales o las escenas de animación. Algunas de esas objeciones fueron desestimadas. Y fue una buena decisión porque lo que proponía la escritora dudo mucho que hubieran funcionado. No obstante, otras observaciones, afortunadamente, fueron escuchadas. Un ejemplo de estas últimas sería la negativa a que entre Mary y Bert se estableciera romance alguno. Eso sí, los cambios de la película respecto al libro son importantes, no sólo en cuanto a localizaciones y contexto histórico, sino también dotando a Mary Poppins de una personalidad mucho más amable y cariñosa.

La idea de Disney era hacer un musical. Por ello, el papel de Mary Poppins fue objeto de un laborioso casting debido a que no sólo se buscaba una actriz competente… sino que además supiera cantar. Finalmente se lo dieron a una joven Julie Andrews. La actriz, precisamente, había sido desestimada para protagonizar My fair lady’ (George Cukor, 1964) en beneficio de Audrey Hepburn. Y Julie fue una buena elección, tan es así que se llevaría un merecido Oscar gracias a este papel. En lo que a mi respecta, ella fue la mejor elección que pudieron hacer. Y lo fue no sólo por el talento y el aspecto angelical de esta artista, sino también por su versatilidad y potencia vocal.

El papel de Bert era también importante porque sirve de nexo de unión entre Mary Poppins y los niños. Además era el elemento cómico que añadía simpatía a la trama. Se necesitaba para ello a un actor versátil y entrañable. ¡Y qué mejor opción que un joven humorista llamado Dick Van Dyke! Por aquel entonces, Dick ya tenía su propio show televisivo. El resultado fue el que cabía esperar, Van Dyke se convirtió pronto en un actor de películas infantiles y familiares que volvería a trabajar para la Disney en varias ocasiones, por ejemplo en Chitty Chitty Bang Bang’ (Ken Hughes, 1968).

El trabajo interpretativo de estos dos actores es muy satisfactorio. Pero la crítica se cebó, y con razón, con el acento y la sobreactuación de Van Dyke. Aún así, Van Dyke y Julie Andrews lograron una química fantástica. Sin llegar al romance, insinuaban una gran complicidad. Además, y a pesar de los años, sus números musicales siguen conservando esa magia tan propia de los musicales clásicos. Tampoco podemos olvidar a David Tomlinson, un veterano que años después trabajaría en La bruja novata’ (Robert Stevenson, 1971). Aquí encarna al patriarca de la familia Banks con mucha sobriedad, pero sin perder la gracia necesaria.

Los niños están interpretados por Karen Dotrice y Matthew Garber, que también colaborarían posteriormente en El abuelo está loco’ (Robert Stevenson, 1967). A pesar de que están correctos en sus papeles no tuvieron una carrera exitosa. Quizás el motivo fuera porque tenían una presencia que siempre me ha parecido inquietante. En realidad, cualquier otra pareja de niños lo habría hecho igual de bien que ellos, básicamente porque en su caso más que de actuar se trataba de disfrutar de una experiencia mágica.

Hay que destacar que estamos ante una película que para ser de la Disney contó en su momento con un metraje considerablemente largo. Stevenson y el equipo de guionistas supieron aprovechar hábilmente este hecho desarrollando los personajes gracias a un guión consistente y bien trabajado. Gracias a ello hay elementos, como por ejemplo la conversión del señor Banks de empleado deshumanizado a amante padre, que no chirrían lo más mínimo porque se toman el tiempo necesario.

Técnicamente no estamos ante una película de grandes alardes. Sin embargo, y tratándose de la Disney, tampoco iban a limitarse a hacer lo de siempre. Así que se filmaron secuencias coloridas y memorables como el viaje imposible a un mundo de animación o unas magníficas coreografías por los tejados de la ciudad. El resultado es divertido y refrescante, rompe con la tónica general pero sin perder la conexión en ningún momento. Y esto ayuda mucho a edulcorar suavemente una historia que, de otro modo, se acercaría demasiado al drama.

Conclusión.
A falta de otros adjetivos podemos concluir esta crítica de Mary Poppins afirmando que es una película amable y, sobre todo, entrañable. Nos transporta a nuestra niñez, al menos a los que tuvimos la suerte de crecer viendo cintas como esta en el cine o en VHS. Y, sobre todo, nos recuerda porque ciertos valores como la amistad y la familia siguen siendo tan importantes. Es evidente que el objetivo principal al realizarla era simplemente ofrecer un producto de entretenimiento, pero sin quererlo les salió una película que mezcla hábilmente la comedia, el musical y la ficción. Todo esto con unas notas melodramáticas que aportan cierto toque de nostalgia. En general es una producción que no sólo es para niños, sino también para adultos que quieran recordar lo que sentían al serlo.

Tráiler de Mary Poppins

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