La pasión de Cristo
Año 33. Jesucristo, el autoproclamado hijo de Dios, es arrestado en el Monte de los Olivos por los guardias del Sanedrín acusado de blasfemia. Después de ser sometido a una farsa de juicio la acusación es ratificada. Acto seguido es entregado a la autoridad romana de la región, el cónsul Poncio Pilato, para que decida su destino final. (Cineycine).
En el año 33, un hombre que predicaba el amor por encima de todas las cosas se convirtió en leyenda. Ese hombre soportó sobre sus espaldas todo el peso del pecado del mundo. Su camino hacia la muerte fue un auténtico calvario y pasión. Fue ‘La pasión de Cristo’.
“Fue traspasado por nuestras rebeldías, triturado por nuestras culpas. Por sus llagas hemos sido curados” (Isaías 53,5)
Crítica de La pasión de Cristo
Este film se convirtió en un triunfo, pero también en un “fracaso” para Mel Gibson. Fue un triunfo porque su calidad es incuestionable. Amén de recaudar en el año 2004 la friolera de 611.899.420 $ para un pírrico coste de 30 millones. Sin embargo, también fue “un fracaso” porque la visualización de Gibson del poder judío le cerró muchas puertas en Hollywood. Tan es así que no volvió a protagonizar una película hasta que en 2010 estrenó ‘Al límite’ (Martin Campbell). Como director no le fue mucho mejor, puesto que ‘Apocalypto’ (2006) ni se acercó a los números de ‘La pasión’. Gibson no volvería a sentarse tras las cámaras hasta el año 2016 con ‘Hasta el último hombre’. En esta caída al olvido también tuvo que ver mucho su desastrosa vida pública. Una vida que estalló en esos años con amores truncados, declaraciones fuera de tono, apariciones borracho,…
Al margen de lo anterior, y centrándonos ya en ‘La pasión de Cristo’, Gibson nos entrega aquí su particular visión del Nuevo Testamento. Y esta es una crudísima y violentísima visión dedicada en exclusiva a las últimas horas de vida de Jesucristo. En este sentido, hay que agradecer al director que no suavice absolutamente nada de lo que vemos. Su realismo es un gran acercamiento a la inhumana violencia de aquellos tiempos. Un realismo llevado a tal extremo que el film fue filmado en arameo, hebreo y latín. La cinta se estrenó así en todo el mundo sin ningún tipo de doblaje.
En línea con su “repaso” a la pasión, la película destaca clarísimamente por su alto contenido en gore. Algo totalmente inusual en una producción de temática religiosa que suelen estar dulcificadas al máximo. Sin embargo, Mel Gibson quiso mostrar detalladamente la brutalidad de aquellos años para con los reos. En este contexto, durante casi todo el film veremos a Jesucristo encajar todo tipo de violencia: escupitajos, puñetazos, latigazos,… Tan brutal y tremebundo es el castigo que su cuerpo quedará descarnado y los ríos de sangre serán abundantes (especialmente en la sesión de los látigos).
Toda la salvaje violencia descrita en el párrafo anterior es una clara y conseguida provocación al público. La gente de sangre caliente nos sentiremos con ganas de irrumpir en la pantalla para auxiliar a Cristo. Por otro lado, las personas sensibles seguramente se tapen los ojos o directamente dejen de ver la película. El castigo va más allá de lo inhumano y los romanos que lo ejecutan son unos cafres. Unos auténticos sádicos, especialmente dos gigantes, llevados a tal extremo de brutalidad que directamente caen en el esperpento.
No mucho mejor librados que los gorilas romanos salen los sumos sacerdotes del Sanedrín. Gibson no tiene piedad con ellos y los retrata casi como serpientes humanas (atención al rostro de Anás). Suplen los músculos de los ejecutores con otras armas igual de poderosas o peores: el fanatismo, la mentira, la compra de voluntades y la manipulación. En resumen, los sumos sacerdotes quedan retratados como sujetos peligrosamente ladinos.
Tan sólo escapan al odio y la barbarie los breves flashbacks insertados puntualmente. Estas miradas al pasado son recuerdos del propio Jesús o de otros personajes. Todos ellos destacan por su delicadeza y por recordar momentos importantes en la vida del hijo de Dios. Momentos como la última cena, su trabajo como carpintero, sus parábolas y lecciones,… Hay uno particularmente destacado que muestra toda su autoridad. Me refiero al sublime momento en el que salva a Magdalena de las pedradas trazando una línea en la arenosa tierra.
Por su supuesto que el elemento sobrenatural también queda reflejado en el film. En este aspecto lo que más resalta son las diferentes apariciones «reptilianas» de Satanás tentando a Jesús. También destacan las formas demoníacas que acosan a Judas tras su traición hasta acabar con él.
El gran protagonista de la película no es otro que James Caviezel en el papel de su vida. Un papel que, prácticamente, lo “crucificó” en Hollywood… algo que, por otra parte, el actor ya sabía que sucedería. Así las cosas, tras ‘La pasión’, su carrera se resintió por completo. Dejando esa marginación al margen, Caviezel retrata al que, probablemente, ha sido el mejor Jesucristo del cine. Evidentemente se luce mucho en las escenas de dolor, ya que casi toda la película es un tremebundo sufrimiento… Sin embargo, destaca también la templanza, sabiduría, bondad y autoridad que sabe darle al personaje en los flashbacks pasados. Para su labor sólo caben elogios. De hecho, su entrega fue tanta que sufrió varios percances físicos y lesiones durante el rodaje.
Al lado de Caviezel cabe destacar también el gran trabajo de Maia Morgenstern como la Virgen María. La actriz rumana recrea a una Virgen hermosa interior y exteriormente y figura de poder. Cualidades estas que no pierde ni cuando se le escapan las lágrimas ante el calvario de su hijo. Acompañándola en todo momento están Monica Bellucci como María Magdalena y Christo Jivkov como San Juan. La función de ambos queda reducida a eso, a acompañar a María.
También merecen ser destacados Hristo Shopov, Mattia Sbragia y Toni Bertorelli. El primero recrea a un dubitativo Poncio Pilato tan sólo apoyado moralmente por su mujer y con un cierto parecido exterior con Mussolini. Y los segundos se meten en los pellejos de Anas y Caifás, los sumos sacerdotes del Sanedrín. Ambos intérpretes cumplen totalmente con la labor de entregar a dos sujetos miserables. Dos villanos que juzgan en falso y dominan a la gente. Tal es su poder que consiguen presionar y manipular a Pilato con sus “alegatos en favor del César”.
Otros intérpretes van entrando y saliendo. Estos son los casos de Francesco De Vito como San Pedro, Luca Lionello como Judas y Claudia Gerini como la piadosa esposa de Pilato que intenta interceder por Jesús ante su esposo. Casi todos los demás miembros del elenco quedan dibujados de forma extrema y rozando la parodia. El ejemplo más claro son los gorilas romanos o ese bufonesco Herodes que vive en una corte donde la degradación se nota y se siente.
“Yo me lavo las manos” (Poncio Pilato)
En conclusión.
Finalizo esta crítica de La pasión de Cristo parafraseando a mi compañero Carlos G: “Esta es una película que no se disfruta, se sufre… y así debe ser”. La pasión y el calvario que sufrió Jesucristo fue un absoluto infierno. En consecuencia, debemos aplaudir a Mel Gibson por retratar el dolor en toda su crudeza. Ni que decir tiene que el film produce verdadera impotencia y sufrimiento que llegan al alma. Así las cosas, no es una película apta para todo el mundo, sean religiosos o no.
Tráiler de La pasión de Cristo
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