Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal
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Esta destacada película no logró cubrir las expectativas creadas por algunos de los fans más puristas del personaje, pero lo que nadie tuvo en cuenta es que la antigua trilogía la disfrutaron esos mismos fans cuando eran tan sólo unos críos que toleraban y mitificaban todo lo que se les mostraba en pantalla. El film no convenció a un público que esperaba una obra maestra a la altura de sus predecesoras, y eso es mucho pedir teniendo en cuenta que el cine ha evolucionado y que todos hemos madurado y nos hemos vuelto mucho más exigentes que antaño. No obstante, esta nueva entrega resulta muy digna de pertenecer a la franquicia y puede satisfacer a todos aquellos que sean capaces de resucitar al niño que llevan dentro y de evitar nostalgias pasajeras. Bienvenido de nuevo, Indy.

«… al espacio que se abre entre los espacios…»

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Crítica de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal

El cine de acción y aventuras de los años 80 se caracterizaba, principalmente, por su modestia a la hora de plasmar en pantalla momentos espectaculares, por su humor sencillo y al mismo tiempo original, y por sus guiones tremendamente trabajados y rebosantes de humildad… pero los tiempos cambian, los realizadores han alterado su manera de concebir el cine, sus métodos de trabajo han evolucionado y los últimos avances infográficos predominan en la actualidad. Una evolución que es inevitable y totalmente consecuente con los tiempos que corren. Por otra parte, antiguas sagas cinematográficas como «Star Wars» o «Indiana Jones» dejaron el listón demasiado alto como para volver a tener la fortuna de saborear las mieles del éxito con el rodaje de nuevas y modernas secuelas, y George Lucas era plenamente consciente de la dificultad que ello conllevaba tras sufrir en sus propias carnes el fracaso artístico (que no de taquilla) que supuso Star Wars. Episodio I: La amenaza fantasma(1999). A pesar de ello, el cineasta reunió el valor necesario para retomar su famosa saga de «Indiana Jones», aunque en esta ocasión intentó mantener cierta cautela, quizás porque ya sabía de ante mano lo que le podía caerle encima, pero no por parte de la crítica especializada… sino por parte de los seguidores más fanáticos del personaje.

Ya lo advirtió en su día el propio Lucas: «Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal no se trata de la segunda venida de Jesucristo como la gente cree. Es simplemente una película«, y desde luego razón no le faltaba, porque sin lugar a dudas nos encontramos ante la secuela más floja (aunque ejemplar) de la tetralogía. Muchos factores tendremos que analizar para descubrir los pros y los contras de esta creación del tándem Lucas-Spielberg, así que nos ponemos el sombrero y entramos directamente al meollo de la cuestión.

Indiana Jones

El mayor inconveniente al que se tuvo que enfrentar esta película fue precisamente el tiempo, y es que la cuarta entrega de la franquicia de aventuras más famosa de la historia llegó quizás excesivamente tarde (nada menos que 20 años después de  ‘Indiana Jones y la última cruzada’, y 27 años después de En busca del Arca perdida’), y en todos esos años un gran sector del público maduró y enterró a ese niño que llevaba en su interior, convirtiéndose en un tipo de espectador tremendamente exigente, serio y poco tolerante, cualidades totalmente incompatibles con el visionado de cualquier película sobre Indiana Jones: cintas de aventuras destinadas al mero entretenimiento y a ese afán por alcanzar «el más difícil todavía» en sus escenas de acción. De aquí que, a nuestra edad, no fuéramos ya capaces de digerir algunas de las secuencias más espectaculares y al mismo tiempo irreales (incluso risibles) de la película, pero… ¿acaso los films precedentes no estaban plagados de secuencias exageradas e increíbles? Por supuesto que si, pero por aquel entonces éramos tan sólo unos críos que tolerábamos y disfrutábamos sin ningún tipo de prejuicios ni expectativas con todo lo que se nos mostraba en pantalla, llegando incluso a idolatrar y convertir en auténticos mitos a películas y personajes que nos sería imposible de valorar positivamente con la mentalidad que nos caracteriza hoy en día, y esto mismo fue lo que sucedió con  ‘Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’…

En relación a lo anterior, y a pesar de tratarse de un producto de factura impecable y ritmo frenético, no todos supieron saborearlo con la perspectiva de un jovenzuelo dispuesto simplemente a disfrutar, sino que lo hicieron con la de una persona adulta y colapsada por inverosímiles prejuicios de diferente índole que no hicieron sino incordiar en la sala de cine. Una verdadera lástima… porque la película merecía muchísimos más elogios por parte de los seguidores más fieles de la serie. Queda patente que si a día de hoy seguimos aceptando todas las situaciones inverosímiles que se dan en la antigua trilogía es porque, independientemente de la edad que tengamos en la actualidad, nuestra mente nos traslada al pasado para revivir todas las sensaciones que sentimos en su momento cuando vimos aquellas películas por primera vez, algo que con el paso de los años volverá a suceder con esta infravalorada cuarta entrega.

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Con todo lo anterior no pretendo decir que la culpa de la «decepción» sea exclusivamente de la nula predisposición de los fans a dejar volar su imaginación y a obviar nostalgias inevitables, porque también es cierto que tanto George Lucas como Steven Spielberg debieron acaparar gran parte de esta culpa… ya que al fin de cuentas fueron los auténticos artífices de la película, y precisamente uno de los defectos que quizás se les pueda reprochar es el abuso de efectos CGI en algunas de las secuencias del film (cuando resulta que el propio Spielberg aseguró que este tipo de efectos digitales se iban a emplear de una forma muy limitada), algo que termina restándole al film esa humildad que tan presente estaba en el cine de hace dos décadas… y es que por aquel entonces las carencias de presupuesto se suplían a base de imaginación e ingenio, y esto otorgaba a aquellas cintas un exquisito aire de Serie B que las hacía francamente inolvidables y entrañables. Pero actualmente es prácticamente imposible mantenerse al margen de los sofisticados métodos que emplean los departamentos de efectos visuales, de hecho, resultaría poco menos que incongruente retornar al pasado y emplear métodos tradicionales y rústicos para la elaboración de las secuencias más impactantes, más que nada porque el uso de infografía ahorra tiempo, material y disminuye la probabilidad de error, quedando en evidencia que el auténtico problema de todo esto lo tiene el propio espectador en su mente. Ya es hora de cambiar el chip y de aceptar que nuestras sagas de la infancia también tienen derecho a evolucionar y modernizarse, porque no siempre se puede vivir del pasado, ni tan siquiera en lo que respecta al mundo del séptimo arte. También es cierto que, a pesar de la tremenda calidad de los efectos infográficos presentes en la película, no se debieron de haber empleado para la creación de escorpiones o insectos varios como finalmente sucedió.

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Tras este largo preámbulo, hablemos de la película en cuestión. ‘Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’ es un film que, sin llegar a la misma altura de sus tres espléndidas predecesoras, no desmerece en absoluto pertenecer a la mítica franquicia de los 80 como se llegó a afirmar… es más, la película supera a sus antecesoras en lo que respecta a espectáculo visual y acción frenética. Pero lo que gana en espectacularidad lo pierde en eficacia narrativa, y es aquí cuando entra en escena David Koepp, un guionista bastante convencional que no es capaz de dotar a la película de aquellas tramas simples pero perfectas y de esos brillantes diálogos que caracterizaron a la trilogía inicial, ya que en esta ocasión el desenlace de algunas de las claves del argumento resultan ligeramente previsibles en comparación con las de sus hermanas mayores, mientras que algunos de los párrafos de diálogo no alcanzan ese nivel de originalidad que tanto esperábamos. No olvidemos que el libreto de la película pasó por manos de innumerables guionistas, entre ellos gente de la talla de M. Night Shyamalan, Frank Darabont o incluso Jeff Nathanson, autor del guión original de aquella obra cumbre titulada En busca del Arca perdida’ y que en ésta cuarta entrega sólo apareció acreditado como responsable de la idea principal, aunque anteriormente entregó un guión que fue re-escrito íntegramente por el propio Koepp. Es muy probable que los guiones de Darabont, Shyamalan o del mismo Nathanson superasen con creces al definitivo, pero no obstante la trama no carece en ningún momento de interés y la calavera de cristal funciona bastante bien como artefacto sobrenatural sobre el que se sustenta la historia principal.

Por otro lado, también es cierto que «la calavera» como nuevo McGuffin (ese objeto que sirve de excusa para poner en marcha la historia) no llega a alcanzar el nivel de misticidad de, por ejemplo, el Santo Grial o el Arca de la Alianza, pero sin lugar a dudas la susodicha calavera nos depara más de una sorpresa que pocos esperábamos y que provoca cierto desconcierto (para bien y para mal) a propios y extraños, sobre todo hacia la parte final de la película, cuya resolución podría calificarse sencillamente como asombrosa, pero al mismo tiempo algo radical y muy made in Spielberg. Pese a ello, este giro final resulta bastante consecuente con la época en la que está ambientada la trama, y esto es hacia finales de los años 50 con el caso Roswell en pleno apogeo.

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En esta entrega de Indiana Jones se manifiesta también una evidente modernización y adaptación a los tiempos que corren, una reinvención que envuelve tanto a la historia como a los personajes protagonistas, pero sin afectar excesivamente a la esencia del cine clásico de aventuras que se intenta transmitir. Un tipo de cine que ya fue homenajeado en las anteriores entregas y cuyo sello quedó prácticamente intacto en esta secuela. Esa puesta al día comentada (y que se refleja en el argumento) se nutre básicamente de los nuevos misterios y acontecimientos sobre los que se sustenta la película, una serie de enigmas reales que aún durante nuestros días siguen dando de qué hablar, y además con mucha fuerza.

En lo referente a dichos elementos místicos, es gratificante ver como el guionista y el director llevan a cabo una intachable labor de investigación con la intención de mostrarnos con la mayor veracidad posible los rasgos y características esenciales de todos y cada uno de estos misterios de la humanidad, ahora más orientados hacia la rama de la ufología y de lo paranormal que hacía la rama de lo bíblico y lo religioso. Precisamente, en estos enigmas radica uno de los mayores problemas de la película: el empeño por abarcar en la trama un número excesivamente elevado de acontecimientos históricos y de misterios sobrenaturales sin resolver. Eso sí, todos se ven magistralmente encadenados con un hilo común, pero aún así llegan a ocasionar cierta desorientación al espectador… y es que durante el transcurso del metraje no sólo se mencionan las (impresionantes) Calaveras de Cristal, sino también el enigma de la Ciudad Perdida de Akator, la cultura Maya, la vida del Conquistador Francisco de Orellana, el Dorado, la guerra psíquica y los experimentos mentales después de la segunda guerra mundial, los extraterrestres como posibles Dioses de la antigüedad, el secreto de Roswell, las líneas de Nazca o el Área 51, independientemente de otras tramas paralelas relacionadas con la KGB, el FBI, comunistas soviéticos, la guerra fría o incluso Stalin.

Todo lo anterior resulta demasiado material como para que pudiera ser narrado con total solvencia en una película de poco más de dos horas de duración. Este tipo de sobrecargas argumentales derivan en pequeños altibajos y desequilibrios que le restan coherencia a la película, de hecho, queda la ligera sensación de que la transición y contigüidad de unas secuencias a otras se llevó a cabo excesivamente deprisa y repentinamente, quizás debido a una necesaria eliminación de escenas del montaje final como consecuencia de un posible exceso de metraje, algo que, por otra parte, habría estado más que justificado debido al numeroso material que se intentó narrar (por ejemplo: en ningún momento se explica cómo llegan los personajes hasta el interior de la enorme montaña con «lágrimas en los ojos». Simplemente aparecen allí en la siguiente secuencia). En este aspecto, películas como  ‘En busca del Arca perdida’ o ‘Indiana Jones y la última cruzada’ rozan la perfección en lo referente a montaje y equilibrio narrativo, por algo están consideradas como obras maestras de género, una calificación que está al alcance de sólo unas pocas privilegiadas. No obstante, y a pesar de estos ligeros desajustes, Michael Kahn vuelve a deleitarnos con un montaje sensacional (aunque insisto, no perfecto), labor que ha llevado a cabo durante toda la saga.

Indiana Jones

Pese a estos pequeños defectos que, posiblemente, se podían haber pulido con una mayor eficacia, ‘Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’ puede presumir (sin tapujos) de ser una de las mejores películas de aventuras que se ha rodado en los últimos años, precisamente desde que Harrison Ford y Sean Connery protagonizaron la tercera entrega de la serie.

Ya desde el espectacular prólogo del film nos sumergimos en una aventura plagada de escenarios naturales llenos de magia y fantasía, unos paisajes quizás excesivamente aliñados con inevitables fondos digitales que llegarán a desesperar al seguidor más nostálgico del cine de nuestra infancia, pero que dotan al film de un poderío visual y de un clímax de ensueño pocas veces destacado en las cintas de aventuras más recientes. Las increíbles persecuciones y escenas de lucha cuerpo a cuerpo se mantienen fieles al cine más clásico de acción de los 80, ya que fueron claramente filmadas a la antigua usanza y con esa maestría que sólo es característica del mejor Steven Spielberg, y es que el director deJurassic Park (1993) nos ofrece lo mejor de sí mismo con todas y cada una de las escenas de acción de la película, sobre todo hacia la segunda hora de metraje, donde el ritmo y el espectáculo se disparan hasta niveles insospechados. Además, las secuencias más frenéticas se encuentran debidamente equilibradas y repartidas a lo largo de toda la trama, y una de las escenas que quedan en la mente del espectador tiene lugar precisamente al inicio del film, con un memorable preludio filmado con asombrosa brillantez que logra emocionar incluso al fan más incrédulo (ese primer plano donde se aprecia la silueta de Indiana plasmada sobre el lateral de un coche mientras suena de fondo el tema principal de John Williams no tiene precio). No obstante, también es justo mencionar que esta secuencia de inauguración se distancia considerablemente de aquellos imaginativos prólogos que tenían lugar justo al comienzo de las anteriores películas de la saga, ya que cada uno de aquellos films daban inicio con una pequeña aventura totalmente independiente de la trama principal (Indiana Jones buscando el Ídolo de oro al comienzo de la primera entrega, o la Cruz del Colorado en la tercera), mientras que en esta secuela se nos situa directamente en el eje de la historia principal, un pequeño cambio efectuado con la intención de impregnar a la película de cierta identidad propia para no parecer una mera copia de sus antecesoras, una variación que, dicho sea de paso, nos introduce de lleno en la historia desde el primer minuto de proyección.

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El humor siempre ha sido un elemento omnipresente y característico dentro del contexto de la franquicia, y como no podía ser menos, en esta cuarta película los gags, chistes y diálogos divertidos (aunque algo menos ingeniosos) vuelven a acaparar buena parte del guión. Por otra parte, se trata de un film colmado de homenajes y guiños a la madurez de Indiana Jones, a los personajes de la saga y al resto de películas de la franquicia, algo que acentúa eficazmente el carácter nostálgico de la cinta y que los fans más fieles de la serie sabemos agradecer. Este tipo de homenajes están distribuidos estratégicamente a lo largo de toda la trama, de tal modo que el intentar localizarlos debe ser una tarea prácticamente obligada (y divertida) en cada nuevo visionado. A destacar: la fugaz e inteligente presencia del Arca de la Alianza en el almacén donde da inicio la acción de la película (McGuffin que, por cierto, no tiene nada que ver con la historia principal como se llegó a rumorear en un principio). Y remarco aquello de «inteligente presencia» porque el breve cameo de este objeto amplifica aún más el hecho de que los tiempos han cambiado, y este tipo de reliquias ya no acaparan el mismo entusiasmo de hace varias décadas. Por supuesto, y como era de esperar, el personaje que interpretó en su día Sean Connery también tiene su instante de gloria en un pequeño (y emotivo) guiño, y lo mismo sucede con Marcus Brody (que interpretó el fallecido Denholm Elliott), cuya fotografía pudimos ver reposar en el escritorio del Dr. Jones junto a la de su padre, el profesor Henry Jones. Emocionante cuanto menos.

Pero el film no sólo nos deja pinceladas pertenecientes a la trilogía inicial, ya que también somos testigos de la presencia de innumerables homenajes a otros films de época, como puede ser el caso de  ‘Cuando ruge la marabunta’ (cinta a la que se hace referencia en la impresionante secuencia de las hormigas carnívoras), El secreto de la pirámide (la escena de la cerbatana que tiene lugar en el siniestro cementerio),  ‘Tarzán’ (en la secuencia más ridícula y exagerada del film, donde Mutt se balancea con las lianas de una jungla), E.T. el extraterrestre’ (la mano del alienígena que se conserva en el almacén militar tiene el dedo índice semi estirado), Stargate’ (con la apertura de una supuesta puerta interdimensional hacia la parte final de la película), o American Graffiti’ (la carrera de autos del inicio). Una delicia para el cinéfilo más puro y duro.

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¿Y qué ocurre con los personajes? Que ellos también evolucionaron y se adaptaron a los nuevos tiempos, sobre todo, Indiana Jones, cuya madurez queda manifiesta durante toda la película, ya que nos encontramos ante un personaje bastante divertido pero al mismo tiempo más comedido y adulto, menos galán y mucho más dependiente que el Indiana visto en el resto de la saga; de hecho (y esto no me gustó en absoluto) nos encontramos ante un Jones que, atención, ha trabajado como agente secreto del gobierno y que además, termina asentando cabeza en el desenlace final. Cosas de la edad, supongo…

En esta ocasión, y como no podía ser menos, nos toparemos ante un Harrison Ford espléndido, como siempre, sacando un inmenso provecho de su madurez y aplicándola con solvencia a su personaje para dotarlo del carisma necesario. El tema de la edad del intrépido aventurero se lleva muy bien en la trama, propiciando algún que otro chiste bastante eficaz por parte de Mutt Williams (Shia LaBeouf), un personaje que dota de un aire ciertamente «rebelde» y chulesco a la historia. Cabe destacar la actuación del propio Shia LaBeouf, que se encarga de protagonizar algunas de las secuencias más espectaculares del film (su combate contra la malévola villana rusa), pero también la escena más sonrojante de la trama (la ya citada secuencia «Tarzanesca»). A pesar de que este personaje fuera incluido en la película como revulsivo a aquel espléndido dúo que formaron Harrison Ford y Sean Conney en la anterior secuela, no cabe la menor duda de que la química que derrocharon «padre e hijo» en aquella ocasión no se repite en este nuevo dúo compuesto por Indiana y Mutt. No obstante, ambos se complementan bastante bien como pareja protagonista, aunque Indy cede algo de protagonismo en algunas de las fases de la historia, algo totalmente lógico e inevitable teniendo en cuenta la edad del arqueólogo.

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Por supuesto, tampoco nos podemos olvidar de la querida, entrañable y siempre bella Karen Allen, que regresó para meterse en la piel de Marion Ravenwood, la antigua novia de Indiana Jones. Su presencia en la película apenas aporta elementos importantes a la historia (salvo las típicas discusiones con Indy), excepto el de recuperar ese personaje femenino que tan presente ha estado en todas y cada una de las aventuras de Jones, aunque ello no quita que su intervención resulte de lo más simpática y agradable. En cuanto a Jim Broadbent decir que interpreta al nuevo decano de la universidad en un papel casi calcado al de Marcus Brody en anteriores entregas. También nos encontramos con la siempre bienvenida presencia del ya fallecido y gran John Hurt como el profesor Oxley, un arqueólogo y amigo personal de nuestros protagonistas cuya integridad mental queda tremendamente dañada a causa del poder de la Calavera de Cristal. Este personaje debería de haber sido mejor explorado, porque pasa de estar al borde de la locura a encontrarse milagrosamente en plenas facultades mentales hacia el final de la historia, sin explicación alguna y sin ningún motivo aparente (en detalles como estos quedan en entredicho las capacidades de David Koepp como guionista). Pero si hay un personaje realmente detestable y prescindible hasta la saciedad, ese no es otro que el insoportable y ridículo Mac interpretado por Ray Winstone. Mac queda retratado como un individuo que muchos nos estamos preguntando aún qué pinta en la película.

Y llega el momento de hablar del villano de turno, en esta ocasión la fría, calculadora y también desaprovechada Irina Spalko, un personaje genialmente caracterizado por una más que bella Cate Blanchett en un papel que, sin duda, debiera ser recordado como uno de los más destacados de la tetralogía, incluso me atrevo a afirmar que podría haber sido el mejor villano de toda la saga… si no llega a ser por la total inoperancia de Koepp como escritor. Esta villana desprende maldad y maleficio por los cuatro costados pero, incomprensiblemente, apenas pone en auténticos apuros a nuestros héroes, de hecho, no llega a enfrentarse cuerpo a cuerpo ni una sola vez contra el propio Indiana, a pesar de las tremendas cualidades para la lucha que caracterizan a la cínica Spalko.

La película podrá ser mejor o peor como secuela, podrá traicionar o no a sus predecesoras, o su guión podrá ser más o menos eficiente… pero lo que está claro es que ‘Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’ es un film realmente espectacular, un ejercicio cinematográfico rodado netamente para el deleite del espectador y del seguidor del mejor cine de aventuras… y aunque se encuentre por debajo de sus predecesoras, también es cierto que aquellas dejaron el listón tan alto que difícilmente alguna futura producción corra la suerte de alcanzarlas. Un consejo: es estrictamente necesario visionar la película como mínimo dos veces, para así poder asimilar conceptos y olvidarnos de sus pegas, y es que con un segundo visionado seguro que les será más sencillo centrarse en sus cualidades, que son muchas… muchísimas… y los años le darán la razón. Tiempo al tiempo.

Indiana Jones

En resumidas cuentas.
En el fondo nos encontramos ante uno de los films más referenciales de Steven Spielberg, en el cual retrata a través de los misterios de la trama su visión sobre la humanidad y las primeras civilizaciones. Como secuela de la saga más importante de aventuras queda posicionada en el último escalón de la tetralogía, aunque funciona muy bien como cuarta entrega y, sobre todo, como película de aventuras, ya que se trata de uno de los mejores productos de género que nos llegó desde ‘Indiana Jones y la última cruzada’. La acción se mantiene a un nivel excepcional, filmada con pulso y maestría, y el ritmo apenas decae en la película aunque se echa en falta cierto equilibrio argumental, siendo éste el auténtico punto débil de la historia. Buenos elementos sobre los que se apoya el guión principal, aunque algo numerosos para una película que sólo pretende entretener. Humor a raudales, imperial puesta en escena, constantes guiños cinéfilos, escenarios llenos de grandeza y efectos especiales excesivos aunque de primerísimo nivel. Toda una montaña rusa de espectáculo visual condimentada con toques de ciencia ficción y connotaciones propias de la Ufología. Pero el mayor logro de todos fue la vuelta a la pantalla de uno de los mayores héroes de la historia del cine: Indiana Jones.

Tráiler de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal

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