El territorio de la bestia
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En esta película, un pequeño islote en un río australiano es el escenario de una cruenta lucha entre el hombre y la bestia. Greg McLean es quien se pone a los mandos de esta agresiva y singular propuesta de supervivencia. Llegó el momento de saber cómo sobrevivir en ‘El territorio de la bestia’.

“Ahora mismo estamos en su territorio y nos ha dado un toque de atención” (Kate)

Crítica de El territorio de la bestia

Con su segunda película, Greg McLean tenía a su alcance conseguir un nombre sólido en el cine de género. Recordemos que venía de filmar Wolf Creek (2005), un destacado survival filmado y rodado íntegramente en Australia. Contando con un presupuesto bajo, y un reparto de actores bastante desconocidos, McLean se hizo un nombre dentro de la industria. En ese momento estaba en la misma línea de gente como Neil Marshall, otro de esos realizadores del tipo “yo me lo guiso y me lo como”, en cuanto a labores de dirección y guión. El problema para McLean fue el paso de los años y un mercado de terror actual con pocos estudios dispuestos a dejar libertad creativa total. Así pues, cayó en el olvido. Y esto a pesar de que, a mediados de la década pasada, lo rescató James Gunn con ‘The Belko Experiment’ (2016).

En ‘El territorio de la bestia’, al igual que en su anterior cinta, McLean vuelve a utilizar el entorno australiano. Si en ‘Wolf Creek’ eran las llanuras del centro, aquí son los humedales y, más concretamente, un pequeño islote en una reserva natural del país. El entorno vuelve a exhibirse como si fuera un personaje más del relato. Además, el metraje de poco más de hora y media permite ir directo al grano. Aquí sólo hay las concesiones necesarias y lo que prima es la simple y llana supervivencia de los personajes. Un grupo atrapado, con el tiempo en contra y acosados por un gigantesco depredador… McLean nos demuestra que no necesita más de lo justo y necesario para su producción y para conseguir que el público ponga toda su atención en la pantalla. Así las cosas, sale muy airoso de la tarea y esto tiene mucho mérito.

Como curiosidad, esta película tuvo una cierta competencia con otro film de similar temática. Me refiero aCocodrilo, un asesino en serie (Michael Katleman, 2007). Aunque ambas se saldaron con sendos fracasos en taquilla, el film de McLean contó con un mayor apoyo de crítica. Posteriormente, y con el paso de los años, se ha reconocido su calidad y ha conseguido un cierto halo de film de culto. Este tipo de cintas de bichos acuáticos han dado alegrías cuando gente cualificada ha sido capaz de hacer buenas propuestas. Y ‘El territorio de la bestia’ es una de ellas.

Lógicamente no estamos ante Tiburón (Steven Spielberg, 1975), pero Greg McLean sabe sacar el máximo provecho a su ajustado presupuesto de 26 millones de $ y a su capacidad para generar tensión, sensación de aislamiento y peligro. En este aspecto, el primer ataque de la bestia es un visto y no visto… en un claro ejemplo de buscar el efecto sorpresa. También ayuda a esto el hecho de que los personajes sean objeto de una auténtica “ruleta rusa”, es decir, cualquiera de los protagonistas puede ser el próximo plato del gigantesco animal. Así pues, la trama permite una cierta frescura que, dentro del género de las monster-movies o creature feature, es de agradecer.

Y hablando del monstruo en cuestión, ¿Qué ocurre con el gigantesco cocodrilo que utiliza la zona como coto de caza? McLean lo utiliza sabiamente y de manera similar al escualo que acechaba las aguas de la playa de Amity en el film de Spielberg. A destacar que se hizo un cocodrilo de un tamaño bastante importante para recrear un ejemplar descomunal y casi monstruoso. Para su fabricación se emplearon una retahíla de animatrónicos, creados por el estudio australiano de John Cox. También se empleó algo de CGI de Weta Digital y Fuel FX. Vista en pantalla, la bestia no defrauda… aunque es cierto que, viéndola actualmente, puede que los efectos visuales de Weta y Fuel hayan quedado algo desfasados.

Por otro lado, el director se vale mucho de la oscuridad de la noche, sobre todo en el segundo acto, para provocar la incertidumbre y amenaza creciente sobre el grupo. En cuanto a la fotografía de Will Gibson, en su segundo film con McLean, decir que saca el máximo provecho a sus tomas aéreas del territorio australiano y de la zona donde se encuentran los personajes atrapados. También ilumina lo suficiente las escenas nocturnas. Respecto a la banda sonora tenemos al desconocido François Tétaz con sus apesadumbradas notas de desesperación y desolación.

Dentro del reparto, una de las caras más conocidas es la de Radha Mitchell, una actriz todoterreno y más con esta película. Radha lleva muy bien su rol de la capitana Kate Ryan frente a un soso Michael Vartan como Peter McKell, un periodista estadounidense que se convertirá en una especie de “héroe por accidente”. Pero no termina de dar el pego… además de que su interpretación, aun no siendo del todo mala, palidece frente a Radha en casi todas las escenas que comparten desde el primer momento en el que se encuentran. Aunque hay que reconocer que en la set-piece final resulta convincente. Otro que resulta conocido es John Jarratt, al que McLean se trajo de la ya citada ‘Wolf Creek’ donde daba vida al sádico asesino Mick Taylor.

Y no nos podemos olvidar de Sam Worthington, que todavía no era un actor conocido mundialmente cuando se rodó esta cinta. Eso sí, ya era un intérprete curtido en su país de origen, especialmente en la televisión y películas locales. Este film vendría a ser su carta de presentación ante un público mundial. Quizás por ello, James Cameron lo ficharía paraAvatar (2009). Aquí hace de Neill, un experto cazador de cocodrilos. También podriamos decir que otro de los miembros del reparto que se dio a conocer con esta película sería Mia Wasikowska en un rol secundario como Sherry, la hija de una pareja que se encuentra de vacaciones en el crucero. En general, los secundarios están decentemente descritos como para que el espectador tenga cierta simpatía hacia ellos, sobre todo a medida que la carnicería va adueñándose del relato.

En conclusión.
Termino esta crítica de El territorio de la bestia, una película que sigue manteniéndose como una de las más que decentes y memorables obras dentro del género de bichos acuáticos asesinos. Además, y dentro del subgénero de cocodrilos, es una propuesta que conoce bien sus propias limitaciones estando dirigida de forma sólida.

Tráiler de El territorio de la bestia

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