Vive y deja morir
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“Buenos días, 007. Instrucciones: tres de nuestros agentes han muerto. No dispone de mucho tiempo. Tengo su billete para Nueva York. Q ha arreglado su reloj y aquí tiene material informativo sobre Santa Mónica. El Doctor Kananga se encuentra en Nueva York, ya se ha informado a la CIA, y su vuelo llegará a las 11:30 de la mañana”. Roger Moore se presenta como James Bond en ‘Vive y deja morir’.

“Oh, el Señor Bond en persona. Y con la señorita Solitaire. No le esperaba. Pero le doy la bienvenida. ‘Susurros’, dos copas para nuestros invitados ¿Por qué brindaremos, señor Bond?” (Kananga)

Crítica de Vive y deja morir

Para la primera aventura de Roger Moore como James Bond, el novelista Ian Fleming ya llevaba cerca de una década fallecido. Pero aún con todo, los productores tomaron la base de su novela ‘Live and Let Die’, una obra escrita a finales de la década de los cincuenta. Con ese material, más los añadidos en el guión de Tom Mankiewicz, darían a luz la que sería la entrega numero ocho de la franquicia.

Guy Hamilton, todo un veterano de batalla del 007, se puso tras las cámaras. Hamilton venía de dirigir ‘Diamantes para la eternidad’ (1971), el film que marcaría la salida de Sean Connery de la saga canon de 007 y la entrada de Roger Moore. Recordemos que Moore no pudo estar disponible para tomar el testigo de Connery a finales de los sesenta. Precisamente fue por esto por lo que se le dio la oportunidad al fugaz George Lazenby en ‘007 Al servicio de su majestad’ (Peter R. Hunt, 1969).

No cabe duda de que Hamilton era un artesano que sabía llenar la saga con sus particulares trademarks. Entre ellas estarían la clara preferencia por lo exótico, el humor físico y las set-pieces a bordo de grandes vehículos. Elementos, todos ellos, que formaron parte del “itinerario Bond” gracias a este director… y también al trabajo de Terence Young. Ya es un clásico que los films de Bond sean un reflejo del tiempo cuando fueron filmados. Cada entrega adaptaba así una temática que, en ese momento, suponía un boom o un signo de modernidad.

En relación a lo anterior, ‘Vive y deja morir’ no es ni mucho menos una excepción a la regla comentada. La cinta toma elementos claros y nada disimulados del black-exploitation. Eso sí, dándoles la vuelta y presentado a todos los negros como los malos de la propuesta. Ojo a la inenarrable y recurrente secuencia del entierro de Jazz… en realidad, una tapadera para asesinar a gente no deseada en Harlem con ecos de dichas celebraciones propias del barrio francés de Nueva Orleans. Pero no solo los ambientes y los personajes provienen del black-exploitation, también la canción original que da título al film. Un movido tema principal a cargo de Paul McCartney y los Wings.

Sobre la ambientación hay que prestar atención a las tremebundas y derruidas secuencias que tienen lugar en Harlem, un auténtico campo de batalla donde el hombre blanco no se atrevía a entrar. Allí es donde Bond irrumpe, como un elefante en una cacharrería, con su look totalmente británico y fuera de lugar… Otro tipo de películas que tienen un peso muy importante en el tono y la trama son aquellas de los bandidos y caraduras protagonizadas por Burt Reynolds a finales de los sesenta y setenta. Es aquí donde entra la inenarrable aparición del disparatado Sheriff Pepper. Un agente de la ley a cargo de Clifton James muy cómodo en su papel de dibujo animado humano.

La trama bien podría dividirse en dos. Por un lado, la que tiene lugar en cómo y quién está asesinando a los diferentes agentes especiales situados como enlaces en varias partes del globo. Y qué relación tiene eso con el Doctor Kananga (Yaphet Kotto), un diplomático de las islas de St Monique que suele hacer negocios con un tipo con pintas de chulo de discotecas llamado Mr Big. Y, por otro lado, la clave del asunto es averiguar el vínculo entre estos y romper la alianza que tienen los dos con Solitaire (Jane Seymour), una tiradora de cartas infalible y capaz de ver con total claridad el futuro, salvo que alguien yazca con ella y acabe con su visión. Esto último es algo que, teniendo a Bond por medio, es un caramelo a la puerta de un colegio.

Como no podía ser de otra forma, un film de Bond es sobre todo un film de evasión y acción. Aquí la trama no es más que una excusa para un fin. Y ‘Vive y deja morir’ es eso. No hay más. No tiene trampa ni cartón y tampoco más ambición que esa. Por consiguiente, se nos mostrarán lugares exóticos, mujeres bellas, gadgets, malosos con ínfulas de dominadores del mundo y esbirros imposibles casi siempre con alguna tara de serie que los convierte en máquinas de matar sin conciencia. Y, por supuesto, 007 en medio de todo. Bond despacha con el mismo interés a las mujeres de su lecho como a los enemigos que se le cruzan ante la mira de su cañón.

De ‘Vive y deja morir’ pasan a la historia de la franquicia Bond varios personajes. De un lado, la presentación bajo un “introducing” que puede dar lugar a error de Jane Seymour. La actriz admitió pasarlo mal en el rodaje dado su total pavor a las armas de fuego y las serpientes. Y, de otro lado, destacó el inenarrable rol de Geoffrey Holder como el no menos inenarrable Baron Samedi, un bailongo roba-almas de la isla de St. Monique. Se trata de un personaje claramente inspirado en la cultura del vudú de Nueva Orleans. Y, por supuesto, el momento doppelganger de Yaphet Kotto. A Kotto le obligan a ir en dos marchas diferentes durante un importante lapso de tiempo. Posteriormente le hacen adoptar una pose de reverso de Bond, copiando su estilo y modales en el clímax. Ojo a sus estrambóticos esbirros destacando Julius Harris.

Del elenco también habría que citar las apariciones de los habituales Bernard Lee (M) y Lois Maxwell (Moneypenny). No aparece ni para fichar Desmond Llewelyn (Q). Este último oficialmente fuera por problemas de agenda. En roles recurrentes, pero con diferentes rostros, tenemos a Felix Leiter, el contacto americano de Bond en la agencia, aquí en las manos de David Hedison. Y, por supuesto, el colega local en Jamaica interpretado por Roy Stewart (Quarrel).

Del desfile de féminas, además de la ya citada Seymour, mencionar también a Gloria Hendry (Rosie), a quien se homenajeó en Sin tiempo para morir (Cary Joji Fukunaga, 2021) replicando el primer encuentro de Bond en este film con el mismo en aquel con Daniel Craig y Lashana Lynch. Y, finalmente, para Madeline Smith queda un rol de agente italiana florero.

“Estaba hinchado de orgullo y estalló” (Bond)

En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de Vive y deja morir, una indiscutible pieza setentera que empezó a sentar las bases del Bond que Moore quería interpretar, esto es, un tipo prácticamente irreductible e imperturbable que apenas se despeinaba y sudaba para acabar con los villanos. Inferior a ‘La pistola de oro’ (Guy Hamilton, 1974), pero mucho menos caricaturesca que otras que estarían por venir. En la escala de presentación de 007, Moore perdió contra Connery y su ‘Dr No’ (Terence Young, 1962), pero la batalla no había hecho más que empezar.

Tráiler de Vive y deja morir

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