Temblores
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En 1990 se estrenó un film que no hizo mucho ruido en taquilla. Sin embargo, las ventas y alquileres de su edición en VHS rompieron registros y dieron lugar a una longeva saga. Hoy nos vamos de visita a Perfection, el lugar donde hace 30 años empezó todo. Es hora de volver a tener ‘Temblores’.

“Son monstruos subterráneos” (Valentine)

Crítica de Temblores

A principios de los años 90 me llamó muchísimo la atención el póster de ‘Temblores’. Era imposible no dejarse atrapar por la visión del descomunal monstruo que surgía de lo profundo de la tierra hacia el exterior imitado al Tiburón de Steven Spielberg. Inmediatamente quise ver la película sin tener mayores referencias. Eran otros tiempos y los carteles se cuidaban al máximo vendiéndote por sí solos las películas.

‘Temblores’ supuso el debut en cines de Ron Underwood, un director californiano que tuvo su mejor época en los 90 con películas más o menos destacadas como ‘Cowboys de ciudad’ (1991) o ‘Mi gran amigo Joe’ (1998). Posteriormente, y como suele suceder cuando no se gestiona bien una carrera, cayó en el olvido de la televisión. El caso es que bien podemos decir que ‘Temblores’ fue su obra de mayor repercusión. Una fama conseguida gracias al boca a boca en el mercado doméstico. Este éxito en alquileres y ventas dio lugar a su propia mitología. Una mitología que se extendió hasta en cinco secuelas y una serie de televisión. Eso sí, todas ellas estrenos directos en la pequeña pantalla y la última viendo la luz en 2018. Ninguna de estas continuaciones contó ya con Ron Underwood en la dirección.

Los encargados de desarrollar la saga fueron los guionistas S.S. Wilson y Brent Maddock. Sus nombres, seguramente, no os sonarán de nada. Ahora bien, si digo que ellos fueron los “escribanos” de ‘Cortocircuito’ (John Badham, 1986) o ‘Nuestros maravilloso aliados’ (Matthew Robbins, 1987), entonces, el tema ya cambia ¿verdad? En ‘Temblores’ nos presentaron al descomunal Graboid. Hablamos de una especie de monstruosa y descomunal serpiente/gusano (así es definida en el film) que vive en la profundidad de la Tierra haciendo túneles cual topo. Sus salidas al exterior son realmente tremebundas no dejando títere con cabeza.

A la hora de desarrollar la historia, Wilson y Maddock, nos presentan primero a los habitantes de Perfection para empatizar con ellos y que nos preocupe su destino. Al mismo tiempo, y poco a poco, seremos testigos de ataques puntuales de las criaturas creando un estado de total pánico. Incluso llegaremos a ver a una de ellas engullir una ranchera y a otra estamparse contra un muro. Según avanza el metraje ya veremos a estos descomunales “gusanos” salir varias veces al exterior, especialmente cuando sitian a los pocos vecinos de Perfection en los tejados de sus casas. Realmente esos 30-40 minutos son lo mejor del film resultando francamente entretenidos viendo cómo los protagonistas van trazando planes sobre la marcha para escapar del acorralamiento.

Naturalmente en 1990 no había CGI y todo el tema de las imágenes generadas por ordenador todavía estaba en pañales. Así las cosas, los colosales Graboids fueron desarrollados en base a efectos prácticos. A nivel general pocas quejas podemos ponerles respecto a su aspecto teniendo en cuenta que la cinta tampoco era ningún blockbuster. Además hay que alabar la valentía de mostrar a los monstruos casi siempre a plena luz del día en los exteriores de Lone Pine (California). Esto último es algo que, actualmente y con todos los logros conseguidos, cuesta que se haga así.

Los efectos más logrados son aquellos en los que los monstruos se mueven a toda velocidad al filo de emerger ya a la superficie. Un efecto bastante parecido al que pudimos ver en ‘Los chicos del maíz’ (Fritz Kiersch, 1984). También cabe destacar, en determinadas secuencias, el violento uso de la cámara subjetiva para simular la visión de la criatura acechando a sus víctimas. Un efecto que Sam Raimi usara excepcionalmente en Posesión infernal (1981). Por supuesto no podemos pensar en los Graboids y no recordar a los míticos gusanos deDune (David Lynch, 1984), aunque los primeros son más pequeños.

Respecto a la banda sonora destacan los toques de música country con los que Ernest Troost trufa el comienzo del film. Incluso la famosa cantante country Reba McEntire tiene un papel con cierta importancia. Posteriormente, en el tramo final, el country desaparece para dejar paso a unas partituras más acordes con todo el acoso de los monstruos a los protagonistas. Al parecer, esta parte de la banda sonora fue compuesta por un no-acreditado Robert Folk. La realidad es que el contraste es más que notable.

“Algo hay aquí abajo”. Un pueblo llamado Perfection.

En el reparto los que más sobresalen son la pareja formada por Kevin Bacon y Fred Ward. De hecho, la película está rodada con todo el descaro para que sean ellos los más destacados. Y lo cierto es que Bacon y Ward responden muy positivamente dando vida a Valentine y Earl, una divertida pareja de chapuceros y perdedores que caen bien de manera inmediata. Atención a la frase de Valentine para definir su trabajo: “Nadie maneja la basura como lo hacemos nosotros”. Además, varios de los golpes de humor del film vienen de la relación entre ellos y su constante juego del piedra, papel o tijera para tomar decisiones importantes.

También tiene un papel relevante la actriz Finn Carter dando vida a Rhonda, la sismóloga que está realizando un estudio en la zona. Irremediablemente terminará por convertirse en el interés amoroso de Valentine. Y, por supuesto, llamar la atención de otra pareja. Esta vez me refiero a la formada por Michael Gross y la anteriormente citada Reba McEntire. Ambos interpretan a los Gummer (Burt y Heather), un matrimonio obsesionado con las armas y el apocalipsis nuclear. Precisamente es Michael Gross el único miembro de este reparto original que ha participado en todas las secuelas. Finalmente, no puedo dejar pasar por alto la curiosa presencia de Victor Wong como Walter, el dueño de la única y gran tienda de Perfection.

“Puede que sean serpientes, quizás algún tipo de mutación” (Burt Gummer)

En conclusión.
Finalizo esta crítica de Temblores, un film de serie “B” que ha pasado a la historia del cine de género por sus descomunales “gusanos”. Es cierto que varios aspectos podrían haber sido mejor desarrollados y/o cuidados. Ahora bien, tampoco se puede negar que la película cumple sobradamente como “Monster-Movie” habiendo logrado perdurar en el tiempo. Esto último es algo que ningún miembro de la producción pudo haber soñado jamás cuando se estrenó en USA un 19 de enero de 1990.

Tráiler de Temblores

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