No habrá paz para los malvados
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Tras un largo camino, el director vasco Enrique Urbizu nos ofrece un auténtico descenso a los infiernos. Y lo hace acompañado, una vez más, de José Coronado. Un actor con el que ya ha trabajado anteriormente y que junto a él ha alcanzado siempre cotas de excelencia. ‘No habrá paz para los malvados’ es una compleja intriga a caballo entre el cine noir y el western urbano que no deja indiferente a nadie.

«Rock’n Roll…” (Santos Trinidad)

Crítica de No habrá paz para los malvados

Enrique Urbizu es un director por el que siento un especial interés. Lo descubrí con la ‘La caja 507’ (2002) y con ese desgarrador retrato de fracasos que fue La vida mancha’ (2003). En ambos casos trabajó con José Coronado y, en ambos casos, me dejó sensaciones más que positivas. Quizás por eso esperé impaciente esta película que, por problemas de capital, se vio retrasada la friolera de ocho años. Urbizu es un director que sabe contar historias, sobre todo cuando son suyas y dispone del control absoluto para imprimir su sello personal. Es un director capaz de conjugar lo posible y lo imposible, de retratar al héroe y al villano en el mismo personaje, de conseguir que sigamos una trama compleja que en vez de palabras se narra con imágenes.

El guión, escrito con la colaboración de Michel Gaztambide, es un revival de ese mundo sórdido y oscuro donde Urbizu se maneja tan bien. Un mundo de perdedores, prostitutas, narcotraficantes y malvados de la peor calaña. Pero también es un western donde nuestro pistolero particular cabalga hacia los infiernos. La trama nos lleva a través de un doble sendero. Por un lado, la implacable persecución que inicia Santos para encontrar al testigo y, por el otro, la investigación de la juez Chacón para esclarecer el triple asesinato. Y de fondo una clara referencia al 11M, pero siempre manteniendo las distancias de rigor. Es cierto que la complejidad del guión puede crear lagunas en algunos puntos, y que la trama de la investigación judicial baja un escalón, pero creo que es más debido a la narrativa visual que a carencias estructurales.

Bajo mi punto de vista, la anteriormente citada ‘La caja 507’ era una película estructuralmente mejor acabada que ‘No habrá paz para los malvados’. No obstante, esta última posee una carga visual y, sobre todo, una intensidad mucho mayores. Como digo, habrá quien vea cabos sueltos en el libreto o elementos sin explicar, pero a mi me parece una decisión afortunada la de no contarlo todo. Otros igual reniegan del costumbrismo español, pero en este caso no sólo era necesario sino obligado.

Uno de los elementos distintivos en la filmografía de Urbizu es esa clara fascinación que siente por cierto tipo de personajes. En este caso, el policía que desprecia las barreras morales que marca la sociedad. Un tipo que, como si de un Harry Callahan se tratara, se debe a su propio código, aunque eso suponga poner su vida en juego. En palabras del propio José Coronado: «Santos es un hijo de puta, un desecho de la sociedad». Sin embargo, al mismo tiempo, y muy a su pesar, es también el clásico antihéroe. El trabajo interpretativo de Coronado resulta admirable. El actor retrata a un tipo de tortuoso pasado que desprecia a todos pero sobre todo a sí mismo. Ya no es sólo su aspecto desaliñado propio de un macarra, sino el tratamiento que da a su personaje. Todo con una absoluta economía gestual.

El resto de personajes también reciben un trato realista que les aleja de los típicos adornos hollywoodienses. Por ejemplo, Juanjo Artero se mete en la piel de un policía formal y bastante aséptico. Un rol un tanto alejado del perfil marrullero que tenía en la serie de televisión ‘El comisario’, pero resulta creíble en todo momento. Incluso secundarios como Rodolfo Sancho o Ricardo Dávila se mantienen en un tono libre de adornos. Y si hay una presencia sorprendente esa es la de Helena Miquel. La cantante catalana del grupo ‘Delafé y las Flores Azules’ encarna a la metódica juez Chacón. Pese a tratarse de su primer trabajo ante las cámaras nos deja muy gratas sensaciones, mezclando su dulzura natural y espontánea con el “posturismo” que se espera de su personaje.

La puesta en escena está muy cuidada, con poco o nada que envidiar a muchas de las producciones norteamericanas. Esta es una cinta filmada con austeridad de encuadres y sin recurrir a la tan molesta y habitual cámara en mano. Como decíamos al principio, Urbizu consigue mezclar con éxito conceptos tan distintos como el western, el cine noir y el costumbrismo propio del cine español. Pero también se sumerge en las raíces del género negro de serie B y juega hábilmente con interesantes elementos visuales. Un ejemplo sería la recurrente máquina tragaperras que, al principio y al final, nos recuerda que Santos no es otra cosa que un forajido que cabalga hacia su destino a lomos de su pasado.

Conclusión.
Al hacer esta crítica de No habrá paz para los malvados es inevitable tener presente el menosprecio sistemático que sufre el cine español en nuestro país. Es un pensamiento que no suscribo, porque aunque hay películas decepcionantes también podemos disfrutar de obras más que notables que son la prueba de lo bien que pueden llegar a hacerse las cosas. Y es exactamente lo que nos ocurre con la película que nos ocupa. Siempre estarán aquellos que renegarán de la cinta simplemente por ser española. A esos pocos tan sólo les puedo decir que se están perdiendo la ocasión de disfrutar de una buena película. Tan es así que el mismísimo Sylvester Stallone se planteó hacer un remake made in Hollywood…

Tráiler de No habrá paz para los malvados

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