Enemigos públicos
John Dillinger y su banda vivieron su época de esplendor a principios de los años 30, a las puertas de la gran depresión que vivirían los Estados Unidos. Los robos de Dillinger a los bancos eran vistos por los ciudadanos como una muestra de rebeldía contra el sistema que los oprimía. Por ello, Dillinger era considerado un héroe para la gente de a pie. Pero el gobierno no estaba dispuesto a que un ladrón les pusiera en jaque y, de la mano de un visionario gestor de lo que acabaría siendo el FBI llamado J. Edgar Hoover, se puso en marcha una división de agentes de la ley comandada por Melvin Purvis con la única misión de dar caza a Dillinger y sus secuaces... a cualquier precio. (Cineycine).
La recta final del verano del 2009 nos regaló toda una delicia para los paladares más exigentes del cine noir. Un film a la altura de los clásicos del género, redondeado con dos interpretaciones asombrosas de Johnny Depp y Marion Cotillard. Puro cine de Michael Mann en movimiento. Es hora de enfrentarnos a los ‘Enemigos públicos’.
“Recuerda lo que decía Walter Dietrich: nunca trabajes con desconocidos, ni aunque estés desesperado” (Red Hamilton)
Crítica de Enemigos públicos
Para empezar, hay que dejar bien claro que Michael Mann hace un cine muy particular. Un tipo de cine en el que no hay ningún resquicio de comercialidad, tal y como esta es conocida. Mann no busca historias que llenen las grandes salas y tampoco presenta a héroes de los de toda la vida. Sus historias de amor no son típicas ni normales, ni siquiera sumamente apasionadas. Pero su cine es CINE, así, con mayúsculas. Desde ‘Ladrón’ (1981), su ópera prima como director para cines, Mann ya dejaba claro por donde irían sus ambiciones artísticas. Ambiciones que se repiten en ‘Enemigos públicos’. Y a las que aquí suma su admiración hacia John Dillinger. Por eso se puso manos a la obra con este proyecto que recoge la célebre vida del famoso ladrón de bancos que, a principios de los años treinta, tuvo el mundo en sus manos.
Consciente de lo mucho que se jugaba artísticamente, Mann apostó fuerte por este proyecto. Por ello, contó nuevamente con Dante Spinotti, todo un maestro como director de fotografía que firma un trabajo sencillamente perfecto. Sus juegos con la iluminación, el fuego o las cambios de formato de cámara: se pasa de la alta definición que vemos durante casi todo el metraje al ajado tono de noticiario documental que se emplea cuando Dillinger es capturado y trasladado en avión. Esas secuencias son realmente fascinantes. Unos momentos elevados más aún gracias a la maravillosa score de Elliot Goldenthal, la mejor partitura de ese año sin lugar a dudas. Su banda sonora mezcla magistralmente jazz, orquesta y música original.
También digno de elogio es todo el trabajo de ambientación, maquillaje y vestuario. Todo esto nos traslada a esa época de elegancia y glamour sólo posible en los años treinta. Hecho que gana muchísimo gracias a la conocida minuciosidad con la que Mann rueda y ambienta sus películas. Esta misma cinta, por poner un ejemplo, está filmada en escenarios reales donde acontecieron los hechos. Escenarios como la prisión en donde Dillinger llevó a cabo su recordadísima fuga. Incluso, Johnny Depp siguió al pie de la letra el plan de huida original atravesando sistemáticamente las mismas puertas que Dillinger tomó para huir. Otro detalle también digno de lo perfeccionista que es Mann es que la totalidad de los últimos veinte minutos de la cinta están rodados en los escenarios reales de la historia. Y esto es un logro pocas veces visto en la historia del cine.
Después del bajón artístico de ‘Corrupción en Miami’ (2006), Mann regresa a su hábitat natural: el cine negro envuelto en tragedia y con gotas del auténtico thriller americano de su época dorada. De aquellas grandes obras bebe directamente ‘Enemigos públicos’. Y, si bien, en términos generales se queda un peldaño por debajo de obras maestras del director como ‘Heat’ (1995) o ‘Collateral’ (2004), no menos cierto es que también estamos ante un ejercicio cinematográfico ejemplar. En cualquier caso, la principal razón por la que no consigue elevarse como una masterpiece es el bajón que sufre la propuesta durante casi una hora de metraje. En esos minutos apenas pasa nada que tenga el tono épico del que si están dotados su primera media hora y su hora final.
Lo anterior deviene provocado por el gusto de Mann en mostrarnos romances demasiado fríos. Si el romance entre Dillinger y Billie es como lo vemos, es porque Mann así lo quiere. Un noviazgo que da comienzo de forma imposible y que se desarrolla pausadamente en lo que a sentimientos entre ambos se refiere. Este romance, unido a que los robos del film no están filmados con el novedoso ritmo de ‘Ladrón’ o Heat’, hacen que la película entre en una especie de bajón del que da la sensación que no podrá recuperase… Sin embargo, Mann da una vuelta de tuerca con la entrada de un grupo de hábiles agentes de la ley. A partir de ahí, da comienzo el auténtico juego del gato y el ratón que prometía en sus comienzos. Y es ahí donde se van acumulando las escenas para el recuerdo que terminan elevando a ‘Enemigos públicos’.
En lo referente al reparto, Mann lleva a cabo una selección de actores más que notable. De todos, el que se lleva la palma, faltaría más, es Johnny Deep. Como protagonista, Depp se aleja totalmente, y a Dios gracias, de sus personajes caricaturescos y pasados de vueltas. En esta oportunidad se muestra contenido en todo momento, demostrando lo gran actor que es. El otro gran protagonista de la función, a priori, es Christian Bale. El actor británico tiene que cargar con un personaje tremendamente plano. De su Melvin Purvis no sabemos nada. Y eso merma en mucho las posibilidades de Bale para llevar a cabo una perfomance digna de recuerdo. Aún, y con eso, cumple más que correctamente con lo que le toca.
Más desarrollado es el rol de una espectacular Marion Cotillard. La actriz logra hacer desaparecer su marcado acento francés y, sin tener que recurrir a trabajados efectos de maquillaje, lleva a cabo una actuación apoteósica. Su interpretación se engrandece todavía más con su plano final que pone los pelos de punta. Completando el reparto en papeles secundarios, pero muy bien interpretados, están los habituales secundarios de lujo: Billy Cudrup, Giovanni Ribisi, Sthepen Lang, Jason Clarke y un avejentado Stephen Dorff, al que es raro ver en producciones de esta magnitud, pero que cumple con nota en un papel nada fácil.
“Dietrich no sabía lo que era estar desesperado” (John Dillinger)
En resumidas cuentas.
Acabo esta crítica de Enemigos públicos, una gran muestra de cine negro de la mano de un director que merece el calificativo de visionario del cine. Lástima ese pequeño bajón que la priva del calificativo de obra maestra. No obstante, ver este film es toda una delicia para los sentidos. Los fans de Mann pueden sentirse satisfechos. Y esto fue todo.
Tráiler de Enemigos públicos
Escucha nuestro podcast
La peli me gusto bastante pero le falta algo y es que no termina de conectar con el espectador, para mi a los personajes les falta carisma.