Enemigos públicos
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La recta final del verano del 2009 nos regaló toda una delicia para los paladares más exigentes del cine noir. Un film a la altura de los clásicos del género, redondeado con dos interpretaciones asombrosas de Johnny Depp y Marion Cotillard. “Puro cine Mann” en movimiento. Bienvenidos a ‘Enemigos públicos‘.

Enemigos Públicos

Atrapen al ladrón.
Para empezar, hay que dejar bien claro que Michael Mann hace un cine muy particular, no hay en el ningún resquicio de comercialidad como esta es conocida, no busca historias que llenen salas de cine, no presenta a héroes de los de toda la vida. Sus historias de amor no son típicas ni normales, ni siquiera sumamente apasionadas, pero su cine es CINE, así con mayúsculas. Desde ‘Ladrón’, su ópera prima como director para el cine, Mann ya dejaba claro por donde irían sus ambiciones artísticas, retratando a su personaje principal, un sensacional James Cann (modelo de todos los protagonistas masculinos que vendrían), como un hombre a la vieja usanza con valores, con una personalidad muy marcada y las ideas muy claras. Y esa es una de las principales razones por las que Mann, un admirador confeso de John Dillinger, se puso detrás de este ambicioso proyecto, el de llevar la célebre vida de un ladrón de bancos que a principios de los años treinta tuvo el mundo en sus manos.

Lo primero que vemos en ‘Enemigos públicos’ es a John Dillinger (un magistral y por fin contenido Johnny Depp) sacando de prisión al resto de miembros de su banda con la ayuda de su mano derecha, “Red” Hamilton (Jason Clarke). Entre los que sacan se encuentran: Walter Dietrich (James Russo), Charles Makley (Christian Stolte)  y Homer Van Meter (Stephen Dorff). El plan es simple, alguien ha introducido armas en las cajas de las bobinas de hilo gigantes que usan para hacer ropajes, armas que utilizarán para reducir a los guardias. Una vez estos están maniatados, los presos los llevan a una habitación continua donde deben cambiar sus trajes de reos por el uniforme de los guardas, pero uno de los miembros de Dillinger pierde los nervios (escena calcada a cuando Waingro asesina a un seguridad en el robo de los bonos del principio de Heat) y acaba haciendo saltar las alarmas de la penitenciaria tirando por la borda el plan de Dillinger de salir tranquilamente por la puerta principal.

Lo que sucede a continuación es un intercambio de disparos (atención al atronador sonido “made in Michael Mann” de todos y cada uno de los tiroteos del film) que dará pie a una de las escenas para el recuerdo del film: cuando Dillinger sujeta el brazo de uno de sus hombres herido y a punto de morir con el coche en marcha (un plano de maestro por parte de Mann). Tras esa escena que, ya deja bien a las claras que estamos ante un film que nos va a dar muchos planos para el recuerdo, pasamos a presentar a Melvin Purvis (correcto Christian Bale), aunque eso de presentar no es del todo cierto. Seguramente por expreso deseo de Mann, Purvis es un total desconocido para nosotros. Durante las más de dos horas y media que dura ‘Enemigos públicos’, lo único que llegaremos a saber de Purvis es que es un agente de la ley llamado Melvin Purvis, nada más. Lo que choca con el minucioso retrato que Mann nos muestra de Dillinger, otra muestra más de que al director de Collateral, el personaje que le interesa es Dillinger y que los demás son meros acompañamientos narrativos. Y eso que la entrada en escena de Purvis es genial, ver a este perseguir y dar caza a Pretty Boy (un difícilmente reconocible Channing Tatum) y su rostro impasible al ver morir al delincuente es digno del Bond de Daniel Craig.

Pero no, Mann está demasiado fascinado por Dillinger como para dar cobijo y más minutos a presentar a otro que le pueda hacer sombra, y eso es algo que, ojo, no veo mal, pero que resiente el film durante su primera hora, justo hasta que el grupo de policías comandado por Purvis, siguiendo el rastro de pequeñas pistas dejadas por Dillinger, encuentra por casualidad a “Baby Face” Nelson (Stephen Graham), uno de los miembros de Dillinger más inestables mentalmente, vamos que tenía el gatillo fácil. La escena sirve para dos cosas: una para que el espectador se de cuenta de que no todos los ladrones son tan encantadores como Dillinger… y la otra para que Purvis vea que está rodeado de un grupo de policías, digamos “demasiado verdes”. Por ello, Purvis solicitará a su superior  J. Edgar Hoover (un notable Billy Cudrup) que le permita relevar a estos de sus puestos y traer a unos policías más curtidos de las diferentes comisarías vecinas. La entrada en escena de estos agentes de la ley, curtidos en las calles, servirá para que de comienzo la apoteósica caza mortal a la banda de Dillinger, momento en el que el film pisa el acelerador y comienza a mostrarse grandioso en todos los sentidos, hasta su final, un primer plano sostenido de más de un minuto de Billie Frechette (Marion Cotillard) que pone los pelos de punta.

Enemigos Públicos

Crítica de Enemigos Públicos.
Consciente de lo mucho que se jugaba artísticamente, Michael Mann apostó fuerte con ‘Enemigos públicos’, contando de nuevo con Dante Spinotti, encargado de la fotografía en la obra maestra absoluta Heat y que no estuvo presente en el fiasco (a todos los niveles) que supuso ‘Corrupción en Miami’. Spinotti, un maestro en su campo, firma aquí un trabajo sencillamente perfecto, sus juegos con la iluminación, el fuego o las cambios de formato de cámara, pasando de la alta definición que vemos durante casi todo el metraje al ajado tono de noticiario documental que usa cuando Dillinger es capturado a mitad del film y trasladado en avión con la consecuente y multitudinaria llegada al aeropuerto (mostrada como si estuviera sacada de un documento videográfico de la época). Esas secuencias son realmente fascinantes, un momento elevado más aún gracias a la maravillosa score de Elliot Goldenthal, la mejor partitura de ese año sin lugar a dudas, que mezcla magistralmente jazz, orquesta y banda sonora original.

También digno de elogio es todo el trabajo de ambientación, maquillaje y vestuario del film, que nos traslada a esa época de elegancia y glamour sólo posible en los años treinta. Hecho que gana muchísimo gracias a la conocida minuciosidad con la que Mann rueda y ambienta sus películas. Esta misma cinta, por poner un ejemplo, está filmada en escenarios reales donde acontecieron los hechos tales como: la prisión en donde Dillinger llevó a cabo su recordadísima fuga e incluso Depp siguió al pie de la letra el plan de huida original de Dillinger atravesando sistemáticamente las mismas puertas que este tomó para huir de la prisión. Otro detalle también digno de lo perfeccionista que es Mann es que la totalidad de los últimos veinte minutos de la cinta están rodados en escenarios originales, y eso cuando hablamos de una historia que tuvo lugar en los años treinta es un logro pocas veces visto en la historia del cine. Es decir, que cuando Depp descansa en la habitación del motel, lo hace en la misma habitación en donde lo hizo Dillinger e incluso la cama es la misma; lo mismo vale para su clímax final en el cine, el mismo en donde tuvieron lugar los hechos originales.

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En lo referente al reparto, sin ser un reparto de leyendas de la interpretación como el de la citada Heat o tener a una superestrella del firmamento Hollywood como Tom Cruise enCollateral‘, Mann ha llevado a cabo una selección de actores más que notable. De todos, el que se lleva la palma, faltaría más, para eso es el gran protagonista de la función es Johnny Deep. Cuesta creer que un gran actor como él, al que hace diez años nadie quería en sus películas comerciales (‘Sleppy Hollow’ es un claro ejemplo de lo que quiero decir), sea hoy en día la estrella mediática que es. Aquí Depp se aleja totalmente, y a Dios gracias, de sus personajes caricaturescos y pasados de vueltas de films anteriores, para mostrarse contenido en todo momento, demostrando lo gran actor que es. El otro gran protagonista de la función a priori es Christian Bale, que tiene que cargar con un personaje tremendamente plano. De su Melvin Purvis no sabemos nada, y eso merma en mucho las posibilidades de Bale de llevar a cabo una perfomance digna de recuerdo, como ya hiciera en ‘Rescate al amanecer’ o ‘El truco final’. Aún y con eso, Bale cumple más que correctamente con lo que le toca. Más desarrollado es el rol de una espectacular Marion Cotillard, que logra hacer desaparecer su marcado acento francés y, sin tener que recurrir a trabajados efectos de maquillaje como en ‘La vida en rosa’, lleva a cabo una actuación apoteósica que se engrandece aún más con su plano final que pone los pelos de punta. Completando el reparto en papeles secundarios pero muy bien interpretados están los habituales secundarios de lujo Billy Cudrup, Giovanni Ribisi, Sthepen Lang, Jason Clarke y un avejentado Stephen Dorff, al que es raro ver en producciones de esta magnitud, pero que cumple con nota en un papel nada fácil.

Después del bajón artístico de ‘Corrupción en Miami’, aquella reinvención que Mann se marcó de su propia serie de TV de los 80s, con unos imposibles Sonny Crocket y Ricardo Tubbs interpretados muy sosamente por Colin Farrell y Jamie Foxx, se puede decir que Mann regresó a su hábitat natural, el cine negro envuelto en tragedia y con gotas del auténtico thriller americano de su época dorada. Aquellos ‘French Connection’ o ‘Bonnie & Clyde’. De aquellas grandes obras bebe directamente ‘Enemigos públicos’, que si bien en términos generales se queda un peldaño por debajo de obras maestras del director como Heat‘ y ‘Collateral, no siendo eso óbice para que este film se convirtiera en una de las mejores películas de su momento junto a otras comoEl Luchador‘, ‘El Curioso caso de Benjamin Button’ y por qué no decirlo, Terminator Salvation‘. Y eso que como digo que ‘Enemigos públicos’ no llega al extremo de ser catalogada como obra maestra, aunque de las otras tres que he citado, la única que merecería ese calificativo sería la dirigida por David Fincher.

Enemigos Públicos

En el caso de el film que hoy nos ocupa, la principal razón por la que no consigue elevarse como una masterpiece es el bajón que sufre la cinta durante casi una hora de metraje, en donde apenas pasa nada que tenga el tono épico del que si están dotados su primera media hora y su hora final. Eso es debido al gusto de Michael Mann por mostrar romances demasiado fríos, una concesión que se permite el director de ‘El dilema’ en todos sus films, y que ya forma parte de su personal estilo narrativo. Si el romance entre Dillinger y Billie es como vemos, es porque Mann así lo quiere. Un noviazgo que da comienzo de forma harto imposible, ver como Dillinger conquista a Billie, no es algo novedoso, así fue como Frank “enamoró” a Jessie en ‘Ladrón’ o muchos de los momentos que viven estos nos suenan del idilio entre Neil McCauley y Eady en ‘Heat’. Pero es que Mann, en este caso decide ir más lento, más pausado, mostrando una relación de pareja que se gesta muy poco a poco, en lo que a sentimientos entre ambos se refiere. Eso, unido a que los robos del film no están filmados con el novedoso ritmo de ‘Ladrón’ o Heat’, hacen que el film entre en una especie de bajón del que da la sensación que no podrá recuperase.

Craso error, pues Mann da una vuelta de tuerca a lo visto hasta ese momento, con la entrada de un grupo de hábiles y muy dotados agentes de la ley, en una escena de presentación realmente espléndida en la estación de Metro. A partir de ahí, da comienzo el auténtico juego del gato y el ratón que el film prometía en sus comienzos, y es ahí donde se van acumulando las escenas y planos para el recuerdo: Dillinger en el cine viendo su foto en pantalla (atención a la cara de Depp y la iluminación del momento), Purvis encontrándose de frente con “Baby Face” Nelson en el Motel, el último robo al banco de Dillinger para el que debe de aliarse con algunos indeseables y que tendrá un giro inesperado en la opinión de los ciudadanos de a pie con el hasta entonces venerado anti-héroe… pasando por escenas que pondrán los pelos de punta. Estas secuencias unidas a las ya vistas antes, como la mítica fuga de la cárcel de Dillinger armado con una pistola de jabón, o el cara a cara entre este y Purvis elevan a ‘Enemigos públicos’ a la categoría de gran obra, sólo un peldaño por debajo de las otras dos masterpiece del director.

Enemigos Públicos

En resumidas cuentas.
Una gran muestra de cine negro de la mano de un director que merece el calificativo de visionario del cine. Lástima ese pequeño bajón que la priva del calificativo de obra maestra. Aún y con eso, ver este film es toda una delicia para los sentidos. Los fans de Mann pueden sentirse satisfechos. Y esto fue todo en esta crítica de Enemigos públicos.

El plano: Dillinger tras ver su foto en el cine.
La escena: Dillinger viendo como es atrapada Bellie .
La(s) secuencia(s): El cara a cara entre Dillinger y Purvis. El tiroteo en el motel. Y su clímax final en el cine. Impresionantes.

Frases memorables:
-«Recuerda lo que decía Walter Dietrich, nunca trabajes con desconocidos, ni aunque estés desesperado» (Red Hamilton).
«Dietrich no sabía lo que era estar desesperado». (John Dillinger).

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