Chinatown
Comparte con tus amigos










Enviar

“Claro que soy responsable, soy viejo. Políticos, edificios feos y prostitutas se vuelven honorables si duran lo suficiente. Si Mulwray fue asesinado, puede que ella fuera la última persona que lo vio antes de morir. Usted limítese a buscarla. Hollis Mulwray engrandeció esta ciudad y me ayudó hacer una fortuna. Limítese a buscar a la chica”. Roman Polanski presenta a Jack Nicholson metiendo sus narices en las cloacas de ‘Chinatown’.

“Quieto ahí, gatito. No trepes. Quieto. Eres muy curiosón ¿Eh? Sabes lo que les pasa a los que meten la nariz donde no deben ¿Eh? ¿Eh? No lo adivinas ¿Eh? ¡Pues que la pierden!” (Matón)

Crítica de Chinatown

Estamos ante la película que lanzó la carrera de Jack Nicholson, rescató del infierno en vida a Roman Polanksi y alzó a los cielos definitivamente a Robert Evans. Pero, por mucho que en la historia pueda parecer lo contrario, ‘Chinatown’ no salió de ninguno de ellos directamente… Fue el guionista Robert Towne, bajo una serie de coincidencias y vivencias, quien pudo alumbrar esta obra clave del cine negro y policíaco.

Robert Towne, oriundo californiano y antiguo amigo de Jack Nicholson, era un escribano al alza a principios de los 70. Recordemos que ya había trabajado, sin acreditar, en el libreto de ‘Bonnie & Clyde’ (Arthur Penn, 1968) y firmado el anterior trabajo de Nicholson como protagonista, ‘El último deber’ (Hal Ashby, 1973). Pues bien, mientras el actor se encontraba dirigiendo ‘Aquellos años’ (1971), en uno de sus discutibles primeros intentos por ser realizador, envió a Towne a la biblioteca pública para documentarse en busca de un nuevo proyecto que le permitiera nuevamente brillar en la interpretación.

El guionista pronto dio con una historia sobre cómo robaron el agua de los ganaderos y labriegos de California en los años 30 para abastecer los campos de golf y residenciales. También se documentó sobre cómo se movió la estructura de los dos valles para favorecer la construcción y el pelotazo urbanístico. Bajo esa premisa real, su afición por las historias a lo Raymond Chandler y sus propios recuerdos de haber crecido en esa California de los años treinta, Towne comenzó a darle vueltas a una trilogía sobre un detective privado, un antiguo agente de la ley en el Barrio Chino. La obra comenzaría en 1937 y acabaría en 1954, el año en que fue abolida la ley anti-divorcio en California. De toda esa semilla surgió el guión final de ‘Chinatown’. Y, posteriormente, el guión largamente postergado de su secuela, ‘The Two Jakes’ (Jack Nicholson, 1990).

Llegado este punto, podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo el libreto de Towne, escrito con Jack en mente durante todo el tiempo, llegó a la Paramount? La respuesta fue la unión de astros que todo gran film, surgido de la imaginación de un individuo y no de una novela o un longline, necesita. Robert Evans, productor y jefe de Paramount, quería sacar adelante ‘El gran Gatsby’ (Jack Clayton, 1974), film que consideraba su tótem tras ‘Love Story’ (Arthur Hiller, 1970). Y, para ello, tenía carta blanca. Por su parte, Robert Towne era el guionista joven más pujante de la ciudad, pero no le interesaba tanto el dinero y sí las historias. Por ello, cuando Evans le ofreció adaptar ‘Gatsby’, Towne le replicó con su libreto de ‘Chinatown’. Así pues, Evans dejó de lado a Gatbsy y se encariñó de ‘Chinatown’.

El siguiente paso fue elegir expresamente a Roman Polanski para ponerse detrás de las cámaras. El propio Jack Nicholson llamó a Polanski a Roma para convencerlo. En la conocida como “ciudad eterna” era donde se había retirado el cineasta huyendo de Estados Unidos. Evans le ofreció al director un irrechazable cheque… y Towne se plegó por completo a sus exigencias y aportaciones. Todas estas circunstancias acabaron por dar forma a ‘Chinatown’ como la obra indeleble que todos conocemos. Una obra redondeada por la aportación impagable de John Huston. El director sería reclutado como actor para el serpentiniano rol de Noah Cross, un rico hacendado que terminaba de emparejar el universo Chandler con la novela negra adaptada al celuloide, siendo Huston el firmante de la monumental El halcón maltés (John Huston, 1941).

‘Chinatown’, como tal, no es solo una situación geográfica clave… ¡es un ideal! Quería hablar de la incomprensión, de la perdida de identidad, de la futilidad y de la idea de que el pasado se puede dejar atrás, pero siempre acaba volviendo. De todo eso trata el film. Trata de que las heridas no se cierran. Y de que el peor enemigo del ser humano ¡es el mismo ser humano! El inigualable guión de Towne plasma todo ello de forma maestra. Cierto que abraza la nostalgia de un recuerdo imborrable, de un tiempo pasado y de un viaje a un mundo de buenos y malos, pero plagado de capas grises. Pero lo hace con su propia personalidad. Esto no es sólo un ejercicio de nostalgia, sino un maestro ejercicio de talento hecho desde un sentimiento de nostalgia.

La música, evocadora y sensacional, es de Jerry Goldsmith. La fotografía ejemplar es de John A. Alonzo, todo un maestro del arte del encuadre y la preparación de planos. Todo en ella es grandioso. Y ¡cómo no! la dirección de Roman Polanski está llena de matices y detalles. El realizador se muestra engrandecido por la rabia, la perdida y las ganas de reivindicación que tenía en aquel momento de su vida. Suya fue la imposición del final del film, por encima de la palabra de Towne, y contra la opinión de Evans. Ambos querían buscar un resquicio de fe en el mundo, cambiando el destino de los personajes. Menos mal que Polanski ganó. Porque con su final, el cine ganó. El arte prevaleció y ‘Chinatown’ se alzó imborrable en el olimpo de las grandes.

Sin duda, hablar de una película como la que nos ocupa… ¡es hablar de palabras mayores! De una obra sobre la que se han vertido ríos de tinta desde su estreno hace medio siglo. ‘Chinatown’ sirvió para redefinir el cine negro en los siguientes cincuenta años tras su estreno. No es casualidad que esta producción sea considerada por muchos como una de las mejores películas de la historia del cine. De hecho, es nombrada por el AFI como una de las cien más influyentes del cine americano.

Por supuesto, toda gran película que se precie necesita de grandes actores a los que se les entreguen grandes personajes. Y eso pasó aquí. Todos los intérpretes de peso parece que nacieron para los roles que les fueron asignados. Hagamos un breve repaso empezando por la gran estrella de la función…

Jack Nicholson simple y llanamente está impresionante como J.J. Gittes. El papel está totalmente moldeado para sus características interpretativas. Socarrón, pero leal. Decidido y astuto. Vividor, pero dedicado a su trabajo. Jake Gittes es una de las grandes creaciones del repertorio de máscaras de Jack. Una mezcla perfecta de su propia personalidad y de sus actitudes actorales. Ojo a sus arranques de ira, a su humor cínico y a sus corajudos intentos por hacer el bien en un mundo que se derrumba. Sensacional personaje, sin duda. Gittes es un detective privado que se jacta de no querer esquilmar a sus clientes y eso hace. Cuando descubre que ha sido engañado, no ceja en su empeño de descubrir por qué y por quién. Y eso le hace volver al lugar del que acabó por huir ante la imposibilidad de la razón: Chinatown.

Por su parte, Faye Dunaway (Evelyn) entrega una performance descomunal. Su actuación gana aún más en matices toda vez que se ha visto el film ya una vez. La cantidad de pistas soterradas y detalles que va dejando sobre su personaje afloran sin tapujos una vez descubrimos la verdad de sus actos. Atención a la revelación clave de su personaje en una secuencia que, vista hoy día, sigue poniendo los pelos de punta. Enorme labor de la diva Dunaway degustando, sin duda, los mejores años de su vida.

También tenemos a Burt Young como Curly, un botarate pescador y cliente de Jake que tendrá un rol clave cuando parecía que se había despedido sin decir adiós. Perry Lopez es Lou Escobar, un recién nombrado teniente que no sabe por donde le vienen los tiros, a pesar de las advertencias de Jake. Además, James Hong es Ken, el fiel mayordomo de Evelyn. Y la actriz Diane Ladd da vida a Ida Sessions, una mujer contratada para hacerse pasar por Evelyn y dar comienzo a la investigación de Jake sobre Hollis Mulwray. Este último interpretado por Darrell Zwerling. Quedan para el final: John Huston (Noah Cross), Roy Jenson (Mulvihill) y el propio Roman Polanski (el hombre del cuchillo). Los tres encarando a personajes cada vez más oscuros. Huston borda un retrato descomunal de un poderoso hombre californiano que ansía comprar el futuro.

“Olvídalo todo. Es el barrio chino” (Walsh)

En resumidas cuentas.
Acabo esta crítica de Chinatown, una autentica masterpiece. Emblema del cine negro absoluto. La interpretación que situó a Nicholson en el punto de mira de Hollywood y la redención del fugado Polanski. También supuso el empujón que necesitaba Robert Towne para ganarse una carrera como guionista de primera fila y la auténtica reivindicación de Robert Evans como productor. En definitiva, una película inolvidable y un clásico de oro de la historia del cine.

Tráiler de Chinatown

Escucha nuestro podcast