Mercury Rising (Al rojo vivo)
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“Por favor, no toque usted el vino, señor Jeffries. He leído su ficha. Un agente del FBI con problemas psicológicos y un pésimo historial que rapta a un niño de nueve años. Y ahora se presenta en mi casa, en medio de una fiesta y armado con el propósito de presentarme esta acusación falsa y sin firma, supuestamente escrita por Leo Pedranski, al que según tengo entendido asesinó usted. ¡Solo puedo creer que está loco!”. Bruce Willis va en plan “conspiranoico” en ‘Mercury Rising (Al rojo vivo)’.

“Catorce años en esto para acabar así: escuchando con un novato como una ama de casa hace el pedido al supermercado… Te han dicho que me tocaras las pelotas para obligarme a dimitir ¿verdad? Pues no voy a ponértelo fácil. Si quieres que haga ese trabajo, lo haré. Dame la misión que quieras porque la haré. ¡Tú decides!” (Art Jeffries)

Crítica de Mercury Rising (Al rojo vivo)

La combinación de Bruce Willis más niño era una premisa que muchos pensaban que funcionaba desde tiempos inmemoriales. Básicamente esta idea se sustentaba en que el actor era una especie de figura con la que se identificaba todo el mundo. Y antes deEl sexto sentido (Shyamalan, 1999), el film que hoy nos ocupa era el mayor representante de ese “subgénero” en la filmografía de Willis… En ‘Mercury Rising’, el mítico intérprete da vida a un agente del FBI. Un tipo bregado que cae en desgracia cuando una operación que el comandaba en secreto sale mal y acaba con multitud de inocentes muertos. Su superior lo manda a escuchas telefónicas en un sótano. Ahí permanece hasta que es rescatado para investigar la desaparición de un niño autista. Aparentemente se trata de otro caso rutinario…

La introducción del párrafo anterior se hace necesaria porque justo en ese punto es donde el film cambia claramente de tercio. Antes de eso, pocas cintas y tramas habían echado la vista en la temática del síndrome del espectro autista. En ‘Mercury Rising’ es mostrado principalmente en la figura del pequeño Simon, interpretado por Miko Hughes. Por aquel entonces, el chavalín bordó un rol tremendamente complicado. Y más aún para un niño actor de su edad.

El libreto de ‘Mercury Rising’ parte de la propia novela ‘Simple Simon’ escrita por Ryne Douglas Pearson. A su vez, el libro estaba inspirado en un hecho real acontecido en los años cincuenta en Estados Unidos. El hecho se centraba en un chavalín que descubrió en unos pasatiempos de un periódico local un código que le llevaba a una línea ficticia de Santa Claus. Sin embargo, en realidad se escondían una serie de cifrados del Ministerio de Defensa de EEUU.

De trasladar esa idea desde la novela a cines se encargó el equipo formado por Lawrence Konner y Mark Rosenthal. Universal Pictures fue quien puso encima de la mesa los aproximadamente 60 millones de dólares para rodarla en localizaciones reales de Chicago, Dakota del sur y Washington. Todo ello bajo la dirección del siempre correcto Harold Becker. La fecha de estreno se fijó para el 3 de abril de 1998. En términos monetarios, la cinta acabó recaudando un poco por debajo de los 100 millones de dólares a nivel mundial. Claramente quedó muy lejos del hit de ese mismo año Armageddon (Michael Bay, 1998), pero bastante cerca de ‘Estado de sitio’ (Edward Zwick, 1998). Ambas producciones también con Bruce Willis en el elenco principal.

Entrando ya en la trama, y fuera del aspecto puramente comercial, es de justicia recalcar el intento que hace la película por retratar, aunque sea a groso modo, de forma fidedigna aspectos del síndrome ya citado y conocido como “el espectro autista”. Estamos ante un trastorno disociativo mucho más amplio que el de genios poco sociables que deben de tener pautas y rutinas muy marcadas. El film hace que rasgos de Simon sean fácilmente retratables en muchas personas diagnosticadas dentro los numerosos casos por TEA que se pueden dar. Así pues, difícilmente nadie del colectivo o de asociaciones vinculadas, puede quejarse del retrato que se hace. Aunque este sea de un largometraje de acción de hace 25 años… y de un trastorno sobre el que se ha avanzado y normalizado tanto en este tiempo.

Volviendo a la cinta, ante todo estamos hablando de un vehículo comercial a gran escala. Un film de acción, intriga y espionaje con alto contenido de drama y redención… En cuanto a la acción, resaltar que no es que abunde, pero sí que tiene algunas buenas escenas “reales”. Me refiero a set-pieces como aquella que tiene que ver con un tren o el estruendoso clímax sobre un rascacielos. También tiene cierto nivel de acción el prólogo, donde vemos como Art Jeffries entra en barrena. Y ya, para finiquitar el nivel de acción y confrontamiento física, ojo a la pareja de silenciosos agentes especiales “desaparecidos en combate” que encarnan Peter Stormare y L.L. Ginter.

El tono que más abunda es el de thriller con cierto nivel de intriga y espionaje. De un lado, debemos de averiguar que es ese código “Mercury” y por qué hay gente dispuesta a matar incluso a un niño para preservarlo. Y en la parte de espionaje nos introducen en el uso de ordenadores y mega computadoras como armas de seguimiento y destrucción… Finalmente, el drama o el diálogo abundan principalmente, aparte de las escenas en conjunto entre Art Jeffries y Simon, en la camaradería entre el primero y Jordan (Chi McBride). ¡Y cómo no! hay que destacar el encuentro entre Jeffiries y Kudrow, en la bodega de la mansión del segundo. Toda una escena de lucimiento para Willis y Alec Baldwin.

Para acabar toca repasar los roles asignados. Aquí claramente tenemos a un héroe con aristas y claramente imperfecto. Un protagonista muy del catálogo de Bruce Willis. Su Art Jeffries es altamente tozudo y sabe que algo huele mal respecto al suicidio y desaparición de Simon. Al típico compañero que cree a pies juntillas al héroe lo interpreta Chi McBride (Jordan). La mujer desconocida, pero comprensiva, que empatiza con el protagonista y el niño terminando por ayudarlos va a parar a las manos de Kim Dickens (Stacey).

Por otro lado, Kevin Conway es el jefe de sección (Loomax) que ya no confía en el instinto de su subordinado. Y, por supuesto, el hombre detrás de todo es un encantado de conocerse Alec Baldwin como Nicolas Kudrow, un jefazo que aspira a llegar muy alto en los despachos de la ASN. Quedan para el final un muy entonado Miko Hughes como Simon, el niño de nueve años con autismo severo. Y sus padres: unos fugaces John Carroll Lynch y Kelley Hazen.

“¿Quién es responsable de él? Mírale. Parece un niño normal. Pero sus cables se cruzan y ¡zas! Debería de ser inteligente. Ir a la Universidad. Conocer a una chica, casarse, tener hijos. Ser feliz” (Art Jeffries)

En resumidas cuentas.
Acabo esta crítica de Mercury Rising (Al rojo vivo), un buen film… pero no un gran film. Incluso se puede entender que se la considere una cinta, hasta cierto punto, complementaria de la filmografía de Bruce Willis. Es cierto que contiene elementos rescatables, y hace un retrato que intenta hacer justicia con el colectivo TEA, pero queda casi en tierra de nadie si no fuera por la muy buena interpretación de Miko Hughes, la entregada labor de Bruce Willis y Alec Baldwin patentando su retrato de “patriota” a lo Donald Trump.

Tráiler de Mercury Rising (Al rojo vivo)

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