McQuade, lobo solitario
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Los ochenta fueron los años de esplendor del cine de acción, las artes marciales y el videoclub. Los tiempos en los que los flipados amantes del género veneraban con fervor a los tipos más duros del séptimo arte. En 1983, Steve Carver fue el elegido para dirigir en la gran pantalla a dos iconos del género: de un lado el “Rey del Karate Americano” y del otro el “Maestro del Kung-Fu”. El explosivo encuentro tuvo lugar en ‘McQuade, lobo solitario’.

“El Mal nunca se toma vacaciones” (J.J. McQuade)

Crítica McQuade, lobo solitario

Cuando juntas a un emblema americano del cine acción y artes marciales por excelencia como Chuck Norris, en su plenitud de los años ochenta, con un “maestro” del Kung-Fu como David Carradine, el resultado debe ser explosivo. Y esta producción titulada ‘McQuade, lobo solitario’ da buena prueba y fe de ello… Steve Carver fue el hombre que se puso detrás de las cámaras. Antes de este film ya había trabajado con Norris en ‘Golpe por golpe’ (1981). En su filmografía, además de estas colaboraciones con el duro intérprete, también destaca ‘El río de la muerte’ (1989), una producción Cannon para Michael Dudikoff, que había sido escrita originalmente para ser protagonizada justamente por Chuck Norris.

Yoram Ben-Ami y el propio Carver, junto a 1818 Production, fueron los responsables de que ‘McQuade’ viera la luz en 1983. La película se convirtió en todo un hito sin precedentes. Tengamos en cuenta que unió en pantalla a dos titanes del mismo género: los ya citados Chuck Norris y David Carradine. Ambos lucen, posiblemente, en el mejor momento de sus carreras. Y, sabedores de lo que la audiencia esperaba de ellos, dieron todo lo que estaba en sus manos para satisfacer a los millones de fans en todo el mundo.

En el caso de Chuck Norris interpreta a McQuade. Probablemente este sea su personaje más memorable, sobre todo por lo que representa para el film. Y también por la ración de sentencias verbales que se marca durante el metraje. Por su parte, David Carradine es Rawley Wilkes, el odioso villano de turno. En este caso, un contrabandista de armas que no sabe la que se le viene encima cuando se da de bruces contra el muro de hormigón humano que es McQuade. Atención a la cara y a la contestación de McQuade cuando le dicen que Wilkes fue campeón de Europa de Karate invicto.

Las escenas para el recuerdo de ‘McQuade, lobo solitario’ son innumerables. Ya para empezar, el largometraje abre sus créditos iníciales con planos de un lobo real surcando la tierra de forma poderosa. Tras ello, vemos a McQuade bañado en polvo del desierto, con su destartalado Jeep detrás de él y observando desde la lente de su rifle a unos ladrones de ganado que va a arrestar en breve. ¡Todo un aviso!

En ‘McQuade’ todo es un crescendo constante del cine para hombres del más y mejor. Un súmmum demoledor que culmina con el momento que todo espectador espera desde que se juntan por primera vez en pantalla los rostros de Norris y Carradine. Es decir, un combate final cuerpo a cuerpo sin reglas ni rings. Sin duda, representa uno de los mejores enfrentamientos cara a cara que se hayan visto en una película de Norris. En el mismo encontramos claros y épicos ecos al que enfrentó al propio Norris contra Bruce Lee en ‘El furor del dragón’ (1972). Atención a la música que redondea el conjunto de forma épica como una especie de Spaghetti western de artes marciales.

Este film siempre me pareció una especie de respuesta, al estilo Norris, respecto al personaje que, posiblemente, inició el cine de acción en los años setenta. Me refiero al Harry Callahan de Clint Eastwood. En ‘McQuade, lobo solitario’ son constantes los guiños del Ranger al Sargento Callahan. Su carácter, sus maneras, su revólver y hasta algunas de sus frases. Incluso la implicación de Norris en las escenas de acción y riesgo. Escenas que él mismo rodó. Incluida una arriesgada secuencia encima de un 4×4 calcada a la que Eastwood inmortalizó en ‘Harry El Fuerte’ (Ted Post, 1973).

Dentro de los pocos defectos que se le pueden poner al film tenemos la intromisión del personaje de Barbara Carrera. Su Lola Richardson toma el protagonismo con formas inauditas. Intenta adiestrar al lobo solitario y encima da pie a unas cuantas escenas de relleno y tono romántico que no casan con el tono del film. Lo bueno es que duran poco y tienen un final que da pie a más McQuade en su salsa: desmelenado, con su cinta roja en la frente, un trabuco en las manos y su chaleco militar desabrochado.

En cuanto al reparto, además de las tres estrellas principales, también encontramos a unos cuantos secundarios con encanto como: R. G. Armstrong y L. Q. Jones. Este último dando vida al único amigo de McQuade, un ya retirado ranger llamado Dakota. Del resto del cast conviene destacar también a William Sanderson como Snow, y al karateca de películas de bajo presupuesto conocido como Leon Isaac Kennedy, que da vida a Jackson.

“Yo trabajo solo” (J.J. McQuade)

En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de McQuade, lobo solitario… sin duda, palabras mayores de las películas de machos. La producción tiene todos los elementos del cine de hombres y, además, cuenta con Norris y Carradine en el cenit de sus carreras. Ineludible si son fans del género.

Tráiler de McQuade, lobo solitario

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