Mano de oro
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“Les dije que eras el mejor jugador de dados que han visto en su vida. Sabes que siempre exagero. Este es mi dólar de la suerte. Es para ti. Lo llevaba en el bolsillo la noche que gané el “Packard”. No creo en la suerte. Sólo en la confianza que es la ilusión de la suerte. Nunca juegues con el a menos que tengas la absoluta certeza de ganar. Y no me refiero al deseo de ganar, sino a los hechos. Sube el autobús y comete el mundo”. Matt Dillon es ‘Mano de oro’.

“Dame tus dados. Ahora estás limpio. Es lo primero que debes aprender si trabajas aquí. Juegas con nuestro dinero y tiras con nuestros dados. Así todo irá bien. Nos quedaremos el 70% de lo que ganes. Ese es el trato. Tómalo o déjalo” (Ferguson Edwards)

Crítica de Mano de oro

Sin duda, los films de tahúres vivieron un revival con al éxito a todos los niveles deEl color del dinero (Martin Scorsese, 1986). La cinta de Scorsese acabó por crear una moda fugaz durante los años ochenta y principio de los noventa. Una tendencia en donde, de cuando en cuando, se alumbraban films con temáticas parecidas y ambientaciones en clubs y antros de mala muerte. A poder ser, todas estas características juntas y situadas cronológicamente en los años de la prohibición o en la misma década de los cincuenta. Y, precisamente, son los años cincuenta en los que se desarrolla la acción de ‘Mano de oro’.

‘Mano de oro’ (The Big Town, 1987) fue una producción de Martin Ransohoff para Columbia Pictures. La película la “empezó” a dirigir Ben Bolt, hijo del mítico guionista Robert Bolt. Y decimos lo de “empezó” porque Bolt fue despedido por retrasarse en el calendario de rodaje. Amén de gastar gran parte del presupuesto asignado en la construcción de una calle usada solo para planos de cobertura. Al final fue reemplazado por un no acreditado Harold Becker. Y Becker no fue acreditado por problemas con el sindicato de directores. Así pues, al final fue Bolt fue quien firmó la cinta, a pesar de no haberla terminado. Eso sí, la película fue su entrada y salida de Hollywood.

No se puede decir que el trabajo detrás de las cámaras de Ben Bolt sea malo. Al revés, cumple sobradamente con su cometido. Su modo de filmar dota de pleno dinamismo las partidas de dados y logra transmitir un conseguido aroma de los años cincuenta en el ambiente. Bolt consigue un uso del menos es más y toma con seguridad unas bien acertadas imágenes de archivo. Además de usar carteles de films de películas claramente identificables o menciones a cantantes de la época.

No esconde Bolt, en ningún momento, la influencia de su película en el estilo de Scorsese. Incluso, algunos juegos de planos de dados volando son anticipados por Bolt y luego replicados, en cierta manera, por el propio Scorsese en su obra magna del vicio y del juego,Casino (1995). Si bien es cierto que donde flojea el trabajo de Bolt, y la película, es en la parte del calado de las interpretaciones de los actores. No hay ninguna que se pueda calificar de fallida o de clamorosa mala decisión de casting… pero tampoco ninguna llega al notable. Todas ellas se establecen dentro del cliché asignado y en su mayoría son cumplidoras con la parte que les toca. Sin embargo, algunas tenían material para destacar.

‘Mano de oro’ es, ante todo, cine negro. Un film de ambientes nocturnos, neones, bares, jugadores y dinero fácil ganado con las apuestas. Y todo esto lo es desde unas claras reminiscencias al cine clásico, añadiendo a la ecuación el concepto rockabilly. No es ni casualidad la elección de un icono chulesco y rebelde de los ochenta como Matt Dillon para el rol protagonista. El innegable tono chulesco de Dillon le da un plus al conjunto. Igual que su enfrentamiento con el elegante, pero igualmente ambicioso y bribón, Tommy Lee Jones, quien degusta como los grandes un rol secundario que roba la escena cada vez que aparece.

Por otro lado, también podemos destacar un cierto problema de ritmo y de intenciones. Un ritmo que es cortado para lanzarnos un romance a tres bandas, entre el protagonista “Curly” Cullen, una joven aspirante a disc-jockey y madre soltera, y una femme-fatale casada y desatendida. Todo este romance, con algunas tórridas escenas de sexo mediante, nos saca del ambiente de clubs de apuestas y vividores llevándonos a un juego de sábanas que, ya de antemano, sabemos cómo va terminar.

Lo anterior también nos aparta de la rivalidad y ambición que han movido al protagonista durante el relato. Aunque lo que nos muestra es más ambición por parte de otros personajes. Pero claro, esos minutos robados luego dan pie a una ciertamente forzada resolución final donde claramente deducimos que han recortado minutos de metraje para no alargar el film… Esto huele a una clara imposición con vistas a hacer una producción más atractiva comercialmente. Y esto a veces es acertado y otras no. Aquí no lo es. Ya que lo que hace es que el espectador pierda la atención y desconecte de esa especie de magia que surge cuando Cullen carga los dados y lanza sus apuestas, ante las pasmadas caras del personal.

El protagonista principal de la función es Matt Dillon como J.C. Cullen, “Curly” para los amigos y “El granjero” para sus enemigos. Dillon se presenta con un grasiento tupé y encantado de conocerse. Atención a su enorme chulería a la hora de lanzar y mover los dados. Para la historia de su filmografía quedan sus tremendos duelos con Tommy Lee Jones. Y también cómo empieza como un buen niño, comprando y mascando chicle al llegar en autobús a Chicago… para luego, rápidamente, pasar a lucir trajes caros, beber, fumar y andar con mujeres cuando el dinero empieza a caerle como caído del cielo.

Por su parte, Tommy Lee Jones tarda en salir, pero se luce como el engominado George Cole, un propietario de un garito llamado ‘Gem Club’. Cole parece manejar las partidas a su antojo… hasta que llega un chico nuevo a la ciudad amenazando con tirarle abajo la jefatura y robarle la mujer. Ojo a cierta encerrona que monta con unos dados trucados y a la partida decisiva. Una partida en donde incluso se atreve a desempolvar sus viejos dados para demostrar al chico quien manda en Chicago.

Por el reparto también se deja ver Bruce Dern en piloto automático total. Apenas hace el esfuerzo de interpretar cuando relata a Cullen cómo se quedó ciego. En el resto del metraje se limita a adornar las escenas. Mejores minutos entrega su esposa en la ficción, Ferguson Edwards, una dura Lee Grant. Buenas firmezas para ella desde su trono… También tenemos a Diane Lane y Suzy Amis como Lorry y Angie, dos polos opuestos sobre los que Cullen acaba por fijar sus ojos. El rol de Lane es el recurrente de muñeca explosiva muy de su filmografía ochentera. Por su parte, Amis en ciertas escenas se ilumina casi como si fuera un ser de luz.

Además merecen ser destacados Del Close como el Diacono, un pastor jugador empedernido. David Marshall Green como el apoyo de Cullen en su llegada a Chicago, quien le sirve de introducción en el mundo de los clubes de juego. Don Frankcs como Carl Hooker, el mentor de Cullen y un “buen hombre” que quiere ver triunfar al chico. Y, finalmente, el casting importante lo completan Meg Hogarth y Tom Skerritt. La primera encarna a la sobreprotectora y endurecida madre del protagonista y el segundo aparece como Phil Carpenter, un jugador de antros de segunda. No se pierdan el momento en que el amigo de Cullen se niega apostar en su club… alegando que no quiere el dinero de los negros ante la atónita reacción del primero.

“Algún día tu suerte cambiará. Te lo aseguro” (Cole)

En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de Mano de oro, un film menor que tiene elementos para llamar la atención. Sin embargo, peca de no terminar de romper cuando tenía posibilidades para hacerlo. Su intento por ser un clásico cuento del jugador redimido la deja finalmente bordeando el terreno de nadie. Aún y con todo, para los fans de los films de buscavidas, merece un visionado por la chulería de Matt Dillon, la dureza de Tommy Lee Jones y el bien recibido y nada recatado aporte de Diane Lane.

Tráiler de Mano de oro

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