La prueba del crimen
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Coge todos los ingredientes posibles y más vistos del cine de acción: protagonista musculado, malos de cómics, policías corruptos, mafiosos rusos,… A eso le sumas referencias a mitos de la infancia de los que nacimos en los 70 como John Wayne, los cuentos de los hermanos Grimm o ‘Scarface’. Además le añades dos botellas de vodka, una caja de cervezas, una botella de tequila, éxtasis líquido y crack. Todo eso lo metes en una batidora industrial y ¿sabes lo que sale?… ‘La prueba del crimen’.

“Una bolsa Nike de deporte, 60 pavos. Un móvil Nokia, 100 pavos. Un kilo de semtex, 500 pavos. Cargarte a un poli corrupto, no tiene precio”

Crítica de La prueba del crimen

La premisa argumental de ‘La prueba del crimen’ es muy simple. Hablamos de una premisa para que el director Wayne Kramer desate los horrores que suponen una ciudad de noche para Oleg Yugorsky, un niño asmático de 8 años. Aquí tenemos una ciudad con todas sus malas gentes pululando libremente: mafiosos, prostitutas vestidas de cenicientas salvadoras, proxenetas sanguinarios y yonquis temibles. Incluso cuando crees que ha llegado la ayuda disfrazada de unos liberadores padres de familia ¡resulta que esconden bajo su capa de clase media-alta acomodada unos auténticos monstruos!

En medio de la historia de Oleg (un monofacial Cameron Bright), verdadero protagonista del film, aparece Joey Gaselle (el siempre añorado Paul Walker), un matón de poca monta que está casado con Teresa (la siempre válida Vera Farmiga) y que se gana la vida como chófer y chico de los recados para la familia Perello. Estos últimos unos mafiosos italianos con sede en Brooklyn. Gaselle recibe el encargo de esconder un revolver con el que se ha asesinado a sangre fría, y de manera brutal en una de las mejores escenas, a dos policías corruptos. Sin embargo, Gaselle la caga y deberá hacer frente a las represalias. Es ahí dónde entrará Tommy Perello (encarnado por Johnny Messner), el hijo del capo de la familia. Perello ve como sus negocios se ponen en peligro por culpa de la «presunta ineptitud» de Joey.

Toda la historia se desata a raíz de la pérdida del revolver y del destino de las balas que pueblan su cargador. Una munición que irá incriminando a más y más personajes secundarios. Tipos como Anzor Yugorsky (Karen Roden), el padrastro de Oleg y fan de John Wayne. También está el Detective Rydell (soberbio Chazz Palminteri), un poli corrupto que está dispuesto a callarse las muertes de sus compañeros si le ofrecen unos buenos fajos de billetes. Y, por supuesto, el tema terminará salpicando a la temible mafia rusa de Brigthon Beach. Los rusos harán acto de presencia desatando un caos de violencia y muertes a mansalva.

La galería de personajes estereotipos del género gansteril están carentes de la más mínima ética y moralidad. El director y guionista los muestra como una gama de individuos repulsivos y a cada cual más desagradable. Lástima que las aparentemente buenas intenciones de Wayne Kramer se vayan al traste por sus excesivas flipaduras visuales. Amén del uso reiterativo de filtros y planos hipercortos de milisegundos. Alguien debería haberle dicho a Kramer que si quería emular a Tony Scott tomara como ejemplo El fuego de la venganza (2004) y no la horrorosa Domino (2005).

Teniendo en cuenta lo comentado, Kramer falla en su intento de parir una cinta pulp referencial (Los hermanos Grimm, John Wayne, Scarface, Tarantino y Tony Scott en general). Una cinta con vistas a ser descaradamente cool pero que acaba resultando cargante e incluso, en muchos momentos, exasperante. Demasiadas pijadas, demasiada fotografía donde apenas se atina a ver nada, demasiados filtros violetas y azulados. Tampoco ayuda un montaje acelerado que no pega con el tema a tratar. Así las cosas, una dirección más clásica hubiese ayudado a seguir mejor la trama. Una trama que se muestra tremendamente enrevesada en su segundo y tercer acto. Viendo el anterior film de Kramer, la simpática The Cooler’ (2003), cuesta creer como cambió tanto de una cinta a otra.

En resumidas cuentas.
Finalizo ya esta crítica de La prueba del crimen, una película en la que sólo en algunos momentos, y por reiteración, Kramer acaba dando en la tecla. El ya mencionado tiroteo que abre el film, la brutal escena del estadio de Hockey o la escena con el proxeneta y el revolver (en donde se parafrasea a Tony Montana) son, de largo, sus mejores momentos. ‘La prueba del crimen’ iba para cult-movie y se quedó totalmente olvidada.

Tráiler de La prueba del crimen

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