La colina de la hamburguesa
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El 10 de mayo de 1969, efectivos de la 101ª División Aerotransportada entablaron combate con el enemigo en la base de la colina 937 en el Valle de A Shau. Después de 10 días y 11 sangrientos ataques, los soldados que combatieron allí la llamaron… ‘La colina de la hamburguesa’.

“Hoy la cosa va muy en serio. Black Jack quiere que tomemos la colina” (Sargento Frantz)

Crítica de La colina de la hamburguesa

En anteriores reviews de films bélicos, ya comenté que la década de los 80 fue una época muy propicia para las películas que tomaban como telón de fondo la guerra de Vietnam. Películas comoApocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), Platoon’, (Oliver Stone, 1986), La chaqueta metálica (Stanley Kubrick, 1987) y Corazones de hierro (Brian De Palma, 1989) son unos buenos ejemplos de esto que digo. Amén de los múltiples héroes de acción que nos vendían como veteranos del Nam para hacerlos más duros e imponentes. Pues bien, hoy toca rescatar un film que ha quedado un tanto olvidado por la grandeza de las anteriores. Una cinta que bien podemos considerarla su “hermana pequeña”. Me refiero a ‘La colina de la hamburguesa’.

Cuando califico a esta película como “la hermana pequeña” de las anteriores, quiero decir que no alcanza ni su fama ni su grandeza. Sin embargo, esto no quita para que sea un gran y reivindicable film sobre la barbarie del Nam. Una cinta que también debe estar siempre en cualquier listado que se precie sobre aquella tremebunda y sangrienta guerra.

Detrás de las cámaras encontramos al inglés John Irvin en la que fue su mejor película, al menos para quien escribe estas líneas. Como muchas producciones de aquella época, ‘La colina de la hamburguesa’ fue rodada en exteriores de Filipinas. Allí se contó con el apoyo del ejército filipino y norteamericano. Así las cosas, Irvin pudo plasmar en pantalla un auténtico despliegue militar. Por la pantalla veremos todo lo que se le pide a un film de este tipo: aviones descargando el infernal napalm mediante vuelos rasantes, helicópteros, soldados embarrados hasta las cejas escupiendo fuego con sus M-16, cientos de explosiones, granadas, morteros,… en fin, una masacre. Una masacre que tiene su punto más infernal en la toma de la maldita colina. Una ascensión al infierno de la que a buen seguro Mel Gibson tomó buena nota para Hasta el último hombre (2016).

Irvin trató de que la filmación fuera lo más realista posible. Él mismo ya había dirigido un documental en plena guerra y aquí además contó con Peter MacDonald como director de fotografía. En busca de la máxima autenticidad, Irvin no dudó en consultar con veteranos de ambos bandos. El realizador incluso llegó reproducir en la película imágenes calcadas a las vistas en algunas fotografías reales de la tremebunda batalla real. Una batalla bautizada como el título del film y que servía para identificar macabramente los cuerpos de los soldados muertos y heridos como simple carne picada de la que se hacen las hamburguesas… Por otro lado, y al igual que sucede en la citada ‘La chaqueta metálica’, el film se divide en dos mitades: la preparación para la batalla (pero aquí ya sobre el propio terreno de combate) y los diferentes asaltos para tomar la colina.

Tal y como acabo de exponer, ‘La colina de la hamburguesa’ está basada en una batalla real ocurrida durante la guerra de Vietnam. El enfrentamiento tuvo lugar desde el 12 de mayo de 1969 y se prolongó hasta el 20 del mismo mes y año. De adaptar este suceso bélico al libreto cinematográfico se ocupó James Carabatsos, un guionista que había sido veterano en el Nam y que el año anterior había escrito el inenarrable guión de El sargento de hierro (Clint Eastwood). En ‘Hamburger Hill’, Carabatsos deja la sorna a un lado y dedica un sentido homenaje a los soldados y sargentos que hacen el trabajo sucio. Y todo para que luego los altos mandos se lleven la gloria.

También destaca como, a través de la figura de Doc, se trata el tema del sacrificio de negros y blancos en batalla. Atención a la escena en la que el novato Beletsky rebate la argumentación de Doc diciéndole que no ve más que caras blancas a su alrededor… Otro punto importante del libreto es mostrar las normas ya en plena guerra (nuevamente traigo a Beletsky comentando que hay tantas que se le olvidan) y las visitas a los burdeles de Mamá San. Por último, queda perfectamente recogido el sufrimiento físico y emocional de los soldados. El primero derivado del conflicto en sí mismo… y el segundo provocado por el rechazo de sus propios conciudadanos hacia ellos. Al final queda claro que sólo se tienen los unos a los otros junto a sus propios sueños. En suma, aquí tenemos un guión francamente bueno e interesante tocando varios palos.

De la banda sonora se ocupó Philip Glass, el reputado compositor tres veces nominado al Oscar. En sus partituras destaca la música de inicio y cierre del film. Además se incluyen varias canciones no originales de los años 60. Entre ellas podremos escuchar el “Gimme Some Lovin’” de The Spencer Davis Group, el “Sittin on the Dock of the Bay” de Otis Redding, o el “We Gotta Get out of This Place” de The Animals.

“Somos paracas, no empezamos peleas… ¡las terminamos!” Carne viva.

Pasando al reparto la práctica totalidad del elenco eran debutantes en cines. Y lo cierto es que tuvieron la suerte del principiante logrando unas performances de enorme valor y mérito. Tan es así que casi ninguno de los intervinientes llegó a alcanzar un nivel parecido en otras producciones y otros prácticamente no tuvieron más carrera.

Dylan McDermott y Courtney B. Vance aprovecharon al máximo su oportunidad. Ambos debutaron con sus papeles del sargento Frantz y el médico del pelotón, Doc. El primero encarna a un experimentado sargento blanco al que dota de gran autocontrol para liderar a sus hombres. Atención a la escena en la que posa totalmente ausente mientras un “pájaro” descarga napalm en la dirección equivocada. Por su parte, Vance da una masterclass interpretando a un activista negro que siempre está poniendo el color de la piel por delante de todo. La interpretación de Vance es tan buena, y de tanta presencia y carácter, que roba todos los planos. Además, cuando se “despide” del film le deja a uno un poso de tristeza infinita. También crédito importante para Steven Weber como el sargento Worcester, el mejor amigo de Frantz. Ojo a la escena en la que dice que “nada importa”.

Entre los novatos seguro que les suena el nombre de Don Cheadle. El actual Máquina de Guerra del MCU interpreta en este largometraje a Washburn, un joven que prefiere callar y observar. Solo se uno a Doc y a su grupo para calmarlo por la muerte de un “hermano”. Menos suerte tuvo Tim Quill que también debutó como el soldado Beletsky. El suyo es un personaje de esos que evoluciona con el conflicto pasando de ser un “primo” a un hombre. Ojo a la reprimenda que recibe al principio por parte de Doc y cómo termina plantándole cara al final en un improvisado debate racial. Por último destacar a Anthony Barrile y Michael Boatman en sendos papeles de novatos. El primero le echa casta sobreponiéndose a su mote de Alfabeto y el segundo siempre despide buen humor como Motown, el “hermano” más joven de Doc.

“Tomad la colina y esos hijos de puta en el mundo… nunca me podrán quitar eso” (Doc)

En conclusión.
Termino esta crítica de La colina de la hamburguesa, una película que merece entrar en el top principal de los grandes films sobre la guerra de Vietnam. Puede que no alcance a las grandes obras maestras de este subgénero bélico, pero queda relativamente cerca de ellas… y de eso no me cabe la menor duda. Además sabe combinar perfectamente tremebundas secuencias de guerra con escenas y diálogos plenos de sentimiento y melancolía. Recomendada.

Tráiler de La colina de la hamburguesa

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