J. Edgar
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Durante décadas, J. Edgar Hoover dirigió el F.B.I. con mano de hierro y acumuló tanto poder que llegó a tener en su mano a los hombres más influyentes del país. Clint Eastwood nos ofrece en este film un retrato intimista de sus miedos y sus obsesiones, de sus luces y sus sombras. La vida y muerte de un hombre que cambió el destino de Estados Unidos. Un hombre que, a día de hoy, sigue siendo motivo de fuertes controversias. Conozcamos ya mismo a ‘J. Edgar’.

«Ya no puedo confiar en nadie de la oficina» (J. Edgar Hoover)

Crítica de J. Edgar

Antes que nada es necesario puntualizar que no estamos ante un sencillo biopic de los que muestran la vida y obras de un personaje histórico. Clint Eastwood retrata el alma de John Edgar Hoover. Puede parecer que hablamos de lo mismo, pero no es así. A través de esta película contemplamos la vida de un hombre atormentado por sus sentimientos y dominado por sus obsesiones. Hoover siempre fue un hombre subordinado a la figura materna que reprimió sus instintos en pos de una necesidad mayor. Y esa necesidad no era otra que controlar todo lo que le rodeaba y esconder sus secretos tras una cortina de éxitos. Para ello se convirtió en la punta de lanza contra las amenazas externas e internas. Hoover creía firmemente que el pueblo norteamericano necesitaba sentirse a salvo. Ese, y no otro, fue el pretexto que utilizó para justificar sus férreos procedimientos.

A buen seguro habrá gente a quien no le suene el nombre de J. Edgar Hoover, pero es una figura histórica que ya ha sido abordada en varias películas. En algunos casos de un modo bastante idealizado, por ejemplo en F.B.I. contra el imperio del crimen’ (Mervyn LeRoy, 1959), un thriller negro protagonizado por James Stewart. Y en otros tratando de abordar los aspectos más polémicos del personaje, como sucede en Los archivos privados de Hoover’ (Larry Cohen, 1977). También es un personaje que, dada su importancia histórica, ha aparecido en multitud de películas y series de televisión. Aquí me puedo acordar de Nixon’ (Oliver Stone,1995). Sin embargo, Eastwood nos ofrece algo muy distinto.

El Hoover que vemos en esta película es un hombre que vive a la sombra de su madre. Un hijo obsesionado con alcanzar las cotas de excelencia que ella espera de él. Una mujer dominante y sobreprotectora interpretada con solvencia por Judi Dench que no duda en reprimir la incipiente homosexualidad del joven Hoover con frases como: «Prefiero un hijo muerto que un hijo mariposón». Esa sexualidad reprimida, y la necesidad de compañía, hará que la vida de Hoover sea solitaria y triste. Hoover buscará inútilmente el contacto con mujeres hasta que, finalmente, descubra a Clyde Tolson (Armie Hammer), un apuesto candidato a entrar en el F.B.I. de quien queda prendado. A partir de entonces serán inseparables, aunque Hoover mostrará siempre una conducta distante hacia Tolson.

El guión está escrito por Dustin Lance Black, que también se encargó de Mi nombre es Harvey Milk (Gus Van Saant, 2008). Es un guión que me parece un tanto flojo porque ofrece una trama un tanto monótona que no acaba de despegar. Pero el pulso narrativo de Eastwood y el talento de DiCaprio consiguen imponerse. Si algo podemos afirmar de Clint es que cuando se centra en las emociones de los personajes transforma en magia cualquier historia. Clint Eastwood realiza una profunda reflexión acerca de las debilidades humanas y cómo pueden llegar a corromper al hombre más honesto. Pero lo más destacable es que logra lo más difícil: eludir el peligro de perder la perspectiva histórica y caer en extremismos a la hora de retratar la figura de Hoover.

La verdad es que Leonardo DiCaprio, una vez más, sorprende con su interpretación. Muy lejos quedan ya aquellas películas edulcoradas que le granjearon fama de guaperas. Ahora escoge muy bien sus papeles. Si en Shutter Island’ (Martin Scorsese, 2010) y Origen (Christopher Nolan, 2010) consiguió alcanzar cotas sublimes, en este caso no podemos decir menos. De hecho, y gracias a la excelente labor de maquillaje, está físicamente irreconocible. Leo dibuja perfectamente el carácter maniático, inestable y tiránico de un hombre que descubrió que despertar el miedo y controlar la información son el camino más rápido para conseguir el poder. Eso le llevaría a crear sus famosos archivos secretos. Esos expedientes donde guardaba trapos sucios de la mayoría de grandes personalidades del país. Una información que le permitió coaccionar para conseguir lo que quería.

También es muy destacable el trabajo de fotografía de Tom Stern, habitual colaborador de Eastwood. Toda la película está inmersa en unos tonos oscuros y ocres. Incluso en ocasiones los rostros de los personajes se nos muestran medio ocultos. Todo en un intento de plasmar una época de tradiciones y radicalismos. También podemos observar la inclusión de metrajes de películas como ‘El enemigo público’ (William A. Wellman, 1931), que sirven para contextualizar la trama. Gracias a ello, Hoover puede reflexionar acerca de los inicios de la criminología en Estados Unidos, de cómo el público sentía fascinación por los delincuentes e indiferencia hacia los agentes federales. Pero ojo, el objetivo de todos estos flashbacks, que nos llevan a los inicios de la vida de Hoover, no es otro que plasmar esa corrupción del poder de la que antes hemos hablado. Corrupción que incluso se refleja físicamente al pasar los años.

Es innegable que esta película está mucho más centrada en los diálogos que la mayoría de películas de Eastwood, pero al final el ejercicio cinematográfico es suficientemente sólido como para conseguir muchos de los objetivos marcados. Otros, como aportar a la trama la tensión necesaria, quedan en la lista de asuntos pendientes… También debemos lamentar que aunque Eastwood intenta mantener un punto de vista neutral, el guión de Dustin Lance Black puede parecer un intento de redención de la figura de J. Edgar Hoover. Un guión que, por cierto, tampoco nos explica detalles como por qué Tolson se siente tan atraído por Hoover o por qué la señorita Helen Gandy (Naomi Watts) se transforma en una secretaria tremendamente fiel.

Conclusión.
Termino esta crítica de J. Edgar, sin ser una de las mejores películas de Clint Eastwood, si que creo firmemente que hay suficientes elementos que recomiendan su visionado. No se trata de una película histórica al uso. Aquí la historia es un mero pretexto para analizar la psique de un hombre atormentado. Un tipo muy poderoso que instrumentalizó el poder para ocultar sus secretos a la sociedad e incluso a si mismo. El problema es que en esa disección a la que es sometido, el personaje de J. Edgar Hoover no rinde cuentas como muchos esperaban, sino que se nos muestra sobre todo su lado más vulnerable, llegando a dejar en un segundo plano que en realidad fue un hombre terriblemente peligroso…

Tráiler de J. Edgar

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