Asesinato en el Orient Express (2017)
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El dramaturgo de origen norirlandés especialista en ‘Shakespeare’, Kenneth Branagh, se encarga de readaptar una de las novelas de cabecera de la irrepetible Agatha Christie. Branagh no sólo dirige, sino que también se ocupa de dar vida al inolvidable detective belga Hércules Poirot. Preparen sus billetes. El tren está a punto de salir y el suspense va a comenzar en… ‘Asesinato en el Orient Express (2017)’.

“Yo no protejo delincuentes, yo los detengo” (Poirot)

Crítica de Asesinato en el Orient Express (2017)

Sin duda, ‘Asesinato en el Orient Express’ es una de las novelas por excelencia de Agatha Christie. Por ello, fue adaptada por todo lo alto, y con gran maestría, en 1974 por Sidney Lumet. Sin embargo, la eterna curiosidad del espectador por la figura del astuto detective llevó a Ridley Scott a producir una nueva versión que puso en manos de Kenneth Branagh. El actor, y también director, hace tiempo que “dejó” de lado a William Shakespeare para atreverse con todo. De esta manera, y en los últimos años, ha filmado cintas tan distintas entre sí como ‘La huella’ (2007),Thor (2011), Jack Ryan: Operación Sombra (2014) oCenicienta (2015).

Branagh lleva a cabo un trabajo ajustado como Poirot, aunque para mi gusto demasiado elegante. El actor y director acerca al belga demasiado a un Sherlock Holmes suavizado de Guy Ritchie (véase la introductoria escena del misterio en Egipto). Las comparaciones con la tremebunda transformación de Albert Finney son realmente odiosas y de ellas Branagh sale claramente perdiendo. En lo que sí podemos decir que este remake gana al original de Lumet es en “sus paseos” por el tren. Se nota que Branagh quería que el espectador viviera la experiencia de ir a bordo del Orient Express y de los lujos que este representaba. Algo que Lumet no tenía tanto interés en mostrar, lo cual en esta versión de 2017 roba tiempo para presentar y ahondar en los personajes. Y eso que este misterio dura cerca de dos horas, sólo unos diez minutos menos que la original.

En el tono de la película Branagh baja varios peldaños, queriendo hacer la historia de trasfondo que envuelve al asesino mucho más sensiblera. Además, entra a juzgar directamente los hechos. Esto es último es algo que Lumet, tal y como era una máxima en su cine, pasaba por alto y dejaba en manos del público.

En esta nueva adaptación al asesinado se le ve venir y no hace nada por caer bien, sino todo lo contrario. Ya desde su primera escena se encarga de presentar sus cartas. Llegado el momento de las revelaciones, el respetable ya está casi volcado con las razones del o de los asesinos y queda a merced del dictamen de Poirot y su justicia. Atención a la secuencia final. Una escena despojada del memorable monólogo individual del original y filmada como si el mismísimo Jesucristo se dirigiera a sus discípulos, herido y descolocado, en la última cena. Aquí se busca una emoción artificial y sensiblera que a Branagh, como director, claramente se le escapa de las manos, por mucho que como actor la resuelva con convicción, al igual que otro importante personaje sentado, no por casualidad, en el centro de la mesa.

Pasando al reparto encontramos una mezcla de jóvenes y veteranos con una amplia diversidad. Esto es algo ya inevitable y muy políticamente correcto en los tiempos que vivimos. Por orden de relevancia artística empiezo con Michelle Pfeiffer (Caroline Hubbard) en uno de los papeles que, llegado el momento, más hará por lucir. La Pfeiffer resuelve de manera eficaz un rol muy complicado y heredado del original de las manos de la gigantesca Lauren Bacall.

Johnny Depp (Ratchett) es un marchante de arte que antes se ganaba la vida con otros negocios. Depp no tarda en salir, y Brannagh (en su labor de director) aprovecha todo lo que puede sus minutos de estrella de primer orden. Sus mejores escenas son la que tiene con Poirot y una tarta de por medio. Además de su cara a cara en el pasillo con Caroline Hubbard. Depp, controlado dentro de lo que cabe, cumple sobradamente.

También tenemos a Judi Dench (Princesa Dragomiroff). La veterana actriz, a pesar de todo el talento que posee, poco puede hacer con uno de los personajes que más ve reducidos sus minutos en comparación con la versión de Lumet. Su Princesa queda a años luz de la original, a la que memorablemente dio vida Wendy Hiller. Seguimos con Willem Dafoe (Hardman) que sí consigue llamar la atención con su creación de un austriaco con bastante mala baba. Igualmente Derek Jacobi (Masterman) luce notable como el anciano mayordomo de Ratchett. Del resto cabe destacar a Josh Gad (Hector McQueen) quién sigue su progresión en ascenso tras su peculiar rol enLa bella y la bestia (Bill Condon, 2017). Llegado el momento, McQueen tendrá un primer plano sostenido para lucirse hablando de su padre.

Otros intérpretes que pasean por los vagones sin lucir demasiado son Penélope Cruz (Pilar) como una misionera creyente a bordo del tren. Daisy Ridley (Mary Debenham) en una interpretación volcada en la tristeza y el misterio… pero que apenas llama la atención por más que a ella se le den las escenas de más potencia dramática.

Un actor que sí sorprende gratamente es Marwan Kenzari (Pierre Michel). En terreno de nadie se queda Manuel García-Rulfo (Marquez). Directamente en otra película parecen estar la pareja que forman Sergei Polunin (Conde Andrenyi) como un inenarrable bailarín/karateka con furibundos (y ridículos) ataques de violencia y Lucy Boynton (Condesa Andrenyi). Por último toca hablar del rol de Leslie Odom Jr (Doctor Arbuthnot), actor televisivo que aunque lo intenta no tiene ninguna química con su partenaire en pantalla y le queda un rol bastante descolocante dentro del clímax final.

La película puede funcionar mucho mejor, y seguro lo hará, si se desconoce el original Asesinato en el Orient de Express’. También se le sacará provecho si se acude a ella sólo con la misión de pasar el rato atraído por su reparto de caras conocidas y su intrigante punto de partida. Sí ya entramos de lleno a valorarla como adaptación de la obra de Christie, o con la ejemplar cinta de Lumet, entonces se nos hará aburrida y artificial, pues acude a terrenos fáciles en donde la telenovela quita minutos a la astucia y la intriga de cómo Poirot va hilvanando las piezas para dar con la clave del misterio.

Si tengo que destacar algo de este film, por encima de todo, vendría a ser algunas ideas de Branagh como director que resultan interesantes. Por ejemplo: el plano picado cuando encuentra el cadáver, obviando al muerto, pero sabiendo el espectador perfectamente quién es. También llama la atención la música plena de tristeza a cargo de Patrick Doyle, autor habitual de las bandas sonoras de los films del actor/director.

En resumidas cuentas.
Finalizo esta crítica de Asesinato en el Orient Express (2017), una cinta que cumple con su meta de entretener si uno no es muy exigente y le gustan los films de intriga en espacios cerrados. Además ofrece un gran reparto de caras conocidas… pero no todas pueden lucir al mismo nivel.

Tráiler de Asesinato en el Orient Express (2017)

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