The Warriors (Los amos de la noche)
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“¡Estúpidos! ¿Sabéis contar? Yo os digo que el futuro es nuestro. ¿¡Si es cierto que sabéis contar!? Habéis acudido cien grupos con nueve delegados por cada uno de ellos. Y aún hay cien grupos más. Formáis un ejercito de 20000 elementos. 40000 con los otros y otros 20000 que aún no están organizados. Un total de 60000 soldados. No hay más de 20000 policías en toda la ciudad. ¿¡Os dais cuenta!? Juntos podríamos dirigir esta ciudad. Somos los auténticos dueños de la ciudad”. Llegó el momento de tomar Nueva York con la ayuda de… ‘The Warriors (Los amos de la noche)’.

“El gran Cyrus. Iba a dirigir la ciudad entera… ya ves el resultado” (Warriors)

Crítica de The Warriors (Los amos de la noche)

Si hay una película que puede ser catalogada como “ineludible obra de culto” en la filmografía de Walter Hill esa es la cinta que hoy nos ocupa: ‘The Warriors (Los amos de la noche)’. Estamos ante un film basado libremente en la novela homónima de Sol Yurick. De la misma, Hill, también guionista junto a David Shaber, dejó el inicio y los grupos de pandilleros. Y pasó por alto que estaba ambientada en un futuro cercano, algo a lo que no se hace referencia directa en ningún momento. Además, despojó del resto las referencias a la mitología griega. Y todo para llevar al film a su clásico esquema de western urbano. En este caso, los indios (Los Warriors) son asediados y perseguidos sin tregua y de forma injusta por la ley (la policía) y las otras pandillas.

El estreno tuvo lugar en cines de EEUU el 9 de febrero de 1979. Si bien no funcionó mal en taquilla, lo hizo poco a poco, ya que se mantuvo más de un año en cartelera. Casi se puede decir que dejó las salas para su estreno en televisión por cable. Esto último acabó por elevar su status de cult-movie. Incluso vivió una especie de rescate en los ochenta, cuando Hill lanzóLímite 48 horas (1982) y rompió el molde en taquilla redefiniendo las buddy-movies. Esto hizo que, en 1983, ‘The Warriors’ fuera rescatada para el mercado del video. Para la ocasión contó con un montaje revisado por Walter Hill, al estilo Blade Runner (Ridley Scott, 1982). Se trató de una estrategia de los estudios para vender más videocasetes. Varias décadas más tarde, en 2005, Rockstar lanzaría el juego oficial de la película para PlayStation 2 y Xbox.

Es inevitable destacar el componente homoerótico del film. Aquí los Warriors luchan entre ellos por ver quien debe ser el líder (Swan o Ajax), apenas van vestidos con un chaleco de cuero, están unidos como un ejército y los que se despistan por un interés femenino acaban fulminados o muertos. Ojo en ese aspecto al andrógino look del único miembro de los Warriors que rechaza al género femenino: Rembrandt y su vital perspicacia en el asedio en casa de “Las ansiosas”. La mención de estas últimas nos lleva directos a todas y cada una de las bandas que hacen aparición en la película. ¡Realmente inenarrables! Los Huérfanos, los Baseball Furies, los Riff, los Arrásenos o los Esteparios del norte… Y estos por citar algunos de los grupos. El retrato de bandas es grandioso y alza al film a otro nivel de flipación máxima.

Hay que dejar claro que ‘The Warriors’ es una película con una fuerza que, a pesar del tiempo, permanece intacta. Descarnada, visceral, cruda y violenta. Visualmente es sobrecogedora en la imagen que presenta de una desolada Nueva York. Una ciudad donde solo hay espacio para los pandilleros, reina la anarquía, la policía está sobrepasada y te pueden matar por menos de nada… Es un espíritu claramente Hill, puramente western. Así pues, es una cinta tan provocativa como insuperable. Y casi imposible de calificar en un solo género.

Presten atención a la fotografía de Andrew Laszlo y a su gusto por situar la acción en espacios opresivos. El fotógrafo consigue una sensación de agobio y acorralamiento, aunque más de la mitad del metraje son tipos corriendo por salvar su vida en una jungla urbana que no da tregua. En cuanto a la música, además de las canciones rock en un ensayo de Hill para confirmarse como amante de las operas de rock y acción más tarde con ‘Calles de fuego’ (1984), también hay espacio para el humor negro. Un tipo de humor que representa esa disc-jockey nocturna que hace las veces de cronista de la huida de los protagonistas en un ineludible guiño a ‘Punto límite: cero’ (Richard C. Sarafian, 1971). Para el recuerdo queda “In the City”, la canción final y original del film obra de Joe Walsh.

Entrenado de lleno en el casting, hay varios nombres que sobresalen por encima del resto. Estos serían: Michael Beck como el jefe de guerra de los Warriors, asignado en ese puesto tras la muerte de Cleo en el conclave que abre el film. Beck opta por interpretar a Swan desde la total impasibilidad. Su retrato es el de un tipo con un objetivo claro entre ceja y ceja: volver a su casa en Coney Island con la mayoría de los soldados de su ejército vivos. Suelta buenas zurras cuando debe y es ejemplar su rol al mando. Ojo también a su relación de amor-odio con Mercy, interpretada por Deborah Van Valkenburgh. El papel de la actriz fue claramente impuesto desde Paramount para que la propuesta no fuera tan puramente masculina.

El segundo a bordo es James Remar como Ajax en su segundo crédito como actor. Aquí nos entrega a un joven duro, obsesionado con las mujeres y con que el resto de hombres acaben siendo “dados por culo”. Gloriosa y recurrente es esa sentencia suya a todo aquel que le reta o que no hace lo que él dice… Otros “soldados” de los Warriors fueron interpretados por Brian Tyler (Snow), Terry Michos (Vermin), David Harris (Cochise), Tom McKitterick (Cowboy).

De entre las bandas rivales resulta imposible no detenerse en un insidioso y nerviosísimo David Patrick Kelly encarnando a Luther, el tarado cabecilla de los Rogues. Su performance es la de un hombrecillo gritón y con una melena que le tapa los ojos. Deja para el recuerdo un buen puñado de escenas inenarrables, llevándose la palma aquella de las botellas en los dedos mientras grita en primer plano. Y ¡cómo no! Edward Sewer es el poderoso e imperturbable jefe de los Riff. Una líder que hace gala de su jefatura bajo sus gafas de espejo. Elige muy bien cuándo actuar según le van diciendo lo que pasa.

Para el final, y de entre los destacados, cabe citar al fugaz Roger Hill (Cyrus). Su visionario speech sobre la unión de bandas le valió para recibir un tiro en el pecho sin que pudiera decir adiós…

“¡Warriors! ¡Vamos a jugar!” (Luther)

En resumidas cuentas.
Acabo esta crítica de The Warriors (Los amos de la noche), una mítica película por derecho propio. La obra más influyente de la toda la filmografía de Walter Hill. Un poderoso retrato urbano válido para cualquier época. La versión macarra y desgarrada de ‘West Side Story’. Sin lugar a dudas, uno de los últimos grandes films de los años setenta.

Tráiler de The Warriors (Los amos de la noche)

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