Límite: 48 horas
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No estamos ante un film cualquiera. Estamos ante la gran precursora y una de las mejores buddy movies. Un tipo de películas que tan de moda estuvieron en los 80 y 90. De la mano del siempre eficaz Walter Hill tenemos a Nick Nolte y Eddie Murphy en el bando de los buenos y, al otro lado de la ley, James Remar como el villano de turno. Bienvenidos a… ‘Límite: 48 horas’.

«Que una cosa te quede clara, negro: No somos socios, no somos hermanos y ni siquiera amigos» (Jack Cates)

Crítica de Límite: 48 horas

Estamos ante un film claramente taquillero y que creó escuela. Películas posteriores bebieron de las influencias de esta. Casi a partir de la misma se fueron poniendo en pantalla a dos protagonistas de caracteres totalmente diferentes y obligados a trabajar juntos para resolver un asunto de fuerza mayor.

Como sello característico del cine ochentero, ‘Límite: 48 horas’ empieza directa y al asunto. Y cuando se desata la acción en pantalla es cuando empieza a notarse la buena mano de Walter Hill (hoy denostado a la siempre entrañable serie B). Hill dirige con brío la cámara por las míticas calles de San Francisco. Y así, subidos al descapotable de Cates, hacemos un tour especial por la ciudad. Durante este recorrido asistimos a varias y espectaculares set pieces de acción: la brutal fuga de la cárcel, el tiroteo en el sucio motel de turno o el excelentemente filmado clímax. Un final con Cates apareciendo de entre la niebla pipa en mano como si acabara de llegar del Infierno… con el único cometido de matar a Ganz y rellenar el informe para luego irse, por fin, a darle caña a su novia.

Vista hoy, la acción de la que hace gala la cinta podría considerarse como muy artesanal. Aunque eso no tenga nada de malo, al contrario. Cabe recordar que estábamos en los 80… y allí todo se hacía a la manera antigua. Con esto quiero decir: explosiones reales, actores jugándose el tipo colgados de un coche a toda velocidad y sangre a borbotones. No como ahora, que todo se debe al uso del CGI o al irreal uso de cables en las peleas para darle supuestamente más espectacularidad a las películas… Un “paso” en el cine de acción que, a mi modo de ver, es totalmente innecesario. Además creo que está matando la verdadera esencia de este género tan añorado y admirado.

Al margen de la acción desenfrenada, también tenemos muy bien intercalados en la trama numerosos puntos cómicos. Entre ellos destacaría la pelea de Cates y Hammond, o las visitas al bar de paletos donde Hammond no es muy bien recibido y, por supuesto, la venganza de este citando a Cates en un bar sólo para negros… Estos arranques cómicos se sustentan, en gran parte, gracias a la química y el buen hacer tanto de Nick Nolte como de Eddie Murphy, los dos metidísimos en sus personajes. Especialmente Murphy que en su rol de Hammond sólo piensa en dos cosas: ¡encontrar su pasta y descargar la cisterna! Y todo sin que Murphy diera rienda suelta al histrionismo que luego llegaría a cansar en sus siguientes films.

Siguiendo con Eddie Murphy resaltar que aquí compone un protagonista típico, pero tremendamente efectivo y que marcaría su carrera en los 80: el buscavidas de labia infinita. Un tipo de personaje que le dio fama internacional después de sus excelentes y tronchantes apariciones en el televisivo programa Saturday Live Night, lanzadera de cómicos (la mayoría negros) y que era toda una novedad. Lo cierto es que, hasta esta cinta, pocas producciones habían emparejado a negros y blancos en el mismo bando.

Por su parte, Nick Nolte está simplemente genial. Si no fuera por sus incontables vicios (más de una vez le han arrestado por conducir ebrio o ir con sustancias ilegales) estaríamos hablando de uno de los mejores, y más talentosos, actores de todos los tiempos. Pero aún así, y con sus vicios, Nolte se ha labrado una filmografía plagada de títulos memorables y actuaciones magistrales. Incluso llegando a interpretar una versión muy parecida de sí mismo en la pantalla en la notable ‘El buen ladrón’ (Neil Jordan, 2002).

En el lado de los villanos destaca un sensacional James Remar como Albert Ganz, un tipo peligroso que cumple condena hasta que su compinche, apodado «El Indio», lo consigue sacar del talego. A este personaje lo interpreta un imponente Sonny Landham. Su objetivo es hacerse con un botín de 500’000 $ que se quedó para sí Hammond. Completando el cast importante también tenemos a David Patrick Kelly como Luther, un excompañero de Ganz y el Indio que verá extorsionado por ellos. Otros nombres destacados del film son los de Frank McRae y Brion James, dos auténticos secundarios de lujo de aquella época.

«Déjame decirte una cosa negro, yo peleo sucio» (Cates)

En resumidas cuentas. 
Concluyo esta crítica de Límite: 48 horas, un film de acción callejera imprescindible. Una cinta que se incluye dentro del subgénero de buddy movies de la que es precursora y con un acertado timing de acción y comedia. Un reparto de lujo con unos estupendos Nolte, Murphy y Remar. Y todo rematado por una genial dirección del maestro Walter Hill.

Tráiler de Límite 48 horas

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