Los odiosos ocho
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Una ventisca infernal, un verdugo, una víctima que no es tal, un cazarrecompensas de gatillo fácil y el nuevo sheriff de Red Rock. Todos ellos acabarán en “La Mercería de Minnie”, donde un grupo de forasteros ya les estaban esperando. Todos juntos son… ‘Los odiosos ocho’.

“Si te coge John Ruth, alias “la horca”, no te mueres de un balazo en la espalda. Si te coge la horca, te ahorcan” (Mayor Marquis)

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Crítica de Los odiosos ocho

Tanto se ha escrito ya a favor, y en contra, de Quentin Tarantino que aburre seguir esgrimiendo sus virtudes o sacando a la luz sus defectos o filias. Lo que toca con Tarantino es ver sus películas y, cuando su carrera termine o su obra se cierre, juzgarla entonces en su conjunto. ‘Los odiosos ocho’ (The Hateful Eight) es una particular versión de su autor del minimalismo del western americano clásico presentada como lo fue, en su tiempo, su ópera prima (‘Reservoir Dogs’), en prácticamente un emplazamiento. En ese lugar, la mercería, un grupo de personas deben de averiguar quién dice la verdad y quién miente.

Estamos ante un film que comienza como ‘La diligencia’ de John Ford, para luego convertirse en un cruce entre ‘Asalto a la comisaría del Distrito 13’ (John Carpenter, 1976) y ‘10 Negritos’ (Peter Collison, 1974). Tarantino se permite el lujo de jugar con la historia americana, menciones múltiples a la Guerra Civil, y en donde de paso se permite “la sobrada” de no tener a ningún héroe frente a la cámara. Amén de golpear brutalmente a la única mujer del relato, la cual parece disfrutar con el sabor de la sangre…

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Por mucho que los largometrajes de Tarantino sean siempre films divididos en capítulos, y de repartos corales, en ellos siempre tenemos personajes que despiertan sobre los otros las mayores simpatías del director y también guionista. Aquí destacan sobre los demás: Samuel L. Jackson como el Mayor Marquis Warren y Kurt Russell como John ‘La horca’ Ruth. Ambos son los únicos que se conocen entre sí y se han visto previamente antes de llegar hasta “La Mercería de Minnie”. No entiendo cómo es que hay quienes pusieron el grito en el cielo por la falta de nominaciones importantes a Sam Jackson, o vieron como recompensada la labor de Jennifer Jason Leigh, cuando es Kurt Russell quien se come literalmente a todos sus compañeros en pantalla. Y, una vez más, fue ninguneado por la crítica y nadie ha hecho nunca ningún tipo de campaña por él.

A los citados les sigue de cerca en protagonismo el auto-nombrado nuevo Sheriff de Red Rock, Chris Mannix (Walton Goggins). Aquí tenemos un personaje en clara clave de apuntador que va desgranando y presentando al resto de “Odiosos” al espectador. La ya citada Jennifer Jason Leigh, y su glorioso ojo morado, a pesar de estar presente en casi todos los planos, no expone tanto a su personaje dialécticamente. Eso sí, sus miradas y gestos hacen mucho por ir describiéndola.

A resguardo, y en la Mercería, antes de que lleguen los ocupantes del carruaje de cuatro caballos comandado por O.B. (James Parks) nos encontraremos a Joe Gage (Michael Madsen), un cuatrero que vuelve a casa con los bolsillos llenos de billetes a ver a su madre por Navidad. También está el verdugo Oswaldo Mobray, un inglés remilgado al que da vida muy a lo Christopher Waltz Tim Roth. Otro que está allí esperando es el mexicano Bob (Demian Bichir), quien se presenta como el encargado de la Mercería mientras Minnie se ausenta. Y, finalmente, tenemos a un viejo General que habla poco y se mueve menos, Bruce Dern. Todos ellos dicen que son esas personas… ya veremos si mienten o no.

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Visualmente imprescindible, tengo que manifestar que este film es, sobre todo, un estudio de personajes en claro enfrentamiento. Un embotellamiento condenado a explotar de mala manera. La esencia del western, la hostilidad del paisaje, el poder de la palabra y la ley del plomo toman claramente la pantalla en la 8ª película de Quentin Tarantino. Un Tarantino que disfruta regodeándose tras la lente. El realizador nos muestra a personajes enfrentados y condenados a no entenderse sino es con una pistola de por medio. Es curioso que el único protagonista que no porta un arma en todo el metraje, Daisy, sea quien más acabe provocando inquietud desde el comienzo. ¡Atención a cuando se relame la sangre de su tabique nasal partido!

Más que los diálogos, al margen del monumental paraje y la perfecta ambientación, lo que destaca son los actores. Menos uno de ellos que, afortunadamente, sale poco… y acaba su participación sin despedirse. Las actores mueven el film y dicen más de los personajes que lo pueda parecer. Ojo a las tretas de Marquis (Jackson) y a la verborrea texana de Mannix (Goggins), quien parece estar en el film como “apuntador” para, finalmente, tener que tomar decisiones en su parte decisiva.

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No mueve a ‘Los odiosos ocho’ una sensación de suspense, a pesar de que sabemos que en esa Mercería se están diciendo muchas mentiras, sino más bien de curiosidad. Bien puedo decir que esto es un fallo de su director por cortar o no visualizar de forma lineal la trama. Y eso a pesar de contener, sobre todo, una secuencia clave que eleva la tensión. En la misma, un personaje se pone en clara ventaja sobre el resto al ver lo que otros no percibieron…

De nuevo, la música juega un papel fundamental en un film de Tarantino. Aunque esta vez no se luce Ennio Morricone en la que quizás sea su fanfarria más impersonal, sino los propios protagonistas, como cuando tocan “Noche de paz” al piano con una sola mano mientras uno de los “odiosos” le cuenta a otro como humilló y mató a un pariente muy cercano. Esa historia termina saliéndose totalmente de madre y pondrá a prueba al espectador: salirse o no del film en ese momento es la clave.

Toda la película está filmada en un glorioso Panavision 70. Tarantino filma unos paisajes impresionantes, mezclados con una opresión máxima. Hacía tiempo que tantos personajes no convivían por tanto tiempo en un mismo espacio sólo hablando. Y hoy, en estos tiempos que corren, ver a personajes hablando en las películas es algo que echamos de menos. Será por eso que uno esperaba tanto de ‘Los odiosos ocho’. Guste o no, lo que no se puede negar es que Tarantino sigue siendo Tarantino. Aunque conviene hacerle ver a su autor que corre el riesgo de acabar como Brian De Palma. Ya sabéis: revisitándose demasiado y no siendo tomado en serio.

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En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de Los odiosos ocho, un highlights, una pieza teatral firmada con amplitud de medios. Tarantino se encierra con sus habituales a rodar un especial de temporada. Funciona como estudio de personajes, todos ellos desarraigados, deudores del western de los 50-60 o del pesimismo de principios de los 70.

Tráiler de Los odiosos ocho

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