El señor de la guerra
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Esta es la historia de un facineroso ucraniano que descubrió que había nacido para hacerse rico vendiendo armamento a gran escala. Andrew Niccol nos presenta a Nicolas Cage convertido en Yuri Orlov alias ‘El señor de la guerra’.

“A mí me llaman el señor de la guerra… pero quizás lo seas tú” (Baptiste)

Crítica de El señor de la guerra

Antes de caer en el olvido, en el que se encuentra actualmente, el director y guionista Andrew Niccol nos dejó destacadas obras. Entre ellas podemos citar su labor tras las cámaras enGattaca (1997) y con los lápices en ‘El show de Truman’ (Peter Weir, 1998). Llegados al 2005, se adentraría en el polémico y político tema del tráfico de armas en ‘El señor de la guerra’, su tercer film como director y al que los grandes estudios dejarían de lado. Algo que no hizo su protagonista principal, Nicolas Cage. El actor implicó a su propia productora, Saturn Films, en la financiación de la cinta.

El film nos presenta las aventuras y desventuras de Yuri Orlov, un facineroso ucraniano que ve en la venta de armas su forma de vida para conseguir todos sus sueños. Ahora bien, realmente esta historia inventada y escrita por el propio Niccol es un poderoso medio para repartir contra políticos, militares, traficantes de armas, guerras,… Al margen de que todo en el guión sea material original de Niccol, lo cierto es que el director y guionista se basó en personajes y sucesos reales. De hecho, el presidente Baptiste está inspirado en Charles Ghankay Taylor y Yuri Orlov en el traficante Viktor Bout más conocido como “el mercader de la muerte”. Incluso en la filmación de la cinta recibieron la inestimable ayuda de traficantes reales y se llegó a emplear armamento de verdad como atrezo: tanques, helicópteros, fusiles AK-47, UZIS,…

Nadie o casi nadie implicado en este sangriento y turbio negocio se libra de recibir lo suyo. Tan sólo quedan libres de pecado aquellos agentes de la Interpol que creen ciegamente en su trabajo. El resto quedan retratados más que menos al mismo nivel de miseria moral. Unos por sus actos (Yuri Orlov), otros por sus corruptelas (políticos y altos grados militares sobornados) y el resto por sus masacres (Baptiste). En este sentido, el final de la película es todo un KO. Un final que deja bien claro que determinados individuos son “intocables” y “necesarios” para el mantenimiento del status quo mundial. Ojo también a las reflexiones de Simeon Weisz (Ian Holm), un veterano traficante que cala desde el principio a Yuri como una sanguijuela dispuesta a chupar todo lo que se le ponga por delante.

En la dirección podemos apreciar en Niccol un cierto aire a imitar las formas y maneras de Tony Scott. Esto último se hace patente en el estilo narrativo de la propuesta y, sobre todo, en la fotografía de Amir Mokri, un iraní que “creció” en el estilo videoclipero de maestros del género como Michael Bay o la Kathryn Bigelow de sus comienzos. Así pues, si argumentalmente ‘El señor de la guerra’ es una propuesta muy interesante, desde un punto de vista visual resulta muy atractiva. También se implementan algunos recursos como el hecho de “romper la cuarta pared”. Esta técnica se emplea al principio y al final del film con Nic Cage (Yuri Orlov) explicando determinados detalles. Algo que también hace a lo largo del film, pero como simple narrador.

Cronológicamente, la cinta parte de los años 70 en la pequeña Odessa de Nueva York y avanza hasta bien entrada la década de los 90. No obstante, la ambientación no experimenta grandes cambios y pareciera que toda la trama se desarrollara en una misma década. De hecho, buena parte de los sucesos tienen lugar a partir de la caída del muro con el acceso al ilimitado arsenal que los soviéticos dejan en Ucrania para gran satisfacción de personajes como Yuri… Otra localización importante es Liberia, país donde Yuri cerrará la mayor parte de sus tratos con el sanguinario Baptiste. Eso sí, a la hora de la filmación no se visitó ninguno de esos países, sino que el rodaje tuvo lugar en la República Checa y Sudáfrica. Ahora bien, el hecho de filmar en escenarios reales y naturales añade un plus de veracidad y conservación al producto final.

Años después, y muy en la línea de ‘El señor de la guerra’, el hoy venerado Todd Phillips estrenaríaJuego de armas’. Esta propuesta de Phillips sería mucho más satírica y burlesca que la de Niccol. No hemos de olvidar que la película de Niccol, aun teniendo ciertos momentos de “comedia negra” o “disparatamiento”, no deja de ser un film más o menos serio.

“Por desgracia para ti… soy un mal necesario”. Juego de armas.

El gran protagonista del film es Nicolas Cage encarnando a Yuri Orlov, un traficante de armas “freelance” que empieza vendiendo dos UZIS en un apartamento cochambroso y termina nadando en dólares. Lo cierto es que este papel invitaba a una de esas versiones en las que Cage abraza la locura más total. Hablamos de un personaje con una labia infinita y un maestro de las farsas. Sin embargo, Cage está bastante contenido y serio. Lógicamente tiene momentos para el show (aquel en el que besa la tele en la que sale Gorbachov, por ejemplo), pero en general esta es una de sus interpretaciones serias. Creo que su mejor escena llega al final cuando, con una gran calma, analiza todo lo que va pasar en los próximos minutos…

Sus familiares más importantes en esta película son encarnados por Jared Leto y Bridget Moynahan. De los dos resulta mejor parado Leto como Vitaly, el fiel hermano pequeño con ciertas debilidades y adicciones. Por su parte, Moynahan encarna a Ava, el ideal de esposa buscado por Yuri, una modelo que se traga todas sus mentiras porque quiere la buena vida que su farsante esposo le ofrece. La interpretación de la actriz es igual en todo el film y apenas transmite sentimientos algunos.

Del resto de secundarios hay tres nombres para destacar. El primero es el de Ethan Hawke que pone mucho carácter a su Valentine, un cruzado de la Interpol deseoso de enchironar a Yuri. Ojo a la frase con la que este último lo define: “Dicen que todo el mundo tiene un precio, pero no todo el mundo se vende”. En segundo lugar tenemos a Iam Holm con una interpretación plena de madurez como Simeon Weisz, un veterano traficante que conoce muy bien las reglas del juego y de las élites. Y, finalmente, tenemos a Eamonn Walker como el sanguinario Baptiste. En su caso estamos ante el ejemplo de actor que llena la pantalla con su personalidad y presencia. Ideal para encarnar el papel de brutal y calculador dictador. Del mítico Donald Sutherland nada se puede decir. Tan sólo participa poniendo voz a un militar en la sombra.

“Nada hay más caro para un traficante de armas que la paz” (Yuri Orlov)

En conclusión.
Termino esta crítica de El señor de la guerra, un film que se mueve entre la comedia, el drama y el realismo crítico para mostrarnos cómo operan, se justifican y cubren aquellos que trafican y rapiñan con armamento a gran escala. Su carga crítica contra las armas y los poderes establecidos, unida a su sátira comercial, la convierten en una película bastante interesante de visionar.

Tráiler de El señor de la guerra

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