El irlandés
Comparte con tus amigos










Enviar

Por fin nos llegó el evento que todo fan del cine de gánster y amante del séptimo arte esperaba. Martin Scorsese, uno de los cineastas americanos más grandes de la historia, trabaja con los dos mayores iconos del cine de mafias del celuloide: Robert De Niro y Al Pacino. Ambos recorren juntos toda una vida en casi cuatro horas de puro cine hasta el momento del fundido en negro. Conozcamos ya mismo a ‘El irlandés’.

“Hola Frank, soy Jimmy Hoffa. ¿Te gustaría ser parte de la historia? He oído que pintas casas” (James R. Hoffa)

Crítica de El irlandés

Por más que cueste, o por más que duela, la objetividad debe de ir siempre por delante de toda emoción que salga directamente del corazón. Así es como siempre afronté la unión definitiva entre Martin Scorsese, Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci. Todos ellos iconos, juntos y por separado, del cine americano y, especialmente, del subgénero de mafias. El resultado es un viaje lleno de nostalgia por una época de gánsteres de verdad. Una época donde todos los estamentos de América habían sido tocados por la mafia de forma más o menos directa.

La historia del film, desde los años sesenta hasta casi la actualidad, se repasa desde los ojos ya cansados y la voz quebrada por el tiempo del antiguo sicario Frank Sheeran (De Niro). Frank es un veterano de guerra que volvió del frente dispuesto a ganarse la vida como conductor de reparto. Sin embargo, acabó siendo la mano ejecutora en la sombra de la mafia italiana con hasta 21 muertes confirmadas. La historia de ‘El irlandés’ es un viaje directo al crepúsculo. Al final de los días de la vida de un hombre (y del “hombre”, el icono en general) narrado en forma de road-movie, que va intercalando varias épocas y personajes por mediación de la voz en off del propio Sheeran desde el asilo. Allí, y de frente a la cámara, rememora su vida con total lucidez.

Se puede decir, sin lugar a dudas, que ‘El irlandés’ nos sumerge de lleno en el ambiente que se vivía en los años sesenta en Nueva York y Detroit. Se respira por entero el tono y el toque de esas grandes obras del género. Tanto la fotografía como el vestuario, incluso los lugares comunes y los actores de relleno, respiran la mafia de las grandes obras de Scorsese. Además, el argumento nos lleva por temas vitales de la vida del hombre. Aquí nos hablan de la lealtad, la amistad, la manera en que uno debe elegir cómo formar parte de una hermandad, la traición, la avaricia, la culpa, la pena y, por último, la vejez.

En cuanto al montaje, el uso de la música y la forma de filmar todo es rápidamente reconocible con “el toque Scorsese”. Aunque por momentos se fusione con De Palma, o por lo menos esa impresión me dio, seguramente no sea casualidad. Y, en parte, sin renunciar a sus trademarks, Scorsese haya querido recordar que, junto a él, Brian De Palma y Francis Ford Coppola son figuras ineludibles del género. Figuras que, con el tiempo y por las personalidades de ambos, han quedado olvidados por la industria que tiempo atrás los alzó a los cielos.

El estilo de narración es puramente Scorseseniano, aunque con un intento de contención. Scorsese quiere seguir siendo el director de ‘Malas calles’ (1973), ‘Uno de los nuestros’ (1990) o Casino (1995). Sin embargo, y al mismo tiempo, quiere ofrecer un tono más solemne y crepuscular. Un tono más propio de la edad que tiene en la actualidad, no solo él, sino el resto de “sus compinches” en este evento. Precisamente, “sus compinches”, a pesar de lucir rejuvenecidos, son casi octogenarios, dinosaurios en un mundo de superhéroes de croma verde.

Ese referido halo de contención auto-impuesto hace que, por mucho que estamos ante una gran película en todos sus aspectos, ‘El irlandés’ termina quedando un escalón por debajo de los trabajos más aclamados y anteriores del cineasta italo-americano. Y todo ello a pesar de contener un libreto ejemplar. Un guión que toca todos los temas más importantes de la historia política americana de los últimos sesenta años. Además, Scorsese cuenta con unas interpretaciones inmejorables por parte de su trío protagonista. Interpretaciones que se dejan sentir, a pesar del trabajo de rejuvenecimiento digital. De este último no diré que sea insuperable, pero sí que está bastante logrado.

En el reparto destaca el titánico esfuerzo de Robert De Niro por pasar (y hacernos vivir) toda una vida desde los treinta hasta los ochenta años. A pesar del trabajo de post-producción de su rostro, en casi la práctica totalidad del film, muestra a la perfección a un personaje tan complejo que deja bien claro la clase de actor único e irrepetible que es.

Mucho menos mermado por la post-producción aparece Al Pacino (Hoffa) en un rol de “equilibrista”. Un tipo siempre al borde del estallido como el jefe sindicalista Jimmy Hoffa. Atención porque, siendo un personaje clave del relato, no aparece hasta pasada casi la primera hora de metraje. Enorme labor por parte de Pacino, quien no lo tiene nada fácil recreando a un personaje tan conocido y extravagante como era Hoffa. Un líder que llegó a creerse intocable y que casi estuvo por encima del presidente de EEUU. Ojo a sus secuencias compartidas con Stephen Graham (Tony Pro) pues en ellas es donde realmente Pacino se crece y eleva por encima del resto de actores del film.

El último de todos, pero ni de lejos el peor, es un recuperado para la causa Joe Pesci. En este film tiene un poco transitado y bastante comedido papel. Una especie de “Padrino” que se encarga de intentar mediar entre las órdenes que le llegan desde arriba y los actos que debe ejecutar en los bajos fondos. Para la historia queda su escena final, genial despedida la que le regala Scorsese.

Lejos de estos tres gigantes de la interpretación, y de sus papeles, aparece un casi anecdótico Harvey Keitel (Angelo Bruno). Keitel limita sus escenas a estar sentado susurrando a otros personajes o mirando como acontece todo. En otra vida, Keitel pudo haber sido el protagonista de esta película, si miramos atrás y descubrimos que era él, y no De Niro, quien iba a protagonizar ‘Taxi Driver’ (1976).

“Tarde o temprano a todos nos llega nuestro momento” (Frank)

En resumidas cuentas.
Acabo esta crítica de El irlandés, una monumental oda final al género. Un film que, perfectamente, puede servir de despedida de un tipo de cine que nunca podrá ser superado. Una película que respira veracidad en cada fotograma. Auténtico cine. No es el mejor Scorsese pero, sin llegar a ello, es superior al resto por más de una zancada. Inolvidable trío protagonista cerrando una carrera en paralelo de forma brillante.

Tráiler de El irlandés

Escucha nuestro podcast