Zombies Party
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Suena el despertador. Son las 7:00 de la mañana. Te levantas, te bañas, te vistes y bajas a desayunar. 8:15 de la mañana. Sales de casa, te montas en el metro abarrotado de gente. 8:40. Llegas a tu parada, la tercera guerra mundial para salir del vagón. Sales fuera de la estación, intentas respirar aire limpio pero se te llenan los pulmones del CO2 que sueltan los coches que van en caravana. Son las 9:00, entras a trabajar, ocho horas frente al ordenador. Son las 9:37, miras el reloj… ¡por fin las 18:00! La misma rutina del metro de antes. A las 19:17 llegas a casa. Te duchas, ves la tele, cenas, vuelves a ver la tele y a la cama. Así durante toda tu vida. ¿De verdad aún piensas que no eres un zombi? Bienvenidos a… ‘Zombies Party’.

Crítica de Zombies Party

A pesar de que su título español quiera jugar al despiste, al espectador mínimamente puesto en el género del terror, y más concretamente en el subgénero de zombies, no se le escapará que ‘Zombies Party’ (‘Shaun of the dead’) es una parodia-homenaje de las míticas películas de muertos vivientes de George A. Romero. Cintas que, a mediados y finales de los 70, revolucionaron el género de muertos vivientes y convirtieron a su director en objeto de culto. Tras esta pequeña y merecida referencia entremos en materia…

Poco o nada esperaba encontrarme cuando alquilé esta cinta. Su título español me echó para atrás durante mucho tiempo. Sin embargo, las frases promocionales y las cuñas de publicidad que, en su día, pude escuchar en la radio, me hacían albergar leves esperanzas. Esperanzas de que estuviera ante una pequeña joya en potencia de la comedia gamberra más descerebrada made in British. Y no me equivoqué. Esta ópera prima de Edgar Wright asegura las risas. Estas últimas pueden llegar a lagrimones como puños si uno está puesto en los films que parodia/homenajea.

Todo lo anterior con el sello del humor negro inglés que logra que los protagonistas den en el clavo. Para ello los coloca en las situaciones más tópicas del género, pero dotándolos de una estupidez tan profunda que ríete tú de Homer Simpson. Ver como ejemplos la segunda visita al 24 horas de Shaun o la mujer Zombi en el jardín. Estos momentos son realmente descacharrantes por el manejo del timing para la comedia de los actores, impasibles ante la que se les viene encima.

Respecto a los actores todos ellos están magníficos. No obstante, mención especial para el dúo Simon Pegg (Shaun) y Nick Frost (Ed) que son los verdaderos protagonistas. Ambos muestran una química genial y no es de extrañar que repitieran colaboración en posteriores películas. Todas sus escenas conjuntas dan como resultado la risa instantánea del espectador. Pero no sólo de su química vive el guión, también de las personalidades que Wright, como guionista, les asigna.

De un lado, Shaun, un treintañero que no quiere crecer y que sigue llevando la misma vida de los 19 años. Una vida que se reduce a jugar a la Play con Ed, beber cerveza junto a Ed en el Bar Winchester y pasar como pueda las 8 horas de trabajo basura en una gran cadena de tiendas de electrónica. Shaun no parece darse cuenta de que está perdiendo a su novia, Liz, presa de la monotonía en la que se ha convertido su vida conjunta. Por otra banda está Ed, un inmaduro treintañero pasado de peso, sin trabajo, gandul, bebedor y vendedor de hierba ocasional. El típico colega que las novias no tragan… pero que tú adoras porque te partes el pecho con él. Nick Frost borda el papel, ya sólo con su mera presencia física a la que acompaña un don único para la comedia.

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Los dos protagonistas están secundados por un nutrido y tópico (hecho este que será objeto de mofa en la propia película) grupo de amigos/familiares. Entre ellos: la novia de Shaun, los amigos de esta, la madre de Shaun y su padrastro. Con ellos tendrán que cruzar la ciudad (la típica zona residencial de clase media en donde todas las casas son iguales) abarrotada de zombies con sed de carne fresca. Así hasta llegar al punto de encuentro e improvisado bunker: el pub Winchester, que toma su nombre del mítico rifle que preside su barra. Todos estos secundarios tendrán, en mayor o menor medida, su momento de gloria.

Edgar Wright maneja la función con inusitada soltura, recordemos que estamos hablando de la que fue su ópera prima. Wright huye en todo momento de la comedia spoof para dotar a su film de un humor inteligente. Para ello aplica una serie de continuos gags que resultan todos ellos acertados. Los menos buenos -como mínimo- te hacen esbozar una sonrisa. Los mejores consiguen que rías a carcajada limpia durante algunos minutos.

Ahora bien, Wright no se limita sólo a la comedia políticamente incorrecta, salpicada de gloriosos momentos gores, sino que introduce en su guión (escrito a cuatro manos con Simon Pegg) una airada crítica a la sociedad de clase media inglesa y mundial. A esta sociedad la retrata como zombis idiotizados por el virus del consumismo y la televisión. Sujetos que se ganan la vida en trabajos mecanizados que nos dictan cómo vestir, qué hacer… y que viven por encima de sus posibilidades económicas con tal de intentar ser mejor que sus vecinos. Toda una crítica teledirigida que eleva la nota al conjunto y separa a ‘Zombies Party’ del montón elevándola a una merecida fama de cult-movie.

En resumidas cuentas.
Finalizo esta crítica de Zombies Party, una joya imprescindible de la comedia contemporánea. Una película que se ríe con saña de los más visitados tópicos del género zombi y, al mismo tiempo, homenajea a las añoradas cintas de Romero. Puede que tengas sus defectos, pero yo no los veo. Risas aseguradas en más de hora y media de buena diversión.

Tráiler de Zombies Party

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