Sherlock Holmes
Una serie de brutales asesinatos tienen lugar en Londres. Sherlock Holmes y su compañero John Watson consiguen salvar a la última víctima y detener al asesino, Lord Blackwood. Justo antes de ser ahorcado por sus crímenes, Blackwood advierte a Holmes de que su muerte no importa porque hay un plan en marcha que no puede ser detenido. Al día siguiente, la ciudad despierta con noticias confusas acerca de la resurrección de Blackwood y el pánico se apodera de los ciudadanos. El juego está en marcha. (Cineycine).
Tras muchos años alejado de las pantallas en 2009 regresó el detective más famoso del mundo, esta vez de la mano de Guy Ritchie y con un presupuesto multimillonario. Probablemente estemos hablando del detective de ficción más famoso y verosímil de la historia, no en vano sigue habiendo gente por el mundo creyendo que fue un personaje real. Y a mí, como a muchos otros lectores, me asaltaba la duda de si en su paso al cine actual conservaría las características propias de la obra original… o si por el contrario estaríamos ante una víctima más del cine moderno. Hagamos la disección a este nuevo ‘Sherlock Holmes’ y veamos de qué está hecho.
Crítica de Sherlock Holmes
Reconozco que cuando se anunció que el director de esta película iba a ser Guy Ritchie sentí un escalofrío… y no precisamente de emoción. Bajo mi punto de vista la carrera de este cineasta ha sido bastante irregular. Ha realizado películas dignas como ‘Lock & Stock’ (1998) o ‘Snatch, cerdos y diamantes’ (2000), otras más flojas como ‘Operación U.N.C.L.E.’ (2015), y cuenta en su historial con una mala película del calibre de ‘Barridos por la marea’ (2002). Pero en realidad no se trata sólo de eso, sino que la atmósfera temperada y bohemia que requiere una película ambientada en la época victoriana no creo que esté al alcance de Guy Ritchie. Su estilo es frenético, rozando el caos más absoluto, y suele poner sus películas al servicio del efectismo y no de la historia. Teniendo en cuenta todo esto es fácil deducir el por qué de su elección, se pretendía actualizar al personaje de Holmes al cine actual, más centrado en la parafernalia visual y los recursos fáciles que en la profundidad del personaje. Si el resultado fue mejor o peor es algo que queda circunscrito al gusto de cada espectador, pero en mi opinión la película se resiente en más de un aspecto.
Debo decir que, afortunadamente, no acerté del todo. Porque en la película hay un caos imperante, sobre todo en el último tercio, y un uso excesivo de ciertos recursos en pos de un mayor efectismo. Pero, afortunadamente, el ritmo no es tan frenético y acelerado como cabía esperar en una película de Ritchie. Eso sí, se da una clara prioridad al lado más físico de este peculiar Sherlock Holmes, dejando sus habilidades detectivescas y la profundidad del personaje en segundo plano. Hay momentos en que Ritchie despliega su arsenal estilístico, por ejemplo cuando Holmes se dispone a golpear a un adversario (mediante una voz en off y secuencias en slow motion, Holmes describe con detalle, paso a paso, cómo y dónde va a golpear. Y una vez finalizada la clase repetimos la paliza pero a cámara normal). Hombre, tiene su punto de gracia pero no deja de ser un recurso que aporta más bien poco y resta verosimilitud al conjunto. Algo parecido ocurre cuando los protagonistas se ven envueltos en una tremenda explosión y gracias a un slow motion de considerable duración podemos constatar lo absurdo de la escena. En cambio tiene aciertos destacables como la secuencia donde Holmes se disfraza de mendigo y sigue a Irene Adler a lo largo de una serie de callejones, un montaje realmente ingenioso con un empleo de la música muy acertado.
El guión corrió a cargo de tres profesionales de trayectoria dispar. Michael Robert Johnson y Anthony Peckham apenas acababan de comenzar su carrera, mientras que Simon Kinberg ya había escrito el guión de «grandes películas» (nótese la ironía) como ‘Sr. y Sra. Smith’ (Doug Liman, 2005) y ‘Jumper’ (Doug Liman, 2008). Ojo, son todos los que son pero no todos los que están… porque tanto los productores como el director también dijeron la suya.
En la película que nos ocupa en esta crítica de Sherlock Holmes no hay mucho que desgranar, estamos ante una trama bastante sencilla y bien llevada que tiene su mejor baza en el trabajo interpretativo de los actores y las escenas de acción. Pero creo que estaréis conmigo cuando digo que el tema de las conspiraciones masónicas y las sociedades secretas ya está muy trillado, y si encima añadimos que la historia podía haberse acortado sin que se notara, entonces, el balance es un poco pobre. Evidentemente se intentó elaborar un guión que permitiera modernizar a Holmes y Watson acercándolos a un público más juvenil. Lo cual suscita en mí una pregunta: ¿Qué hay que modernizar? ¿Acaso un detective que emplea su intuición y el cerebro para resolver crímenes necesita actualizarse?… Mejor no saber la respuesta, pero soy de los que creen que ese público juvenil es capaz de entender una obra más sobria. En cualquier caso, el guión presenta elementos positivos, como la manera de afrontar el tema de la magia negra sin llegar a desvelar el misterio hasta el final, algo que nos recuerda a esa gran película que fue ‘El secreto de la pirámide’ (Barry Levinson, 1985). Y también hay puntos negativos, como ese afán de actualizar a Holmes y Watson, convirtiendo su relación en algo parecido a una buddy movie.
Como os iba diciendo uno de los puntos fuertes de la película es el trabajo de los actores, concretamente el dúo protagonista. Aunque es cierto que cuando uno ve el reparto por primera vez ya nota algo raro. ¿Jude Law de Watson?… Parece una tontería, pero aunque sea un tema de casting es una señal inequívoca de lo que se buscó en esta película poniendo a un guaperas como compañero de Holmes. Y hablando del protagonista, interpretándolo tenemos a Robert Downey Jr., un actor que se encuentra quizás en el momento más dulce de su carrera. Lejos quedan sus devaneos con las drogas y la justicia. Tras recuperar el estrellato perdido en los noventa, ahora es una de las caras más importantes de los superhéroes de la Marvel, y aquí ofrece una respuesta a los que se preguntaban si podía convertirse en un actor de acción. Downey dota a este nuevo Holmes de un renovado vigor así como de un amplio abanico de recursos fostiadores, paradójico porque Sherlock Holmes siempre solía rehuir la lucha, sin olvidar un talento deductivo que roza lo paranormal. Pero bueno, algunos de esos recursos son fieles a la obra original, como son su habilidad con el bastón y sus dotes para el boxeo. Eso sí, no hay ni rastro de su adicción a la cocaína o a su conocida misoginia. A su lado un correctísimo Jude Law dando vida al Dr. Watson, formando una pareja que muestra una complicidad más propia de adolescentes que de hombres maduros, pero que, sin embargo, consiguen una química que traspasa la pantalla.
El personaje de Holmes que interpreta Downey es, sin duda, una visión muy diferente de la que estamos acostumbrados a ver, aunque anteriormente se habían hecho diversas interpretaciones de los personajes de Conan Doyle. El primer Holmes en color que pudimos ver en pantalla lo encarnaba Peter Cushing en ‘El perro de los Baskervilles’ (Terence Fisher, 1959), donde ya empezaba a gestarse el arquetipo de detective que nos ha acompañado durante décadas. En 1970 Billy Wilder fue más allá humanizando al detective, volviéndolo vulnerable y mostrando sin tapujos su adicción a la cocaína en ‘La vida privada de Sherlock Holmes’. Y aunque actores como Christopher Lee, Michael Caine o John Barrymore le dieron vida en diversas ocasiones, quizás una de las imágenes que mejor se guardan en el imaginario colectivo sea la de Basil Rathbone, que lo interpretó en una docena de películas hasta acabar aburriendo al personaje. La influencia de Sherlock Holmes ha llegado incluso al mundo de la animación, ya no sólo en la famosa serie de televisión que todos recordamos sino inspirando a la Disney en ‘Basil, el ratón detective’ (1986).
Creo que es importante tener todo esto en cuenta porque la visión que propone Guy Ritchie es diametralmente opuesta y totalmente novedosa. Podrá gustar o no, pero es innegable que, al convertir a Sherlock Holmes en un héroe de acción, se cruza una línea que pervierte en gran medida lo que hemos visto y leído durante años.
Otro personaje que cobra una vital importancia es el de Irene Adler a la que interpreta Rachel McAdams, una joven actriz que se dio a conocer en 2002 por la comedia ‘Este cuerpo no es el mío’ (Tom Brady) y que en mi opinión es demasiado deslumbrante para el papel. Quizás una actriz como Rachel Weisz hubiera aportado una mayor sobriedad al personaje. Para quien no conozca a Irene Adler diremos que era una mujer que aparecía por primera vez en la novela ‘Escándalo en Bohemia’, y que se convertía en el primer adversario en vencer a Sherlock Holmes. La relación de Holmes con las mujeres siempre se había limitado al interés puramente profesional, si bien es cierto que consideraba a Irene Adler como la única mujer a tener en cuenta como tal. En la película, en cambio, su presencia sirve a un doble propósito. Por una parte, complicarle las cosas a Holmes, y por la otra evidenciar un supuesto romance entre ella y el detective. Todo aderezado con toques de humor y situaciones más o menos románticas que no consiguen convencer.
Y si en la esquina derecha tenemos a estos tres héroes, en la izquierda se encuentra Lord Blackwood, encarnado por un soberbio Mark Strong que ya había trabajado con el propio Guy Ritchie en ‘Rockanrolla’ (2008). En realidad es un enemigo ficticio de Holmes que no aparece en sus novelas, pero que fue creado para la ocasión inspirándose en la afición por el ocultismo que tenía Conan Doyle. El resultado es un personaje oscuro que consigue transmitir esa atmósfera centrada en la magia negra que impregna los inicios de la película. Seguramente muchos se preguntarán dónde anda el famoso archienemigo de Holmes, el profesor James Moriarty. Pues no sale. Bueno, para ser exactos sí que sale pero no le vemos la cara, ya que su aparición fue reservada para la secuela. Lo que pasa es que dejarlo entre sombras y ocultar su rostro carece de sentido porque cualquier lector de Conan Doyle sabrá que es él, no puede ser otro. Otra prueba más de que esta película fue dirigida a un público juvenil que ni siquiera necesita saber quien es Moriarty.
El resto de personajes aportan su granito de arena a la película. Tenemos a un inspector Lestrade que realiza una labor muy secundaria de la mano del actor británico Eddie Marsan, pero que, sin embargo, cumple el objetivo de servir de nexo de unión entre Holmes y la Justicia. Y ¡cómo no! Kelly Reilly dando vida a la prometida de Watson, una mujer que como dato anecdótico diremos que se casaba con Watson en las novelas originales. La actriz inglesa realiza un buen trabajo pero su personaje dispone de pocos minutos. Finalmente, me gustaría comentar ese recurso cada vez más empleado que es la aparición del fortachón de turno. En este caso el honor recae sobre Robert Maillet, un luchador profesional del circuito de Wrestling que hace en la película lo mismo que fuera de ella: dar palizas. ¿Aporta algo este personaje? Pues no demasiado, pero acaba sirviendo de elemento catalizador en una escena más bien autoparódica que arrancará alguna que otra sonrisa.
La recreación de Londres es magnífica en todos sus aspectos, aunque el propio Guy Ritchie reconoció haber dado una visión personal de la ciudad que es la causante de las inexactitudes que puedan encontrarse. Es especialmente destacable el Tower Bridge en construcción, una estructura que se rodó con croma de fondo para poder añadir imágenes del Londres de finales de siglo. No cabe duda de que el diseño de producción se dirigió con mano firme porque la sensación que tenemos es que realmente nos encontramos en la Inglaterra victoriana. A lo largo de sus calles vemos comerciantes, mercachifles, timadores, ladrones y un largo etcétera de personajes perfectamente caracterizados.
Para orquestar el apartado musical tenemos a Hans Zimmer, un magnífico compositor responsable de bandas sonoras de gran talla. En este film compone una serie de temas que acompañan el drama y la acción, tratando de capturar los diferentes tonos del mundo en el que se mueven los protagonistas. Quizás algunos de estos temas resultan excesivamente estridentes, pero en realidad se limitan a seguir y acompasar la onda creada por Guy Ritchie. Además, a lo largo de la película podemos disfrutar de un par de piezas extraídas de la banda sonora de la película ‘La Duquesa’. Y la única canción que suena en la película, la cual merece una mención especial, es «Rocky Road to Dublin» interpretada por The Dubliners que se deja escuchar en alguna escena de lucha y en los créditos finales.
Conclusiones.
Sherlock Holmes tienen un enorme grupo de seguidores cuyo respeto por el personaje puede alcanzar tintes religiosos. Ocurre con todas las obras que son adaptadas a otro medio, y aunque yo no sea un catedrático en Holmes respeto y comprendo los sentimientos que pueden albergar al ver esta película de acción. Valorarla únicamente desde el punto de vista técnico y formal sería sencillo, pero creo que caeríamos en un error porque lo que realmente sirve de reclamo a esta cinta es su título. El espectador que vea esta película querrá ver a Sherlock Holmes, y por tanto creo justificado exigir también cierta fidelidad a la obra original. Guy Ritchie ofrece una visión moderna de este famoso detective, con la clara intención de acercarlo a un público juvenil que, en la mayoría de casos, no habrá leído ni una sola novela de Conan Doyle. Pero al mismo tiempo se esfuerza en aplacar a los fans del personaje original mediante cierto tipo de elementos y guiños a las novelas. Este es quizás uno de los males del Hollywood actual, querer contentar a todos…
Tráiler de Sherlock Holmes
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