Pasajero 57
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Después de que en los 80 intérpretes con dotes para la acción como Steve James o Carl Weathers intentaran en vano licenciarse como héroes de acción en la gran pantalla, tuvo que llegar en los 90 Wesley Snipes para, por fin, lograr ser el primer actor afroamericano que caló hondamente como action-man. Su gran debut fue con la cinta que hoy nos ocupa… ‘Pasajero 57’.

-«¿Charlie, juegas a la ruleta?» (Cutter)
-«De vez en cuando…»
(Rane)
-«Déjame darte un consejo: ¡apuesta siempre al negro!»
(Cutter)

Crítica de Pasajero 57

Los años 90 fueron una época marcada cinematográficamente como la era del auge definitivo de los héroes de acción. Y, precisamente, fue en ‘Pasajero 57’ donde se licenció uno de los últimos action-heroes que mereció el calificativo de relevante. Me refiero al gran Wesley Snipes.

Kevin Hooks fue el firmante de este vehículo de género, eficaz y veloz que lanzó al estrellato a Snipes. Un Snipes que interpretaba a John Cutter, un chulo antihéroe de pasado traumático que viviría su redención a más de siete mil metros de altura. Su oportunidad llegaría cuando el vuelo que lo llevaba hasta Los Ángeles fuera secuestrado por el terrorista más temido de todos, Charles Rane, un ejemplar villano creado por Bruce Payne.

Lejos de querer ser una obra de referencia dentro del género, ‘Pasajero 57’ se centra en su tono macarra, en la chulería de su protagonista y en sus habilidades para resolver situaciones límites. También, por supuesto, en el cabronismo que desprende el rostro y las acciones de su malvado rival. Eso y un poco de racismo en el aire. Racismo que se deja ver con la llegada del “negro” Cutter a la sureña Louisiana, donde el Sheriff y sus ayudantes darán por hecho que es uno de los terroristas porque es ¡negro!

Ahora, el detalle anterior y visto con el paso del tiempo, quedaría como muy forzado. No obstante, cabe recalcar que en los 90 el famoso caso de Rodney King trajo grandes repercusiones mediáticas. Por otro lado, Louisiana siempre ha sido un territorio para blancos, siendo una de las zonas más conservadoras de la América profunda. Exponiendo todo esto se entiende mejor el tema. Ahora bien, esos instantes que aquí dan para comentar unas cuantas líneas, en el film seguramente pasarán desapercibidos para el espectador menos centrado en los trasfondos de la historia, sobre todo por la paliza que reciben los ayudantes del Sheriff y el endiablado ritmo que posee el film. Un film que no da respiro ninguno.

Comentando lo anterior, pasamos a los artistas. Cada uno de ellos desempeña a la perfección el rol que le toca dentro del género. Wesley Snipes crea su propio estilo de héroe: un tipo extremadamente chulesco, orgulloso de ser negro y con su forma de luchar mezcla de boxeo, thai boxing y capoeira. Un estilo marcial aparentemente más vistoso que el de coetáneos como Van Damme y menos truculento que el de Steven Seagal, pero igualmente válido.

Por su parte, Bruce Payne, actor cuyo pérfido rostro lo encasilló en papeles de villano por siempre jamás, tiene a su cargo su rol más recordado: el del terrorista del aire de las mil caras, Charles Rane. También citar a Elizabeth Hurley en su primera aparición relevante delante de las cámaras. Y, por supuesto, a un actor habitual en este tipo de cintas: un Tom Sizemore que hace del amigo y superior del protagonista.

La dirección por parte del citado Kevin Hooks es tan impersonal como efectiva. Hooks se encarga de que la cámara visualice la acción y las hazañas del protagonista, ya sea en tierra o en el aire. Con eso le basta y va sobrado. La inclusión del inevitable romance entre Cutter y la azafata bella y valiente interpretada por Alex Datcher (Marty Slayton) es de cajón. Aquí lo que verdaderamente cuenta, y por lo que el film es reconocido, son su escenas de acción. En este aspecto las set-pices cumplen sin estridencias y destacan por las habilidades en la lucha cuerpo a cuerpo y el manejo de armas de fuego de su protagonista que, por supuesto, son excepcionales.

-«¡Suelta el arma, o tu amigo morirá!» (Cutter)
-«Yo no tengo amigos»
(Rane)

En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de Pasajero 57, setenta y siete minutos de ajustadísima duración para una trama sencilla, un villano cabrón y un héroe malencarado. Estos son los grandes alicientes de un film que se puede decir está hecho exclusivamente para fans del género. Un film muy modesto en sus pretensiones y claramente esclavo de la época en que se filmó. Por descontado que tiene instantes que, dependiendo del espectador y sus niveles de flipamiento, pueden resultar antológicos o ridículos. Lo que sí se puede decir, sin temor a equivocarme, es que estamos ante un divertimento aéreo que ha pasado a la historia más por ser la carta de presentación de Snipes que por su valía.

Tráiler de Pasajero 57

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