Ojos de fuego
Comparte con tus amigos










Enviar

“Podemos decir que esta es la historia del origen de un superhéroe. Pero, personalmente, intenté hacerla lo más realista posible. Ya hemos visto a personajes disparar fuego por sus manos y ojos… pero: ¿Cómo sería si realmente pudieras crear fuego con tu mente? ¿Qué le haría eso a tu cuerpo? ¿Qué le haría eso a otras personas?…”. Keith Thomas nos invita a resolver estas y otras preguntas en la nueva versión de ‘Ojos de fuego’.

“Si alguna vez te asustas, y pierdes el control, ¿Qué haces?” (Andy McGee)

Crítica de Ojos de fuego

Un nuevo remake llega a nuestras grandes salas. Aunque ahora estas nuevas revisitaciones se disfrazan con la frase “una nueva adaptación”. En este caso, la película en cuestión es ‘Ojos de fuego’, un film que procede de la novela del incansable maestro Stephen King y que fue publicada en 1980. Los de mi generación seguro que recuerdan la película homónima estrenada en 1984. Una cinta que fue dirigida por Mark L. Lester y protagonizada por una pequeñita Drew Barrymore en su tercer papel para cines. Como curiosidad, este film sería continuado casi veinte años después en la miniserie ‘Firestarter 2: Rekindled’ (2002).

Los puestos anteriores, director y protagonista principal, pasan a ser ocupados en esta versión de 2022 por Keith Thomas y Ryan Kiera Armstrong, respectivamente. Y todo bajo la producción de Akiva Goldsman y Jason Blum, a través de su compañía Blumhouse. Ya sabéis, un estudio que maneja producciones baratas de terror para exprimirles hasta el último dólar en taquilla.

Entrando ya en materia empezamos con la dirección. En la misma encontramos a Keith Thomas en su segunda película para cines. Recordemos que Thomas se dio a conocer en 2019 con ‘The Vigil’, un film de género que tuvo cierto eco en algunos festivales. En ‘Ojos de fuego’ su labor destaca por intentar ofrecernos una visión de la obra de King como si fuera un oscuro film de “superhéroes” para mayores de edad. De esta forma, no escatima en regalarnos ciertas secuencias con sangre y quemaduras. También destaca por seguir encuadrando este remake en el cine de género con una lograda atmósfera en el tramo final y contraponiendo secuencias oscuras y claras. El resto de su trabajo bien se puede calificar como cumplidor, aunque se nota una cierta parsimonia en el ritmo. Esto último no creo que atraiga a los espectadores más “nerviosos” y ávidos de emociones non-stop.

Respecto al guión recalcar que estamos ante una adaptación y no ante la traslación literal del libro a la pantalla. De este trabajo se ha ocupado Scott Teems, quien ya se ocupara del libreto de Halloween Kills (David Gordon Green, 2021), la secuela del “revival” del amiguete Michael Myers. Insisto en el concepto de “adaptación” porque, naturalmente, como en casi toda obra que salta del libro al celuloide hay modificaciones. En este caso tenemos la actualización de Rainbird, la incorporación de los móviles como objeto de rastreo, cierta frase inclusiva que queda ridícula, o la inevitable referencia/comparación con el cine de superhéroes que nos invade actualmente. Tal y como declaró Jason Blum: “Nos pareció una magnífica oportunidad para dar un aire más contemporáneo a la historia”.

Al margen de lo anterior, la parte más acertada del libreto es contraponer los caracteres de los padres (la madre quiere que Charlie aprenda a controlar su poder mientras que el padre quiere que lo oculte) y el tratamiento de la ira… más concretamente cómo intentar controlarla para evitar hacer daño a los demás. Por otro lado, muy breve es la referencia a los experimentos médicos originales del Lote Seis. Unos experimentos tipo MK Ultra que prácticamente quedan limitados a los analógicos títulos de crédito iniciales. En su descargo creo que si se hubiera ahondado más en ellos estaríamos ante otra película y ante un metraje que se tendría que haber ido a las 2 horas o más.

Por otro lado, un aspecto que destaca bastante en la película es su apuesta por los efectos prácticos. De esta forma, el fuego que vemos en pantalla es totalmente real aún en sus secuencias más peligrosas y espectaculares. Eso sí, para evitar riesgos innecesarios, todo el equipo siguió unos estrictos protocolos de seguridad, las escenas fueron muy planificadas de antemano y las cámaras perfectamente protegidas. Naturalmente, en posproducción se pulieron algunos detalles con un uso del CGI nada “invasivo”. Este empleo de fuego real ayuda muchísimo a la experiencia y, sin duda alguna, pienso que servirá para que en el futuro esta película se conserve francamente bien.

La banda sonora del film está concebida para atraer a los fans más clásicos del cine de género. Comento esto porque la misma es obra del trío que actualmente forma el maestro John Carpenter con su hijo Cody y con su ahijado Daniel. Ni qué decir tiene que la partitura es totalmente “carpentiniana”. Para la composición de la misma, Keith Thomas sugirió a Carpenter que le gustaría que sonara como la deChristine (1983). A partir de ahí, el trío tuvo total libertad creativa.

“¡Soy un monstruo!”. Llamaradas.

El nombre más conocido del elenco es el de Zac Efron en el papel de Andy McGee, el padre de Charlie que piensa que lo mejor para ella es que oculte todo lo que pueda su devastador poder… Lo cierto es que Efron vuelve a estar bastante bien en un rol serio. Al final está demostrando que, lejos de las gansadas, es un actor a tener en cuenta. Por su parte, el papel de la madre (Vicky) va para Sydney Lemmon. La actriz cumple entregando a una progenitora que quiere que su hija aprenda a controlar su poder. Vicky piensa que ese aprendizaje sería lo mejor para todos… A destacar que Sydney se mostró muy valiente en una determinada escena rodada con fuego y sin dobles. No creo que haya muchas actrices, ni tampoco actores, dispuestas a asumir tantísimo riesgo.

Párrafo al margen para la actuación de Ryan Kiera Armstrong como Charlie que resulta un tanto irregular. En algunos momentos da la impresión de que es un verdadero peligro que podría freír a todo el planeta… y en otros sólo parece que pone cara de enfadada. En el tramo final es donde mejor está. Ahí la sentimos como una amenaza de nivel “nuclear” y, al mismo tiempo, como una niña indefensa.

En el resto del elenco tan sólo sobresalen tres nombres más. En primer lugar tenemos una aparición de pocos minutos del veterano Kurtwood Smith que sale encarnando a Joseph Wanless, un veterano doctor que fue el padre de todo el programa del Lote Seis. Muchos más minutos y presencia en pantalla tienen Gloria Reuben y Michael Greyeyes. La primera da vida a Doc, la actual y dura jefa del DSI. Y el segundo es Rainbird, el frío asesino contratado por Doc para que le sirva a Charlie en bandeja de plata. Decir que el papel de Greyeyes es de esos que tanto me gustan: un esbirro de pocas palabras y directo al asunto.

“Este es el precio” (Andy McGee)

En conclusión.
Termino esta crítica de Ojos de fuego, una película que me deja la innegable sensación de que en el futuro será mucho más apreciada y valorada de lo que lo está siendo ahora. Su apuesta por contraponer luz y oscuridad, su ritmo pausado, su gusto por los efectos prácticos de toda la vida y su tono maduro y anticuado no son virales en esta época. Es una pena, pero es así.

Tráiler de Ojos de fuego

Escucha nuestro podcast