Memorias de un zombie adolescente
R es un zombi resultado de un apocalipsis a escala mundial que deambula por un aeropuerto acompañado de otros de su misma especie en busca de alimentos y sobreviviendo gracias a los cerebros de los humanos que atacan. Esto les permite a los muertos vivientes apropiarse de los recuerdos de sus víctimas. Sin embargo, en una de sus cacerías, el grupo de zombies se encuentran cara a cara con un grupo de humanos, quedando R prendado de una hermosa muchacha llamada Julie que ha sido enviada por su padre, el coronel Grigio, con la intención de localizar edificios que puedan albergar medicamentos y otros productos básicos de ayuda a los supervivientes. A partir de ese momento, R y Julie sentirán una atracción especial.
‘Memorias de un zombie adolescente’ es la adaptación de la novela homónima de Isaac Marion. La película nos cuenta la historia de un zombi al que su corazón aún no ha dejado de latir completamente. Este hecho aún le permite mostrar sentimientos, experimentar sensaciones y encontrar al amor de su vida… ¿o deberíamos decir «al amor de su muerte»?
Crítica de Memorias de un zombie adolescente
Ya sucedió con la saga ‘Crepúsculo’, y volvió a suceder con esta adaptación de la romántica novela ‘Warm Bodies’ de Isaac Marion. Se trata de historias que se aman o se odian. Lo que está claro es que los seguidores más fieles del cine fantástico y de terror, así como de algunos de sus iconos principales, y me refiero a vampiros y zombies esencialmente, difícilmente encontrarán un término medio de conformismo con dichos productos. Y sostengo esto por una razón muy simple: su total, cruel y, por momentos, insultante desmitificación de dichas criaturas. Mientras que, por otra parte, el público adolescente actual y poco versado en el género, posiblemente, sea el que más disfrute sin complejos ni tapujos de este tipo de propuestas.
Por mi parte, y aun siendo un acérrimo seguidor del cine de terror, y fantástico en general, he de reconocer que la película de Levine me parece sumamente conmovedora, divertida y original. Se trata de una de las pocas ocasiones en las que la trama se encuentra narrada desde los ojos y el punto de vista de un zombie. La inteligente dirección de Jonathan Levine otorga a la cinta un tono sencillo, cercano y sorprendentemente poco pretencioso. Precisamente este es el secreto de la película: la complicidad y empatía que los personajes son capaces de transmitir al espectador, especialmente los dos muertos vivientes protagonistas (R, y su compañero de fatigas, M). Ambos «zombies» están plagados de carisma y «chispa». Esto se debe, en gran medida, gracias a las estupendas interpretaciones de Nicholas Hoult y Rob Corddry.
No obstante, la historia tira por tierra toda la mitología y esencia de la figura del «muerto viviente». Aquí tenemos unos seres que, en contra de lo que dicta su propia naturaleza, son capaces de razonar, comunicarse… ¡e incluso de vocalizar! Por no hablar de los sentimientos que nos muestran durante todo el metraje. Esto tiene una explicación muy sencilla: al alimentarse de cerebros humanos, los zombis también se alimentan de sus emociones… y esto aún les permite mantener un halo de vida y esperanza. Esta es la causa por la que son capaces de tener recuerdos de la vida de sus víctimas e incluso sentir solidaridad por ellas. Todo ello en un alarde de debilidad y plena conciencia de su nueva condición. ¡Incluso nos encontramos a zombies capaces de escuchar música romántica, o con la capacidad suficiente como para conducir un vehículo!
Pero lo anterior es lo de menos. Reconozcámoslo, quienes estén predispuestos a ver esta película saben de ante mano lo que se van a encontrar. Por lo tanto, todos aquellos que se aventuren a experimentarla se presupone que aceptarán, con más o menos agrado, este nuevo punto de vista que se nos plantea sobre el universo zombi. Un universo «muerto» pero, al mismo tiempo, lleno de vida y donde los muertos interactúan y viven en una especie de sociedad no muy diferente a la de los vivos. Una sociedad con sus problemas y virtudes. Salvando las distancias, se comportan como lo harían los ciudadanos de cualquier gran urbe. De este modo, si se está dispuesto a mantener la mente abierta se podrá disfrutar de un film ciertamente original.
Analizándola de un modo más conciso, estamos ante una película que resulta mucho más extraña de lo esperado y nada fácil de catalogar. Aunque se nos «vendiera la moto» de que íbamos a estar ante una comedia al uso, y sus cimientos estuviesen claramente construidos a base de ironía y autoparodia, la cinta realmente podríamos definirla como un romance. Una relación amorosa deliciosamente condimentada con numerosas dosis humorísticas… pero también salpicada de elementos propios de este cine. Me refiero a ciertas gotas de horror e incluso de sangre. Pero bueno, un romance al fin y al cabo. De hecho, nos encontramos ni más ni menos que ante una versión radical y fantástica de la historia de ‘Romeo & Julieta’. No es ninguna casualidad que el personaje interpretado por Teresa Palmer se llame «Julie», mientras que el zombi se haga llamar «R» (con R de Romeo).
En todo caso, estamos ante una cinta que, viendo los tiempos que corren, donde la originalidad escasea y los remakes y las secuelas están a la orden del día, una propuesta como esta resulta muy digerible y bienvenida. Y todo, a pesar de su contexto descaradamente infiel, y por qué no, incluso insultante hacia el concepto cinematográfico de «muerto viviente tradicional».
Por otra parte, y haciendo nuevamente mención a ‘Crepúsculo’, resulta inevitable comparar sendas obras. Sin entrar en detalles que puedan reventar la trama decir que básicamente el esquema es el mismo. Nos encontramos ante un zombie lleno de dudas e inquietudes que se enamora de una chica de la resistencia humana. A partir de ahí intenta luchar contra su condición de muerto viviente para lograr ser correspondido en una relación imposible. Una vez superada la barrera del pánico, a la que la muchacha se ve sometida, entre ambos se creará un vínculo tan surrealista y grotesco como hermoso y poderoso. Mirándolo desde un punto de vista menos superficial: nos plantea la duda de si el amor realmente puede con todo, o si se trata sólo de una quimera para románticos/as y soñadores/as de cuentos de hadas…
En resumidas cuentas.
Culmino esta crítica de Memorias de un zombie adolescente, una propuesta inteligente y sumamente interesante. Una película que no debería de pasar desapercibida, especialmente para aquellos que disfrutaron de las andanzas de Bella y Cullen. En esta historia, al igual que en aquella otra, queda patente que el amor puede con todo tipo de obstáculos. O eso es lo que pretendieron transmitirnos Isaac Marion en su novela y Jonathan Levine en este film tan entrañable como divertido y enternecedor.
Tráiler de Memorias de un zombie adolescente
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Antes que nada reconozco que soy un purista del género, y por lo tanto este tipo de inventos siempre me tienen alerta, pero es que menudo pastel… Lo que sí destaco es el trabajo de Nicholas Hoult, porque hacer de zombie tiene su dificultad aunque se trate de un zombie alelado, y la innovación en lo que a comer cerebros se refiere porque me ha parecido ingeniosa. Pero en general no me ha gustado demasiado, lo justito para poder acabarla y olvidarme de ella.