Mad Max: Furia en la carretera
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En los años ochenta George Miller dirigió una de las sagas cinematográficas más influyentes con una historia violenta de fuego y alto octanaje que no dejó a nadie indiferente (‘Mad Max‘, ‘Mad Max 2‘ y ‘Mad Max 3‘). Tras muchos años de espera, el veterano director regresó con una nueva entrega y un nuevo Mad Max dispuesto a recorrer la carretera en busca de la redención. Sed testigos de ‘Mad Max: Furia en la carretera’.

«¡¡Soy testigooo!!» (Nux)

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Crítica de Mad Max: Furia en la carretera

Los remakes y las secuelas imposibles son, desgraciadamente, una moda consolidada en el cine actual. Unas pocas veces salen bien pero en la mayoría de casos resultan ser un mediocre intento de sacar dinero. Un saca-cuartos a costa de títulos y personajes inolvidables. Por eso, cuando se anunció este proyecto me revolví incómodo en la silla. Sentía el temor de que un personaje legendario como Max Rockatansky pudiera ser una nueva víctima de la industria.

Tan sólo un elemento de la ecuación frenó mi habitual pesimismo: la presencia de George Miller a los mandos de esta nueva entrega. ¡Y lo que son las cosas! Después de tantos años sin disfrutar del sello personal, y único, del señor Miller para los escenarios apocalípticos, al final he podido volver a maravillarme como la última vez que me senté en la butaca del cine dispuesto a ver Mad Max 3’.

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Al principio no terminé de digerir que Mel Gibson estuviera fuera del proyecto, sobre todo ahora que tiene la edad ideal para encarnar a un salvaje como Max. Sin embargo, me alegra reconocer que Tom Hardy hace un gran trabajo y mejora algunos aspectos que en las primeras películas no terminaban de cuajar. En este caso, volvemos a encontrarnos al ex-policía Max. Un tipo asediado por su pasado y por unas pesadillas recurrentes que reflejan los serios trastornos psicológicos que padece. El salvajismo que aporta Hardy al personaje refuerza la presencia de un tipo como Max en un escenario enfermizo como el que nos propone una vez más George Miller. Es importante destacar que, en esta ocasión, no encontraremos a un guerrero de la carretera… sino a un hombre atormentado y sin esperanzas. Un tipo que encuentra la salvación a través de sus inesperados compañeros de viaje.

Y justo uno de ellos es la guerrera interpretada por una excelente Charlize Theron como Furiosa. Hablamos de una mujer-líder que decide traicionar a su Señor de la Guerra para encontrar la redención tras una vida repleta de errores. Curiosamente, quien da vida al sádico Immortan Joe es el mismísimo Hugh Keays-Byrne. Recordemos que ya encarnó en la primera película al motorista salvaje que persigue sin descanso a Max. Quizás no tiene el peso de villanos tan carismáticos como “el Maestro Golpeador” o el inolvidable “Humungus”, pero creo que la sorpresa es muy positiva, especialmente porque no las tenía todas conmigo. Otros personajes interesantes son Nux (Nicholas Hoult), uno de los guerreros descerebrados de Immortan Joe, o el Comehombres.

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En todo caso, es importante destacar que el mundo apocalíptico que crea Miller está mucho mejor construido que en sus anteriores películas. Vemos un sentido tras todo el caos y, sobre todo, las claras influencias de una civilización moderna que ha dejado un poso de maldad en una sociedad tan enferma como la que nos presenta la película.

Hay varios ejemplos de lo que acabo de comentar. Uno sería el sacrificio ritual que cometen los Kamicafres (curioso juego de palabras) para ascender al Valhalla, tal como los antiguos vikingos creían. Otro aspecto es la existencia de castas. Castas como las «reproductoras» que son mujeres ordeñadas como vacas para vender su leche. También está el hecho de que la endogamia y el bajo nivel de salud hayan creado la imperiosa necesidad de robar la sangre, literalmente, a los desgraciados que son capturados. Además, la comida y el agua toman una importancia especial. Aquí no todo es la gasolina al contrario de lo que cabría esperar en una película como esta. Sea como sea, en todo momento tenemos la clara certeza de que la sociedad que rodea a Max está enferma y condenada.

Pero no nos engañemos, los protagonista absolutos de esta película son los coches y las persecuciones. Quizás el mejor modo de definir este aspecto, tomando como base la vieja trilogía, sean tres palabras: «más y mejor». Desde la persecución inicial de Immortan Joe cuando descubre la traición de Furiosa, hasta el desenlace brutal y ultraviolento. Todo ello pasando por una impresionante persecución a polvo y fuego con tornados de por medio. La película es de una factura impecable. El diseño de producción, los escenarios, la chirriante música, los nuevos diseños de coches y vehículos, y las tremendas dosis de pirotecnia y destrucción… Todo es una salvajada deslumbrante y maravillosa. Algo que sólo George Miller podía lograr.

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Conclusión.
Piso ya el freno a esta crítica de Mad Max: Furia en la carretera, una película que resume la carrera de un genio como George Miller y su particular visión del género. Nos muestra un viaje violento y trepidante de redención, pero también es un recorrido por las miserias de la humanidad. Estamos ante una reinterpretación de lo que sería un futuro post-apocalíptico en manos de hombres poderosos que controlan los recursos más básicos, controlando y moldeando las mentes de los que les sirven. Y todo esto dirigido con mano firme. Miller apuntala las notas de pausa cuando la acción lo requiere, y ofrece algunas de las mejores escenas de acción que hemos visto en muchos años. El maestro ha vuelto a dar una lección magistral y muchos directores palomiteros deberían tomar nota.

Tráiler de Mad Max: Furia en la carretera

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