El último duelo
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Ridley Scott nos lleva a la Francia del Siglo XV para presenciar la última justa regulada por la corona francesa. Jean de Carrouges y Jacques Le Gris se enfrentan por las contradictorias versiones sobre la violación de la esposa del primero, Marguerite de Carrouges. Ahondemos ya mismo en lo que se conocería en la historia como… ‘El último duelo’.

“No es verdad. Está mintiendo” (Jacques Le Gris)

Crítica de El último duelo

De Ridley Scott no se puede decir que sea un realizador constante en cuanto a mantener una calidad regular en sus películas. Por el contrario, es un cineasta que arriesga y que conserva pulso y capacidad narrativa de forma sublime. Ridley nos ha regalado obras que han quedado grabadas a fuego en la historia del cine. Ahí están películas comoAlien (1979) o Blade Runner (1982). Pero también nos ha legado producciones un tanto irregulares y, en ocasiones, rodadas en modo “piloto automático”. Algo impropio de un cineasta de su prestigio.

‘El último duelo’ forma parte de otro grupo de cintas de las anteriormente comentadas. En este caso hablamos de un film que, aun quedando lejos de la grandeza de Scott, resulta una obra estimulante. Aquí tenemos una película muy notablemente dirigida y brillantemente interpretada. No obstante, presenta un cierto aire “absolutista” en cuanto a la cuestión narrativa del film…

Para empezar, se parte como referente del libro de Eric Jager, quien contó con varios documentos que narraban “el último duelo” celebrado en Francia. La historia describía que Jacques Le Gris y Jean de Carrouges se enfrentaron debido a que la esposa del segundo, Marguerite, afirmaba que el primero la había violado cuando su esposo estaba de campaña en Normandia. Por su parte, Le Gris argumentaba lo contrario. Le Gris sostenía que todo fue consentido y que Marguerite tenía un matrimonio de conveniencia con Jean de Carrouges, a quien ella no amaba.

Expuesto lo anterior, el mayor problema de la película es la aproximación de Scott hacia la estructura narrativa del film. Aquí se bebe de una cinta tan mítica como ‘Rashomon’ (Akira Kurosawa, 1950). Me refiero a que tenemos un mismo relato contado por varias personas de diferente forma. En este sentido, se “cambian” las versiones de cada uno. La idea, tal y como la presenta Scott, resulta demasiado “estética y estática”. Me explico, Kurosawa creaba tantas diferencias en los relatos de su film que el propio espectador dudaba sobre las diferentes versiones consiguiendo hacerte participe de la historia. En cambio, el film de Scott no se desliga del “esteticismo” puro, es decir, las versiones quedan más en detalles sutiles que en cambios trascendentales. Esto nos lleva a otro problema: la tendencia ideológica termina destruyendo parte de lo que Scott quiere llevar a cabo.

En el guion tenemos a Ben Affleck, Matt Damon y Nicole Nicole Holofcener. Esta última, según ella misma, se ocupa de la versión femenina en la figura de Marguerite. Resulta muy clara la posición ideológica del libreto, algo que no se ajusta en absoluto al relato de Jager. El script apuesta claramente por una versión de la historia cuando Jager dejaba al lector sin una respuesta clara y de ahí que se apostara por el duelo como solución final.

El posicionamiento ideológico del guión mancilla parte de las virtudes del film al sujetarlo a las tendencias actuales. Aquí el tema es más blanco y negro que un terreno gris, tal y como pasaba en la citada ‘Rashomon’. Ya resulta demasiado excesivo leer en el relato de Jodie Comer como título: ‘La verdad de Marguerite’. También choca demasiado que su personaje, tal y como está construido dentro del guion, aparezca excesivamente moderno para la época en la que transcurre la película, dejando incluso al resto de personajes femeninos de la historia como si fueran mujeres retrógradas e incluso “prehistóricas”.

A nivel visual no se puede negar que Ridley Scott sabe darle un empaque loable a su producción (ojo a la brillante secuencia del duelo). También muy destacado es el diseño de producción que resulta impecable. Además hay que detenerse en el enorme trabajo de recreación de la Francia del siglo XVI combinado con la enorme dirección de fotografía de Dariusz Wolski. Probablemente estemos ante uno de los mejores trabajos de Wolski con Scott. Desde luego, también excelsa es la magnífica partitura de Harry Gregson-Williams. Su música adopta un papel más secundario dentro de la película, pero de suma importancia en los momentos más emocionales e históricos. Y, finalmente, en una decisión valiente, la mayor parte de las secuencias de acción (o de contexto violento) no tienen música, dotándolas así de un impacto mayor a través del montaje del siempre fantástico Pietro Scalia.

Por último, creo que el reparto está muy bien en los roles asignados. A lo mejor Ben Affleck resulta un tanto pasado de vueltas como Pierre d’Alençon, pero el trio protagonista: Matt Damon (Jean de Carrouges), Jodie Comer (Marguerite) y Adam Driver (Jacques Le Gris) están impecables. Destaca especialmente Comer que, a pesar de como su personaje es retratado, creo que solventa el escollo gracias a su magnetismo y carismática presencia. Por su parte, Damon y Driver prácticamente lo tienen todo medido al milímetro para que sus personajes devengan interesantes en todo momento.

En conclusión.
Acabo ya esta crítica de El último duelo, un film que puede presumir de estar entre lo más rescatable de Ridley Scott en los últimos años. La película cuenta con una planificación visual brillante, un nivel de producción encomiable y un gran reparto de actores, sobre todo sus tres protagonistas principales. Su gran “pero” es balancearse hacia un lado de la historia de la que apenas se sabe mucho más allá de lo probado documentalmente.

Tráiler de El último duelo

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