El bar
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Anteriormente, en ‘Mi gran noche’, el director Álex de la Iglesia nos invitó a un plató de televisión para vivir una auténtica “fiesta de fin de año”. Ahora su invitación es mucho más modesta puesto que sólo nos convida a desayunar unas porras y un café en… ‘El bar’.

“Vamos a morir todos” (Israel)

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Crítica de El bar

En ‘El bar’ nos encontramos a un Álex de la Iglesia que se encuentra muy cómodo y en su salsa. El realizador exhibe su gran dominio de la cámara en el reducido entorno del local y estando completamente en su mundillo con un film que maneja a su antojo (incluso el diseño de los títulos de crédito obedece a un determinado fin). Todas las situaciones que acontecen están filmadas de manera muy notable, resultan muy nítidas y con una tensión disparatadísima que te atrapa desde el momento en el que se produce el primer disparo.

Puede que se pueda tildar a la película de “excesiva” y/o disparatada/exagerada (sobre todo por su tramo final) pero yo veo estas características como parte ineludible de la misma y de la propia personalidad del cine de Álex de la Iglesia. Esto me lleva a aplaudir el metraje en su totalidad, especialmente porque me ofreció mucho más de lo que esperaba encontrarme. En este sentido, el devenir de los acontecimientos es toda una sorpresa. Una sorpresa por cómo se van produciendo los hechos y por cómo nos lo va mostrando el director bilbaíno.

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El libreto escrito, una vez más, por el propio Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría nos acerca de manera sutil a algunos acontecimientos ocurridos no hace mucho en nuestro país (naturalmente cambiando ciertas cosas). Este “acercamiento” podemos considerarlo como una serie de pequeñas píldoras de pistas. «Miguitas de pan» que nos aproximan a lo que podría estar ocurriendo realmente con las personas atrapadas en el bar… y hasta aquí puedo contar. De resto, se acumulan una serie de explicaciones peregrinas que se les van ocurriendo a los personajes sobre lo que les está sucediendo. Estas “explicaciones” sólo tiene la intención de buscar la diversión y complicidad del respetable. Entre las mismas puedo citar: las referencias a las abducciones, los sueños, los infectados, las conspiraciones, el apocalipsis bíblico, el terrorismo,…

Además, el libreto ahonda también con profunda saña en temas tan humanos como la sospecha, la codicia, el egoísmo o el miedo. Todo ello con unas líneas de diálogo ingeniosas, divertidas a la par que negras, satíricas e irónicas, y en un entorno completamente cerrado y del que no hay aparente escapatoria.

A destacar también la banda sonora de Carlos Riera y Joan Valent. Las composiciones musicales del dúo resultan simpáticas, en cierta manera clásico-intrigantes y también, llegado el momento, enérgicas. Buen trabajo el de ambos compositores.

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El reparto de la película es muy bueno, francamente bueno. El cast tiene como gran virtud el hecho de que, al ser un film coral con varias personas atrapadas en un mismo lugar, las posibles deficiencias actorales a nivel individual quedan tapadas por el conjunto. Un conjunto fenomenalmente dirigido por de la Iglesia retratando con gran tino a los diferentes personajes que nos acompañan en esta encerrona. Conozcámoslos mejor…

Un irreconocible Mario Casas está muy bien como Nacho, un publicista barbado, con tirantes y gafas “estilo de la Iglesia”. Un tipo al que muchos catalogarían de “friki” o sacado de un cómic de ‘Mortadelo y Filemón’. Blanca Suárez es el aporte elegante, luciendo figura, y grandiosa y descomunal entrega en el tramo final. La actriz madrileña encarna a Elena, una chica de alto nivel que entra en “El bar” casi sin darse cuenta. Por su parte, Carme Machi da una nueva lección de espontaneidad como Trini, una adicta a las tragaperras que visita casi a diario el local.

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Bajo un maquillaje irreconocible de vagabundo con aires bíblicos tenemos a Jaime Ordóñez. Su personaje es Isarel y se irá desatando conforme vayan pasando los minutos. Así hasta entrar en erupción hacia el final. Esa parte del metraje es casi suya junto a la ya citada Blanca Suárez. También tenemos a Terele Pávez que presta todo su temperamento a Amparo, la dueña del bar y una mujer que trae bien a raya a su camarero, Satur, un tipo que intenta ser agradable y que lleva trabajando con ella quince años. A Satur le coge muy bien el tranquillo un genial Secun de la Rosa muy metido en su papel. Portando un misterioso maletín, y vestido de traje y corbata, tenemos a Alejandro Awada con una impecable actuación como Sergio. Y, finalmente, nos queda Joaquín Climent dando vida a Andrés, un cliente de pasado complicado.

“Tenemos que estar quietos y tranquilos”

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En conclusión.
Hora de cerrar esta crítica de El bar, un film sobre el que no conviene ahondar mucho más. Una película que resulta un nuevo y disfrutable despliegue de un desatado Álex de la Iglesia que además ha contado con un reparto plenamente integrado en su idea. Una idea que nos regala 102 minutos que ofrecen mucho más de lo que en un principio podría esperarse. La película cumple de manera muy destacada en su labor de entretenernos y evadirnos. Amén de que quizás podría dar lugar al comienzo de una nueva mitología…

Tráiler de El bar

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