Asesinato en el Orient Express
Por diversos motivos, un grupo de personajes cruza sus destinos en el famoso Orient Express. En los vagones se encuentra el reputado detective belga Hercules Poirot, quién consiguió una plaza a última hora gracias a la mediación de su amigo Bianchi. Una vez en el tren, y tras una noche en la que todos se van conociendo, aparece muerto uno de los pasajeros, un hombre que quiso contratar, en vano, los servicios de Poirot bajo el temor de que alguien pudiera asesinarle, algo que, finalmente, sucede. A la mañana siguiente, Poirot se encuentra con que quién pudo ser su cliente yace frío en su cama, y una serie de personas son altamente sospechosas de haberle asesinado, pero ¿podrá resolver el caso antes de que el tren llegue a su destino? (Cineycine).
“Ese hombre se merecía que lo mataran, aunque debería haberlo juzgado un tribunal. Un juicio de doce hombres justos es un sistema justo. La lengua de hierro de la medianoche había dicho doce: Doce, doce, doce… Doce puñaladas, como doce hombres de un jurado”. Es hora de resolver el… ‘Asesinato en el Orient Express’.
Crítica de Asesinato en el Orient Express
En 1974 Sidney Lumet reunía a un imponente reparto para su adaptación del texto de Agatha Christie, tal vez la más famosa y notable de todas sus novelas, ‘Asesinato en el Orient Express’ (‘Murder on the Orient Express’). El elenco elegido por Lumet lo encabezó un descomunal Albert Finney, dando vida (literalmente) al inigualable detective belga Hercules Poirot. Tres años antes, Finney había actuado en ‘Detective sin licencia’ (Stephen Frears, 1971) y ya tenía experiencia trabajando bajo maquillaje gracias a la película ‘Muchas gracias, Mr Scrooge’ (Ronald Neame, 1970) sobre el cuento clásico de Charles Dickens y por la que ganó el globo de oro al mejor actor de comedia/musical, pero ese año fue ignorado para los Oscars, algo que no sucedería con su memorable transformación en el film que hoy nos ocupa.
En general las actuaciones son de una calidad insuperable, no en vano tenemos en el reparto de esta película a Martin Balsam (Bianchi), Lauren Bacall (Señora Hubbard), Ingrid Bergman (Greta), Anthony Perkins (McQueen), Sean Connery (Coronel Arbuthnot), Richard Widmark (Ratchett), John Gielgud (Beddoes), Jacqueline Bisset (Condesa Andreyi), Vanessa Redgrave (Mary Debenham), Rachel Roberts (Hildergard), Michael York (Conde Andreyi) o Wendy Hiller (Princesa Dragomirof). Una ristra de nombres legendaria, sin duda.
El guión fue obra de Paul Dehn, y sería el último que escribiría a lo largo de una carrera que empezó en 1950. La novela escrita por Agatha Christie estuvo inspirada en el hecho real que tuvo lugar en 1929, en el verdadero Orient Express. El tren quedó atrapado durante horas por la nieve y sobre dicho suceso Christie ideó su novela. Siempre estuvo presente el rumor de que la propia autora colaboró en el guión de la película, ya enferma y por necesidades económicas. Aunque este dato seguramente sea inventado para aumentar la leyenda entorno a la novelista que moriría en 1976 por causas naturales en su país, Inglaterra. Lo que sí es cierto es que asistió a la premiere de la cinta en Londres.
En cuanto al director, el mítico cineasta americano Sidney Lumet, venía en los años anteriores de firmar dos largometrajes ineludibles de su filmografía ‘La ofensa’ (1973) y ‘Serpico’ (1973). En los dos años posteriores completaría una de sus grandes épocas de esplendor con ‘Tarde de perros’ (1975) y ‘Network: Un mundo implacable’ (1976). Sin duda fueron sus mejores tiempos en lo artístico que fueron saldados, incompresiblemente, sin ningún premio de la Academia (y con sólo dos nominaciones por ‘Tarde de perros’ y ‘Network’). Todo ello con el tiempo revelado como una grandísima injusticia con el director neoyorkino, a pesar de la tremebunda calidad de todas las cintas citadas y del aporte indiscutible de Lumet.
Sobre el elenco, por nombres ya de entrada se revelaba realmente inigualable en su época… y por rendimiento a fe de que lo fue, pero sólo uno de sus integrantes ganaría el Oscar de ese año (a pesar de que su papel es más corto que el de otros integrantes del elenco). Y esa fue Ingrid Bergman por los cerca de cinco minutos de secuencia sin cortes que Lumet ideó para rodar su parte del interrogatorio. La actriz sueca pudo usar para la película su verdadero acento, el mismo que Hollywood le obligó a disimular durante toda su carrera. En la entrega de los premios, Bergman agradeció ser la galardonada, pero puntualizó que había una actriz que lo merecía más que ella, Valentina Cortese por ‘La noche americana’ (Francois Truffaut, 1974).
Por el contrario, la Academia no valoró de igual modo a Albert Finney, a pesar de las cerca de diez páginas de guión… que recitó sin descanso en el desenlace final sobre la resolución del caso con su particular visión del “cómo y por qué”. Y más insultante fue ver como el ganador al premio de ese año fue para el veterano Art Cartney por ‘Harry y Tonto’ (Paul Mazursky, 1974). Los otros nominados (y por ende no premiados de esa gala) fueron (¡atención!): Al Pacino (‘El Padrino II’), Jack Nicholson (‘Chinatown’) y Dustin Hoffman (‘Lenny’). Muy pocos cinéfilos se acuerdan hoy de Art Cartney y la película por la que ganó el Oscar. Pero muchos recuerdan ‘Chinatown’ (Roman Polanski), ‘El Padrino: Parte II’ (Francis Ford Coppola) o ‘Asesinato en el Orient Express’ (Sidney Lumet) como algunas de las mejores películas de 1974, de la década de los setenta y probablemente del cine.
Antes de entrar en el párrafo de resumen podemos afirmar con rotundidad que estamos ante una de las muestras de teatro llevado al medio cinematográfico mejor realizadas del séptimo arte. Se nota la buena mano de Lumet para hacer avanzar la acción, apoyado en un guión que adapta lo mejor de la novela de Agatha Christie y unos actores realmente brillantes. Una película de suspense que engancha de principio a fin y que deja el regusto que sólo las buenas películas saben dejar.
En resumidas cuentas.
Finalizo esta crítica de Asesinato en el Orient Express, sin duda la mejor adaptación del mundo de sospechas de Agatha Christie. Lumet eleva el material de la novela (ya de por sí notable) a lo más alto.
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